La presencia de Joy Division en el programa de John Peel los sitúa muy cerca ya de la confirmación como una de las bandas más prometedoras en el Manchester de 1979. Lo cual tiene su mérito, ya que de momento las actuaciones son casi el único medio de llegar a un público más o menos numeroso: su Ep casero, de pequeña tirada, es para el ámbito de los muy fans, mientras que las dos canciones que vienen incluidas en el sampler de Factory tienen un sonido bastante especial, casi espacial en comparación con lo que ofrecen en directo. Y este asunto del sonido podría resultar contraproducente, ya que su contundencia sobre el escenario difiere bastante de lo que se escucha en la muestra: como es lógico por su procedencia punk son muy enérgicos, agresivos incluso, aunque sus relación con el público es inexistente (como mucho, un saludo al llegar y otro al retirarse). Destaca la presencia enfermiza de Curtis con sus movimientos espasmódicos, su mirada perdida, aquella impresión constante de que iba a explotar de un momento a otro: la epilepsia, los fármacos, el sonido tronante y las luces se lo estaban comiendo, y las crisis eran cada vez más frecuentes. Pero sin el aura de Curtis podríamos estar ante otra banda postpunk más o menos sofisticada, y es entonces cuando hay que valorar el papel de Martin Hannett.
Hannett es una especie de neurótico cuya fuerte dependencia de la heroína lo centra básicamente en dos asuntos muy concretos: la propia heroína y el sonido. Su obsesión con las percusiones, las cajas de ritmo o los efectos electrónicos y digitales hizo que en los primeros momentos su trabajo no fuese bien entendido por Curtis y compañía. Porque aquí volvemos a la esencia punk de la que partían: para el ideario punk tradicional, todo lo que no sean cuerdas y percusiones crudas es una degradación. Los punkis como dios manda no toleran la presencia de nada que sea electrónico, y esa es otra de las razones por las que el estilo Pistols se agota: las bandas “mestizas” son el futuro -sus conciudadanos Magazine lo están demostrando-, y Hannett lo sabe de sobra. Por otra parte su carácter casi dictatorial consigue achicar las protestas del grupo porque no tienen los conocimientos suficientes como para rebatirlo, y los va llevando por donde quiere. Pero aunque sea un impresentable, les está haciendo un favor: para él son cuatro chavales sin técnica pero con cierta originalidad, y él les da la guía para crearse un carácter; les está dando el toque de distinción que junto a sus letras y la cada vez más personal estructura de las canciones los convierte en algo único. Así que aquella etiqueta de “el quinto Joy Division” es totalmente cierta porque, sin tratar de compararlos en absoluto, algo de eso había. E influyó claramente en ellos, especialmente en Sumner y Morris, cada vez más aficionados a la electrónica: Sumner ya casi prefiere los teclados a la guitarra, mientras que Morris es el poseedor de una de las primeras baterías sintetizadas en la Isla.
A principios del verano se lanza “Unknown pleasures”, el primer Lp, grabado en solo dos semanas. La apertura corre a cargo de “Disorder”, una de sus primeras clásicas, con un ritmo incansable, vivo, fuerte protagonismo de bajo y batería muy marcados; la guitarra y la voz parecen estar ligeramente por debajo aunque le dan el tono aéreo que con ese eco tan denso hacen el contrapunto perfecto; el acompañamiento de sonidos electrónicos casi circulares, como en ráfagas, completan la imagen. Y a continuación llega “Day of the lords”, que con su espíritu oscuro, casi de balada fatalista, parece establecer junto a la anterior la pareja de límites entre los que se desenvuelve este disco: esa melodía casi obsesiva va enmarcada en un ritmo pesado, denso, axfisiante, que en cierto modo le debe algo al heavy de los primeros años 70: Black Sabbath podrían haber hecho algo parecido, aunque sin tanto refinamiento. Y solo con escuchar esas dos canciones ya sería suficiente para redefinir un término que se ha comenzado a usar en la Isla hace poco, cuando algunos comentaristas definen el estilo de Siouxsie como “cold wave”: la oscuridad de un inevitable tono gótico con ese sonido acerado pero al mismo tiempo difuminándose en el eco y el apoyo electrónico. Dejando aparte (y es mucho dejar) las letras de Curtis, que se engrandecen en este tipo de ambientes, el resto del disco mantiene la misma altura y añade nuevos matices como en “She’s lost control”, una especie de tecno dance de vanguardia cuya línea melódica original nos recuerda el “8:15” de Guess Who, o la vigorosa “Interzone”, un homenaje a la esencia punk de la banda, partiendo de Nolan Porter y su “Keep on keepin’ on” (aquellas maquetas en la RCA: ahí nació la idea). En suma, estamos ante una de las obras más interesantes del 79; no cabe duda de que una gran cantidad de jóvenes músicos están tomando nota, tal vez sin comprender que esa excelencia no está al alcance de cualquiera. Y la portada, claro: minimalismo puro hecho historia, como el plátano de la Velvet. Es obra de Peter Saville -otra criatura del Politécnico de Manchester-, autor de gran parte de las fundas del sello Factory (y que pronto trabajará también para Virgin). Otro fetiche más para la leyenda del grupo, otra camiseta para las tiendas juveniles.
A finales de 1979 Joy Division han conseguido vender casi quince mil copias del disco, lo cual sorprende a su propio sello. Y la publicación de su primer single antes de que acabe el año (con una regrabación de “Transmision” en la cara A) es otro éxito relativo, así que 1980 comienza con mucho trabajo de estudio, entre giras y giras, para aprovechar el tirón. Pero la salud de Curtis se resiente con mayor frecuencia, y a veces no puede cumplir con su labor de segunda guitarra en directo; en consecuencia deciden incluir en el grupo a Gillian Gilbert, la novia de Morris, que además domina también los teclados. Por otra parte su ánimo decae a ojos vista: además de las crisis epilépticas está el asunto de su infidelidad matrimonial, que en una persona como él crea un fuerte complejo de culpa ante la contemplación de su esposa y su hija nacida poco antes. Parte de este drama viene reflejado en las letras de algunas canciones, sobre todo en la impresionante “Love will tear us apart”, una de las obras cumbres de la banda y que será su segundo single de 1980; fue escrita en el verano anterior por un Curtis que poco antes había comenzado una relación con Annik Honoré, una periodista y promotora musical, y se publicará como cara A en Julio, cuando él ya no esté (“Gritas mientras duermes / todos mis errores quedan expuestos / y tengo un sabor en la boca / mientras prende la desesperación / porque algo tan bueno / ya no puede funcionar / y el amor nos destrozará otra vez”). Con el tiempo se ha convertido en la canción más conocida de Joy Division.
Los acontecimientos se precipitan. En paralelo a un agotador acopio de grabaciones en los primeros meses del año, su esposa Deborah decide abandonarlo: tanto por la infidelidad como por su estado mental, cada vez más imprevisible, Curtis comienza a ser un peligro. El primer intento de suicidio, una sobredosis del medicamente que estaba tomando para la epilepsia, ocurre a principios de Abril, poco después de terminar la grabación del segundo disco grande, pero sus compañeros no parecen darle mucha importancia y pocos días después siguen con las actuaciones, cada vez más caóticas. Se confirma su primera gira en Estados Unidos, con salida prevista para el 18 de Mayo; el día anterior Curtis va a visitar a Deborah para pedirle que no siga con el proceso de divorcio, y ella, sabiendo de su primer intento de suicidio, trata de calmarlo diciéndole que ya hablarán de eso. Le ofrece quedarse en casa esa noche: él cambia de actitud y le pide quedar solo allí hasta el día siguiente, que cogerá el tren de vuelta a Manchester. Y el resto ya se ha contado mil veces: Curtis ve la película “Strozeck” de Herzog, escucha “The Idiot” de Iggy Pop y se ahorca con el tendedero de la ropa; previamente ha dejado una nota de lamento amoroso para Deborah. Ah, sí: falta por reflejar aquí las declaraciones de sus compañeros, que, abrumados por la noticia, confiesan “qué tontos fuimos. No supimos verlo”. Pobrecillos...
Así que, cuando llega “Closer” a las tiendas, en Julio, Joy Division ya no existen porque ya no existe Curtis: al menos en eso fueron honrados. Como es lógico por los hechos recientes, la ya sólida leyenda del grupo y el tumultuoso surgimiento de miles de seguidores “de toda la vida”, la crítica lo pone por las nubes de inmediato y el disco roza el top 5. Lo cual resulta sorprendente, ya que este tipo de música no es para todos los públicos: el primero, cuya esencia es parecida, nunca superó el puesto 70. Con el paso del tiempo, algunos dicen que el ambiente aquí es “sepulcral”; esa fue la intención de Peter Saville, quien decidió que en la portada habría una tumba nada más enterarse de la muerte de Curtis. En cuanto a la música, y aunque en apariencia no hay grandes diferencias con el anterior, Hannett se supera perfilando el sonido hasta que en su obsesión por el eco llega a un nuevo registro en la escala: el ambiente sepulcral del que se hablaba antes está contenido también en esa sucesión de canciones de refinada oscuridad y grandeza, lo cual hará que pronto este disco se considere como uno de los más influyentes en la historia del rock gótico (confirmando entonces la tendencia que ya exhibía el primero). Y está muy bien pensado el orden de las canciones en el disco, ya que el arranque con “Atrocity exhibition” es como esa puerta que se abre ante nosotros e inmediatamente se cierra tras nuestro paso con el grave estruendo que nos confirma que hemos entrado en otro mundo: aquí los músicos demuestran que han alcanzado una categoría notable, comenzando por ese insólito registro de percusiones aparentemente deslavazadas y casi tribales que desarrolla Morris, esa guitarra en rasgos brumosos, esa voz de Curtis a medio camino entre recitación y plegaria... Impresionante. Llega luego la “descompresión” con la casi festiva “Isolation”, una verdadera sorpresa, una de las primeras muestras del pop sintetizado isleño, una verdadera pieza de baile. Las tres piezas que nos llevan hasta el final de la cara A guardan una mayor relación con el disco anterior, ese cruce magnífico entre afterpunk y gótico siniestro que alcanza momentos rockeros como en “Means to an end”, y la cara B se inaugura “Heart and soul”, la vuelta al mundo electrónico -la cara oscura de “Isolation”-, y hasta el final la grandeza y la oscuridad se matizan por esas letras desgarradas de Curtis. Definitivamente “Closer” es tan bueno como se ha dicho siempre que es, y por alguna razón mi subconsciente lo identifica a veces como el hermano psicótico del esquizoide de King Crimson, diez años después. Pero no me hagan mucho caso.
Como era de esperar por la epopeya que envuelve a Joy Division, pronto surgirán imitadores en todas partes: la evolución de la cold wave (el post punk en general) hacia el rock gótico acabará siendo una plaga. Hay influencias en gran parte de las nuevas bandas, como U2; y me acuerdo ahora de esos porque una vez leí a Hook diciendo algo así como que Bono se había encontrado con Tony Wilson en algún sitio, poco después de la muerte de Curtis, y trató de consolarlo: “no te preocupes, Tony: yo seguiré donde lo dejó Ian”. Qué alivio. En fin, ya saben ustedes que el trío superviviente más la señorita Gilbert se asocian luego bajo el nombre de New Order (parece que la polémica a cuenta de las referencias nazis es rentable), y que tras un primer disco realmente bueno -que podría recordar a Joy Division con más ligereza- se pasan al sonido electrónico bailable: se forraron. Y esto es todo. Posiblemente, incluso con Curtis, la banda original no hubiera durado mucho más: tanta intensidad es difícil de mantener por mucho tiempo, no hay más que ver la trayectoria posterior de sus compañeros. Joy Division es una estrella fugaz, una insana maravilla de un instante, y tal vez sea mejor así.
La aparición de las bandas "mestizas" fue, tal como hablas, una auténtica bendición. Una de las cosas buenas del punk es que abrió muchísimas puertas, no todo fueron imperdibles y escupitajos. Bandas como Magazine, Siouxsie, Eyeless in Gaza y Joy Division, entre otras muchas de las nuevas hornadas post-punk, dieron al rock una nueva y poderosa razón para seguir gustando al personal. Recuerdo estos sus dos primeros discos y el revuelo que originaron. Fue como pasar del sudor caliente de Pistols, Buzzocks y los primeros Damned, al sudor frío de Bauhaus y Joy Division. Aquello era ya más hiriente, más al límite. Estos (Curtis) se destruían de verdad, no había pose. Grandísima banda. Insana maravilla de un instante. Magnífica coletilla.
ResponderEliminarSaludos,
JdG
El paso de la banda punk primitiva a las que incluyen cualquier tipo de teclados, lo que como es lógico implica una mayor amplitud de ritmos y estilos, es el resumen del cambio de época. A partir de ahí, como ha pasado siempre, quienes se presenten con el formato simple de cuerdas y batería saben que su incidencia va a ser restringida a los fans digamos "tradicionalistas", pero poco más. Y algo parecido sucederá con los grupos de los 80 que usen teclados exclusivamente, claro.
EliminarSaludos y gracias mil.
El Closer lo he descubierto recientemente gracias a Jose y su viaje a Girona. Una obra maestra. El Unknown pleasures, aunque he visto la portada infinidad de veces en muchas camisetas siempre lo tengo etiquetado como pendiente. Algun dia le pondré remedio al asunto.
ResponderEliminarQue gran frase de Javier de Gregorio cuando dice que "Fue como pasar del sudor caliente de Pistols, Buzzocks y los primeros Damned, al sudor frío de Bauhaus y Joy Division.", cuanta razón tiene.
Buen artículo Rick, hasta la semana que viene, espero que las vacaciones te hayan sentado de maravilla je je...
Saludos
Pues si te ha gustado "Closer" no dudes que "Unknown pleasures" te gustará también: digamos que el segundo es la evolución del primero, pero el estilo es muy parecido.
EliminarLas vacaciones no lo han sido tanto, aún sigo un poco apurado, pero en fin: sarna con gusto no pica. A versi en uno o dos días consigo meter la nueva entrada, que ando a toda leche.
Gracias. Y más saludos...
Pues a mí me dejan frío, estas letras tan enfermizas no son de mi gusto. Les reconozco el toque de usar la electrónica y lo que epataba Curtis, pero paso del ambiente de cementerio que emanan.
ResponderEliminarYa digo que no es una banda para todos los gustos, pero una o dos canciones de vez en cuando podrían hacerte cambiar un poco de perspectiva. Por las letras no te preocupes; ya sabes que en este local son siempre lo de menos.
EliminarHola Rick:
ResponderEliminarPues me faltan elogios para estos discos. Si bien Closer es su obra maestra, el Unknown Pleasures casi se le acerca.
Felicito también a Javier por la frase de los sudores, creo que lo define muy bien.
De todas formas, es comprensible que a muchos les deje "frios", es verdad que parece que les falte un poco de sangre, pero lo que es innegable es que consiguen unos ambientes que antes nadie había conseguido.
Bueno esto parece que se pone interesante, a ver que sorpresa nos deparas. No se si apostar por Cure o por Bauhaus, aunque al final me decido por los siguientes.
Tendríamos que instaurar una porra entre los seguidores, para ver quien paga las consumiciones.
Saludos
Jose
Eso mismo pienso yo, que son dos discos de categoría parecida. Digamos que "Closer" es mas refinado y "Unknown pleasures" es un materíal más en bruto, pero el espíritu es el mismo.
EliminarNo tires el dinero con Cure o Bauhaus: aún no hemos salido de Manchester. Por otra parte tengo que reconocer que no siento mucho cariño por ninguno de esos dos grupos (y su discografía antes de 1980 es muy reducida), pero saldrán aquí... más adelante.
Saludos mil ..
Unos abren la puerta a cabezazos por decirlo así y otros son los que aprovechan el espacio que han roto los otros para construir algo nuevo. El arte, cualquier arte, cuando se pretende innovador se mueve en esos dos parámetros. El sacrificio de Ian Curtis, su enfermedad y dolor sirvió para que otros construyesen su propio arte. Nada nuevo en el pop.
ResponderEliminarY lo que cuenta al final es si esos que dan el cabezazo dejan huella o no. En en caso de estos muchachos, está claro que sí.
EliminarCreo recordar que comenté que conecté tarde con Joy Division. Me convenció Closer. Ahora estoy con "Unknown pleasures", animado por tus elogios. No recordaba gran cosa, y merece la pena darle un buen repaso. No para oírlos en un chiringuito en la playa, pero hay otros momentos para esta música. No habrá que presentar un TFM al final de año ¿no?
ResponderEliminarSaludossssssssss
Pues espero que también "Unknown pleasures" te convenza, porque sin llegar a la altura del otro tiene también su categoría.
ResponderEliminar¿Un TFM? He tenido que ir a mirar qué era eso, pero no te preocupes: aquí basta con aistir a clases.
Saludos mil..
Joy Division: "Hasta el infinito y más allá"
ResponderEliminar1saludo
Bueno, lo del "más allá" no lo tengo tan claro, pero en fin...
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