domingo, 25 de julio de 2010

Beat music (V)


“Desde Enero de 1961 hasta Febrero de 1963 presenté 292 veces a los Beatles en La Caverna. Por su primera actuación cobraron 5 libras, y por la última 300”.
(Bob Wooler, DJ de La Caverna)


Pues nada: si lo dice el bueno de Bob, punto redondo. Pero después de él aún siguieron actuando allí, hasta Agosto de ese año. Si a esto le sumamos las actuaciones en Hamburgo –ya dije que con una media de siete u ocho horas diarias e incluso más-, tendremos un resultado espectacular: los Beatles trabajaban mucho. No les importaba el ambiente ni el repertorio (porque a ver quién es el guapo que en aquella época consigue cubrir todo ese tiempo con canciones “buenas”): sólo les importaba tocar, ensayar, descubrir nuevos acordes… en fin, el sacrificio. Paul contaba que cuando a algún chico de Liverpool se le ocurría un acorde nuevo, podían recorrer media ciudad sólo para oírlo y desarrollarlo. ¿Se hace eso hoy entre chavales “aficionados a la música”? Lo dudo mucho: están muy ocupados intentando grabar lo que sea como sea y en el menor plazo de tiempo posible, y así les va.

El caso es que los cimientos de la nueva música estaban puestos. Y cuando el curioso Brian Epstein llega intrigado a La Caverna, se encuentra con unos chicos que ya tienen tablas, que están dispuestos a todo. Y se convierte en su representante. Y después de un via crucis por varias casas discográficas (porque la DECCA no fue la única que los rechazó) por fin encuentra a otro personaje inquieto: George Martin, de Parlophone (subsidiaria de EMI), técnico de sonido y productor. Y ahí se dio la extraña conjunción de astros que probablemente no ha vuelto a ocurrir ni creo que ocurra nunca más, tal y como va el negocio: un comerciante judío de amplia visión, un productor de música sinfónica vanguardista y cuatro chicos de barrio aficionados al rock and roll con muchas ideas y, sobre todo, con muchas ganas de aprender. Y el resto, como suele decirse, es historia; bueno, todo lo dicho hasta aquí también lo es, pero la frase esta siempre queda bien.


Y el término “beat”, que nació por oposición al mercado de la música melódica (me vuelvo a la primera parte de este rollo), se sacraliza, y en 1961 nace la revista “Mersey Beat”, y a la sombra de los exitosos Beatles surgen grupos como setas en toda la isla. Pasó el tiempo, y a mediados de los 60 ya casi nadie utilizaba ese término porque la cosa se había ramificado: llegaron los mods renegando de los Beatles, tuvimos el pop, el rock, el rhythm’n’blues… pero nada de esto hubiese pasado sin que antes el beat hubiese extractado lo mejor de las dos ramas del rock’n’roll americano. Es decir, que el beat fue la transición musical de los años 50 a los 60. A los felices y llorados años 60.

Bueno. Pues yo me voy a abrir el bar hoy con un regusto nostálgico que no me lo va a quitar ni media botella de Jack Daniels. Lógico: el bourbon de Tennessee no es lo mismo que un scotch. Pero qué quieren que le haga yo, que a fin de cuentas soy americano. Qué bien me vendrías hoy, Ilsa, para llorar sobre tu hombro. Siempre has dicho, tú y los demás, que soy un tipo duro. Pues ya ves, a mí todos estos inglesitos me llegaron al alma.

viernes, 9 de julio de 2010

Beat music (IV)


“Ejem… verá usted, mister Epstein. Hemos estado escuchando las maquetas de esos chicos que usted representa, esos Beatles, y lamento decirle que son bastante flojas. Pero el problema principal es que los grupos de guitarras ya no se llevan. Así que, sintiéndolo mucho…”
Enero de 1962: Contestación de Dick Rowe, jefazo de la DECCA, a la solicitud de Brian Epstein solicitando un contrato de grabación para los Beatles. Sólo tenían presupuesto para fichar a un grupo en ese momento: eligieron a los Tremeloes, banda “con mucho más futuro”.


Sí, estimados leyentes, así se escribe la Historia, con patinazos como éste. Ha habido muchos más, claro, pero el de los Beatles fue cósmico. Y fundamental para el éxito del grupo, como luego diré. Pero vayamos al principio:

En 1961 Liverpool es el centro de referencia: cientos de pequeños grupos se está buscando la vida por medio de actuaciones mal pagadas en cualquier tugurio; como ya he dicho, la mayor parte de ellos andan a medio camino entre el rock’n’roll y el skiffle. Algo parecido está pasando en Manchester, la gran competidora, donde ya hay nombres como el de Freddie and the Dreamers, en ese momento la mayor gloria local. Liverpool contraataca con Gerry and the Peacemakers, más orientados al skiffle, pero…

Pero la verdad es que no hay una banda que consiga el delirio. Un grupo de chavalitos llamados Silver Beatles (que primero se habían hecho llamar Quarrymen) acorta el nombre y pasan a ser Beatles simplemente: con ese nombre consiguen, en Enero, actuar en la Caverna con división de opiniones. Pero son trabajadores, obsesionados con llegar a algo. Ya el año anterior, como Silver Beatles, han estado currando como negros en Hamburgo, en actuaciones de siete y ocho horas diarias, interpretando todo tipo de repertorios, desde el rock’n’roll de los clásicos hasta el “Bésame mucho”, y eso les da un aguante, una profesionalidad, que casi nadie tenía. Volvieron allí en el 61, el 62 y el 63, allí dejaron de ser cinco para quedar en cuatro, allí se hicieron hombres. Allí, en la primavera del 61, grabaron ocho canciones acompañando a Tony Sheridan, un idolillo del mercado alemán del r’n’r…

Y una de esas canciones, “My Bonnie”, fue la cara A del single extraído del LP a nombre del señor Sheridan, editado en Alemania únicamente. Y algunos fanáticos ingleses de las modernuras lo oyen. Y un día en Liverpool, en la tienda de discos del apacible Brian Epstein, llega un jovenzuelo preguntando: “ Oiga, ¿tienen “My Bonnie”? ¿My qué? Sí hombre, la canción de Tony Sheridan y los Beatles” . Mister Brian no había oído hablar de tal cosa. Pero a los pocos días entró otro cliente pidiendo lo mismo, y…

… Y ya seguiré, que tengo que abrir. Si van ustedes a la sección de Hagiografías, encontrarán una breve semblanza sobre el señor Epstein: pueden echarle un vistazo, para matar el tiempo.