Hoy nos despedimos del colectivo Lacochu recordando a Cucharada, que junto con la Romántica Banda Local son las dos "entidades" en las que mejor se reconoce el espíritu de aquel "laboratorio" y que además participaban en su funcionamiento. Siguiendo fielmente algunos de sus postulados se puede considerar a Cucharada como una especie de agrupación abierta por la que pasaron unos cuantos músicos, aunque hay una base que se mantuvo unida durante gran parte de su existencia: el personaje central es el cantante y bajista José Manuel Tena (Manolo Tena a partir de ahora), junto al solista Antonio "El Zurdo" Molina (nada que ver con el otro Zurdo), el rítmica Jesús Vidal y el batería cantante José Manuel Díez. La puesta en escena recuerda en parte a La Romántica Banda Local, porque también ellos se disfrazan y convierten sus actuaciones en una especie de "happenings" imprevisibles. Tena, que para entonces ha pasado ya por unos cuantos empleos, es tan aficionado a la poesía como a la música; había comenzado su carrera en orquestas de baile y de ahí pasó a un pequeño grupo llamado Spoonful Blues Band, cuyo nombre lo dice todo (es la inspiración para llegar a la españolísima cucharada). Luego tiene la fortuna de participar como bajista en "Babel", aquel disco de Aute en el que la sátira y el sarcasmo lo acercan al estilo de un Moncho Alpuente, y por fin crea su nuevo grupo junto a estos nuevos colegas que, como él, tienen influencias muy variadas, tanto en lo musical como en la puesta en escena: desde Zappa hasta el glam pasando por el teatro vanguardista y las enseñanzas de Lindsay Kemp hay mucho campo para experimentar.
Gracias a la red de locales que ha ido atrayendo Lacochu para su causa, muchos de ellos simples bares o pubs que recuerdan a la estrategia británica, comienzan a hacerse conocidos en Madrid. Finalmente Zafiro se fija en ellos y los asigna a Chapa; lo cual tiene su lógica, puesto que en origen su estilo está próximo al rock urbano. Y siguiendo esa lógica su primer productor es Vicente Romero, con el que graban dos canciones que constituyen su primer single, en verano del 78, y además forman parte del segundo volumen de "Viva el rollo": "Social peligrosidad" y "Libertad para mirar escaparates". Ambas se convierten en clásicas desde el primer día, tanto por las letras de "amargura social" como por ese ritmo que refuerza el mensaje; sin embargo ya ven ustedes que su aspecto se aleja un poco del estándar que se le presupone a unos rudos rockeros de barriada. Hay una definición de Jesús Ordovás que los retrata muy bien: Cucharada tenían el toque glam de Burning, la provocación del punk, la energía de Leño y el gusto por el teatro de Las Madres del Cordero. O sea, que hasta cierto punto también estos podrían considerarse como tercera vía... o algo así.
A mediados de 1979 se presenta su disco grande, titulado "El limpiabotas que quería ser torero" y producido por Teddy Bautista, cuya labor por esta vez es bastante digna. El material refleja muy bien la naturaleza caótica del grupo, ya que comienzan con un "Desconcierto flamenco" dirigido por Vidal en la onda del rock andaluz para seguir luego con "Tan reprimido", un rock más o menos "académico", y luego una composición a medias con Moncho Alpuente titulada "Made in USA", que recuerda aquel cruce entre blues rock y vodevil tan de su estilo. Volvemos al mundo de lo imprevisible con "Canción para pedir limosna", otra pieza de Vidal con sonido ambiente callejero, las voces de vendedores ambulantes y el paso de algunos coches enmarcando un juego entre guitarra acústica y eléctrica con el leve acompañamiento de una percusión; el conjunto es de tono dramático, de artística tristeza, muy real. Quizá su momento cumbre sea la pareja "Abarca y devora/Compre (Pase ¡no molesta!)", compuesta por los cuatro y que en lo musical une dos ritmos de rock clásico muy bien llevados, con una guitarra de sobresaliente y cuya letra se extiende a lo largo de ambas: el título lo dice todo. A continuación viene "No soy formal", una pieza corta escrita por Hilario Camacho, de tono burlón tanto en letra como en música. Y el cierre es para "Social peligrosidad", regrabada para la ocasión y con un sonido más vigoroso. La suma de unas y otras da como resultado un disco magnífico a pesar de esa sensación de desmadre que ya comenzaba en la portada interior, con la enumeración de los músicos: Tena era Lolilla Cardo, Molina figuraba como "Troucho López Manolenta", y así sucesivamente. Las ventas fueron bastante decentes a pesar del claro boicot que sufrieron por parte de las dos cadenas más potentes, la SER y la COPE: esas letras de denuncia, ese ataque al Sistema, esas referencias al lumpen, la pobreza, el desdén del poderoso... Así no llegaréis a nada, muchachos.
Como consecuencia de las zancadillas radiofónicas, Cucharada fue otro de esos grupos de los que todo el mundo hablaba en la capital pero solo se podían escuchar en las emisoras alternativas como Onda Dos, así que fuera de Madrid eran casi un nombre para iniciados. Y Chapa redondea el desastre en 1980 obligándolos, como había hecho con casi todos los grupos de rock urbano, a "hacerse modernos": no hay más que ver la portada de su último single en comparación con el primero. El single en cuestión iba a ser la avanzadilla de su segundo Lp, del cual nunca más se supo. Jesús Vidal se ha marchado, y Teddy Bautista no puede resistirse a su irrefrenable obsesión por meter maquinillos aunque al menos en la cara A se refrena un poco: "Quiero bailar rock'n'roll", el tema estrella, tiene un pase aunque ha perdido la fuerza y la densidad que tenía el grupo antes (y la letra, irónica, fue mal entendida por algunos popes radiofónicos, que ya se la tenían jurada de antes). La cara B, titulada "La cajita de música", es una piececilla con ramalazos de reggae pop electrónico, muy de la época. Los fans quedaron decepcionados, y ese fue el fin del grupo. Para entonces Julián Ruiz, uno de los personajes con mando en la SER, ya había dado con una buena alternativa a la locura inicial de Cucharada: eran vascos, se llamaban Orquesta Mondragón, tenían dinero para equipo y espectáculo y además sus letras, aunque irreverentes y un poco desquiciadas, no trataban temas sociales incómodos. Ruiz les conseguirá un contrato con EMI, será su productor y tendrán una larga carrera.
Años después Tena alcanzó el reconocimiento en Alarma! junto a Díez, al mismo tiempo que se afirmaba como un reputado compositor entre cuyos clientes se encuentran Sabina, Leño o Luz Casal, por citar solo tres. Molina, que ya antes de la disolución del grupo había colaborado con Aute o Hilario Camacho, lo hará luego con Antonio Flores, Sabina y especialmente Ramoncín, entre otros. Esto significa que Cucharada fue el arranque de una brillante carrera profesional al menos para ellos tres, y ya en sus primeros tiempos habían merecido otra suerte. Pero tal vez, como decía Tena, "éramos demasiado heavies para los modernos y demasiado modernos para los heavies". En cualquier caso, aquel disco solitario ha quedado como uno de los más interesantes del final de la década.