Hoy damos la bienvenida en este tugurio al grupo que con el paso del tiempo se convirtió en la gran alternativa catalana al poderío madrileño: Lone Star, otro de esos nombres míticos en la historia musical española. Su perseverancia es admirable, ya que consiguieron cumplir veinte años de carrera a pesar de que su extensa producción discográfica es irregular -en parte y una vez más por culpa de los sellos discográficos que les tocaron en suerte. De algún modo me recuerdan a Miguel Ríos: corredores de fondo como él, han quedado en la memoria colectiva de dos o tres generaciones; el conjunto de aciertos y errores está muy equilibrado, y el apelativo de “La Leyenda” con el que los aficionados los bautizaron podría ser compartido.
La historia de Lone Star -aunque ha tenido muchos y muy grandes músicos- es básicamente la de Pedro Gené, su cantante y compositor principal, que también puede tocar guitarras y teclados. Como cantante, seamos honestos, tiene puntos débiles: su tono es a veces lastimero, y cuando quiere llegar a las notas más altas parece que se nos desgañita. Sin embargo sabe hacer de la necesidad virtud, y otras veces es precisamente esa voz la que realza el espíritu de algunas canciones. Lo curioso de Pedro es que no iba para rockero sino para sinfónico: nacido en una familia acomodada de Barcelona, ingresa con nueve años en el conservatorio del Liceo, donde obtiene matrículas de honor consecutivas en todos los grados; con dieciseis -sin haber terminado aún la carrera- ya es un concertista de piano que actúa en media España, y aunque los catedráticos insisten en que se centre exclusivamente en el instrumento cursa también la carrera de Profesor Mercantil. Por fin en 1959, becado por el Liceo, marcha a la Isla con el objetivo de perfeccionar sus estudios musicales.
Sin embargo esos estudios se degradan. La Pérfida Albión, los mayores lo sabemos, es un peligro para la moralidad y el buen tino de los jóvenes incautos, y el pobre Pedro es tentado allí por las músicas ratoneras que proceden en ese momento de los States via Liverpool, por el sonido maléfico de los aparatos eléctricos. Y, abrumado, cae en el vicio: a su vuelta a la virginal España, a sus padres les da un patatús cuando se presenta en casa acompañado de una guitarra eléctrica y les informa de que ha decidido abandonar la Música para dedicarse al rock and roll, el blues y seguramente algunas atrocidades más de las que sus progenitores ni siquiera han oido hablar. Tras convencer a otros compañeros del conservatorio tan descarriados como él, comienzan a actuar en algunos locales de Barcelona con el nombre de “Conjunto Lone Star”, que pronto se hace conocido por la destreza de sus miembros y lo novedoso de su repertorio, en gran parte ignorado en la ciudad, en el país entero; y la noticia llega a oidos de EMI, que los ficha en 1963 y lanza su primer EP. En ese momento, Pedro canta y toca la guitarra acompañado de Rafael de La Vega al bajo, Enrique López a la batería, Enric Fuster al piano y la segunda guitarra que maneja un holandés que pasaba por allí, llamado Willy Nab. Ese disco ya tiene de todo, desde una guajira revolucionada hasta una balada de Elvis; pero quizá lo más destacable sea “My babe”, una pieza compuesta por Willie Dixon e interpretada en 1955 por Little Walter (ambos sobradamente desconocidos aquí por entonces) que Pedro y sus muchachos convierten en un cruce de blues con rock and roll. Fíjense en la voz del otrora niño prodigio: la brujería ratonera lo ha poseído completamente.
Los jóvenes modernos catalanes están encantados: ya tenían a Los Gatos Negros y ahora también a Lone Star, que aún encima parecen superarlos. Barcelona se anima. Pero al igual que los Gatos, la Estrella Solitaria también ha de sufrir las cacicadas de su sello discográfico, ya que el siguiente disco, aún en 1963, es un batiburrillo de baladas en español, inglés e italiano que desilusiona a sus fans; un disco en el que el Conjunto Lone Star pasa a ser definitivamente cuarteto, tras la marcha de Enric Fuster. Y la cosa no pinta bien a principios de 1964, aunque por lo menos podrán presumir de que EMI les autoriza a grabar la única pieza propia que hay en su repertorio hasta dos años después: la sentimental “Peggy”, escrita por Pedro y dedicada a su novia, su futura señora de toda la vida. Casi a continuación hay un decisivo cambio de guitarrista: se despide el holandés Nab y entra Joan Miró, otro antiguo compañero del Liceo que junto a Pedro y por más de una década formará la base del grupo. En verano cae por fin la palabra “conjunto”, y ese hecho parece revivir un poco la lánguida trayectoria que estaban siguiendo: pronto se nota la benéfica influencia de Miró en versiones como “Shakin’ all over” de Johnny Kidd. Pero la gran campanada viene incluida en el último disco de ese año: Lone Star ataca “La casa del sol naciente” haciendo una versión magnífica que relanza su carrera y los coloca en los primeros puestos de las listas. Aunque esta pieza ha sido versionada por muchos grupos españoles, pienso que la suya es la mejor.
En 1965 Lone Star ya son tan respetados en Madrid como en Barcelona; y ese hecho parece impresionar a EMI, que afloja un poco sus exigencias y les permite elegir casi con total libertad el material a versionar, aunque de momento las piezas propias seguirán prohibidas. Esta es una época en la que tanto ellos como la mayor parte de los grupos nacionales están abandonando el rock and roll para impregnarse de las influencias isleñas, es decir, el beat y el r’n’b. Y los dos discos que publican este año son un buen ejemplo: además de nuevas incursiones en el repertorio de los Animals, tenemos también a los Beatles, Stones y Kinks. De estos últimos se atreven nada menos que con la divina “All day and all of the night” y salen con bien del envite, haciendo otra de esas versiones que nos reconcilian con el maltrecho panorama musical patrio.
Así pues, Lone Star terminan el primer quinquenio de los años 60 con las mejores esperanzas de futuro: aunque a Joan Miró le toca ir a la mili, en 1966 y al igual que los Gatos grabarán su primer LP, ya con la mitad del material propio; y el año siguiente se acabarán las versiones, y… seguiremos informando.
Lo ha comentado en otras entradas y ya suponía que era así, pero asombra que la música pop haya conseguido salir adelante con la industria discográfica tan cafre que teníamos, siempre intentando cortar las alas a cualquiera que tuviera una idea novedosa.
ResponderEliminarDe Lone Star decir que me parece de los mejores nombres de grupo que conozco. Y que allá en mi tierna infancia la primera vez que escuché su versión de la Casa del sol naciente me quedé anodadado. Luego he oído muchas versiones, pero para mí la suya será siempre la canónica e inigualable.
Pues ya ve, señor Chafardero: los músicos de la época tenían que pelear contra muchos molinos, desde la censura o la incomprensión general hasta las zancadillas de sus sellos, que a veces fueron sus peores enemigos. La situación era deprimente, y por eso mismo heroica.
EliminarUn nombre muy bonito, sí, sobre todo para nuestro país. Hay, o hubo, algunos grupos tanto americanos como británicos con ese mismo nombre, pero posteriores. Así que doble mérito para don Pedro.
Muchas gracias, caballero.
ResponderEliminarSabía que habían sido muy importantes en mi infancia / adolescencia, pero no recordaba lo buenos que eran.
Además, trasladaron con mucha dignidad aquellas extrañas músicas al idioma español, lo que no era nada fácil. Consiguieron hacer muy creíble la estupenda versión de los Kinks.
Salud.
Gracias las que usted tiene, señor Pez. Eran muy buenos, sí, aunque hasta dos o tres años después de esta época no consiguieron hacerse masivos; bueno, ni ellos ni casi ninguno.
EliminarY celebro que le haya gustado la versión de los Kinks, aunque espero que también "My babe", que es una verdadera recreación.
Besos.
Debo decir ya que mis conocimientos de aquella música proceden en parte de una señora que tuvo a bien desprenderse de su tocata y de una colección completa de discos- singles y standards plays- y regalárselos a alguien cercano quizás con la intención de reconducir a su hijo/hija yeyé por el buen camino. Yo a mis 8 o 10 añitos disponía libremente de aparato y discos y los ponía una y otra vez incluso haciendo concursos entre las canciones para saber cual me gustaba más. Ahora me doy cuenta de que aprendí mucho con aquello. Uno de los standards plays era de Lone Star e incluía una versión de La Playa que me aburría, en cambio el primero más rockero, del que no recuerdo su título, me encantaba. Otra ves la magdalena de Proust. Gracias, Rick.
ResponderEliminarMenuda suerte, herr doktor. Mi padre tenía tocadiscos, aunque lo usaba poco: al parecer, de joven era aficionado a los corridos mexicanos y ese tipo de material, pero se le pasó la afición. Por lo tanto, pronto conseguí apropiarme de él. Era un aparato de maleta, estilo Philips barato, pero para mi niñez bastaba y sobraba. Y luego venga, a ahorrar como un loco.
EliminarEn cuanto a la magdalena, cuidado con atragantarse que aún faltan unos cuantos nombres de esos que incitan a las glándulas salivales de los de nuestra generación. Vigile su cintura.
HOla, Rick.
ResponderEliminarLone Star fue uno de los "conjuntos" preferidos por mis hermanos mayores yeyés, o sea que mi corazón infantil estaba dividido entre este tipo de ritmos y los boleros, coplas, chotis y pasodobles que oía, como ya te he contado alguna vez, en el cuarto de costura de mi madre, mientras hacía los deberes.
Aunque la versión de My babe no está nada mal, a pesar de la tensión acumulada en la garganta del "solista", me gusta más cantada por Little Walter. Tampoco cantan mal La casa del sol naciente, aunque ese tema no es uno de mis preferidos (yo me la sé ¡en catalán!) porque me obligaron a aprendérmela para que la cantara en un "foc de nit" (hoguera) en unas colonias de verano. (Perdona si me pongo pesado con las "batallitas infantiles" que te cuento).
Un saludo.
Hola, Caruano.
EliminarYa me imagino que tus hermanos, por su doble condición de yeyés y de catalanes, tendrían a Lone Star en un pedestal: fueron el orgullo de esa zona, y con razón. Pero había otros, ya lo verás. Y me alegro de esa mixtura tuya entre pasadobles y rock and roll, que es muy sana para la cabeza.
La versión de Little Walter es muy buena, lo cual no es difícil: además de ser un monstruo, el blues de esa época tiene un encanto especial. Pero hay que reconocerles a estos muchachos su gran originalidad, ya que consiguieron darle la vuelta completamente a la canción y, casi casi, crear otra. Para eso no están todos capacitados, y creo que tiene un gran valor.
¿"La casa del sol naciente" en catalán? Vaya, me has sorprendido. No me lo esperaba. Decididamente, eres una caja de sorpresas. Y no te pones pesado en absoluto, que a mí estos detalles me encantan.
>Ah, yo también quiero agradecerte el curro que te das preparando estas entradas tan bien escritas.
ResponderEliminarPues mira que tú con las tuyas, que son multidisciplinares...
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