“Quería escribir la gran canción sobre Londres… Me desperté cantándola en sueños, al estilo Frank Sinatra, en plan swing, así fue como me sonó por primera vez. Me pareció maravillosa, pero no cuadraba mucho con el grupo. Así que me lo pensé dos veces antes de hacerla”.
Ray Davies sobre “Waterloo sunset”
“Hay algo profundamente emotivo en esa canción que hace que sea eterna”.
David Bowie
La psicodelia es un fenómeno que modifica la perspectiva de un gran número de músicos, pero no de todos. Y de las cuatro grandes bandas de la primera ola británica, hay una que ni se inmuta: los Kinks. Ray Davies y sus socios demuestran una sorprendente mayoría de edad que les hace desdeñar toda esa parafernalia que envuelve al Swinging London, y siguen su camino ajenos a una actualidad que pasará, como pasan todas. Davies, el gran cronista de la sociedad isleña, sigue ahondando en su visión agridulce de la vida cotidiana al mismo tiempo que su música se va haciendo intemporal. Dejaron de ser un grupo de r&b contundente hace ya tiempo, y esas letras parecen necesitar el apoyo de una música muy determinada que las ponga en situación, entre el pop barroco, el vodevil, el music hall y en conjunto un sonido ajeno al bullicio de aquel tiempo, pero tremendamente familiar al oyente británico. La prohibición de hacer giras por Estados Unidos durante estos años es un enorme contratiempo económico, pero al mismo tiempo refuerza su visión filosófica y les convierte en algo parecido a un grupo de culto: nunca tendrán grandes ventas, pero sus fans lo son a muerte. Casi podría decirse que los Kinks y sus fans constituyen una gran familia.
Ese asentamiento definitivo había empezado el año anterior con “Face to face”, su cuarto disco grande, en el que ya se nota el desengaño por la actualidad imperante; un desengaño que se hace especialmente dramático cuando llega “Dead end street/Big black smoke”, el último single de ese año. Y a principios de mayo de 1967 surge una de las canciones más legendarias de toda su carrera: “Waterloo sunset”. Resulta imposible encontrar, a día de hoy, un adjetivo laudatorio que no haya sido usado ya cientos de veces para ella: Peter Townshed la resume como “una divina obra maestra”. Es uno de esos momentos felices en los que coincide todo: una melodía intemporal, de otro mundo, ese juego de cuerdas descendente con efecto delay sobre el que escala la armonía vocal, los juegos de voces acompañando una descripción nostálgica, un amplio paisaje emocional que, simbolizado en Terry y Willie, es a la vez un homenaje a la generación de sus hermanas mayores; todo ello dirigido además por el propio Ray Davies, que a partir de ahora producirá personalmente toda la obra del grupo. Como es lógico, esa cara A oscurece cualquier pieza que ocupe la otra cara; pero aun así “Act nice and gente” es una pieza muy digna, que además muestra un curioso “maridaje”: el estilo tradicional de las melodías de medio tiempo tan propias de ellos discurre aquí con un marcado tono americano, cercano al country, que con el tiempo será recurrente en su discografía.
El verano termina con la publicación de “Something else by The Kinks”, el quinto Lp de su carrera y donde ya figura Davies como productor. Hay algunos cambios en el sonido, pero parte del material ya estaba preparado antes de la marcha de Shel Talmy; además Davies todavía se siente inseguro ante las mesas de mezclas, y prefiere no arriesgar mucho. Y aunque en su momento las ventas fueron decepcionantes, estamos ante otro de esos discos que jalonan la edad de oro de la banda; quizá un sector de los primeros fans se sintió un poco decepcionado porque el tono general, cada vez más introspectivo, se distancia de las bandas de rock al uso (algo que ya había comenzado en “Face to face”), pero la calidad de las canciones es igual o superior aún. La apertura corre a cargo de “David Watts”, una nueva clásica, una pieza muy “trotona” con ese aparente contenido homoerótico que tiene sin embargo una doble lectura. Viene luego “Death of a clown”, escrita oficialmente por los dos hermanos pero que en realidad es mayoritariamente obra de Dave (que además es quien canta). Musicalmente es una pieza sencilla, una especie de balada dylaniana llevada al ritmo de boogie blues, tal y como la concibió el pequeño de los Davies en la casa familiar. En esencia es un lamento por el tipo de vida enloquecido que estaba llevando: “Sentía lástima de mí mismo. De pronto, la montaña rusa de los tres últimos años me resultaba aburrida; me sentía como un payaso sin sonrisa, triste por dentro”. Esta pieza es además la cara A del primer single a nombre del propio Dave, publicado dos meses antes, y que llegó al top 3. Su cara B es “Love me till the sun shines”, obra completamente de Dave y que también se incluye en el Lp: es una especie de folk rock muy bien llevado en el que canta casi con desesperanza, y con un mensaje a tono, un tanto cínico quizá. Pero en este disco grande hay mucho más: el embrujo de “Two sisters”, con ese clavicordio a cargo de Nicky Hopkins y que en lo literario es una metáfora de las complicadas relaciones entre Ray y Dave. “Harry rag”, otra de esas canciones tan de pub que solo los Kinks pueden crear; hay momentos casi costumbristas como “Tin soldier man” que casi se dan la mano con otros mucho más inusuales, alguna ráfaga experimental como “Lazy old sun” (quizá el mayor acercamiento del grupo a la psicodelia, una pieza que inspiró a Pink Floyd). Y el cierre, como debe ser, va a cargo de “Waterloo sunset”.
Un mes más tarde se publica nuevo single, cuya cara A es otra delicia ajena al paso del tiempo: “Autumn almanac”. Se trata de un homenaje al otoño (la estación preferida de Ray), al ritmo que sigue la naturaleza y a un viejo hombre encorvado, amigo de su padre, que se dedicaba a recoger las hojas caídas y que va relatando sus sensaciones. La pieza musical, soberbia, plenamente Kinks, con arreglos de estudio, cintas al revés, piano, melotrón, fanfarria, coros ascendentes y descendentes… Lo dicho, otra de las grandes. La cara B es “Mr. Pleasant”, que ya estaba circulando por Europa y Estados Unidos desde meses antes; iba a ser la cara A del primer single de este año, pero justo entonces surgió “Waterloo sunset” y el proyecto quedó en suspenso para la Isla. La letra tiene un cierto parecido con “A well repected man” ya que es una sátira sobre uno de esos personajes absurdos de la clase media alta; musicalmente está muy cerca del music hall tal y como lo entiende el grupo, y resulta ser una muy digna acompañante para la estrella que ocupa la cara principal.
El año termina con el segundo single a nombre de Dave Davies: “Susannah’s still alive / Funny face”. Ambas tienen evidentes connotaciones Kinks (la cara B ya estaba incluida en "Something else..."), y su estructura básica es rock con tonalidades blues. En la primera su energía procede del teclado y la percusión, mientras que la B es más guitarrera. El asunto central de las letras es Sue, la primera novia de verdad que tuvo Dave y de la que fue apartado por su familia; el desconsuelo por su pérdida lo empaña todo. Sin embargo este single ya no alcanzó el éxito que había tenido el primero, y aunque seguirá publicando algunos más nunca volverá a esa altura. Por otra parte el propio Dave no se sentía cómodo fuera del grupo, y a pesar de que algunos medios insinuaron que tal vez le fuese bien siguiendo una carrera en solitario nunca pensó en serio en esa posibilidad. Quien sí lo pensó fue su hermano, pero finalmente ambos decidieron seguir en el abrigo mutuo que se prestaban a pesar de sus innumerables diferencias.
Aún hoy se sigue reivindicando la importancia de “Something else…” en la carrera de los Kinks, a pesar del poco éxito que tuvo entonces. Y esa será, por desgracia, una constante en su carrera: a partir de ahora, la mayor parte de sus discos grandes pasarán por las listas sin pena ni gloria, y habrá que esperar muchos años para que se valoren como merecen. “Los Kinks son una banda de singles”: esa idea insana, corta de miras, es la que el propio sello Pye sostiene, llegando incluso a estorbar la publicación de los discos grandes con singles a destiempo. En este caso, lanzaron un recopilatorio en las mismas fechas que el Lp, lo cual evidentemente le hizo sombra: ese recopilatorio, con una selección bastante discutible, vendió mucho más. Pero así es la vida. Así son los sellos discográficos. Así es el público, a veces.


Como siempre, nos dejas un texto rico en historia y análisis, pero este lo he disfrutado muy especialmente, porque he llegado a coger mucho cariño a lo que hicieron los Kinks en el año que te ocupa. Lo mío es curioso, porque descubrí a este grupo tarde, pero desde entonces su obra no ha dejado de acompañarme, y en los últimos años es una de esas pocas bandas que nunca dejo de escuchar: otras van y vienen, porque hay épocas para todo, pero la poesía sonora de los Kinks siempre permanece. Sus canciones son redondas porque aparentan simplicidad, siendo en realidad complejas, y sus producciones tienen ese corte artesanal, austero, que las engrandece más.
ResponderEliminarNada que añadir a tu excelente entrada, me gustan todas las canciones que comentas o mencionas (esa ''A well repected man'', aunque sea de otro año, qué buena es...). Hay caras B que podrían ser perfectamente una cara A, como ''Mr. Pleasant''.
En cuanto al álbum, ''Something else by The Kinks'' es una obra maestra de principio a fin. Es una pena lo que dices respecto a los formatos musicales, cómo pudo perjudicarles la política comercial de su sello discográfico al publicar singles a destiempo. En ''Something else...'' yo destacaría también la producción que le hace un disco tan especial, con esa batería sutil de sonido tan acústico, tan ''artesanal'' como decía antes. Qué decir de ''Waterloo sunset''... Luego, ''Two sisters'' es una auténtica joya (''embrujo'' es la palabra que usas, y no puedo estar más de acuerdo). Los Kinks habían dedicado ''Session man'' (del Face to face) a Nicky Hopkins el año anterior.
No quiero comentar cada canción, pero si me lo permites, ya que no la has mencionado, aprovecho para rememorar una de mis preferidas: ''Afternoon tea''. Me emociona especialmente esta canción: muestra una melancolía muy bella, musicalmente no le sobra ni le falta nada - esa línea de bajo, ese coro evocador... -, y la letra tiene una sinergia con la música en la añoranza de la persona que falta (''my donna...'') ligada al ritual del té. Una delicia absoluta.
Si hay algún "hermano" - con todo el significado que ello pudiera tener- que cuadre en la historia del rock, ese concepto le pertenece por derecho propio a Dave Davis. "Hermandad" que abarca tanto lo bueno como lo no tanto, sus rivalidades, encuentros y desaveniencias son conocidos por todos los adficionados. Quizás de esa dicotomía - es una mera suposición - puede que se alimente también la grandeza de uno de los más genuinos grupos que han dado las Islas. Si a ello añades el talento compositivo de Dave - que tiendo a creer que él mismo no quiso desarrollar en toda su amplitud - nos encontramos con el caldo de cultivo necesario para crear toda una leyenda paralela a la propia historia de la banda.
ResponderEliminarA fecha de hoy, cuando el desorbitado exceso de oferta resta posibilidades de atención al aficionado, la música de The Kinks sigue siendo un valor seguro.
Saludos,