Bienvenidos a la fiesta glam, en la que trataremos de recuperar algunos nombres olvidados entre las lentejuelas del tiempo. Ya hemos visto que esta moda fue muy restringida: dejando aparte a los grandes, en la serie B solamente T. Rex, Slade y en menor medida Sweet tuvieron una proyección destacable. Y si ya el aspecto creativo no era como para echar cohetes, el público adolescente -el destinatario principal de este producto- tampoco tenía dinero como para comprarse todas las novedades que aparecieron, así que la selección natural hizo que casi nadie recuerde a la mayoría de los visitantes de este tugurio en el día de hoy; visitantes británicos salvo los dos últimos, y que serán 12+1 como es norma. Allá vamos. Y recuerden, el baile es muy indicado para mantenerse en forma.
Comenzamos por una excepción, por un grupo que contra lo que acabo de decir fue muy popular; tanto, que estuve dudando si dedicarles más espacio en alguna entrada anterior, pero al final me contuve. Se trata de los Bay City Rollers, que para empezar no están claramente afiliados al sector glam aunque su estilo teeenager cuadra con el de los Rubettes, por ejemplo. Y por otra parte, tras unos años dubitativos, su reinado comienza a mediados de los 70, cuando el glam ya iba de capa caída. Así que se han librado ustedes, pero no del todo: aquí les dejo “Shang-a-lang”, uno de sus primeros éxitos.
Llegados a las bandas menores, vamos a respetar la jerarquía y hablemos en primer lugar de una que se quedó a medio camino entre pequeña y mediana: Geordie. Se presentan a finales del 72 aprovechando el rebufo glam y durante dos años tendrán un éxito relativo gracias a su contundencia rockera, más cercana al hard que a cualquier otra cosa. Fueron aguantando mal que bien casi hasta los 80, y luego su cantante se convirtió en estrella: se trata de Brian Johnson, que milita en AC/DC desde la muerte de Bon Scott. Como en una premonición, el propio Scott había hablado maravillas de Johnson tiempo antes, y la verdad es que oyendo piezas como esta se comprende el porqué: sus voces y su actitud son parecidas.
The Jook fueron un grupo que comenzó más o menos por la misma época que Geordie, y que podían haber llegado más alto de no ser porque carecían de un estilo claro: más pendientes de consolidarse en las listas que de encontrar su camino, al final no consiguieron ninguno de los dos objetivos. Los cinco singles que han dejado demuestran que sabían hacer canciones con gancho, pero un tanto dispersas. En todo caso fueron relativamente reivindicados a finales de la década, cuando el power pop comenzó a triunfar. He aquí la cara A de su primer single:
Ya hemos visto que con mucha frecuencia el glam sirvió para recolocar en el mapa a unos cuantos músicos veteranos; y pudo ser el caso de Warwick Rose, que a finales de la década anterior había conseguido grabar algunos singles de pop psicodélico como integrante de los Tangerine Peel. Tras unos años en los que colaboró como bajista en otras grabaciones y grupos esporádicos, Micky Most -el jefe de RAK e introductor de Suzi Quatro en la Isla- le ofrece la posibilidad de grabar en su sello “Let’s get the party going”, una pieza compuesta por Rose y que nos recuerda a las producciones tremebundas de un Phil Spector por lo menos. Pero ya estábamos en 1975, y tanto la canción como el propio Rose pasaron al olvido de inmediato.
Otra de las características del glam fue la gran cantidad de pequeños sellos que trataron de buscarse la vida pescando en río revuelto; por ejemplo Bradley’s Records, que entre 1974 y el 77 consiguió reunir un catálogo realmente impresionante de artistas inconexos y sin la menor relevancia. Una de sus “apuestas” fueron los Buster, de los que no sé absolutamente nada salvo que grabaron dos singles en 1974: el primero, un cruce extraño entre glam, tecno y psicodelia, casi podría sugerir el estilo de unos futuros Devo o cosas parecidas. El segundo en cambio recuerda sospechosamente a los por entonces muy actuales Sweet, y al igual que el anterior está compuesto por Adrian Baker y Roy Morgan, dos ex-cantantes que figuraban como compositores y productores del sello. Y ahí quedó la cosa, aunque “Superstar”, esa segunda cara A, mereció un poco más de suerte.
Siempre ha habido bandas que comenzaron en el negocio imitando a alguna grande. Es una estrategia bastante discutible, que por lo general no suele funcionar; pero en la serie B del glam se vive para el éxito inmediato, lo cual implica que hay muchos casos de ese tipo, y siendo Sweet una de los nombres de moda es evidente que no solo unos Buster iban a apuntarse a ese estilo: Chunky es otro de esos grupos de las que no sé nada salvo que su producción se limita a un solo single publicado en verano del 73 por la etiqueta Orange, que estuvo en activo durante tres o cuatro años sin mucho brillo. Y “Albatross baby”, la cara A de ese single, también podría haber colado como de los Sweet perfectamente: oigan si no.
Siguiendo con las disqueras diminutas vamos ahora con Barry Blood, un más que competente guitarrista de estudio a quien el pequeño sello Alaska, intentando aprovechar los últimos estertores del glam, concedió la oportunidad de grabar una pieza propia en 1975. La canción se titula “Poor Annie” y es magnífica, pero es también una muestra más de la obsesión que le entró a las casas discográficas con la moda: ¿por qué se quiso vender esta pieza como glam, si no necesitaba ningún tipo de etiqueta? La canción pasó desapercibida, pero el bueno de Barry siguió en el negocio dando clases de guitarra, grabando algún single suelto y haciendo giras escandinavas durante casi toda la década.
Pocos se atrevieron a imitar el estilo T. Rex, y en cualquier caso procurando que no se notase mucho: recuerden, los Rex eran una banda seria. Tony Hiller, uno de los compositores más incombustibles del negocio pop británico, buscó a unos músicos de estudio para lanzar en 1973 “Turn me down”, un batiburrillo entre las escalas melódicas de Bolan y algunos coros bastante horribles con arreglos poperos. Pero no hubo suerte, a pesar de que se buscó un pequeño escándalo con fotos de prensa en la que aparecían desnudos (tapando convenientemente sus zonas conflictivas con los instrumentos musicales). Ah, sí: para hacer juego con la publicidad, se llamaban The Streakers.
Status Quo han estado durante la mayor parte de su carrera en el filo de la navaja, manteniendo un difícil equilibrio entre calidad y verbena. La época glam les vino bien, porque indirectamente su repertorio por entonces tenía algo que ver con ese estilo, y algunos músicos del momento decidieron que sería una buena banda a imitar: Brian Engel, procedente de la psicodelia pop sesentera, estaba dispuesto a seguir en el negocio al precio que fuese, así que en 1975, tras participar en varios grupos sin futuro, creó The Shambles y lanzó un single cuya cara A era “Hello baby”. Suena totalmente a los Quo, y no tuvo el menor éxito. Pero Brian siempre supo buscarse la vida, y poco después ya estaba con otro proyecto.
La Glitter Band, es decir, la banda de Gary, tenía vida propia: cuando su jefe no los necesitaba, escribían y desarrollaban su propio material. Eso sí, compartían productor (Mike Leander) y sello (Bell), lo cual implicaba que su sonido era muy similar. Pero aun así hicieron algunas canciones realmente buenas, como “Angel face”, que en la primavera del 74 inauguró una carrera aún activa hoy en día a pesar de constantes cambios de personal.
Vamos ahora con una de esas canciones que nadie entiende por qué no tiunfó: la muy alabada “Rebels rule”, de los escoceses Iron Virgin, que estéticamente eran un cruce entre Sweet y Alice Cooper y que se presentan a principios del 74 producidos por Nick Tauber (por entonces el productor de Thin Lizzy) grabando a sugerencia de DECCA una versión de “Jet”. Sí, la canción de McCartney con sus Wings; no se le había ocurrido publicarla en single hasta que oyó la de los Virgin, chafándoles el negocio. Y poco después llega el segundo y último single con un cañonazo propio que debería haber llegado a lo más alto pero que pasó sin pena ni gloria. Quizá porque 1974 ya era un año tardío para este tipo de rock, o al revés, o que su sello los quería como simple banda de versiones y no se gastó un duro en promocionar esa canción… en cualquier caso la banda desapareció poco después. Y… sí, mi admirado Kim Fowley ROBÓ la estructura completa de la canción para entregársela a sus adorables Runaways bajo el título de “California paradise”.
El puesto 12 lo ocupa una figura a la que aún hoy parece difícil definir con moderación: si se molestan ustedes en echar un vistazo en Internet, encontrarán un amplio rango cuyos extremos van desde “El Ziggy Stardust americano” hasta “El mayor bluff del año”. Se trata de un músico, actor y otras cosas cuyo nombre es Bruce Wayne pero que se rebautiza como Jobriath a finales de los 60. Tras intervenir en “Hair” y una breve etapa al frente de una banda de folk rock llamada Pidgeon (con un LP bastante decente), entró en una época oscura de la que fue rescatado a finales del 72 por Jerry Brandt, un manager alternativo que de pronto creyó haber descubierto al Bowie americano con un toque Elton. No era para tanto: Jobriath tiene algunas canciones buenas, unas en tono rockero y otras baladas competentes al piano, pero ni de lejos llega a la brillantez de esos dos. Y por otra parte, su campaña fue desastrosa: Brandt convenció a la divina Elektra para gastar un montón de dinero en una promoción enloquecida que, entre otras cosas, presentaba a Jobriath como “el primer, único y verdadero artista gay de América”, lo cual en un país como ese tal vez no sea lo más conveniente. El caso es que, tras dos Lps oscuros e irregulares, desapareció de escena en un soplo. Su historia es triste, deprimente, cruel incluso, pero digna de una película: lo dicho, búsquenlo en Internet.
Terminamos con la canción número 12+1 que como siempre se presenta fuera de programa. En este caso es debido a que no se trata de una banda de aquel tiempo, sino actual; y aunque ese hecho parece indicar que estamos ante un puro revival, la cosa tiene más enjundia. El grupo se llama Giuda, son italianos y fans a muerte de la música isleña de los años 70, especialmente glam y punk. Y su música refleja una mezcla muy buena entre ambas cosas: imagínense a los primeros Slade con el pelo corto y haciendo una música ajustada a esa imagen. La cosa llega al extremo de presentar sus discos con portadas claramente setenteras; y aunque sean una opción bastante minoritaria, siempre es de agradecer que haya músicos de este tipo. Además, el hecho de ser italianos tiene su gracia, ¿verdad? Aquí les dejo un ejemplo de su “buen hacer”, como se decía antes.
The Jook fueron un grupo que comenzó más o menos por la misma época que Geordie, y que podían haber llegado más alto de no ser porque carecían de un estilo claro: más pendientes de consolidarse en las listas que de encontrar su camino, al final no consiguieron ninguno de los dos objetivos. Los cinco singles que han dejado demuestran que sabían hacer canciones con gancho, pero un tanto dispersas. En todo caso fueron relativamente reivindicados a finales de la década, cuando el power pop comenzó a triunfar. He aquí la cara A de su primer single:
Ya hemos visto que con mucha frecuencia el glam sirvió para recolocar en el mapa a unos cuantos músicos veteranos; y pudo ser el caso de Warwick Rose, que a finales de la década anterior había conseguido grabar algunos singles de pop psicodélico como integrante de los Tangerine Peel. Tras unos años en los que colaboró como bajista en otras grabaciones y grupos esporádicos, Micky Most -el jefe de RAK e introductor de Suzi Quatro en la Isla- le ofrece la posibilidad de grabar en su sello “Let’s get the party going”, una pieza compuesta por Rose y que nos recuerda a las producciones tremebundas de un Phil Spector por lo menos. Pero ya estábamos en 1975, y tanto la canción como el propio Rose pasaron al olvido de inmediato.
Otra de las características del glam fue la gran cantidad de pequeños sellos que trataron de buscarse la vida pescando en río revuelto; por ejemplo Bradley’s Records, que entre 1974 y el 77 consiguió reunir un catálogo realmente impresionante de artistas inconexos y sin la menor relevancia. Una de sus “apuestas” fueron los Buster, de los que no sé absolutamente nada salvo que grabaron dos singles en 1974: el primero, un cruce extraño entre glam, tecno y psicodelia, casi podría sugerir el estilo de unos futuros Devo o cosas parecidas. El segundo en cambio recuerda sospechosamente a los por entonces muy actuales Sweet, y al igual que el anterior está compuesto por Adrian Baker y Roy Morgan, dos ex-cantantes que figuraban como compositores y productores del sello. Y ahí quedó la cosa, aunque “Superstar”, esa segunda cara A, mereció un poco más de suerte.
Siempre ha habido bandas que comenzaron en el negocio imitando a alguna grande. Es una estrategia bastante discutible, que por lo general no suele funcionar; pero en la serie B del glam se vive para el éxito inmediato, lo cual implica que hay muchos casos de ese tipo, y siendo Sweet una de los nombres de moda es evidente que no solo unos Buster iban a apuntarse a ese estilo: Chunky es otro de esos grupos de las que no sé nada salvo que su producción se limita a un solo single publicado en verano del 73 por la etiqueta Orange, que estuvo en activo durante tres o cuatro años sin mucho brillo. Y “Albatross baby”, la cara A de ese single, también podría haber colado como de los Sweet perfectamente: oigan si no.
Siguiendo con las disqueras diminutas vamos ahora con Barry Blood, un más que competente guitarrista de estudio a quien el pequeño sello Alaska, intentando aprovechar los últimos estertores del glam, concedió la oportunidad de grabar una pieza propia en 1975. La canción se titula “Poor Annie” y es magnífica, pero es también una muestra más de la obsesión que le entró a las casas discográficas con la moda: ¿por qué se quiso vender esta pieza como glam, si no necesitaba ningún tipo de etiqueta? La canción pasó desapercibida, pero el bueno de Barry siguió en el negocio dando clases de guitarra, grabando algún single suelto y haciendo giras escandinavas durante casi toda la década.
Pocos se atrevieron a imitar el estilo T. Rex, y en cualquier caso procurando que no se notase mucho: recuerden, los Rex eran una banda seria. Tony Hiller, uno de los compositores más incombustibles del negocio pop británico, buscó a unos músicos de estudio para lanzar en 1973 “Turn me down”, un batiburrillo entre las escalas melódicas de Bolan y algunos coros bastante horribles con arreglos poperos. Pero no hubo suerte, a pesar de que se buscó un pequeño escándalo con fotos de prensa en la que aparecían desnudos (tapando convenientemente sus zonas conflictivas con los instrumentos musicales). Ah, sí: para hacer juego con la publicidad, se llamaban The Streakers.
Status Quo han estado durante la mayor parte de su carrera en el filo de la navaja, manteniendo un difícil equilibrio entre calidad y verbena. La época glam les vino bien, porque indirectamente su repertorio por entonces tenía algo que ver con ese estilo, y algunos músicos del momento decidieron que sería una buena banda a imitar: Brian Engel, procedente de la psicodelia pop sesentera, estaba dispuesto a seguir en el negocio al precio que fuese, así que en 1975, tras participar en varios grupos sin futuro, creó The Shambles y lanzó un single cuya cara A era “Hello baby”. Suena totalmente a los Quo, y no tuvo el menor éxito. Pero Brian siempre supo buscarse la vida, y poco después ya estaba con otro proyecto.
La Glitter Band, es decir, la banda de Gary, tenía vida propia: cuando su jefe no los necesitaba, escribían y desarrollaban su propio material. Eso sí, compartían productor (Mike Leander) y sello (Bell), lo cual implicaba que su sonido era muy similar. Pero aun así hicieron algunas canciones realmente buenas, como “Angel face”, que en la primavera del 74 inauguró una carrera aún activa hoy en día a pesar de constantes cambios de personal.
Vamos ahora con una de esas canciones que nadie entiende por qué no tiunfó: la muy alabada “Rebels rule”, de los escoceses Iron Virgin, que estéticamente eran un cruce entre Sweet y Alice Cooper y que se presentan a principios del 74 producidos por Nick Tauber (por entonces el productor de Thin Lizzy) grabando a sugerencia de DECCA una versión de “Jet”. Sí, la canción de McCartney con sus Wings; no se le había ocurrido publicarla en single hasta que oyó la de los Virgin, chafándoles el negocio. Y poco después llega el segundo y último single con un cañonazo propio que debería haber llegado a lo más alto pero que pasó sin pena ni gloria. Quizá porque 1974 ya era un año tardío para este tipo de rock, o al revés, o que su sello los quería como simple banda de versiones y no se gastó un duro en promocionar esa canción… en cualquier caso la banda desapareció poco después. Y… sí, mi admirado Kim Fowley ROBÓ la estructura completa de la canción para entregársela a sus adorables Runaways bajo el título de “California paradise”.
El puesto 12 lo ocupa una figura a la que aún hoy parece difícil definir con moderación: si se molestan ustedes en echar un vistazo en Internet, encontrarán un amplio rango cuyos extremos van desde “El Ziggy Stardust americano” hasta “El mayor bluff del año”. Se trata de un músico, actor y otras cosas cuyo nombre es Bruce Wayne pero que se rebautiza como Jobriath a finales de los 60. Tras intervenir en “Hair” y una breve etapa al frente de una banda de folk rock llamada Pidgeon (con un LP bastante decente), entró en una época oscura de la que fue rescatado a finales del 72 por Jerry Brandt, un manager alternativo que de pronto creyó haber descubierto al Bowie americano con un toque Elton. No era para tanto: Jobriath tiene algunas canciones buenas, unas en tono rockero y otras baladas competentes al piano, pero ni de lejos llega a la brillantez de esos dos. Y por otra parte, su campaña fue desastrosa: Brandt convenció a la divina Elektra para gastar un montón de dinero en una promoción enloquecida que, entre otras cosas, presentaba a Jobriath como “el primer, único y verdadero artista gay de América”, lo cual en un país como ese tal vez no sea lo más conveniente. El caso es que, tras dos Lps oscuros e irregulares, desapareció de escena en un soplo. Su historia es triste, deprimente, cruel incluso, pero digna de una película: lo dicho, búsquenlo en Internet.
Terminamos con la canción número 12+1 que como siempre se presenta fuera de programa. En este caso es debido a que no se trata de una banda de aquel tiempo, sino actual; y aunque ese hecho parece indicar que estamos ante un puro revival, la cosa tiene más enjundia. El grupo se llama Giuda, son italianos y fans a muerte de la música isleña de los años 70, especialmente glam y punk. Y su música refleja una mezcla muy buena entre ambas cosas: imagínense a los primeros Slade con el pelo corto y haciendo una música ajustada a esa imagen. La cosa llega al extremo de presentar sus discos con portadas claramente setenteras; y aunque sean una opción bastante minoritaria, siempre es de agradecer que haya músicos de este tipo. Además, el hecho de ser italianos tiene su gracia, ¿verdad? Aquí les dejo un ejemplo de su “buen hacer”, como se decía antes.
Y esto ha sido el fin de fiesta glam. Espero que no se hayan aburrido mucho, e incluso que por ventura algunas de estas cancioncillas sean de su agrado, que no todo va a ser música elevada. Yo de ustedes pincharía aquí para bajarme el paquetillo con todas ellas, por si luego, otro día, me diese por repasarlas...