Siguiendo el escalafón y en abierto antagonismo con el estilo Stones, hoy nos toca recordar a una de las bandas más genuinamente british que ha dado la Isla: mis amados Who. Y sí, otra vez tengo que usar un post para un solo disco. Como sigan pasando cosas raras, me temo que de este año no salimos. Aunque el disco lo vale, por supuesto: dejando aparte mi implicación personal (en este local mando yo, y entre Stones y Who tengo muy clara la preferencia), creo que todo el mundo estará de acuerdo en que tanto unos como los otros se hallan en un gran momento.
Y sin embargo habíamos dejado en 1970 a Peter Townshend absorto, con una empanada mental que ya estaba preocupando a sus amigos: de puertas afuera, la publicación del glorioso directo “Live at Leeds” había sido un magnífico recordatorio a los fans -y sobre todo a la prensa maledicente- de que el grupo estaba en plena forma, pero la espinosa afición de Pete por las obras conceptuales y la alargada sombra de “Tommy” lo tienen obsesionado. Ese proyecto Lifehouse en el que lleva más de un año trabajando choca con dificultades logísticas y la incomprensión del resto de la banda, que no acaba de entender con propiedad las implicaciones “metafísicas” del asunto. Y a este desencuentro se suma otro: lleva tiempo proyectando una versión para el cine de “Tommy”, pero no consigue un buen guión. Kit Lambert, que además de ser su productor fijo desde 1966 es también su manager, le ha proporcionado uno, pero a Pete no le gusta y lo desecha. Y entonces Kit se pasa de la raya: sin consultarle, intenta venderlo a la primera compañía cinematográfica que encuentre. Sus intenciones llegan a oidos de Pete, que ya está escamado además por la creciente adicción a la heroína que sufre el ahora traidor, y en consecuencia el grupo decide romper sus relaciones con él. Es una decisión dolorosa, aunque volverá para coproducir “Quadrophenia” (ya veremos si lo consigue), y mientras las cosas se serenan deciden contratar a Glyn Johns, uno de esos nombres mágicos del negocio musical isleño. Pete hace un último intento ante Stanley Kubrick, cuya odisea futurista “2001” se ha convertido en una biblia para nuestro amigo, pero Kubrick pasa de su oferta: la película “Tommy” tendrá que seguir esperando. Como ven, todo son desgracias.
Esas desgracias llevan a Pete a una situación depresiva, rayando en la enfermedad mental. Pero entre las enseñanzas del amado maestro Meher Baba, su gurú de guardia, y algunas reuniones con el resto del grupo, parece que por fin entra en razón: el proyecto Lifehouse también queda suspendido hasta nuevo aviso. De ese proyecto hay piezas suficientes para, con un pequeño reciclaje, traspasarlas a un simple y humilde disco, como cualquier otro; que además, subrayando esa humildad, se titulará “Who’s next”. Johns revisa el material grabado meses antes en la Record Plant de Nueva York bajo la supervisión del despedido Lambert y decide que no es necesario efectuar muchos cambios: se encierra con el grupo en los londinenses Olympic Studios (que por entonces están muy solicitados) y en poco tiempo consiguen regrabar algunas piezas de lo que iba ser Lifehouse. Se acabó el problema. Bueno, también podemos añadir que este año Pete y su banda tienen algunos comportamientos similares a los de los Stones: comparten estudios de grabación y mala leche, ya que ese monolito sobre el que se alivian los cuatro es una venganza dirigida hacia Kubrick. Ah, y por supuesto se convertirá en otra leyenda del diseño gráfico, faltaría más.
Pero vamos a la música, que es lo que importa: estamos ante otra de las obras cumbres de los Who sin discusión, con un gran avance en su sonido, que los hace definitivamente “mayores”. Dejando aparte las letras, de calidad pero lo suficientemente inconexas para evitar la idea de un disco conceptual (lo contrario de lo que se pretendía con Lifehouse, en la estela de “Tommy”), ya solo la apertura con “Baba O’Riley” sería suficiente para comprarlo; y no digo nada de “Won’t get fooled again”, que lo cierra y que a pesar de su degradación a manos de la serie esa de policías americanos listísimos sigue manteniendo su impresionante contundencia. Porque “impresionante contundencia” es quizá el mejor resumen para “Who’s next”, donde también encontramos las enérgicas “Bargain” o “My wife” (con trompetas y todo); e incluso en sus piezas más suaves como la magnífica “The song is over”, o esa preciosidad de medio tiempo titulada “Going Mobile”, o “Behind blue eyes”… En fin, otra vez tengo la ventaja de que todo el mundo las conoce, así que no hay necesidad de dar la brasa. Esa novedosa utilización de sintetizadores, por otra parte, redondea un sonido que será utilizado de nuevo en “Quadrophenia”, obra que podemos considerar como una evolución de “Who’s next”: los cimientos de ese doble legendario ya están aquí.
Es necesario insistir en la benéfica influencia de Glyn Johns, un productor con un currículo que tumba de espaldas y que es en gran medida el creador del nuevo empaque de los Who, vitaminado, frontal, aunque figure “solamente” como coproductor junto a la banda. Porque, aun siendo cierto que las piezas originales de Lifehouse no muestran grandes diferencias con el resultado final, tienen otra "prestancia" que se debe a ese impresionante pero matizado “muro de sonido” que en cierto modo me recuerda el estilo de Phil Spector y que a los Who les sienta como anillo al dedo por la gran calidad instrumental que poseen. Por eso digo que la esencia musical de "Quadrophenia" nace en esta grabación, porque tanto su magnífica exuberancia como el tono general del sonido son su marca de fábrica a partir de ahora. Por otra parte, cuando ese momento llegue los Who figurarán también como coproductores: han descubierto que se gustan con su nueva contundencia. Y sus fans, no digamos.
Pero hablaba antes de ciertas similitudes contemporáneas con los Stones, y algunas de ellas son igual de involuntarias gracias otra vez a la patriótica censura nacional: esa portada es asquerosa, al fuego con ella. Y Polydor no se toma tantas molestias como Hispavox: se busca una foto con el grupo en escena y ya está. Muy bien, muchachos… aunque, no sé, con esa portada el disco podría parecer un directo. Pero aún hay lugar para otro esperpento, porque alguien se equivoca, pone el negativo al revés y entonces resulta que España muestra al mundo el secreto mejor guardado en la historia del rock: los Who son zurdos. A que esto no lo sabían ustedes, ¿eh? Y no termina ahí el despropósito, porque del esperpento pasamos al destrozo: “Won’t get fooled again” tiene un tufillo revolucionario que no gusta nada a los señores de la censura; y “Love ain’t for keeping”, que no pasa de ser una simple insinuación, a ellos les parece pecaminosa. Polydor tampoco se molesta en rellenar esos huecos con algo, lo que sea, y pasa “My wife” de la cara A a la B para compensar los tiempos de cada una: quince minutos, más o menos. Casi era mejor que no lo hubiesen publicado. Eso sí, los coleccionistas foráneos -gente enferma- se relamen con esta nueva demostración de imaginería española, aunque sea una verdadera estafa.
Bueno, pues ya tenemos despachados a los Who por este año. A ver si los demás grupos andan con menos jaleo y podemos aligerar el paso.