Nuestro viaje euskaldún remata en San Sebastián. Ya saben, La Bella Easo, la Disneylandia de la burguesía vasca, una especie de microclima donde... casi todos sus músicos modernos cantan en castellano. Y no solo eso, sino que además los gustos de esa gente suelen ser muy urbanos: en aquel lugar y aquella época, frente a los estilos mayoritarios en el País Vasco, algunos comienzan su carrera siguiendo las pautas del hard rock para evolucionar luego y convertirse en devotos del glam. Esa trayectoria es la que marca la esencia de los dos grupos más famosos de la ciudad: Brakaman primero y la Orquesta Mondragón luego, ya casi en el engarce con los años 80.
Los dos personajes centrales en Brakaman son su cantante Borja Zulueta y el guitarrista Jaime Martínez Stinus. Borja es hermano del cineasta Ivan, y al igual que él siente una gran admiración por la potencia escénica de Lindsay Kemp y algunos de sus discípulos (o sea, Bowie y compañía). Stinus, que había comenzado a estudiar Ingeniería, decide pasarse a la música y con dieciocho años cambia aquel estudio por el de la guitarra. En 1973 crean el grupo, especializándose en versiones de hard y blues rock para ir cogiendo soltura, y al año siguiente ya son teloneros en la visita de Rory Gallagher a su ciudad; llama la atención su desparpajo en el escenario, ajeno a la seriedad reinante en la zona. Para entonces la plantilla queda asentada: el bajo es Carlos Subijana (un veterano ya en aquel momento), Jorge Anza el teclista y Jesús Inurrieta el batería. Jesús es sobrino de uno de los directivos de Columbia, sello nacional pero de origen vasco, y gracias a ello graban su primer single a principios del 74: "Sad witch / Things". Las dos son propias y cantadas en inglés; el gancho está en la cara A, un rock con una melodía muy definida en el que tanto Borja como sus acompañantes demuestran un señorío sorprendente para un debut; la cara B sorprende más aún, con sus cambios de ritmo y su complejidad. No es que fuese un éxito pero tuvo bastante audiencia en la radio, e incluso se llegó a ver en las máquinas de discos de algunos bares lejanos al País Vasco. Doy fe.
El grupo consigue un cierto reconocimiento a nivel nacional, dentro de las humildes proporciones que el concepto "nacional" reserva por entonces al rock, y más aún teniendo en cuenta que la tendencia glam todavía era algo inaudito aquí. Stinus recuerda que cuando atacaban piezas de Bowie o Reed en directo, algunos sectores del público mostraban su desagrado: "decían que aquello era música de maricones". Pero ellos siguieron adelante con la "provocación", y presentaron su nuevo single en el teatro Victoria Eugenia de su ciudad a todo trapo, pintados como puertas, con cañones de luz y bailarinas. Ese single contenía "Solitude" en la cara A; es una bonita balada rock que puede recordar a un cruce melancólico entre Bowie y Reed, mientras "Look out", la B, es más rítmica y quizá debería haber sido la protagonista aunque tampoco tiene una línea clara. En resumen, ambas son de ese tipo de canciones que cuadran mucho mejor en un Lp que en un disco pequeño, y las ventas no alcanzan la altura del primero. Ya en 1975 se marchan Subijana e Inurrieta, sustituidos por Juanma Estala y Fernando Echevarría; es un año en el que no hay grabaciones, pero actúan tanto en Madrid como en Barcelona e incluso aparecen en el programa televisivo de José María Iñigo; poco después, junto a Burning, representan a España en el Festival Pop Jury (que gana Burning, por cierto). El año termina con la marcha de Anza, el teclista: los demás deciden no sustituirlo y seguir adelante como cuarteto.
En 1976, tras su actuación casi estelar en el I Festival Rock Ciudad de León, los ficha RCA y poco después aparece un primer single como adelanto del único disco grande que llegaron a grabar: "Brakaman" se publica en 1977, su portada es obra de Ivan, la mayoría de las canciones están escritas por Borja (que se ha pasado al castellano), el nivel musical es sobresaliente, la crítica lo puso por las nubes... y el resultado comercial fue bastante triste. Parecía evidente que un grupo como este llegaba demasiado pronto a un país que todavía no estaba acostumbrado a según qué cosas. Y la mejor demostración la tenemos si comparamos su carrera con la de Burning, con quienes tienen algunas similitudes. El primer single de los madrileños, en el mismo estilo, se publicó también en 1974 y en inglés, y parecido fue el resultado comercial. Luego su primer disco grande (principios del 78), aunque no da pérdidas tampoco alcanza mucho vuelo. Pero en 1979, con "El fin de la década", llegó la apoteosis: España, para entonces, ya había despertado. A ese "desfase temporal" hay que sumar la negativa del grupo a dejar su ciudad e irse a Madrid, donde hubieran tenido muchas más oportunidades de alcanzar una cierta estabilidad artística y económica. Así que, entre unas cosas y otras, este disco pasó casi de puntillas por la época. Hay varias canciones, como "Bettydora" o "¿Y tú y yo qué?", es las que se nota esa "hermandad" con Burning, tanto en el estilo como en el modo de cantar de Borja, pero a mí me parece que estos vascos tienen más categoría en ese momento. Por otra parte, sobre un conjunto cuyo dominio técnico es notable, destaca la maestría de Jaime Stinus en cualquier tipo de pedales o ritmos, sean baladas como "Me encanta" o el blues rock más o menos tradicional de "¿Qué te crees?". Como siempre hay guiños a Lou Reed, claro: cierra el disco la balada "Una suave marea", que además fue la cara A del single y que recuerda la época dorada del neoyorkino. Y como luego vamos a recordar a la Orquesta Mondragón, hay que decir que dicha orquesta, de un modo u otro, comienza aquí, porque a Gurruchaga se le nota la influencia de Borja. Por no hablar de canciones como "Pito loco", que es un claro indicio del estilo que los ha de marcar y que, ironías de la vida, los hará famosos mientras que a los pioneros ya casi nadie los recuerda.
Antes de que termine el año 77, Brakaman todavía participan en algunos festivales notables como el segundo "Punk Concert" en Mont de Marsan, donde son la única representación española junto los Clash, Police, Damned... o sea, la crema del Nuevo Orden mundial. Y poco después se separan: Borja será el cantante de Negativo, la primera banda punk vasca, aunque no tienen grabaciones oficiales a pesar del apoyo de su hermano Iván (que incluyó su tema "Ansiedad" en la legendaria "Arrebato") o el propio Jaime Stinus. Este último, que ya tiene un prestigio a nivel nacional, pronto destaca como músico de acompañamiento para, entre otros, la naciente Orquesta Mondragón.
Javier Gurruchaga anda sobre los dieciocho años cuando decide dejar sus estudios y su trabajo para dedicarse a la música ratonera. Estamos a mediados de los años 70, y tanto su poderío vocal como su admiración por el teatro de variedades y el universo glam le confieren una personalidad muy marcada; tiene un amigo llamado Javier Ayestarán, "Popotxo", que cuadra perfectamente con él, ya que lo suyo es la mímica y el histrionismo escénico aunque no suele pronunciar ni una sola palabra. Esa pareja artística suele ir acompañada de algunos músicos que no son siempre los mismos; entre ellos andaba el guitarrista Cheli Lanzagorta, que años más tarde será un clásico en el mundillo del llamado Donosti Sound (un término inventado por Santi Ugarte, precisamente uno de los primeros que apoyaron a la Mondragón). Y cuando deciden bajar a Madrid para tantear el ambiente discográfico, hay un guitarrista fijo llamado José María Insausti: ellos tres son los únicos nombres que figuran en el contrato con EMI, a donde los llevó el productor Julián Ruiz, que ya tenía mucho poder por entonces. Esto ocurre a principios de 1979, con un repertorio bastante rodado por su tierra. Causan conmoción por su dominio escénico, su gusto por los disfraces y el esperpento, junto con la potencia de ese repertorio en el que la mayoría de las letras corren a cargo del poeta y escritor maldito ("maldecido", decía él) Eduardo Haro Ibars, hijo de Haro Tecglen; además hay que recordar que en los directos ya se rodean de músicos solventes como Jaime Stinus. En resumen: la Orquesta Mondragón es un montaje muy profesional desde sus primeros tiempos. Son unos Brakaman sofisticados, a lo grande.
El primer disco se publica casi inmediatamente con el título de "Muñeca hinchable". Ruiz consigue hacer de él un relativo éxito mediático en el que importa tanto el contenido como el envoltorio, porque ambos son una sola cosa: provocación pura, pero de categoría. Y cuando digo "mediático" es porque fue exactamente eso, ya que la prensa especializada se deshizo en elogios mientras que el público masivo todavía estaba digiriendo la sucesión de cambios que se desarrollaban en la sociedad española a velocidad de vértigo desde dos años antes, más o menos. Al trío fundador les acompaña el bajista Patxi Villanueva, el batería Paco Díaz y el teclista Alfredo Cocho, tres futuros veteranos de la escena vasca, y en los metales se alternan personajes ya consagrados como Pedro Iturralde o Vlady Bas; la portada, cómo no, es de Iván Zulueta. En resumen, que tras esa imagen demencial hay un gran trabajo; quizá sea justamente la producción el punto más débil, ya que esa supuesta "búsqueda del sonido directo" de la que nos habla Ruiz es en realidad una grabación bastante plana que podría recordar a una maqueta no muy sofisticada. Pero es verdad que su directo por entonces ya alcanzaba esa altura: en su primera aparición en Galicia, ese mismo año, sonaban casi clavados al disco (con un Stinus glorioso, aunque no hubiese participado en la grabación). Y eso, para un directo nacional, es toda una alabanza. En cuanto a las canciones, ahí están futuros clásicos como la sucesión de "Pasen y vean" / "Ponte la peluca" / "Muñeca hinchable" en la cara A, mientras que en la B están "El hotel azul", "El hombre de los caramelos" (versión libre del "Satin doll" de Duke Ellington, nada menos) o "Por favor, pon un muerto en tu motor" (mi preferida). Aquel debut fue sorprendente y su directo no digamos, con semejante desmadre escénico; un desmadre que por cierto posiblemente hoy estaría prohibido (o autocensurado), como algunas de sus letras, por la estúpida corrección política reinante.
La nueva década se inaugura con Javier Gurruchaga como amo y señor de la orquesta: a Popotxo e Insausti, sus antiguos socios, se les paga una compensación y pasan a ser simples empleados. Stinus es ahora el guitarrista oficial, aunque Insausti también figura en las grabaciones. Julián Ruiz será también el productor del segundo disco, "Bon voyage", que se publica en 1980 y en el que Gurruchaga es coautor tanto de letras como de músicas; en la parte musical suele figurar junto a Stinus o Insausti, mientras como letrista lo hace junto al escritor Luis Alberto de Cuenca y Fernando González de Canales (Haro solo figura en dos canciones). Por último, Luis Cobos interviene como teclista y saxo; en el futuro será coproductor junto a Gurruchaga, e incluso compondrá algunas canciones. Doy todos estos datos porque esa va a ser la estructura básica, por mucho tiempo, de la Orquesta, salvo alguna notable excepción: Stinus por ejemplo se marchará pronto (su relación con Gurruchaga, que nunca fue buena, se degrada rápidamente). En cuanto al disco, se nota que EMI empieza a tratarlos con deferencia y el sonido mejora bastante. Las canciones, en conjunto, bien; se echa de menos el tono de locura que había en el primero, sustituido ahora por unas letras "traviesas" pero sin tanta acidez. El resumen se plasma con claridad en directo: ese año volvimos a verlos, y ya no era lo mismo; incluso había cambiado gran parte del público, que ahora era mucho más numeroso pero también mucho más convencional. "Convencional", decididamente, es la palabra. A partir de ahí Gurruchaga y sus empleados se convirtieron en un grupo de simpáticos truhanes un tanto libidinosos que, eso sí, siempre sonaron muy bien en directo.
Y aquí termina nuestro tránsito por ese puente inestable que va desde la dictadura a la democracia; un tránsito tan gozoso como inquietante en el que la música fue una compañera más. Los de mi quinta sentiremos siempre una doble nostalgia por aquellos años, porque nuestra juventud coincidió con la de una remozada España que andaba tan titubeante como andábamos todos, a nuestro paso. Ya sé que fue una chiripa, pero nos tocó a nosotros. Y como es lógico, esto hay que cerrarlo con una fiesta a la que quedan todos ustedes invitados, sean más jóvenes o más viejos.
Del primer grupo, Brakaman, me quedo con el guitarreo estupendo de Stisnus lo demás no me llama la atención y no estoy de acuerdo en la consideración de que era mejor grupo que Burning.
ResponderEliminarLa Orquesta Mondragón, apoyados en las letras de Haro Ibars que no olvidemos que fue el gran introductor del glam en España con aquel celebrado libro sobre el Gay Rock, o Luis Alberto de Cuenca estupendo poeta y político del PP en tiempos de Aznar, es un proyecto de una calidad extraordinaria quizás eclipsado con posterioridad por la agobiante y cansina personalidad de su cantante, hoy casi misteriosamente desaparecido. Pero más allá de sus carencias se permitieron el lujo de los excesos puristas del pop/rock e introducir aquí todo aquellos que aprendieron de gente como Zappa, Bowie, Iggy Pop, Lou Reed y compañía en lo referido a la presentación escénica de las actuaciones, luego destruida por la insoportable levedad de muchos de los grupos indies o postMovida con su perniciosa manía de ir de normalitos chicos de la calle.
Brakaman me parece un grupo al que no se le ha valorado como merecen, pero tal vez me haya expresado mal: no digo que fuesen mejores que Burning, sino que en aquellos primeros momentos les veía más encanto.
EliminarEn cuanto a la Mondragón, sus comienzos fueron fulgurantes, para ir amoldándose luego a un público masivo; de algún modo los asocio con los Siniestro de los últimos años, que lo mismo valían para una fiesta de cumpleaños que para una despedida de soltero. Son unos profesionales, y por lo tanto no hay nada que echarles en cara; simplemente, se acepta como son o se pasa de ellos.
Tuve noticias de Brakaman pero he de reconocer que apenas llegué a escucharlos. Stinus es un gran guitarrista, mejor que Risi, técnicamente hablando, pero estoy con Herr Krapp, que su banda no superó en categoría a los de La Elipa. De Gurruchaga y cia, ¿qué decir?, sorprendentes al principio, al final ya con el piloto automático, quedaron un poco cansinos, repetitivos.
ResponderEliminarMe ha gustado especialmente la ligazón cultural de San Sebastián y Madrid, Zuluetas, Julián Ruiz, Haro Ibars y LA de Cuenca, muy bien explicada.
Como bien dices, gracias a la música ese tránsito hacia la España de la democracia tan movedizo fue gracias a la música mucho más soportable. Enhorabuena a todos los premiados.
Saludos,
Stinus es de los grandes, aunque siempre ha brillado más como acompañante de lujo o productor que con una banda a su nombre. En cuanto a Brakaman ya digo, no estoy cuestionando la carrera de Burning (que es mucho más amplia y de más valor), sino defendiendo a un grupo que ha sido olvidado como si no valiese nada.
EliminarY premiados hemos sido todos, por vivir aquella época. Ahora vamos puretas, pero lo que se da no se quita.
Saludos mil...
Brakaman ni me sonaban, pero esos audios suenan muy bien. En cuanto a La Orquesta Mondragón, he sufrido una pequeña epifanía, y es que me he escuchado varias veces hoy el 'Bon Vovage', cuyas canciones conocía, todas o casi todas, de mi infancia, pero hacía muchos años que no escuchaba. De algún modo formo parte indirecta de aquel público mayoritario y convencional al que llegó este personaje, sobre todo a través de la televisión (mi padre tarareaba 'Caperucita feroz' hasta la saciedad). 'Champú rojo', 'Bubble bubble', 'Mis gafas', 'Viaje con nosotros'... Me gustan todas, tanto la música como las letras. Del primer álbum me suena también alguna, pero no tanto como del segundo. Supongo que la música de Gurruchaga fue mi primer contacto con el rock'n roll cabaretero, así que me cuesta valorarlo desde una perspectiva más amplia y más justa. Tu texto me ha servido para contextualizar a la banda y su evolución.
ResponderEliminarUna mera anécdota: Estudié y viví varios años en San Sebastián (buena descripción la tuya, como la 'Disneylandia de la burguesía vasca'), llegué a la facultad cuando Fernando Savater ya la había abandonado, quedándose allí algunos de sus viejos compañeros. Uno de estos últimos nos contó una vez, a un grupo de estudiantes, a modo de trapo sucio, las veces que Savater había bajado a Madrid junto a su amigo Gurruchaga, para ponerse ciegos a drogas y búsqueda de sexo casual. Lo gracioso es que aquel chascarrillo, que dejó escapar un recto profesor, tenía como objetivo dejar mal a Savater, pero provocó el efecto contrario.
Y qué buenos cambios de ritmo tiene 'Fórmula 1'. Vaya climax, con esos vientos y... Eso sí es un cierre de disco.
EliminarEl 'Donosti Sound' tuvo luego una deriva que, personalmente, no va conmigo. La llamábamos 'Ñoñosti Sound', en cuanto a aquella escuela que heredó el espíritu de Duncan Dhu, y desde finales de los noventa a los 2000: 'La oreja de Van Gogh', 'Alex Ubago'... Si alguno de estos últimos pasa por este blog, no comentaré nada por respeto al dueño del bar y a los parroquianos. Me pasaré, pediré una caña rápida y me iré viento en popa.
EliminarLa Orquesta causó una verdadera conmoción en sus primeros tiempos, de eso no hay duda. Lo malo es que se volvieron previsibles muy pronto, y en un estilo como ese o vas subiendo la apuesta o caes en la autoparodia. De todos modos el segundo disco es todavía defendible, y fue un buen punto de arranque para un público medio que a partir de ahí fue capaz de ir entendiendo el desparrame de la nueva ola. Ah, y "Fórmula 1" me parece una de sus mejores canciones, oscurecida por unas cuantas que no llegan a su altura ni de coña.
EliminarCurioso lo de Savater y Gurruchaga, no sabía que fuesen amigos. Pero bueno, hasta cierto punto tiene su lógica porque don Fernando siempre fue por libre, al margen de las convenciones que se presuponen en su círculo.
Al Donosti Sound no llegaremos, porque esa época ya no es asunto de este local. De todos modos tiene coña esa denominación, poniéndose exquisitos y mezclando euskera e inglés para luego cantar en español.
En cuanto a los personajes que citas, prefiero callarme.
Savater siempre por libre, sí. Leí el otro día que, además, ha colaborado con Gurruchaga en su libro 'Garras humanas', pero ni idea.
EliminarEntiendo lo que comentas de la Orquesta Mondragón. Yo, como digo, no viví esa época y eso se nota a la hora de valorar la innovación de álbumes del pasado. El primer disco tiene también buenas canciones (y vaya letras... como dices, incorrectísimas hoy), pero el segundo, quizás menos rockanrolero, tiene en cambio un buen cromatismo melódico. Qué me dices, por poner un ejemplo más, de ''La bella y la bestia''. Luego supongo que Gurruchaga fue viviendo de los restos, aunque concuerdo en que eso no le resta mérito: no todos pueden ser Frank Zappa. Pasa también en el humor, que hay grandes artistas que consiguen conectar bien con la sensibilidad de su época, pero envejecen después inevitablemente. Si Gila resucitase, admitamos que hoy causaría más simpatía por la nostalgia que gracia por sus chistes. Lo mismo Martes y trece, Faemino y Cansado... Lo que en su día fue humor sabroso, acaba convirtiéndose en humor blanco, y luego deja de tener humor. Supongo que el paso por televisión de Gurruchaga le acomodó a ese mainstream de artistas que salieron del underground farandulero para llegar a todos los hogares y perder esencia por el camino, como Joaquín Sabina. Pero, independientemente de eso, esas canciones (al menos, de esos dos álbumes, que es donde puedo juzgar) pueden disfrutarse mucho hoy, y estaremos de acuerdo en que la calidad no envejece tanto como la innovación.
El asunto del humor tiene muchas perspectivas. Estoy de acuerdo en que parte del repertorio de Gila está desfasado, pero Tip y Coll o Faemino y Cansado siguen siendo una referencia muy potente. ¿Por qué? Pues porque una cosa es humor blanco y otra humor absurdo, que son cosas muy distintas: muchas frases de Groucho se mantienen y se mantendrán en pie por los siglos de los siglos.
EliminarGurruchaga no llega a tanto, claro, y lo que realmente cuenta son las hechuras de las canciones. Pero estamos de acuerdo en al menos esos dos primeros discos, que de momento siguen manteniéndose.
No puedo sino darte la razón con lo que dices del humor. Groucho, Chaplin y otros tantos son inmortales y siguen haciendo reír.
EliminarA mí en general me gusta el Donosti Sound y la denostaba variante que comenta Raul. No el llorón de Ubago, pero LOVG hacen un pop comercial más que decente, sin olvidad a La buena vida, Le Mans o Family, que están en el origen del indie. Su planteamiento intimista y naif me parece un gran acierto.
ResponderEliminarA Brakaman yo los recuerdo vagamente, y al oír los temas pues me dejan fríos. El primer disco de la Mondragón en su día fue todo un acontecimiento para mí, una mezcla de sonidos clásicos con letras delirantes y absurdas que me encantó, creo que sigue sonando bien a pesar de los años. El resto de la carrera de la orquesta me parece muy irregular. De vez en cuando sacan algún tema, pero tienen cierta inclinación a la pachanga, y eso que a mí me va el tema, pero a veces se les va la mano. Aun así se mantienen en el candelero, hace unos años sacaron El maquinista de la general con temas blues y rock muy disfrutables.
Eso es lo bueno del pensamiento libre: yo, siendo poppie, aborrezco a esa gente, pero todo el mundo tiene derecho a la vida.
EliminarVeo que casi me quedo solo defendiendo a Brakaman, pero también me da igual. Y en cuanto a la Mondragón, creo que estamos completamente de acuerdo: su mejor época pasó pronto, pero gran parte de su repertorio es agradable de escuchar en plan fiesta.
Pues mis respetos, Chafardero. Con Ubago parece que estamos todos de acuerdo. Lo de LOVG es una antipatía personal, no me gustan sus canciones, ni sus letras y por encima no aguanto a Amaya Montero (ahora tienen a otra cantante, así que me alegro por ellos, aunque no estén viviendo su mejor época). Pero todo esto no me hace ciego (sordo, más bien) a las virtudes objetivas que deben tener.
EliminarHola Rick.
ResponderEliminarDespués de mis últimos escaqueos, volvemos a la carga. Los Brakaman los recuerdo muy nebulosamente e incluso creo que en su día tuve algo suyo. De la Orquesta Montragón decirte que hace un año o así le metí un pegue a su discografía y sorprendido me quedé, pues sus primeros dos discos, siguen manteniendo vigencia, ese cabaret-rock pocos lo han sabido imitar, y el Gurruchaga era un maestro en ello.
Pues nada, ves cortando jamón que yo esta fiesta de fin de curso no me la pierdo.
Saludos
Jose
Hola José. Veo que coincidimos casi todos en la primera época de la Mondragón, y creo que Brakaman te habrían gustado también (al menos esas cuatro canciones que he puesto).
EliminarAsí que las fiestas no te las pierdes, ¿eh, pilluelo?
Hacía tiempo que no oía a Brakaman, y me he llevado una grata sorpresa. Me siguen sonando muy bien. A la Orquesta Mondragón siempre le he tenido un cierto cariño. Gurruchaga merece un lugar destacado en el mundillo musical. Se lo ganó a pulso. Y Stinus me parece un gran guitarrista, aunque solo se luciera como “acompañante” de lujo.
ResponderEliminarSaludossssssssssss
Hola, Bab. Brakaman pasa por ser un grupo "menor", lo cual en España significa directamente "ínfimo", carente de todo interés. Muy mal. Y en cuanto a la Orquesta, es verdad que hubo un cierto cariño en su tiempo porque parecían estar muy locos; luego vimos que solo había un "loco", que todo estaba muy bien montado y que la locura no era tal, pero en eso consiste precisamente el espectáculo, en que nos lo creamos. Stinus tal vez mereció más brillo, pero como profesional creo que siempre ha sabido defenderse.
EliminarSaludos mil....