Los Hollies habían comenzado su carrera en Manchester procurando ceñirse en todo lo posible al estilo de los Beatles, hasta el punto de que en el aspecto melódico sonaban a veces demasiado parecidos. Su punto fuerte eran los juegos de voces, pero su creatividad estaba muy lejos de la de sus vecinos de Liverpool; y a medida que estos mostraban su creciente capacidad como compositores, los otros seguían dependiendo de las versiones o encargos a profesionales del ramo. Lo cual implica, entre otras cosas, que mientras los Beatles ya tenían un carácter único al llegar a mediados de la década, los Hollies comenzaban a sonar desfasados. Y la sensación se agudiza si los comparamos con las bandas de Londres, cuyos orígenes en el r&b ya son de por sí más atractivos. Sin embargo, cuando llega 1966 se sostienen todavía como banda de primer nivel gracias a los aficionados al pop mainstream y a los nostálgicos de la era beat, ese sector que critica precisamente a los Beatles por haber “renegado” del estilo que los encumbró.
De todos modos saben elegir el repertorio ajeno, y a mediados de febrero tenemos una nueva prueba con su versión de “I can’t let go”, la cara A del primer single de ese año. Había sido interpretada el año anterior por Evie Sands, una heroína del northern soul, pero los arreglos y la interpretación de los Hollies le dan grandeza. El resultado, a medio camino entre beat -su fantástico juego de voces otra vez- y el pop más fresco, con una magnífica ejecución instrumental, es soberbio. La cara B es bastante convencional, pero tiene un pase: “Running through the night” figura a nombre de “Ransford”, es decir, que ha sido compuesta por el grupo, y es una especie de country pop. Fue la última grabación en la que figura el bajista Eric Haydock, que deja la banda por cuestiones monetarias; le sustituye Bernie Calvert, amigo de Hicks y Elliott por haber coincidido años antes en pequeños grupos de rock and roll. Y a mediados de junio remachan la faena con otra cara A fastuosa: “Bus stop”, una nueva maravilla del subestimado Graham Gouldman, un gran ejemplo del pop británico de alta escuela que los lleva al top 5. La cara B es una pieza propia titulada “Don’t run and hide”; no está a la altura de la otra, pero es bastante vigorosa. Aquí quedan esas dos deslumbrantes caras A con las que abren boca para el nuevo Lp que está al caer:
Dos semanas después de aquel segundo single llega “Would you believe?”, el cuarto disco grande en la carrera de los Hollies. De un total de doce canciones hay cuatro originales, pasables, que oscilan entre el estilo de balada casi folkie de “Hard, hard year” hasta el beat/pop de “I’ve got a way of my own”. En cambio, con “Oriental sadness” queda patente su lejanía con respecto a otras bandas del momento, ya que su visión de lo que pueda ser la mixtura entre pop y los efluvios hindúes se limita a dos o tres notas vagamente orientales (ah, y un toque de gong). En cuanto a las versiones, aparte de la inclusión de “I can’t let go”, hay algunas bien resueltas como la ya por entonces clásica “That’s how strong my love is” o “Take your time” -en esta demuestran que el estilo de Buddy Holly les cuadra perfectamente-. Salen más o menos bien parados en otras como “Don’t you even care” o “I’m a rock”, aunque en esta última no aportan nada nuevo (prefiero la original de Simon y Garfunkel). Pero creo que se equivocan atacando “Sweet little sixteen” en pleno año 66: parecen los Beatles de cinco años antes. Algo parecido se podría decir con “I take all I want”, que aún encima es la que abre el disco y a la que restan poderío con su interpretación tan pálida, tan contraria a su naturaleza. En fin, que no le veo argumentos suficientes a este disco para llegar a rozar el top 15 como hizo. Pero ese puesto es la mejor demostración de que, como decía antes, hay mucha gente que siente preferencia por las melodías y las voces cristalinas de tres o cuatro años antes que por los ritmos cálidos o las piezas contundentes. Lo cual no es malo ni bueno, por supuesto.
A principios de otoño hay un nuevo single cuya cara A está compuesta por el grupo. Se titula “Stop! Stop! Stop!” y no es totalmente nueva, ya que su línea melódica guarda relación con “Come on back”, una cara B del 64. En todo caso, aquí muestran más vigor y frescura. La cara B, “It’s you”, es también suya y resulta agradable. Entre una y otra consiguieron un top 5, lo cual es un buen aperitivo para la publicación, ya en diciembre, de “For certain because”, el quinto Lp y el primero en el que todas las piezas son propias. Esa mayoría de edad se reafirma haciendo desaparecer el colectivo “Ransford”, sustituido ahora por el triunvirato formado por Nash, Clarke y Hicks; y aunque hay un cierto batiburrillo de estilos, el resultado final es aceptable. “What’s wrong with the way I live” es una apertura alegre, casi de fiesta, muy de su onda, seguida por “Pay you back with interest”, que para mí es de sus mejores canciones. Luego viene una de esas cosas “raras” que hacen a veces: ”Tell me to my face”, cuya base rítmica me recuerda a la bossa nova, tan de moda por entonces. “Clown” en cambio es un buen intento de pop barroco, muy melódico y bien desarrollado, mientras “Suspicious look in your eyes” parece tratar de seguir el estilo de la canción que abría el disco, pero da la impresión de que se pierde un poco por el camino. Hay alguna pieza cercana al vodevil, como “High classed”, que no es lo mío, y a cambio “Crusader” tiene un punto folkie que hace recordar a Simon y Garfunkel: decididamente, vuelven a demostrar su afición por el dúo. La orquestal “What went wrong” es otro de esos pasos atrás en el que dan la impresión de no saber en qué año viven (justo por los mismos días en los que debutan Cream, por ejemplo). El cierre con “Stop! Stop! Stop!”, aquel reciente éxito en single, equilibra un poco las cosas; pero aunque posiblemente este disco sea un poco mejor que el anterior, dan la sensación de estar al margen de la actualidad. Y esta vez no llegan al top 20, así que esa sensación comienza a generalizarse.
Y esta es la imagen que dan los Hollies en el momento en que ya ha comenzado la fugaz pero muy densa era de la psicodelia británica: la de un grupo que pertenece a un tiempo pasado. Lo cual hace más sorprendente el “destape” que van a protagonizar en 1967, con dos discos grandes que les redimirán de tanta medianía (por supuesto sin quitar mérito a la mayor parte de sus singles, que esos sí son realmente buenos). Pero para eso tendremos que esperar a su próxima visita a este tugurio, así que…
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