Para completar el repaso anual de veteranos ya solo nos falta citar a esas dos grandes voces que nos sobresaltaron el año pasado con su apabullante prestancia: Joe Cocker y Rod Stewart. El primero ya está pasando más tiempo en los States que en la Isla, mientras que el otro amplía el negocio compaginando su vocación de solista con la participación en una banda.
Joe Cocker ya ha dejado las cosas bien claras: es el vozarrón más impresionante de los últimos tiempos. En la Isla solamente Tom Jones y Roger Chapman están a su altura, aunque Jones pertenece a otro mercado y Chapman es un componente más del universo Family. Los dos discos que publicó el año pasado arrasaron a ambos lados del océano, y los americanos le han cogido mucho cariño desde su consagración en Woodstock: a partir de entonces las giras por aquel país son continuas y agotadoras. Joe, cuyo carácter es mucho más reservado y tranquilo de lo que pueda parecer, no esperaba tanto trajín, se siente un poco sobrepasado por los acontecimientos; y por otra parte se halla en un país que, a pesar de las efusiones, no es el suyo. Prácticamente lo están llevando en volandas de una actuación a otra, hay una verdadera legión de músicos que quieren tocar a su lado -casi todos americanos, claro- y la situación comienza a hacerse un poco agobiante. Sin embargo, cuando pone los pies en el escenario se transforma. Y el resultado es “Mad dogs and Englishmen”, un doble disco que ha pasado a ser uno de los mejores directos en la historia del rock. Grabado en el Fillmore de Nueva York a finales de Marzo, llegará a las tiendas en Agosto y representa probablemente el momento más brillante de toda su carrera.
La verdad es que “englishmen” hay pocos: a pesar de que la banda está reforzada por sección de viento y coros hasta un total de más de treinta personas, salvo el propio Joe solo vemos a Denny Cordell (su productor, haciendo pinitos ante el micro) y a Chris Stainton, claro. Pero tal vez al estilo de Cocker le vaya mejor una banda americana. En cualquier caso, y desde el arranque con su versión de “Honky tonk women” (que, como siempre, lleva a su terreno y hace que parezca suya) hasta el cierre con “Delta lady” nos hallamos ante un artista en estado de gracia. Creo que ya he dicho alguna vez que no soy muy aficionado a los directos, pero este es una de las excepciones: es tan sumamente bueno que supera a sus grabaciones en estudio. Y estos últimos años han salido a la venta ediciones fastuosas en CD conteniendo el total de piezas interpretadas en el Fillmore, así como la filmación del evento en DVD: vale la pena, se lo aseguro.
Pero ahora toca volver a la cruda realidad: esta multitudinaria asociación se disuelve a finales de Mayo, tras completar las actuaciones programadas. Y el Joe que vimos sobre el escenario es muy distinto a la persona de carne y hueso que ha estado manteniendo el tipo estos últimos meses gracias al apoyo de su botella de whisky. Se halla al borde del colapso; y por otra parte está harto de Leon Russell, que se entromete continuamente en sus asuntos como si fuese su director musical. El ambiente y el alcohol lo están hundiendo, así que toma una decisión radical: la carrera de Joe Cocker queda suspendida de momento. Abandona los States y se vuelve a su Sheffield de toda la vida para refugiarse en la familia, que ya estaba francamente asustada por su situación. Así que solo nos queda esperar: cuídate, Joe. Tus fans te deseamos una pronta recuperación, como suele decirse en estos casos.
Rod Stewart no tiene esos problemas, él es hiperactivo: a partir de ahora habrá que hablar de su carrera en solitario y de otra paralela al frente de un grupo. A título personal publica “Gasoline Alley”, su segundo disco, en verano del 70, y su progresión es magnífica: esa voz rasposa suya hace que, como en el caso de Cocker, cualquier canción ajena parezca propia. No hay más que oír el tratamiento que le da a “Country comfort” (sí, la de Elton) o “My way of giving” de los Small Faces para comprenderlo. Y luego están esos deliciosos juegos de cuerdas, entre folk, blues y country (incluyendo la entrañable mandolina, que será una de sus marcas de identidad), que impregnan el disco de un sonido cálido, hogareño, muy personal. Un buen resumen de todo ello es la canción que da título al disco, compuesta por Stewart y su compinche Ron Wood: sobran las palabras. Este disco, por otra parte, es recibido mejor en los States que en la Isla: un top 30 contra un top 70 lo dice todo. Pero tampoco eso importa mucho, porque el año que viene comienzan los números 1 a ambos lados del océano.
Y contra la costumbre de este local, en una misma entrada terminamos el repaso de los ya instalados y damos la bienvenida a unos que acaban de llegar. Porque la ocasión lo hace inevitable, ya que en 1970 se presenta ante el mundo mundial el primer disco del grupo conocido como Faces. La historia comienza a mediados del año anterior: los Small Faces se han quedado sin cabeza, tras la marcha de Steve Marriott para crear Humble Pie junto a Peter Frampton; y justo por entonces Rod Stewart y Ron Wood, que se han hecho amigos, abandonan el grupo de Jeff Beck. Como diría Lenin, ¿qué hacer? Pues la cosa es sencilla: los dos colegas ya tienen un prestigio, y a Lane, Jones y McLagan les hacen un favor porque, sencillamente, están mano sobre mano desde la marcha de Marriott. De entrada hay un pequeño grupo, Quiet Melon, que teóricamente dirige Art, el hermano de Ron, y que durante unos meses los agrupa a todos; pero tras dos o tres singles sin repercusión, Art abandona y la banda queda en manos de su hermano y Rod. En todo caso esa pequeña transición no cuenta, y conviene olvidar la memoria de los Small Faces de un modo más sibilino: eliminemos el “Small”, que nosotros dos somos más altos y daremos las órdenes. A su sello discográfico no le hace mucha gracia ese recorte, ya que la marca comercial “Small Faces” vendía mucho incluso en los States, pero la pareja es inflexible; lo cual no evita que, por un extraño “error”, el primer LP de este grupo aparezca en la edición americana con el nombre antiguo.
No nos engañemos: Faces, a pesar de las optimistas revisiones históricas que se hacen ahora, fueron un grupo usado como vía de expresión -y de juerga- para Stewart y Wood (la mayor parte de las piezas más marchosas son suyas) y con frecuencia la banda de acompañamiento para interpretar en directo parte del repertorio personal de Stewart. Es más: por entonces la mayoría de la gente no los nombraba como “Faces” sino como “La banda de Rod”, cuyos discos eran mucho más famosos (y por supuesto, mejores) que los del grupo. Pero luego, a mediados de los 70, la decadencia de este hombre y de la propia figura del cantante en solitario, de nuevo oscurecida por el empeño de la industria en resaltar a las bandas (lo mismo que había pasado a principios de los 60), lo tergiversó todo. Y por otra parte está la manía de mucha gente por olvidar que, por muy petardo que un artista pueda ser en la actualidad, eso no invalida su obra anterior (lo mismo se puede decir de Elton John, sin ir más lejos). Por último, hay un razonamiento que me parece de lo más evidente: ¿creen ustedes que Stewart iba a ser tan “caritativo” como para ceder sus mejores canciones al grupo teniendo una carrera alternativa en solitario? Por supuesto que no. Faces son una buena banda -mejor en directo que en estudio-, solvente, agradable… lo que ustedes quieran. Pero desde luego, no es de las grandes. El truco está en imitar el estilo Stones de la época, darle el toque Stewart/Wood y listo: no es extraño que los mayores fans de Faces lo sean también de Jagger y sus socios. Lo cual puede parecer injusto si tenemos en cuenta que Ronnie Lane es el otro gran compositor del grupo, pero su estilo no suele tener el gancho de los otros dos aunque tenga buenas canciones: simplemente, esa no era su banda. Debería haber creado otra.
Faces saludan a la primavera del 70 con su “First step”. El disco comienza con “Wicked messenger”, una pieza de Dylan en la que Rod demuestra una vez más que sabe hacer suyas las canciones de otros, apoyado por la guitarra de Wood; que trata de llevar la pieza hacia un estilo blues, tal y como ha aprendido de su maestro Jeff Beck. Una pieza pasable, en conjunto. Ronnie Lane, como digo, es el más activo de los ex Small Faces: suyas son “Devotion” (una especie de góspel bien resuelto por Rod) y la prescindible “Stone”, un medio country sin substancia. Por otra parte, colabora con Wood en otras dos o tres, pasables. Jones y McLagan aportan una instrumental, “Looking out the window”, entretenida pero sin aspavientos. La que más me sigue gustando de todas es “Around the plynth”, que… vaya, es de Stewart y Wood. Una especie de country rock arrastrado muy tonificante. Resumiendo, es un disco digno pero flojito, las cosas como son: ya casi no lo recordaba. Mi copia sigue impecable, a pesar de los años que tiene. Mala señal. Pero vendrán cosas mejores el año que viene, en cuanto se perfilen un poco.
Bueno, pues ya estamos metidos en el sector de los nombres nuevos, y con ellos seguiremos el próximo día. Cuidado con los empachos y el alcohol, que estas fechas son muy traicioneras.
Me ha intrigado esa querencia que tienes por la música grabada en estudio sobre los directos. Considero que el músico se foguea en los escenarios sudando, cantando y tocando sin los engaños y las truculencias que permiten la técnica. Sí ahí también hay trampas pero no es comparable con lo que se han hecho en las grabaciones en estudio. Por culpa de ese predominio hemos llegado a un punto en que cualquier DJ que sea un buen alquimista de samplers se convierte en un tremendo superstar musical.
ResponderEliminarYo a Cocker solo lo imagino en directo desplegando esa voz prodigiosa que le llevó a la fama en Woodstoock y al agobio después. El disco en el Fillmore es un prodigio.
También está muy bien ese divertido Gasoline Alley y ese maridaje entre Rod Stewart y Ron Wood convertidos con Face en una divertida prolongación de los Stones.
Uf. El viejo dilema estudio vs. directo… Bueno, herr doktor, ya sabe usted que ese tema daría para varios posts. Pero voy a tratar de resumir el asunto partiendo, como siempre, de la base de que esto es una opinión personal, tan lícita como la contraria.
EliminarPara empezar, mi base, mi querencia, es el pop. Lo cual implica que me gusta que me engañen: el muro de sonido de Phil Spector, los arreglos fastuosos de la Motown, los Small Faces y sus frecuentes acompañamientos de orquesta… el estudio. Usted sabe que todo ese tipo de sonidos es muy difícil de transferir a un escenario: he visto algunas grabaciones en directo de los protegidos de Spector, por ejemplo, y resultan insípidos. La idea del pop es el truco de estudio, que le da ese envoltorio mágico al sonido. Pero podemos salir de ese género y comprobaremos que bandas rockeras o progresivas tan respetadas como King Crimson, Jethro Tull, Traffic o Family no tienen discos en directo hasta muy avanzada su carrera; y que nunca superan sus grabaciones en estudio (Cream, una banda enorme, tiene unos discos en directo soporíferos por esa manía tan rockera de las improvisaciones interminables). O solistas como Elton John, Rod Stewart o el mismo Bowie. ¿Por qué? Pues porque, como dije hace poco, existe esa filosofía de que “una actuación dura dos horas; un disco, toda la vida”: así pensaban los Beatles también, añadí yo. En otras palabras: la mayor parte de los músicos crean, afinan, perfilan, se foguean en las actuaciones como usted dice para sonar divinamente en el estudio y hacer un disco memorable. Pero el directo, no nos engañemos, es en primer lugar una fuente de ingresos a la que se recurre muchas veces por simple necesidad o codicia.
En directo los fans vamos a disfrutar, a bailar, a extasiarnos con la presencia de nuestros ídolos… pero no a percibir la pureza de sonido que solo el disco puede proporcionarnos. Y por otra parte, salvo los músicos que trabajan géneros “puros” como el blues, el jazz o el rock frontal, músicos que frecuentemente -no siempre- se superan en directo (siempre y cuando no lleven encima dos o tres meses de gira y estén ya cansados, o se hayan pasado con alguna substancia: de ambos casos he sido yo testigo). Y aun en momentos lúcidos: el “Live at Leeds” de los Who es una maravilla, de acuerdo. Pero… ¿no son más impresionantes las versiones originales, en estudio, de su obra anterior, salvo algunos desarrollos afortunados de piezas muy concretas? No digamos ya la grandiosidad de “Quadrophenia”, por ejemplo, con su orquesta y sus overdubs. Y así podría echarme horas: los contados discos en directo que poseo los oigo muy de vez en cuando, mientras que los otros son los que a mí me arrullan. El directo es el nervio, la fuerza, la contundencia... y a veces, ya digo, las improvisaciones interminables, los solos pretendidamente geniales que me adormecen. El estudio, la perfección formal. Ahí es donde, en realidad, el truco funciona o no: la comprobación de si una pieza es buena o no, sin los excesos que los fans alaban tanto en el directo, cuando todo el mundo está predispuesto a pasarse un rato de disfrute.
Y luego está Cocker y algunos más, que, en efecto, se superan en directo: casos aislados. Puntuales, como dicen ahora los yeyés. Excepciones que confirman la regla. Pero ya digo, esto es una simple opinión. Y por supuesto, esa degeneración de los DJs y los samplers no va conmigo: es un negocio para otros.
Yo creo que por un lado tendríamos que hablar de los méritos y deméritos de las producciones musicales y de los músicos en particular (tanto su creatividad como su pericia), y por otro de esas obras en sí mismas como productos. En este último caso, que al final es el que nos importa a la hora de escuchar música, y de que nos guste más un disco que otro, una canción que otra, estoy con Rick: ¿para qué tener que escuchar los gritos de la gente, los perceptibles fallos de notas, de voz y todo de una forma más básica, teniendo las obras de estudio? Por eso aquí no hablaría de engaños o no engaños, sino de que nos ofrezcan buenos temas en buenas grabaciones.
EliminarPero claro, no solo disfrutamos de eso. Nos gusta apreciar lo que consideramos calidad, según nuestros gustos: qué bien toca aquí la guitarra, cómo me gusta esta batería, que personalidad tiene la voz rasposa de Rod Stewart... Un DJ que mezcle y haga refritos enlatados, partiendo de que no es fácil que nos la cuele, porque no suele sonar igual, con las mismas texturas, pierde además el encanto de ser ''real''. Le quitamos la medalla, y eso a la hora de escuchar influye, no lo podemos evitar.
Por último, hay música particular que sí preferimos escuchar a toda costa en directo, aunque sea a través de un disco en directo. Yo antes escuchaba más en directo que ahora, que apenas me pongo conciertos en CD nunca, pero entendía el encanto de la frescura del directo porque escuchaba más punk-rock, o bueno, rock garajero. La etiqueta aquí es lo de menos, el caso es que hay géneros que se saborean más con el sonido del directo, con todas sus rudezas y ''fallos'' del directo. En mi caso son pocos géneros y pocos discos, pero ahí están.
El problema, yerno, es que por lo general -hablo de aquella época- los directos eran una buena forma de completar una carrera que con frecuencia comenzaba a perder creatividad. Ya digo que hay algunos magníficos, que incluso superan a las grabaciones originales ("Made in Japan" de Deep Purple es el ejemplo perfecto), pero eso suele suceder en las bandas de rock frontal: otra cosa son los grupos que trabajan mucho el estudio y que en directo no pueden interpretar según qué canciones: una de las causas de la disolución de los Small Faces, por ejemplo, fue la imposibilidad de atacar la mayoría de las piezas de "Ogden's nut gone flake" en directo.
EliminarY ya digo, los grupos de rock puro, directo, sin mucha floritura de estudio, con frecuencia mejoran sus canciones. Pero ahí volvemos a lo de siempre, que son los gustos de cada uno. Y a mí por desgracia me gustan más los que se curran los trucos.
Jamás imaginé que Tom Jones iba a ser mencionado en este blog :P
ResponderEliminarInteresante eso de que la industria resaltase a las bandas frente a los artistas solistas. No lo había pensado. No he podido oír 'First step', ahora estoy oyendo 'Around the Plynth', que tiene sugestivos slides. No es un grupo que me corra prisa aún, tengo otros en el tintero ahora mismo, pero acabaré escuchando a los Faces. Igual digo una chorrada o lo pienso sugestionado por lo que sé, pero los Faces me suenan a un cruce entre los Rolling Stones y los Small Faces. Todas sus canciones son ''festivas'', a diferencia de los Stones, que tienen mucho country o blues lento.
Pues ya ve usted, yerno. Y creo recordar que no es la primera vez que saco aquí al gran Tom; cuya carrera, de acuerdo, es bastante irregular, muy cercana al mainstream patatero a veces. Pero en otras ocasiones nos sorprende, así que...
EliminarY sí, el progresivo hundimiento de las figuras como Elton, Stewart o el mismo Cocker, que pasaron a ser de consumo masivo para los oidos menos exigentes, fue la coartada para que la industria intentase asociar al grupo con "la calidad". Lo cual es una tontería como la copa de un pino, pero la industria no descansa.
En cuanto a los Faces, en efecto, son exactamente ese cruce que usted dice. También tienen alguna pieza lenta, pero su base es la marchita para divertirse en las giras. Y poco más, las cosas como son. ¡Y óigase los primeros discos de Rod, hágame caso, coño!
Mierda, voy a suspender este trimestre si no me pongo las pilas. Olvidé estudiar para Stewart y compañía, y luego pasa lo que pasa XD
EliminarSi es que no estamos a lo que estamos, oiga. Lo dicho: primero Rod, y luego, con más calma, Faces. No dude que el señor Stewart cae en el examen fijo; los otros igual se los perdono.
EliminarRod Stewat me cae mal (ale ya lo he dicho), aunque reconozco que me encanta su música (una cosa no quita la otra), bueno no toda claro, sólo hasta el 76 mas o menos. Joe Cocker es una verdadera bestia parda, capaz de lo mejor (y de lo peor también), aunque tardó en logar el reconocimiento, fue un miembro de pleno derecho del movimiento rhythm and blues británico de principios de los años sesenta. Angustiado, profundo, seminal....Estoy deseando que comiences 1971, año de mi nacimiento, por cierto Felices fiestas Rick, cuidado con Sam, que últimamente bebe demasiado!
ResponderEliminarA mí, en lo personal, tampoco me hace mucha gracia, mister Sebas. Pero en fin, lo que queda es la obra. Y sus primeros discos son magníficos; mucho mejores que los de Faces, por mucho que digan ahora los revisionistas.
EliminarEn cuanto a Cocker, el reconocimiento le llegó, a nivel masivo, antes en los States que en la Isla. Pero entre los fans del r'n'b fue, efectivamente, un ídolo desde el principio.
Así que el 71, ¿eh? Bueno, pues tendrá que esperar un poco; pero llegará, claro. Un año tan denso como este, por cierto.
Joe Cocker, esos Humble Pie que menciona por ahí… Artistas pendientes. Uno a veces piensa que domina los 70’; hasta que entra en este blog (y eso que la década acaba de empezar). Maldito Rick.
ResponderEliminarEl de Cocker me lo bajé, pero apenas le he dado alguna escucha. Ahora mismo trato de encontrarlo entre las ochenta mil carpetas en las que almaceno música. En serio, esto es un lío. Llame usted a mi familia si no regreso.
No se preocupe, signore Giovanni: tiene usted mucho tiempo por delante. Ventajas de la juventud. Por cierto, creo recordar que le había recomendado un disco de Rod Stewart. ¿Me hizo usted caso o tengo que darle la bronca de nuevo como a mi yerno?
EliminarY ánimo con el de Cocker, vale la pena. Una verdadera fiera en escena, eso mismo es ese caballero.
Pues el tema My way of giving de Rod Stewart es una maravilla. Como yo básicamente lo conozco por aquello de si era o no sexy y demás fruslerías comprenderá que este rubio de bote no me moviera demasiado. Pero poco sé de sus comienzos, que en general suelen ser los más interesantes entre estos artistas. Cuando pasen los apuros navideños ya voy a hacer una incursión en toda regla por sus años mozos.
ResponderEliminarEfectivamente, mister Chafardero, esa pieza es muy buena. Se nota todavía que la construcción es de la escuela Small Faces, pero Rod ya le imprime su sello.
EliminarY comprendo que la imagen actual de Rod Stewart no da confianza para ponerse a oir sus primeros discos: parece imposible que un macarrita como ese pudiera haber hecho lo que hizo. Pero ya ve, a veces hay sorpresas. Y eso mismo es lo que pasó con Elton John, por cierto. Su ascensión y caida es muy similar a la del otro.
Estupenda entrada, como es habitual.
ResponderEliminarCocker hace tal vez la mejor versión que conozco de “Feelin’ alright”, otra sintonía de mi vida.
El Rod del principio me gusta tanto que incluso he superado lo de si era sexi o no; ahora me arrullan sus viejos “standars”.
Tengo ese disco de los Faces que pone Small. La verdad es que no lo pongo nunca. Intentaré revisitarlo.
Dos voces pasmosas en dos personalidades muy distintas. No me suelen caer bien los vividores, y menos uno tan excesivo y hortera como Rod, pero se lo perdono y me parece un tipo muy interesante. Creo que han salido ahora una especie de memorias.
Y, salvo dos o tres excepciones, prefiero el estudio. Y, cuando algún directo me conquista, me gusta sólo ESE directo, no otro. Por ejemplo, el Bahama mama, de Alphonso Johnson, sólo me gusta el de Montreux. Son limitaciones que uno tiene.
Por eso no me sirve el argumento de que los músicos han de vivir de sus actuaciones en vivo, y que sus discos únicamente vienen a ser promoción gratuita; aunque yo me haya bajado música, como todo dios. El directo es complicidad, pero el estudio es perfección. Para mí, claro.
Muchas gracias, señor Átono. "Feelin' alright", que ya era muy buena en la interpretación original de Mason con Traffic, se supera en manos de Cocker, es cierto. Claro que ya sabe usted que hay unos fulanos llamados GFR que tampoco son mancos, ¿eh?
EliminarFelicidades por ese disco de los presuntos "Small Faces". Según tengo entendido, todas las ediciones que proceden de los States, aun en CD, siguen insistiendo en poner ese nombre. Y me imagino a las coleccionistas compulsivos comprándose los dos.
Estoy de acuerdo en el asunto Johnson y "Bahama mama": el resto del disco no es que me atraiga mucho, pero esa interpretación es magistral.
En cuanto a ese argumento de vivir de las actuaciones en vivo, que tiene su parte de lógica, es más bien de estos últimos años; pero no solo por culpa de la piratería, sino también por la baja calidad del material que ha salido de los años 90 ahora. Los grupos clásicos siguen ganando un pastón con las reediciones de sus obras antiguas, así que tal vez los músicos actuales deberían replantearse si esa política de usar y tirar que tiene la mayor parte de su obra les compensa o acabará con ellos.