martes, 26 de agosto de 2025

1966 (XIX)

La figura del cantante en solitario sufrió un gran golpe con la llegada de los Beatles, que entre otras cosas instauraron la edad de oro de los grupos. Hasta ese momento había dos tipos básicos de “vocalistas”, como se les llamaba antes: el baladista o crooner y el cantante ligero, que por lo general se anunciaba seguido de una banda acompañante (un buen ejemplo es Cliff Richard, que alternaba sus grabaciones a título personal -generalmente cuando atacaba las baladas- con otras en las que figuraba en compañía de los Shadows si su material era más rítmico). Tanto en uno como en otro caso la mayoría de ellos seguían instalados en el mercado estándar, y como consecuencia el público joven con tendencia yeyé les daba la espalda por asociarlos con canciones acartonadas, sensibleras o facilonas, pasto de consumidores sin muchas exigencias. Puede objetarse que, por ejemplo, los Van Morrison o Eric Burdon de esta época son los protagonistas en sus bandas, ya que mucha gente se refería a “el grupo de Van, el grupo de Eric”. Sin embargo, la nomenclatura oficial citaba a Them y Animals: sabían que aún no era el momento de volar en solitario. 

Pero el segundo quinquenio de los años 60, caracterizado por una total libertad de criterios y formatos, permite que el solista se reivindique: ese mercado se nutrirá a partir de entonces no solo del mainstream que nos ofrezcan personajes como el bueno de Cliff, o Tom Jones con su impresionante vozarrón, sino también de unos cuantos modernos que, con material propio o versionando material ajeno con una originalidad que los haga igual de creativos, aspiran a su parte del pastel. Hay que sumar a esto el ascenso de categoría que está experimentando el folk, y que es la base de la que parten muchos intérpretes como Donovan para luego adquirir su propia personalidad y trascender estilos: tener un estilo propio, por resumir. Llegados entonces a este punto, no cabe duda de que el primero y seguramente más grande de los surgidos en el mundo del pop británico es David Jones, que en 1966 comienza a ser presentado como figura en solitario, y además con un apellido artístico: Bowie.

David Jones, nacido en Brixton a principios de 1947, ya era considerado como una especie de niño prodigio en sus tiempos de enseñanza primaria. Esa consideración nace del hecho de que, sin haber cumplido los diez años, formaba parte del coro oficial de su colegio además de dominar la flauta y destacar como bailarín. Fue más o menos por entonces cuando su padre llegó a casa con una colección de singles de actualidad, entre los que figuraban los Platters, Elvis, Fats Domino o Little Richard. Ahí es cuando al pequeño David se le iluminó la cara, y más tarde dirá que fue ese día cuando oyó a Dios cantando “Tutti frutti”. A resultas de esa experiencia, poco después ya estaba ganando soltura con algunos instrumentos de cuerda y con el piano; pero al mismo tiempo su dominio del baile, de la escena en general, asombraba a los profesores por su originalidad y su absoluta entrega. Estamos entonces ante un personaje al que podríamos considerar como "renacentista", alguien a quien interesan casi todas las variantes artísticas. Y en 1962 crea su primer grupo, los Konrad, como consecuencia de aquella impresión que le había causado el descubrimiento del rock and roll. La única grabación conocida de esta época es una maqueta ya de principios del 63 que se encontró hace unos años por casualidad, y que ahora está en manos de un coleccionista al que por lo visto no le interesa publicarla. Así que todo lo que los demás mortales podemos disfrutar es una grabación de doce segundos. Pero en fin, peor es nada:

David abandona pronto a los Konrad, que para él tienen una actitud muy poco profesional. Ya por entonces su nivel de autoexigencia es notable, y su siguiente paso es buscar un manager que lo promocione como es debido; surge así Leslie Conn, uno de los antiguos miembros del staff de Brian Epstein, que pronto consigue un contrato de grabación para David y su nuevo grupo, los King Bees. David había entrado en ese grupo porque técnicamente eran bastante habilidosos, aunque se limitaban a hacer versiones de blues tradicional. Y a mediados de junio del 64 llega el single de debut de “Davie Jones with The King Bees”, cuya cara A se titula “Liza Jane” y está basada en una tradicional del repertorio folk blues; fue arreglada a medias entre el grupo y Conn, pero figura a su nombre exclusivo (ya saben, para llevarse todos los royalties): el resultado es básicamente un r&b con un cierto atractivo, aunque se nota su origen tradicional. La cara B es una versión del “Louie Louie go home” de Paul Revere & The Raiders; pierde el gancho pop que tenía la original para convertirse en un r&b rugoso, muy al estilo londinense, que incluso podría recordar a otros grupos de la capital. El disco pasó sin pena ni gloria, a pesar de los esfuerzos de Conn.


Poco después nuestro amigo ya ha saltado a un nuevo grupo, los Mannish Boys. De nuevo Conn se esfuerza y consigue un contrato de grabación con Parlophone y a Shel Talmy como productor del que será único single del grupo, publicado en marzo del 65: “I pity the fool / Take my tip”. La cara A, en la que Jimmy Page figura como músico de estudio, es una versión sobre la original que había lanzado Bobby Bland cuatro años antes; como era de esperar, el tono soul de este blues desaparece para convertirse en otro r&b londinense en el que destaca el carácter que ya tiene la voz de David. La cara B es su primera composición oficial, y es cuando menos curiosa porque se nota el batiburrillo de influencias en las que anda por entonces: hay un tono general jazz pop que recuerda al estilo pub tan del Swinging London, aunque por momentos ese conjunto de unas y otras puede sonar un tanto “contrahecho”, por decirlo así. Tampoco hubo suerte, y el impaciente David abandona casi inmediatamente a los Mannish Bloys.


En verano de 1965 David pasa a ser el frontman de los Lower Third, un pequeño grupo mod cuyo estilo cuadra mucho con sus gustos de entonces. Con ellos graba “You got a habit of leaving / Baby loves that way”, ambas compuestas por él. La cara A denota una clara influencia tanto de los Who como de los Kinks: o sea, otra vez puro Londres. La cara B es un poco más floja, más poppie, con un estribillo coral muy de la época. Llama la atención que este single figure exclusivamente a nombre de “Davy Jones”: fue una estrategia desesperada de Conn, que ya había comprendido que el gancho de cualquier grupo donde estuviese David era el propio David. Sin embargo el resultado comercial no mejoró, y Conn abandona; al mismo tiempo David decide cambiar de apellido, harto de que lo confundan con el cantante de los Monkees, y adopta ese “Bowie” que lo acompañará para siempre (ya saben, ese gran cuchillo tan popular entre los cazadores estadounidenses).


Llegamos por fin a 1966. Para entonces su nuevo manager es Ralph Horton, que había trabajado con los Moody Blues y que le consigue contrato con PYE además de un productor de lujo: de nuevo Tony Hatch visita este humilde bar. A principios de enero llega un single a nombre esta vez de David Bowie with The Lower Third, en el que ambas canciones son obra suya y en las que ya se va alejando del estilo londinense convencional para comenzar a perfilar ese carácter pop tan personal suyo, especialmente en “Can’t help thinking about me”, la cara A; en cuanto a la cara B, titulada “And I say to myself, está más cerca de la balada convencional, con coros y todo. Pero sigue siendo un producto bastante anodino, y vuelve a fracasar en las listas. Sin embargo Horton piensa lo mismo que Conn: Bowie es un activo en sí mismo. Y por medio de una oscura maniobra en la que le llega más dinero a él que al grupo, sus compañeros deciden abandonarlo dos semanas después de la publicación del single. A partir de ahí, Bowie seguirá su carrera en solitario.


Y esa carrera será de momento una especie de travesía en el desierto, porque Bowie no conseguirá un verdadero reconocimiento hasta la próxima década. Durante estos primeros años vemos que está buscando su estilo, y no hay más que escuchar los tres singles que publica este año a su nombre para comprender lo mucho que le costó llegar arriba: aunque no se le puede negar una cierta originalidad no lleva un rumbo claro, sino que parece estar tanteando por dónde sopla el viento. En consecuencia, sus canciones son mixturas entre r&b, pop, balada y un vago ingrediente -el mágico ingrediente Bowie- que de momento se percibe allá al fondo pero que no destaca aún. En consecuencia seguirá saltando de un sello a otro, cambiando de managers, probando otras disciplinas -desde el diseño hasta las actuaciones teatrales- que le permitan seguir figurando en la fotografía colectiva londinense; por un tiempo esas ocupaciones alternativas serán las que siguen cautivando a muchos personajes del negocio, las que siguen proporcionándole nuevas oportunidades en el mundillo musical, el que más se le resiste. Aquí quedan las tres caras A de esos primeros singles:




Y a pesar de todo, el año que viene conseguirá publicar su primer disco grande. Así que esperaremos…


lunes, 18 de agosto de 2025

1966 (XVIII)

"Los sesenta fueron años de exploración, y la gente se rebelaba contra el aburrido pop para pasarse al folk, al blues y las músicas del mundo. No podías sentarte a escuchar a Buddy Holly y pasar el canuto. Así que intentamos hacer el tipo de música que sentíamos que faltaba en nuestras vidas, que encajaba con el estilo de vida hippy" 
Mike Heron 

Tras la aparición de Donovan, la primera figura de relevancia en el nuevo folk británico, a partir de 1966 ese género comienza a florecer a lo largo y ancho de la Isla, con una curiosa preponderancia escocesa. Y es en este año cuando surge en el área de Edimburgo otro de los grandes nombres para el futuro: la Incredible String Band. Suele definirse como grupo de folk psicodélico, aunque la psicodelia llegará un poco más tarde puesto que en sus orígenes se dedicaban al folclore anglosajón más tradicional, casi medievalista. A partir de ahí, su música será una mixtura, a veces un tanto enloquecida -el componente “ácido”, digamos- pero siempre muy original, de diversos estilos: junto a la música celta surgen efluvios orientales, africanos y centroeuropeos; pero a veces también hay bluegrass e incluso influencias del reggae. Todo ello interpretado con gran variedad de instrumentos, mientras que el estilo vocal puede recordar a los cánticos religiosos y sus letras con frecuencia alcanzan una gran altura poética, entre surrealista y evocadora. En suma, estamos ante una agrupación un tanto atípica pero deliciosa si se tiene paciencia para escucharlos con la empatía necesaria: las alabanzas hacia ellos vienen de entidades tan distintas como Beatles, Stones, Dylan, Bowie o Led Zeppelin, y especialmente sobre estos últimos ejercieron influencia. 

El escocés Robin Williamson fue muy aficionado desde su adolescencia a un rango de estilos que iban desde el folk hasta el jazz, y con solo quince años ya dominaba algunos instrumentos de cuerda. Cinco años más tarde, en 1963, baja con su amigo Bert Jansch (futuro Pentangle) a Londres, donde ambos transitan el circuito folkie hasta que en 1965 vuelve a su Edimburgo natal. Allí conoce al londinense Clive Palmer, de antecedentes parecidos y de su misma edad, y con él forma un dúo que actúa regularmente tanto allí como en Glasgow, donde Palmer regenta el Clive’s Incredible Folk Club (de ahí sacan el nombre del dúo). La fortuna les sonríe una noche que aparece por allí el legendario Joe Boyd; por entonces el señor Boyd, un estadounidense enamorado del panorama musical británico, era entre otras muchas cosas el cazatalentos del sello Elektra en la Isla, además de gran aficionado folkie. Boyd les ofrece un contrato y el dúo decide ampliar su espectro sónico a finales de este año con el fichaje de Mike Heron, también de Edimburgo y multiinstrumentista como los otros dos; aunque de antecedentes distintos, ya que hasta ese momento había participado en pequeños grupos locales de pop y r&b al estilo londinense. Su comentario de arriba explica perfectamente la epifanía que lo trajo a este grupo.

Tras unos meses de rodaje graban su primer disco, de título homónimo, en un solo día de mayo del 66, lo cual demuestra que aprenden rápido. Por otra parte destaca el hecho de que todo el material es propio (un total de dieciséis canciones, incluyendo algunas actualizaciones de piezas tradicionales): en directo lo alternaban con versiones, pero Boyd consideró que su obra ya tenía suficiente nivel. También llama la atención que Palmer es autor de una sola pieza, y que en varias ni siquiera interviene. Ya en ese momento queda claro que el dúo Williamson/Heron será el eje central de la ISB, y también que por lo general compondrán por separado. Este debut es lo más cerca que van a estar del folk convencional, y aun así ya demuestran una personalidad muy marcada, tanto por la variedad de instrumentos, tanto occidentales como orientales, como por ese tono general de cántico que usan reforzado por unas letras que pueden llegar a alcanzar el misticismo. Aunque casi todo el material es exquisito, destaca la sorprendente simpleza de algunas como “October song”, que Williamson compone, canta y acompaña únicamente con la guitarra, y que fue alabada por el mismísimo Dylan (“Las hojas caídas que embellecen el suelo / Conocen el arte de morir / Y dejan con alegría sus alegres corazones dorados”). Y aunque no han llegado aún a la psicodelia, hay rasgos surrealistas en la presentación que hace Heron en la contraportada: “Desde su encuentro un día con un mirlo mágico, la Incredible String Band ha llevado una vida bastante extraña… “. En conjunto esta es una de las más agradables sorpresas del año, aunque en su momento no llegó al top 30; comenzará a reivindicarse tiempo después, pero ya en ese momento las revistas especializadas lo citan como el mejor del año en el sector folkie.

 

Tras la publicación de este disco el trío desaparece, por varias razones. En primer lugar Palmer se siente desplazado por los otros dos, y en cualquier caso su visión del folk es mucho más clasicista; a partir de ahí seguirá una discreta carrera en solitario o con otras agrupaciones hasta su muerte en 2014. Por otra parte Williamson y Heron quieren darse un descanso para replantearse su carrera. Pero antes de que termine el año volverán a reunirse, y a partir de ahí es cuando empieza la época más gloriosa de la Increíble Banda de Cuerda. Así que en 1967 nos visitarán de nuevo. Quedamos expectantes...


lunes, 11 de agosto de 2025

1966 (XVII)

Donovan había conseguido una buena posición en muy poco tiempo: es la primera figura realmente popular del nuevo folk británico, y su influencia ya se deja sentir en la Isla. En cuanto a su molesta “deuda” con Bob Dylan, hay que reconocer que se va amortizando poco a poco, gracias sobre todo a la estructura jazzy que muestra en algunas de sus composiciones más recientes, y en general a su tendencia a los arreglos originales. Sin embargo esa tendencia no era siempre bien vista por su manager ni por el sello PYE, más partidarios del folk de autor precisamente al estilo Dylan, que en lo económico estaba funcionando muy bien. Ante esa situación, a finales de 1965 nuestro amigo rompe sus lazos contractuales tanto con su manager como con el sello, para dirigir su carrera con mayor autonomía. Curiosamente Ashely Kozack, su nuevo manager, viene del mundo del jazz: fue bajista en varias orquestas e incluso llegó a tener su propio cuarteto antes de pasar a formar parte del staff de Brian Epstein. Y a través de Kozack llega Mickie Most, a quien ya hemos visto aquí trabajando como productor para los Animals (su cartera de clientes se está haciendo deslumbrante). 

La parte mala de esta historia es que la ruptura con PYE no se hizo correctamente, y eso originará una larga disputa legal. Donovan ha firmado con Columbia, que publicará sus canciones bajo el subsello Epic; pero en PYE no están dispuestos a ponerle las cosas fáciles, y como consecuencia va a haber una época en la que tanto los singles como los Lps tendrán contenidos o fechas de publicación distintos en unos u otros países (entre otras cosas, porque PYE consigue retener los derechos de publicación en la Isla hasta la próxima década). De ese modo, resulta que su discografía estadounidense en el año 1966 -uno de los mejores de su carrera- es más nutrida que la isleña, así que por esta vez me saltaré una de mis normas y voy a seguir preferentemente ese hilo. A través de Kozack (recuerden, un directivo de Epstein), los estudios de EMI en Abbey Road acogerán las primeras grabaciones en esta nueva época, que comienzan a mediados de diciembre del 65. 

El primer single del nuevo año es “Sunshine superman / The trip”, que Epic lanza en verano en varios países (España incluida) pero que no llegará a la Isla hasta finales de diciembre. Aquí se confirma definitivamente que Donovan ya no es un cantautor folkie al uso, tanto en ritmo y melodía como en el acompañamiento instrumental, pero que también conviene no fijarse mucho en las letras. Él será el primer representante notorio del flower power en Europa, y esa es un arma de doble filo: en lo musical funciona muy bien, porque esa estructura cercana al folk blues con retazos jazz, todo ello bien provisto de una sólida envoltura pop, es una marca de la casa que con frecuencia se hace irresistible. Pero las cosas que dice, esa sucesión de clichés hippies, dan un poco de grima. Así que teniendo esto en cuenta, siendo benevolentes con su “filosofía”, reconozcamos que la cara A es un magnífico ejemplo de su estilo y que la B es mejor aún, más cercana al r&b y con ese lujo de acompañantes que lo hacen todo más fácil. Porque, entre otros, ahí están Jimmy Page y John Paul Jones, futuros zepelines, que ya son por entonces dos sólidos músicos de estudio; o John Cameron, uno de los mejores arreglistas de la Isla y que luego militará en los CCS junto a Alexis Korner. Así que no hay nada que objetar: este single es un número uno en las listas estadounidenses y no bajara luego del top tres en las británicas. Hasta en España se oía con frecuencia en la radio.


Casi a continuación Epic lanza el tercer disco grande, grabado entre la Isla y California, de nuevo con Superman en el título y conteniendo las dos canciones del single. El espíritu hippie impregna el conjunto de estas canciones y seguirá haciéndolo en la mayor parte de la carrera de Donovan, para bien y para mal. Uno de los instrumentos protagonistas es el sitar, que corre a cargo de Shawn Phillips: por entonces colaboraba frecuentemente con Donovan y con el tiempo se convertirá en una de las leyendas vivientes más infravaloradas del negocio. También la presencia del buzuki griego da otra nota de exotismo que hace muy personal a esta obra. La suma de todo ello hace de este disco no solamente uno de los primeros en la historia de la psicodelia británica, sino también en una referencia inevitable para un buen puñado de músicos primerizos que pronto intentarán seguir ese camino (con escaso éxito, todo hay que decirlo). De todos modos, a pesar del tono general, la mayor parte de las canciones tienen su propio espíritu: hay algunas baladas casi orquestales como “Legend of a girl child Linda” o “Celeste” que coexisten con el exotismo casi hindú de “Three King fishers” o “The fat angel”. Pero no cabe duda de que la estrella del disco es claramente la inolvidable “The season of the wich”, una de las obras cumbres de Donovan: se trata de una especie de blues psicodélico con un tempo muy particular y un fraseo de guitarra admirable a pesar de su aparente sencillez, y acabó siendo una estándar con varias versiones. Es el broche de oro para una colección de canciones un tanto irregular pero que rozó el top 10 en Estados Unidos. En la Isla hubo que recurrir a la importación, ya que el lío contractual sigue vigente.


No pasa ni un mes hasta que se publica un nuevo single: “Mellow yellow” / “Sunny South Kensington”. La primera es una especie de canción festiva, con un inequívoco tono blues folkie pero muy popero, que ni siquiera había pensado en publicar; pero Most siempre supo detectar un éxito comercial cuando lo tenía delante, y acertó. No es que sea una joya, pero tiene su gracia. En cuanto a la cara B, la cosa mejora bastante a pesar de que también tiene gancho: escrita como homenaje a una de las zonas de más encanto en el Londres de aquella época, es otro de esos curiosos brebajes tan típicos de este muchacho, entre folk, pop, psicodelia y de nuevo un vago tono blues junto a unos arreglos y un variado juego de instrumentos (piano, órgano, sitar…) que la hacen entrañable. Una vez más este single casi llega al número uno… en Estados Unidos. Y también una vez más, para publicarse en la Isla todavía falta un rato.

 

Así pues Donovan es ya una de las grandes referencias, tanto de la psicodelia y el mundo hippie como del Swinging London, cuando este año termina. Tal popularidad también le cuesta algún disgusto, como el hecho de ser una de las primeras personalidades del mundillo pop que visita la cárcel por su afición a las substancias psicotrópicas, pero fue una visita bastante fugaz (y no se puede tener todo). Y cuando lleguemos al 67 volverá a este bar, como es lógico.

viernes, 1 de agosto de 2025

1966 (XVI)

La actualización del folk que había emprendido Bob Dylan en su país se convirtió muy pronto en una de las grandes tendencias musicales de la década. Lo cual es lógico, ya que además de su enorme gancho popular es una excelente manera de comenzar un aprendizaje: a partir de una mínima destreza técnica con algún instrumento (o una buena voz), el amplísimo repertorio, acumulado durante siglos, proporciona el material suficiente para ir cogiendo soltura. Y esa soltura puede ir alentando una capacidad creativa o una excelente habilidad para hacer versiones. Como era de esperar, un país con la tradición folclórica de la Isla ya tenía algunas figuras muy reconocibles por entonces, como Shirley Collins (la “madre” del nuevo folk isleño) o Ewan MacColl, a quien, con los matices que se quiera, podría considerarse como una especie de Woody Guthrie británico. Y con el empujón definitivo de Dylan pronto comienzan a surgir nuevos valores, de los cuales el primer destacado es el escocés Donovan Leitch, mucho más conocido por su nombre a secas. 

Donovan, nacido en un entorno familiar de grandes aficionados al folk, comienza a practicar con la guitarra acústica y la armónica en su primera adolescencia. En 1964, con dieciocho años, su nombre ya se ha hecho conocido en esos círculos, y a principios del año siguiente consigue su primer contrato discográfico con la PYE. Para entonces, además de las influencias tradicionales como las de los dos isleños antes citados, destaca evidentemente la de Dylan, incluso en el tono de voz. A tal grado llega esa influencia que tanto en la Isla como poco después en Estados Unidos, comienza a ser conocido como “el Bob Dylan británico”; lo cual tal vez sea un aceptable reclamo publicitario, pero pronto se convertirá en una carga (y algunos comentarios equívocos del propio Dylan tampoco ayudaron). En cualquier caso, su debut discográfico ya es un éxito: se trata del single que contiene “Catch the wind”, un top 5 de composición propia aunque es verdad que le debe algo a “Chimes of freedom”. No se puede negar la influencia de don Roberto, pero también es verdad que hay un dulce trasfondo en la melodía, un vago tono pop que será una de sus notas distintivas. Tan solo tres meses después llega “Colours”, también obra suya, un nuevo top 5 que confirma las características básicas de esta primera época: es Dylan, pero no tanto. Y parece evidente que en la Isla hay un fuerte deseo por tener a un Dylan propio.


Pocos días antes se había publicado “What's bin did and what's bin hid”, su primer LP, que llega rápidamente al top 3 aprovechando el rebufo de aquel segundo single. Con ese hecho ya no queda duda de que Donovan, a pesar del sambenito de su “deuda dylaniana”, es una figura al alza. Hay un buen equilibrio entre piezas propias y versiones, o recreaciones: junto a una remozada “Catch the wind”, se distingue su relativa inclinación hacia al folk pop ya en el arranque con “Josie”, con la que comparte algunas características. Los rasgos de personalidad propia ya se ven en piezas como “Cuttin’ out”, cuya estructura por momentos tiene influencias jazzy, o en cómo lleva la inesperada “Remember The Alamo” casi hasta terrenos blues; por no hablar de ese blues pop en el que queda convertida la clásica “You’re gonna need somebody on your bond”. Ah, y la instrumental “Tangerine puppet” puede parecer un pequeño divertimento, pero siento debilidad por ella. No tanto por “Donna donna”, una pieza del folclore judío que nunca me ha llamado la atención, pero que defiende bastante bien. Destaca también su enfoque de “Car car song” de Guthrie o “Goldwatch blues” de Mick Softley (que este no publicará hasta 1971). En conjunto, reconociendo un evidente influjo no solo de Dylan sino de la mayoría de los cantautores estadounidenses de la época, creo que este debut es tan honrado como refrescante. Incluso se puede aceptar que haya una cierta parte de “reivindicación patriótica isleña” en esa cifra de ventas tan alta.


El sello PYE trata de rentabilizar al máximo la cifra de ventas que está consiguiendo su nueva estrella, y a mediados de agosto lanza un EP con tres versiones y una original. Le asigna el título genérico de “Universal soldier” tomándolo de una pieza compuesta por Buffy Sainte-Marie que ya era un runrún en el mundillo folkie de la época y que es también la que abre este Ep. Donovan se ciñe totalmente a la línea melódica original, pero mejora mucho el acompañamiento con la guitarra; de hecho, a estas alturas su técnica como guitarrista comienza a ser notable. Pasa lo mismo con “Do you hear me now”, de Bert Jansch, que abre la cara B y en la que de nuevo su gran contribución es el uso de ese instrumento. La única original es “Ballad of a crystal man”, en la que se ciñe al estándar folkie tanto en su estilo vocal como el modo de emparejar las cuerdas con la armónica. La cuarta es otra versión: recurriendo de nuevo al repertorio de Mick Softley, Donovan reproduce con quizá demasiada fidelidad “The war drags on” aunque de nuevo demostrando su dominio de la guitarra. En conjunto y a pesar de que se trata de un trabajo discreto, este artefacto superó el top 10 y fue bastante popular en las emisoras piratas. Por último, mientras se prepara el segundo Lp, llega el último single de este año con “Turquoise” en la cara A y “ Hey gyp (Dig the slowness” en la B, ambas originales. Son además dos dedicatorias: la primera es una bonita canción en honor a Joan Baez (que más tarde ella interpretaría también); pero yo prefiero la otra, dedicada a su amigo el escultor Gyp Mills, en la que ya se ve a un músico que comienza a demostrar un carácter propio, con gusto por escalas y arreglos inusuales, haciendo cruces entre estilos más allá del folk convencional.


En octubre se publica “Fairytale”, su segundo Lp, donde Donovan sigue buscando un perfil que lo distancie de Dylan y en general de todos los referentes de los que ha partido, aun cuando sigue habiendo momentos bastante “tradicionalistas”, por decirlo así: es el caso de “To try for the sun”, por ejemplo. Aumenta el número de piezas propias, incluyendo “Colours” y “The ballad of a crystal man” (esta con nuevos arreglos). El nuevo sesgo de su carrera queda simbolizado en “Sunny Goodge Stret”, un brillante desarrollo jazzy, la mejor canción de este disco; pero incluso en las piezas folkies tiene un estilo más personal, como sucede con “Summer day reflection song” o “Belated forgiveness plea”. De las versiones destaca “Oh deed I do”, de nuevo recurriendo a Bert Jansch, con quien guarda cierto parecido tanto en la voz como en su técnica con la guitarra. En conjunto este disco, sin llegar a la brillantez del primero, es una magnífica continuación aunque hay algo en lo que nunca llegará a la altura de Dylan: las letras. Las del estadounidense gustarán más o menos, e incluso a veces se le puede tachar de ser demasiado críptico, pero casi siempre son sólidas, mientras que Donovan con frecuencia bordea el exceso de “hippismo”, las rimas un tanto insustanciales. Pronto quedará claro que es mucho mejor músico que poeta, pero en cualquier caso las ventas bajaron significativamente. Poco después dará un giro a su carrera cambiando de manager y productor, lo cual entre otras cosas significará también un nuevo sello discográfico.

 
Y con esto termina el año 65 para nuestro amigo Donovan. Pero teniendo en cuenta dos factores primarios que son: a) su importancia en el folk rock isleño y b) mi proverbial tendencia a enrollarme y aburrir a las ovejas, creo que lo mejor será dejar pasar unos días antes de entrar en el año siguiente.