“Ahora, cuando vengan Los Brincos, os pido que no os mováis de vuestros sitios. Pensad que si armáis mucho alboroto no tendréis más festivales, y cuando termine todo os vais tranquilamente a vuestras casas (ovación cerrada, sumisa). Sí, ya sé que os vais a portar bien. Pero ahora vamos a verlo”.
19 de Mayo de 1966: El Corte Inglés organiza el I Festival de Ídolos en el Palacio de los Deportes de Madrid. Cinco escenarios sobre la pista, quince mil almas correctamente sentadas en las gradas, a mucha distancia. Un asustadizo Pepe Palau, locutor musical y presentador, previene a la concurrencia para que no haga locuras ni se deje llevar por emociones excesivas.
“España es diferente”. Esta frase, acuñada en 1964 por don Manuel Fraga Iribarne -ministro de Información y Turismo durante la mayor parte de los años 60- para buscar divisas atrayendo a los turistas foráneos con nuestra oferta de “paz”, sol, playas y hostelería barata, resume perfectamente la situación. En efecto, España era diferente al resto de Europa occidental. Y mucho: desde el golpe de estado del 36 (que el propio Fraga definió como “uno de los más simpáticos movimientos político-sociales de los que el mundo tiene memoria”), este simpático país vivió casi cuarenta años en una burbuja donde la palabra “normalidad” equivalía a miedo, silencio, venganza y caspa. Mucha caspa. La guerra duró tres años, pero como decía Agustín González en “Las bicicletas son para el verano” lo que vino luego no fue la paz, sino la victoria. Y la autarquía no fue solamente un término económico: aquí mandaba el Ejército, la Iglesia y la Falange, los tres con mayúsculas. En estas condiciones es fácil imaginar que el arte, cualquier arte, lo tuvo muy crudo en España. La libertad creativa es algo esencial en la obra artística; y eso a veces significa crítica, provocación, burla de lo establecido, escándalo incluso. Así que los escritores, cineastas y en general todo tipo de creadores se vieron obligados a torear continuamente a la Censura o transigir y callarse sus ideas ante la amenaza de ser borrados del mapa en cualquier momento.
La música, que el Poder consideraba como un entretenimiento menor y sin trascendencia, no fue un problema hasta los años 60: como reflejo de una clase alta y otra baja bastante perfiladas, el sector culto era aficionado a la sinfónica o el jazz en algunas élites (con frecuente interacción entre ambos grupos) y el pueblo llano disfrutaba con las músicas regionales, los géneros importados de Hispanoamérica o la llamada “canción española”, es decir, mayoritariamente andaluza. Pero el tiempo pasa, y hay una creciente clase media en cuyo estrato juvenil comienzan a incomodar algunos jovenzuelos que no se sienten motivados para llegar a las alturas de la “música culta” y menos aún para seguir soportando esos géneros “para viejos” que tanto gustan a sus padres y que a ellos les parecen horrorosos. Es cierto que hay un juicio de valor, tendencioso, ignorante, en la base de ese pensamiento (“la música clásica o el jazz son florituras para la gente fina; la popular es aldeana. Y todas están pasadas de moda”). Pero también lo es que la adolescencia no atiende a matices, ni en España ni en ningún otro sitio; y que los chavales buscan referentes con los que identificarse, lo más alejados que sea posible de los que tienen sus padres: Freud, ya saben. Y esa “música ratonera”, como decían nuestros padres, traía consigo un componente nuevo: la rebeldía.
De todos modos hay que tener en cuenta que, por el atraso general que sufre el país, esa generación emergente es aún reducida y los más inquietos se localizan en zonas muy concretas: Madrid, Barcelona y Valencia son los puntos principales, como es lógico; hay algunos “focos de actividad” en las Baleares y Andalucía, pero poco más. E incluso los orígenes de cada foco son distintos: Barcelona y Valencia tienen la ventaja inicial de ser dos puertos importantes; y Barcelona, la ciudad más cosmopolita en aquella época, suma a eso el hecho de su proximidad con Francia, que facilita el tráfico a los hijos de la burguesía para saltar la frontera y venir cargaditos de discos que aquí eran inimaginables. Valencia y en general el área mediterránea se benefician de la cercanía e influencia catalana y de la gran afición a las orquestas que ha habido siempre en esa región: la mayoría de los músicos que den el salto a los nuevos estilos proceden de ellas (algo que en menor medida sucederá en otras partes de España como Asturias o Galicia). Las Baleares gozan de una creciente afluencia de jóvenes venidos de toda Europa (británicos, alemanes y holandeses preferentemente) atraídos por el sol, la tranquilidad… y un cierto relajo en las costumbres, tolerado solo a ellos. Andalucía tiene a su favor también un incremento del turismo, pero sobre todo la posibilidad de saltar el Estrecho: Tánger en aquel momento es un harén de material prohibido, tanto en discos como en otras cosas.
Y queda Madrid. Por ser la capital del Imperio ya se le presupone una ventaja, que se refuerza con la cercana presencia de la base estadounidense de Torrejón de Ardoz. Solo en esto tiene España un punto en común con el resto de Europa: las bases americanas cumplieron un papel muy importante entre los años 50 y 70 para el despertar musical del viejo continente. Y la madrileña, creada en 1955, yo diría que fue fundamental porque además había muy buena predisposición. Imaginen el panorama, que en menor medida sirve también para la de Rota, en Cádiz: los yanquis tienen una paga que, al cambio con la triste peseta, es fabulosa. El tabaco y el whisky, traídos de su país a precios del Ejército, les cuestan muy poco. El Régimen prefiere ignorarlos y hacen lo que les da la gana: se pasean por la ciudad como señores, tienen cine en la base, emisora de radio, sus bares propios fuera (preferentemente en la zona de Barajas y en algunos barrios nuevos, donde también alquilan pisos). Y los españolitos son muy simpáticos y amables, a pesar del engorro idiomático. La gloria, vamos. Bueno, tal vez el único fallo sean las españolitas, que no se dejan cazar fácilmente; pero por lo demás…
Los jóvenes soldados del Tío Sam congenian pronto con algunos jóvenes, alegres y maravillados nativos. Y de vez en cuando, a los más enrollados los llevan a la base para que vean esas películas que en España ni se han visto ni se verán de momento: “Blackboard jungle”, “Jailhouse rock”, “King Creole”… ya, están en inglés, pero eso casi es lo de menos. Y de paso les enseñan los discos de Elvis, Jerry Lee Lewis, Everly Brothers… míralos, pobrecillos, ponen ojos como platos. Bueno, pues venga, vamos a regalarles dos o tres. Con el tiempo algunos de esos yanquis se convierten en traficantes de vinilos y se sacan un sobresueldo, pero lo verdaderamente importante es que ya han plantado la semilla del mal. Un mal esencialmente blanco, por cierto: salvo algunas figuras del rock and roll como Chuck Berry o Little Richard, que junto con el patriarca Ray Charles comenzaban a ser populares en los States, la gran mayoría del material que circula por la base demuestra que sus poseedores no se han enterado de que existen cosas “mucho peores” como el blues, el soul y otras cuantas infecciones raciales; y no lo harán hasta que los malvados isleños invadan su país a mediados de la década. Soldados negros hay pocos, y sus músicas son de momento más minoritarias todavía. Pero ya digo, entre esos contactos y la radio de la base, que los nativos buscaban como posesos y de la que algunas cadenas nacionales comenzaron a tomar apuntes, el comienzo de los años 60 en Madrid se iba animando. O sea, que en este caso la fantasía de “Bienvenido mister Marshall” sí se cumplió.
Claro, hay que hablar de la radio, un instrumento mítico, fundamental. Y de otras cosas. Pero por hoy ya está bien de rollo. Sueñen mientras tanto, como hacían los vecinos de Villar del Río, con los fabulosos americanos que vienen a arreglarnos la vida.
Así que tenía usted preparado un recorrido hispánico, ¿eh? Pues muy bien, hombre. ¿Qué entendía ese tal Pepe Palau por portarse mal? Me pregunto si no estarían todos sentados en sus butacas, jeje. Igual entre ese evento del Palacio de deportes de Madrid y el Madrid Arena del año pasado podría escribirse una historia de la música vivida en este país. Aunque menudo ejemplo que he puesto... no trago esa música techno.
ResponderEliminarNo conocía el origen de ''música ratonera'', pensaba que era mucho más actual, refiriéndose a determinado rock o blues añejo, fíjese usted.
Ya ve, yerno: tenía que haber un recorrido hispánico. De lo contrario, este local no quedaría completo. Nos guste o no, nuestro corazoncito también tiene patria.
EliminarPepe Palau fue uno de los primeros comentaristas musicales "modernos" tanto en radio como en televisión, aunque esa actuación ya le pilló con casi cuarenta años. Pero refleja muy bien la época, puede estar seguro.
Y lo de la "música ratonera" es un invento de nuestros padres: acostumbrados como estaban a las armoniosas canciones de los años 40/50, el asunto este de los músicos melenudos que daban gritos y hacían chirriar sus intrumentos era superior a su entendimiento. Pobrecillos. Qué razón tenían.
Nunca me acostaré sin aprender algo nuevo. La primera vez que escuché eso de 'música ratonera' creo recordar que fue en un bar poco frecuentado de Bilbao, y como la música era un determinado rock ''clásico'' y elaborado, sin estribillo reconocible, relacioné desde entonces esa idea a ese género. Pensaba que esa palabra había nacido más o menos ahora, ya ves... Ahora ya sé que viene de mucho antes.
EliminarHay que reconocer que tuvieron acierto para definirla, de todos modos: algo de ratonera sí tiene. Y la verdad es que, teniendo en cuanta los cánones que ellos conocían, no se me ocurre nada mejor.
EliminarAsí que en Bilbao llaman "ratonero" al rock clásico, ¿eh? Vaya, vaya.
¡Qué buenos tiempos aquellos! ¡Qué recuerdos! Solamente nosotros, los chicos de muy buena familia, teníamos acceso a esas músicas rebeldes: éramos revolucionarios tras los faldones de los fraques de nuestros influyentes padres.
ResponderEliminarDesgraciadamente, lo anterior no es verdad en mi caso. Para la gente normal, si querías huir de la infame música “española” (tipo Pepe Pinto y otros de su calaña (*)), habrías de buscar refugio en la música francesa e italiana, que eran las que más dejaban oír por aquí en los sesenta; en inglés, poquito. Nací en el cincuenta y siete y, de muy niño, lo más revolucionario que escuchaba era Celentano.
Cuando aparecieron los primeros grupos españoles (sí, eran casi todos niños de papá) fue un asombroso aire fresco.
Aguardo expectante, señor Rick.
(*).- Ahora voy redescubriendo maravillas como “Tatuaje”, y otras muchas (Gracias, señor Caruano).
Le comprendo perfectamente, señor Átono: la canción francesa e italiana fue de lo primero que se oyó en las radios españolas aparte de los consabidos sones hispanoamericanos o las andaluzadas. En los primeros años de la década sesentera, o eso o la onda corta: ya hablaré de ello. Así como también de la procedencia "noble" de muchos músicos de las primeras hornadas, que como usted muy bien dice eran unos hijos de papá. Pero bueno, tenían inquietudes. Eso tenemos que reconocérselo.
EliminarGracias por la expectación, pero no creo que sea para tanto. Luego vienen las desilusiones.
Por suerte yo era muy niño todavía a finales de los sesenta, y recuerdo haberme cultivado el oído con los singles de los Beatles, Los Bravos, Los Moody Blues, que mi hermano mayor pinchaba repetidamente hasta la saciedad en aquel viejo Pick up. Por otro lado mi padre era muy aficionado a la música clásica y nos ponía aquellos interminables LP´s que escuchábamos durante horas sin prestarle demasiada atención, pero que calaron en mi subconsciente y me ayudaron mucho en los años posteriores a la hora de distinguir y elegir los sonidos que me gustaban. Ya en los setenta la cosa cambió,las tiendas se llenaron de material extranjero y yo empecé a coleccionar cintas, singles y vinilos... En fin, tengo que reconocer que tuve suerte por haber nacido en el momento adecuado.
ResponderEliminarEsos grupos que usted cita eran de lo más sonado en la época, señor López. Y el pick up, no digamos. En la clase media, el que más y el que menos comenzó con aquellos inefables tocadistos de maleta marca Philips (yo tuve uno) y luego íbamos ascendiendo. No vea usted la envidia que nos daba llegar a casa de algún amigo de familia potente y ver un señor tocadiscos estéreo con dos altavoces grandes: nos quedábamos extasiados. Y nos jurábamos a nosotros mismos que algún día llegaríamos a tener uno así, aunque fuese pasando escaseces, sufrimientos, hambre...
EliminarEs una interesante introducción a la música pop española pero tengo algunas discrepancias o si prefieres puntualizaciones que hacerte.
ResponderEliminarNo era el jazz esa música de las élites adultas. Quizás la música orquestal, la música de aquellas bandas con cantantes melódicos al estilo de Jorge Sepulveda, Bonet de San Pedro o el más famoso José Guardiola pero eso no era jazz. Si acaso recogían elementos del swing pero sin participar del jazz que no dejaba de ser considerada una música tan de "negros" y por lo tanto perniciosa como el blues o el soul.
Otro factor importante a considerar es la importancia de la música procedente de Latinoamerica especialmente, el tango y la música caribeña (el bolero, el mambo, la primitiva salsa etc..) que también tienen mucho recorrido en los años 50 hasta el punto de que algunos grupos y cantantes procedentes de allá -Los Cinco Latinos, los Tres Sudamericanos, Luis Aguilé, Alberto Cortez y no digamos Enrique Guzman y sus Teen Tops- fueron impulsores y artífices de la renovación de la música popular española.
Hay un interesante documental sobre la estancia de The Beatles en España que quizás conozcas. Te dejo el enlace por si es de interés:
https://www.youtube.com/watch?v=R_Q2Mh5zPv4
Buenas, herr doktor. Tal vez no me he explicado del todo bien: cuando me refiero a la élite culta o al pueblo llano trato de asociar sus aficiones musicales a la clase a la que pertenecen, pero no hablo de adultos: me refiero a la gente comprendida entre los quince y los treinta años, por acotar de algún modo. Había jóvenes que, por la influencia paterna o por su preparación cultural, ya disfrutaban de la música clásica: yo conocí a algunos que con veinte años ya sabían bastante. En cuanto al jazz, que como digo era más minoritario, tengo un ejemplo en la familia: un primo político que, cuando yo andaba por los catorce o quince, me doblaba la edad y a quien yo, ingenuamente, traté de convencer de las bondades de los baterías de rock. Aún recuerdo su displicente comentario: “Bah, cuando hayas oído a Gene Krupa sabrás lo que es un batería”. Es verdad que sus preferencias iban por las big bands y el swing, pero ambas son jazz. Y por lo que él me contaba, ya a finales de los 50 había unos cuantos aficionados en Coruña, así que imagínese en Madrid o Barcelona. Por otra parte, usted sabe mejor que yo que un evento como el festival de jazz de San Sebastián fue un éxito desde su creación a mediados de los años 60.
EliminarLa canción melódica ya era otro sector. No digo que hubiese compartimentos cerrados, pero por lo general se dirigían hacia un público intermedio: Sepúlveda o Bonet de San Pedro, los precursores, tuvieron su fama -en el bolero, preferentemente- sobre todo en las décadas de los 40 y 50. Guardiola, que en cierto modo es su sucesor, sí se aproxima un poco más al swing en versiones como “Mack the knife” o “Sixteen tons”, pero lo suyo sigue siendo básicamente la canción melódica. En cuanto a la invasión hispanoamericana, hay de todo: Machín es el más renombrado representante de la vieja ola, pero Alberto Cortez e incluso Aguilé en algunos momentos ya son una evolución hacia un estilo “crossover” que puede llegar incluso a la canción de autor. En cuanto a la otra cara de la invasión -los Llopis, Teen Tops etc- , que sí afecta a este local, no se preocupe: hablaremos de ellos muy pronto.
Y muchas gracias por recordarme ese documental, que en su día grabé en cinta VHS y que por supuesto he perdido para siempre: es bastante bueno, y trataré de acordarme para cuando lleguemos al aterrizaje en Barajas. Merece ser citado. Coño, ya puestos, aprovechando el aTube Catcher… me lo voy a bajar (¡Dios mío, he pronunciado la frase nefanda! Espero que los tedibautistas no estén al acecho…).
Me sonaba remotamente la anécdota esa de Los Brincos, imagino ahora al "asustadizo" locutor. Me ha encantado el post de esta España tan diferente. Saludos.
ResponderEliminarPor desgracia, mister Johnny, el asustadizo locutor ya murió hace unos años. Pero el pobre lo único que hacía era prevenir a la muchachada: los numerosos grises, la siniestra policía de la época, estaban esperando la mínima para dar leña. Pues buenos eran...
EliminarSí, aquella España era muy diferente. Pero, dentro de lo cutre de la época, tenía su encanto.
Cada vez mas sorprendido, y emocionado, la anecdota de Pepe Palau, genial. Lo de dar un repaso al rock patrio, uff, me encanta la idea, ya sabe que entre mis aficiones está la de reivindicar esos grupos pioneros, sin discriminar, Lone Star, Mike Rios (me hace gracia sus inicios twist, de los que tanto reniega), Smash (madre mía que grupazo, y que diferencia de criterio con el resto), mi querido Bruno Lomas...bueno no quiero adelantarme, espero impaciente esta nueva hornada de artículos, un saludo, y gran comienzo! (y yo creyendo que llegaba mi 1971 jeje)
ResponderEliminarY Miky y los Tony's, mucho mas beat, en sus inicios, que muchas bandas británicas!
EliminarBuenas, señor Sebas. Ya me imagino que la españolada sesentera es una de sus debilidades. También yo le tengo cariño, aunque no lo parezca. Es cierto que más por la afinidad -son los nuestros- que por los discutibles valores musicales en sí, pero sería un desagradecido si no lo reconociese. Todos tenemos nuestro corazoncito español, y tal. Los inicios twist de Mike Rivers eran casi obligados, ya que como él mismo reconocía ese término y ese ritmo sonaba menos "ofensivo" en aquella época que el temido rock and roll. Hubo otros que comenzaron de modo parecido. En fin, ya iremos viendo.
EliminarAh, que me olvidaba de Micky, el hombre de goma: todo un huracán, sí señor. Por cierto, los americanos se lo llevaron a actuar en la base de Torrejón tras verlo en una de las matinales del Price. Pocos artistas españoles pueden presumir de eso.
EliminarPues sí, en España también tuvimos nuestro " 'A Hard Day's Night" particular, bueno....mas o menos. Aquella película fue 'Megatón Ye Ye', y lo mas curioso es que no estaba protagonizada por los Mustang.... así empiezo mi post sobre el personaje jaja, me encanta!
EliminarSí, hay algunas películas históricas, aunque de calidad discutible. Esa es una de ellas, aunque quizá con el paso del tiempo la más legendaria sea "Un dos tres, al escondite ingles", la de Zulueta. Para la época, fue un flash.
EliminarBueno bueno, apreciado Rick. Estaba esperando yo esta sección musical "española" en tu blog, la que corresponde a lo que se componía, o se versionaba, o se cocía por aqui. De verdad te lo agradezco porque yo tengo un sancocho importante en la cabeza y no sé muy bien qué características propias tenía la música "nuestra". Yo crecí (como tú y don Pez, tiernos infante éramos) con Los Brincos, Los Brvos, Fórmula V, Barrabás, Lone Star... con los mélodicos (Mirando al maaaar soñéeee), los latinoamericanos y las/os folclóricos (una suerte, a mi parecer). Por favor, te agradeceré que pongas orden al batiburrillo que en mi cabeza se cuece.
ResponderEliminarP.s.
Don Pez, no estoy muy seguro pero creo que te quiero.;-)
Así que estabas esperando esta sección, ¿eh, Caruano? Pues ya ves, aquí la tienes. Como le digo a mi yerno, era imprescindible un paseo por aquella época tan rancia para que el local estuviese completo. Y yo era fan a muerte de los Brincos y los Bravos, por cierto. Lone Star, a medias: me cargaban un poco. Fórmula V y Barrabas ya son de la década siguiente, un poco más descafeinada en sus comienzos (aunque Barrabas fue el grupo más internacional de la época).
EliminarA los melódicos, latinoamericanos y demás familia los asocio más con la infancia que con la adolescencia, pero también reconozco que fue una suerte tanta variedad: los chavales de hoy no creo que sean tan "eclécticos" como fuimos nosotros -de grado o a la fuerza, todo hay que decirlo.
¿Anda usted por ahí, don Pez? Hay aquí un muchacho que quiere decirle una cosa...
Estupenda la "trineta" que ilustra el post.
ResponderEliminarMuchas gracias, pero eso no es ningún mérito: yo robo descaradamente las imágenes de Internet y, como mucho, las retoco. No tengo arte ni aperos para crearlas, como haces tú.
EliminarCasualmente, hace poco he leído Carreteras secundarias de Martínez de Pisón y De qué va el rrollo de Jesús Ordovás y los dos apuntan la importancia de las bases yanquis para que entrara un poco de aire fresco en este páramo. No siempre el ejercito sirve para hacer el mal.
ResponderEliminarPor lo demás, muero de ganas por leer esta nueva etapa de su enciclopedia del rock, seguro que nos depara más de una sorpresa.
Pues sí, mister Chafardero, las bases fueron muy importantes tanto aquí como en el resto de Europa: muchos de los discos que ellos traían en la mochila no llegaron a salir en España, o lo hieron más tarde. Así que, en efecto, el ejército por una vez tuvo utilidad real.
EliminarEn cuanto a la historieta esta, no creo que haya sorpresas: más o menos lo que usted ya se espera.
¡Qué bonita entrada!
ResponderEliminarSí, tiene usted arte a la hora de enmarcar históricamente sus temas.
:)
Un saludo, Rick.
Muchas gracias, pizpireta Bugs, por los "elogios literarios". Pero no exageres, que se me va a caer la baba y luego tengo que fregar. De todos modos, me alegro de que te haya gustado: a fin de cuentas es una parte de la historia de tu país, y tal.
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