La radio, la divina radio, es uno de los protagonistas principales en cualquier historia musical de los años 50, 60 y 70 como mínimo. Y en el caso de países con escasos recursos económicos, como España, ese protagonismo es decisivo. Llevamos unos cuantos años en los que las historias sobre aquella época conceden gran importancia a los festivales, tanto nacionales como extranjeros: Benidorm, San Remo, Eurovisión. Es evidente que ahí se lucían los solistas de prestigio, cuyas canciones alcanzaban un enorme grado de popularidad, y España no fue ajena a esa preponderancia del nombre propio de la que ya hemos hablado en otras ocasiones. Pero el caso de los nacientes grupos fue muy distinto: salvo algunas excepciones no era frecuente verlos en ese tipo de espectáculos, y por otra parte el Régimen se mostraba más suspicaz con ellos que con los solistas. Algunos historiadores, con mejor voluntad que otra cosa, citan extasiados los conciertos mañaneros de los domingos en el Circo Price Hall (entre finales de 1962 y principios del 64) o los que hubo en el Palacio de los Deportes de Madrid y Barcelona; y nadie niega que tales eventos estuvieron muy bien… para los habitantes de dichas ciudades y sus cercanías. Tampoco se puede negar que gracias a ellos creció la afición en esas zonas afortunadas y que tal crecimiento se substanció en el origen de nuevos grupos. Sin embargo muy rara vez fueron retransmitidos, y por lo tanto ¿creen ustedes que aquellas legendarias celebraciones podían importar a los fans de Huelva, de Pamplona, de Orense? Evidentemente, no. Mientras no haya grupos grandes que comiencen a hacer giras por todo el país, un concierto es algo inimaginable para los aficionados de provincias.
Pero la radio es otra cosa. La radio es igualitaria, masiva, puede llegar a todas partes. De sobra lo sabían los abuelos y padres, las generaciones de la guerra y posguerra. En la mayor parte de las casas había una radio, que presentaba dos opciones: onda media y onda corta. La onda media les servía para oír las cadenas nacionales, con sus noticieros censurados y manipulados por la propaganda del Régimen; mientras que la onda corta, de alcance infinito, era un vergel donde buscaban las emisiones en español de la BBC o Radio París -por no hablar de las proclamas incendiarias de Radio España Independiente, la famosa “Pirenaica”, que fue creada por el Partido Comunista, comenzó emitiendo desde Moscú y luego se asentó en Bucarest. El deporte nacional, para ese tipo de oyentes, era contrastar lo que decían los de aquí con lo que decían los de fuera, a pesar de que a veces la audición era defectuosa por las interferencias de sonido con las que los esbirros policiales del Régimen trataban de sabotearlas. Y resultaba un juego muy divertido; siniestro a veces, pero divertido.
Algunos mozalbetes de la nueva generación se dieron cuenta de que, cuando sus progenitores saltaban de una emisora en busca de otra, por el camino se oían a veces unos extraños ruiditos y algunas músicas fantasmagóricas no codificables por su corto entendimiento… músicas inauditas (es decir, nunca oídas). Y descubrieron pronto las posibilidades alternativas de la onda corta: hasta bien pasado el primer quinquenio de los años 60 y salvo muy honrosas excepciones, la onda media en provincias estaba pensada para los adoradores de la copla andaluza y similares, las músicas regionales y todo el extenso abanico de sones importados de Hispanoamérica (tangos, corridos, boleros, etc). Conste que digo esto con el mayor respeto, pero comprenderán ustedes que esos mozalbetes, por muy provincianos que fueran, buscaban otras cosas. Y esas otras cosas estaban en la onda corta: la propia BBC y sobre todo Radio Luxemburgo, además de otras que no recuerdo, nos embobaban con aquellas músicas raras cantadas y presentadas en inglés, idioma cuyo desconocimiento aumentaba el carácter mítico de lo que oíamos. Decididamente, aquello era otro mundo. Y si algunos de esos mozalbetes, llegados al Bachillerato, eligieron estudiar inglés en una época en la que el francés era con mucho el idioma mayoritario en España, ya se pueden imaginar el porqué.
De todos modos, a principios de la década ya hay emisoras nacionales que se arriesgan a ceder una parte de su tiempo de programación a esas extrañas músicas que comienzan a causar furor incluso en esta tierra, aunque en sus primeros años hubo una mezcla embarullada de estilos que te llevaban de Torrebruno a Elvis o de los Beatles a Edith Piaf con toda desenvoltura. Pero pronto se hacen famosos algunos nombres que, con el carácter de pioneros, pasan a la historia de la radio musical. La cadena más importante en aquel momento fue la SER: en ella destacaron Raúl Matas, el hispano chileno que trabajó tanto aquí como allá, tanto en la radio como en la televisión; Joaquín Soler Serrano desde Radio Barcelona o Tomás Martín Blanco, creador de “El Gran Musical”, precedente de “Los 40 Principales”. Las emisoras de la Iglesia (sí, de la Iglesia), tal vez por los aires procedentes del Concilio Vaticano II, también se mostraron muy activas; y la prueba de ello es la creación de la COPE, que a pesar de sus rosarios era mucho más avanzada en aquellos tiempos que ahora: entre sus inolvidables personajes musicales se halla el gran Enrique Ginés. Hay otros cuantos que merecen el mismo reconocimiento que estos, pero la lista sería un poco larga y ociosa. Salvo por uno que con el tiempo destacó sobre todos los demás y ha quedado en la memoria como el icono definitivo del medio radiofónico español: Ángel Álvarez.
El señor Álvarez no es solamente un pionero: es de los pocos que estuvo ante el micro casi hasta su muerte, en 2004. Fue de los primeros también en cambiar de profesión, al estilo americano, cuando en España si tenías un buen trabajo no lo soltabas hasta jubilarte. Y menudo trabajo tenía este señor: con título de aviador militar y civil, comenzó como radiotelegrafista de a bordo en la compañía Iberia, preferentemente en la línea Madrid – Nueva York. Un trabajo que le permitía, en los años 40 y 50, viajar regularmente a esa ciudad y traerse sus buenos lotes de discos. Eso, en la España de la época, era como vivir en un cuento de hadas. Pero cuando ya era jefe de comunicaciones de vuelo, comenzó a compaginar esa profesión con su verdadera devoción: la música. Y tras unos escarceos en la Panamerican Radio (donde organizó un hit parade para las emisoras de Tánger y el norte de Marruecos, que tiene coña la cosa), llegó en 1960 a “La Voz de Madrid”, de la Red de Emisoras del Movimiento. No se asusten: a pesar de tan ominoso nombre, fue esa red la que el año anterior había creado el Festival de Benidorm, sin ir más lejos. Lo más admirable del asunto es que ya no era un chaval, puesto que pasaba de los cuarenta años en ese momento. Pero ya ven, la pasión no tiene edad. Y, después de tres años en esa cadena, donde comenzó a labrarse una fama con “Caravana musical”, pasó a Radio Peninsular (dependiente de la RNE). Ahí comienza su legendario programa “Vuelo 605”, con el que a través de varios cambios de emisoras se mantuvo al frente hasta el final de su vida. Pero también hubo una época en la que compaginó esa actividad con la presentación de festivales de rock and roll en el cine Consulado de Madrid, al más puro estilo de Alan Freed. En resumen: el señor Álvarez fue el más grande. Es cierto que su afición se concretaba casi exclusivamente en los géneros americanos, pero de eso nadie sabía más que él.
También a la radio deben muchos músicos de la época su mejor o peor suerte: algunos como Miguel Rios, El Dúo Dinámico o Bruno Lomas se hicieron conocidos gracias a ellas, incluso antes de haber grabado un solo disco, por medio de programas en directo al estilo festival que, estos sí, fueron realmente populares en media España. Un buen ejemplo, sobre todo en el caso del Dúo Dinámico, fue “Europa Musical”, dirigido por Luis Arribas Castro (“Don Pollo”) desde Radio España de Barcelona, donde ellos y muchos otros se dieron a conocer. Por otra parte, fue precisamente gracias a esos festivales radiados que comenzaron las actuaciones en los palacios de deportes o en cualquier otro sitio: antes de que eso ocurriese, antes de que los hermanos Nieto creasen las matinales del Price, ya estaba Raúl Matas animando el cotarro en “Discomanía”, o el propio Don Pollo. Ambos personajes, como otros, habían comenzado con el formato de festival a finales de los años 50. Así que a cada uno lo suyo.
Hala, ya me he quedado a gusto. Calculo que con el próximo rollo terminaremos de situar la época y nos pondremos a lo que realmente cuenta: la música ratonera. Mientras tanto, espero que sabrán disfrutar de esta santa semana profundizando y enriqueciendo sus convicciones religiosas. Ah, y disfruten de las sagradas procesiones patrias; que, según dicen, van a estar pasadas por agua. Pero eso son simples molestias: la fe es irreductible.
Muy educativa "composición de lugar", ahora ya estamos realmente e el ambiente adecuado. Época de grandes programas radiofónicos, cierto. También es cierto que la radio es igualitaria, o lo era, aunque manipulable, siempre hay un canal libre para dar la nota discordante, aunque Rick, me temo, eso se ha olvidado (culpa de internet, quizas¿?), tal vez sea el momento de volver a las ondas y darles el uso que se merecen. Bueno, al menos sabemos que siempre están ahí, aunque nos corten la "red"...
ResponderEliminarFue la edad de oro de la radio, tanto en España como en casi todo el mundo, hasta que se fueron imponiendo algunos programas de televisión; pero aun así, su influencia ha quedado en gloriosos reductos como Radio 3 (aunque hoy en día esté un poco descafeinada). Yo creo que la radio siempre estará ahí, como complemento de Internet o lo que sea.
EliminarEscuché con placer alguno de los últimos programas del Vuelo 605, mientras conducía. Era un poco extraño escuchar su voz, muy perjudicada. Sí, era un poco americano de más, y algunas otras cosas podrían presentarse a Eurovisión, pero era una Autoridad.
ResponderEliminarPor cierto que, en el CD doble "Vuelo 605" mezcló cosas imposibles de conciliar con el resto, como aquel “Living in the past”.
Parece que empieza bien el curso: tomaré apuntes.
Sí, la verdad es que en sus últimos años se le notaba la edad. Hay que tener en cuenta que andaba por los 87 u 88 años, no lo recuerdo bien. Y bueno, también es verdad que lo suyo eran las décadas del 40 al 70: a partir de ahí tal vez patinaba un poco. Pero como especialista en la época dorada del rock and roll, el country (su gran especialidad) y otros cuantos géneros, era imbatible.
EliminarNo conocía el CD ese. He ido a mirar y sí, es un poco raro. Pero bueno, al señor Álvarez se le puede consentir.
Estoy muy de acuerdo en tu apreciación de que fue la radio y no los festivales o las matinales lo que permitió el desarrollo del rock/pop en todo el territorio. Tengo una imagen lejana de muchos de esos locutores que citas más por sus intervenciones televisivas que por su faceta en la radio: Raúl Matas, Arribas Castro y aquel que luego presentó un programa de cine en TV. Respecto a Ángel Álvarez, al que como sabes dediqué una entrada, he de decir que lo he seguido intermitentemente durante muchos años sobre todo cuando hacía aquellas series doradas con su estilo peculiar, magnífico, solemne, entre el lirismo y cierto esnobismo "americanizado". Fue el padre de todos los que vinieron después, el Abraham de la música pop española, el que empezó el impulso por el que luego entraron todos los demás: Iñigo, Joaquín Luqui, Garrido, José Ramón Pardo, Carlos Tena, Trecet, Juan de Pablos, Manrique etc..
ResponderEliminarYo supongo que esa fascinación por los festivales proviene del hecho de que la mayoría de los comentaristas de la época eran madrileños o catalanes, con lo cual hay una especia de juicio de parte. Y ya digo, nadie niega su importancia, pero...
EliminarSí, el estilo del señor Álvarez era un poco mayestático a veces. Imagino que cuando tanta gente te da coba llega un momento en el que cores peligro de creértelo. Pero de todos modos supongo que también influía la edad, y posiblemente ´la intención de distanciarse un poco. En cualquier caso, está claro: Abraham es el personaje. Y es más admirable todavía el hecho de renunciar a una profesión cómoda para dedicarse completamente a la música: otros, como el popular Iñigo, siempre estuvieron más pendientes de buscar trabajos seguros que de arriesgarse. Hay más de uno que es fachada pura.
Pues, como sabe, yo de la radio no tengo ni papa. Pero está claro que en vuestra generación era un medio protagonista. Y para la música debería seguir siéndolo, es una pena que el 'Video killed the radio star'. Sobre las razones por las cuales hoy se rememora en los especiales televisivos más el festival y el viejo concurso de la TV, creo que la razón está en eso mismo, la TV solo rememora a la TV, el medio se alimenta a sí mismo. Por eso está bien que recuerdes que a veces la realidad era diferente a como ahora nos la venden.
ResponderEliminarYa comprendo que por la edad algunas de las cosas que digo aquí le sonarán raras, estimado yerno. Cuesta trabajo meterse en aquella época con los planteamientos actuales. Pero bueno, a cambio es usted mucho más joven: suerte que tiene. Y sí, la televisión va a su bola: las referencias que se hacen en ese medio cada vez que se ponen en plan histórico son mínimas. De todos modos y como dije un poco más arriba, todavía hay emisoras como Radio 3 que valen la pena.
EliminarVoy a volver a leer el post, apreciado Rick, porque todo lo que nombras en él me suena, y no quiero empezar esta sección hispánica sin tener situados a sus protagonistas musicales. Aunque, si tengo que ser sincero, de la radio de aquellas épocas lo que más recuerdo (atrincherado en el cuarto de costura de mi madre, yo haciendo los deberes y ella dale que te pego con el tracatrá de la Sigma) son las radionovelas -Simplemente María, Lucecita, etc. (me temo que te estoy hablando de los 70's)-. ¡A moco tendido llorábamos, mamá y yo, con las desdichas de aquellas heroínas radiofónicas! También escuchábamos, embelesados, los consejos de la mula Francis ¡el único bálsamo, en aquella ignominiosa época, para tanta alma torturada!. Varios miembro de mi familia sí escuchaba La Pirenaica, aunque recuerdo que el sonido que salía del transistor era infernal (las interferencias creadas por los detractores, como tú bien dices), peor que el de la máquina de coser de mi madre. Y paro ya porque me estoy poniendo tontorrón.
ResponderEliminarAy Caruano, qué viejos vamos: mala señal que recordemos estas cosas. Pero en fin, que nos quiten lo bailado. Yo también, en mi infancia, recuerdo a mi madre con la Singer, ya ves. Pero por suerte ella no era de radionovelas y además yo hacía los deberes en la cocina, que a esas horas era solo para mí, y ella estaba a lo suyo en otra habitación. Y como la radio estaba en la cocina, pues... así salían los deberes.
EliminarYa he visto tu desliz con la mula Francis, ya. Menos mal que a continuación pides disculpas (a doña Elena que vas). Porque vamos, la mula sería una estrella del celuloide, pero doña Elena era un icono nacional.
Donde dije "mula Francis", léase Doña Elena Francis. Creo que mezclé formatos de comunicación. Perdón.
ResponderEliminarEn mi casa de chico eran mis padres los que manejaban el dial, así que la música que oíamos eran Manolo Escobar, Los Panchos y demás. Pero recuerdo un día que sonó Qué noche la de aquel día y que me quedé fascinado. Esa era la música que yo quería escuchar, me pareció totalmente diferente a los que había oído nunca e irresistible. Gracias a la radio descubrí un mundo del que de alguna manera no he salido hasta hoy.
ResponderEliminarEs cierto, señor Chafardero que la radio se consideraba un instrumento "para mayores", y la verdad es que la mayoría de los niños no le prestaban mucha atención. Pero algunos éramos un poco raros y, aprovechando ratos libres en los que nuestros mayores estaban a sus cosas, nos poníamos a investigar...
EliminarY justo esa primera época de los Beatles, además de Johnny y los Hurricanes y algunos más, fue lo que me transtornó a mi también. Nunca debimos haber tocado ese aparato.