lunes, 18 de noviembre de 2024

1966 (X)

“Eran las once de la mañana y empezamos a darle vueltas a unos riffs. No llevábamos allí más de media hora y surgió la idea. Steve había estado cantando 'Give some lovin' y gritando cualquier cosa. Lo encajamos todo y a eso de las doce ya teníamos la canción completa” 
Muff Winwood

Tras unos comienzos bastante dudosos, Spencer Davis Group llegan a 1966 en una situación relativamente tranquila. No tienen la personalidad ni la altura compositiva de otras bandas contemporáneas, pero la portentosa voz de Steve Winwood consigue atraer a un buen puñado de seguidores. Winwood siente una gran admiración por personajes como Ray Charles, con quien se le llega a comparar, lo que hace que su música se incline esencialmente hacia el R&B trufado con soul. Y es él, a pesar de su juventud -su adolescencia todavía- quien ya marca las directrices aunque Spencer Davis sea el creador del grupo. Hay que tener en cuenta que Davis, que está más cerca de los treinta años que de los veinte, era un aficionado al rock and roll y el skiffle, y cuando comenzó en esto no pensaba en ir más allá que unas cuantas actuaciones en pequeños locales para matar el gusanillo musical; no había considerado que esta fuese a ser su profesión definitiva. Es Winwood, una verdadera fuerza de la Naturaleza, quien tira del carro en este grupo. Y tal vez embrujado por su voz y su actitud, Chris Blackwell, el dueño de la divina Island Records, les echa una mano recurriendo a Jackie Edwards, un músico reggae del sello: los SDG salieron del marasmo a finales de 1965 con “Keep on running”, una pieza suya, que significó su primer número uno.

Aprovechando el rebufo, Blackwell les publica su segundo Lp a principios de 1966 con el nada original titulo de “The second album”. Lo hace de nuevo a través de Fontana, ya que Island no tiene aún la estructura suficiente para editar como sello autónomo, e incluye las dos canciones de su último single del 65 más “Keep on running” como gancho. Solamente hay una pieza propia, “Hey darling”, hecha medias entre Winwood y Davis, muy cercana a la balada blues. Confiado en las similitudes que ven sus fans entre la voz y el estilo de Ray Charles con Winwood, este se atreve con “Georgia on my mind” ajustándose bastante a la interpretaciòn que había hecho Charles, incluyendo una magnífica ejecuciòn al piano, y le sale bastante bien. Ya la apertura es de categoría, mejorando el “Look away” que había hecho Garnett Mims y remarcando incluso ese tono cercano al góspel que tiene el estribillo (la voz de Winwood ahí es excelsa); en otras del tipo “Please do something” de Don Covay o “You must believe” de Curtis Mayfield parece llevarlas a un cruce entre soul y pop. Surge por medio “I washed my hands in muddy water”, una clásica del country; lógicamente por sugerencia de Davis, que es quien la canta. También él canta “Since I met you baby”, otra clásica en la que hay trazas de R&B, country e incluso folk. Por último el cierre con “Watch your step” es magnífico: ya se había convertido en una pieza recurrente en el pop británico (Manfred Mann también la tiene), y aquí vuelve a lucir una vitalidad tremenda. El disco alcanza el top 3 con todo merecimiento, aunque ya por entonces los SDG son de los que están bajo sospecha por su escaso repertorio propio. Ah, y con el dinero que le corresponde, nuestro amigo Steve puede por fin abandonar el órgano Hammond de alquiler y comprarse uno nuevo.


En este momento, todo es felicidad. Blackwell recurre de nuevo al repertorio de Jackie Edwards, y para inaugurar la primavera los SDG presentan un nuevo single en el que la cara A es otra composición suya: “Somebody help me”. Tiene un estilo parecido, y llegará también al número uno de las listas (será la segunda y última vez que lo consigan, por otra parte). En cuando a la cara B, obra de todo el grupo, se titula “Stevie’s blues” y como su nombre indica es un blues, al estilo Chicago, en el que Winwood tiene un marcado protagonismo; no ya por su voz sobrenatural, que le va como un guante a la canción, sino también porque aquí nos demuestra que ha llegado a ser también un guitarrista excepcional, sin nada que envidiar a un Clapton, por ejemplo. Será una humilde cara B, pero es una gran pieza de british blues que seguramente puede haber servido de inspiración a un, digamos, Peter Green para lo que luego harán los primeros Fleetwood Mac.



A finales del verano llega el tercer disco grande, que de nuevo muestra poca inventiva en lo referente a buscar títulos: “Autumn ‘66”. Las piezas propias, como siempre, son muy escasas: “High time baby”, escrita colectivamente en tono pop soul, es pasable; la instrumental “On the green light” es de Winwood y se le nota la influencia de “Green onions” hasta por el “color”; finalmente, “When I come home” es obra de Jackie Edwards y Winwood. No tiene la fuerza de sus singles anteriores (se lanzó como tal en ese momento), pero es agradable. De Edwards se incluye también “Somebody help me”, el más reciente éxito en single, y las demás son versiones. Hay una reinterpretación que hace Davis de la tradicional “The Midnight Special”, que como era de esperar él lleva hacia el country; a cambio nos sorprende cantando “Neighbor, neighbor”, en tono de blues soul con la ayuda de Winwood a la guitarra, pero sorprende aún más en “Dust my blues”. Para redondear la extrañeza da la sensación de que parece querer acercarse al tono vocal de Winwood, pero en conjunto la cosa sale bastante bien. Otra cosa es el propio Winwood, que por momentos parece estar ya un poco cansado del material de este tipo: sus versiones de “When a man loves a woman” o “Take this hurt off me”, por citar solo dos, me suenan muy planas. De todos modos los fans siguen apoyando al grupo, y las ventas casi igualan a las del disco anterior.


En esas fechas se estrena una película musical titulada “The ghost goes gear”, en la que participan los SDG como actores junto a varios personajes famosos del cine y la televisión británicos. Como sucede con demasiada frecuencia en las películas hechas para lucimiento de un gupo “moderno”, tanto el guión como la dirección son de un infantilismo rayano en la estupidez, y Winwood, que desde el principio se opuso a semejante despropósito, se siente cada vez más incómodo en el grupo. Sin embargo, es justo entonces cuando da la campanada: en otoño llega a las tiendas el single que contiene la legendaria “Gimme some lovin”, obra suya, en la cara A. Esa canción marca claramente su mayoría de edad y, aunque en términos puramente estadísticos no llegó al número uno (se quedó en el dos), es la más recordada en toda la carrera de los SDG. Según cuentan los hermanos Winwood la gestación de esta pieza fue aparentemente muy sencilla, casi accidental, pero hay un precedente muy claro que Steve tenía que conocer porque si no la cosa parece casi inexplicable: unas semanas antes se había publicado “A lot of love”, el debut de Homer Banks en la Isla, y los parecidos son numerosos empezando incluso por el título. Pero al margen de esa “extraña coincidencia”, no se puede negar que estamos ante una de las obras cumbres del r&b isleño, y que aún hoy sigue sin perder su tremendo embrujo. En Estados Unidos se publicó una versión alternativa, con coros, que le quita fuerza pero desgraciadamente es la que ha perdurado para la mayoría de las reediciones, así que por si acaso pondré aquí las dos… tras la del señor Banks. En la cara B de aquel single estaba la instrumental “Blues in F”, también de Winwood. Es un ejercicio de jazz/blues basado en el órgano, muy británico, muy de la época.




La situación comienza a hacerse insostenible. Winwood comprende que Davis no va a moverse de sus planteamientos más o menos tradicionales, mientras que él desea experimentar con la psicodelia, el folk rock o el blues más actual. Eso significa también abandonar la política de versiones y dedicarse a crear un repertorio propio, algo para lo que Davis no se siente capaz. En consecuencia Winwood anunciará su marcha en la primavera del 67 con una última luminaria: el single que contiene “I’m a man” en la cara A y “I can’t get enough of it” en la B. Ambas están escritas por Winwood con la colaboración de Jimmy Miller, el productor del grupo; es otro de esos americanos que ha llegado a la Isla para quedarse, y que con el tiempo será una de las mayores personalidades de la producción musical isleña en los años 60/70. En cuanto a “I’m a man”, es una evolución casi lógica sobre el éxito anterior: Winwood vuelve a dar muestras de su categoría llevando el r&b a una fusión con el rock casi progresivo que sirvió de ejemplo para muchos músicos (la versión que hicieron Chicago demuestra el tremendo potencial que tiene). Y ahí ya se nota que va por delante no solo de su grupo, sino también de la masa de fans: un top 10 y gracias. La cara B es más convencional, dentro del estilo que aún mantenía el grupo por entonces, pero también tiene su mérito.


Y aquí termina la visita, que no la carrera, de Spencer Davis Group. En 1967 Steve Winwood, junto a otros, crea la deidad conocida como Traffic; mientras, su hermano Muff abandona también a Davis para dedicarse a la producción musical (entre otros descubrimientos, Dire Straits fueron cosa suya). En cuanto a Davis y su grupo, como era de esperar, pasan a ser un nombre de segunda fila que sin embargo seguirá en el negocio durante unos años. Y por lo tanto, cuando corresponda, la deidad conocida como Traffic acabará por aparecerse en este bar a los creyentes. Pero aún falta un tiempo. Paciencia.

lunes, 11 de noviembre de 2024

1966 (IX)

"El blues se convirtió en mi religión. Me hizo tomar conciencia de la fuerza del espíritu humano. Además nos fascinaba la sensación exótica y erótica que se podía conseguir con tres acordes. A veces me preguntaban “¿Por qué cantas con acento americano? Cuando hablas se te nota el acento británico”. Y yo decía que es como la ópera italiana: es mejor si se canta en italiano". 
Eric Burdon

Los Animals terminan 1965 liberados de su contrato con el productor Mickie Most y el sello Columbia. Hasta ese momento, su producción discográfica es una amalgama de material r&b junto a piezas pop que Most solía obtener del Brill Building y con las que el grupo, pero especialmente Burdon, no estaba muy conforme. De todos modos las ventas son bastante aceptables, tanto en la Isla y Europa como en Estados Unidos: al igual que los Stones, Yardbirds y en general todos aquellos cuya carrera siga anclada en los estilos afroamericanos, siempre tendrán allí un público más fiel que a este lado del océano. Justo por entonces el gancho y el estilo de la privilegiada voz de Burdon, bautizado por la prensa como “el blanco de la voz negra”, llama la atención del mismísimo Tom Wilson (cuyo listado de clientes impresiona ya por entonces). A través de él, que será su nuevo productor, logran un contrato con el sello MGM para el mercado estadounidense, con autonomía con respecto a las publicaciones del sello británico, que será Decca. Esto origina una discografía en Lps un tanto enrevesada, pero no mucho más que la de, por ejemplo, los propios Yardbirds e incluso los Beatles de los primeros años. 

Wilson comienza su trabajo con ellos a principios de enero, y al cabo de un mes se publica un single con “Inside-looking out” en la cara A. Está basada en un viejo cántico negro de prisión que fue recopilado por los legendarios folcloristas John y Alan Lomax (padre e hijo), sobre el que trabajan Burdon y Chandler convirtiéndolo en, como dice Cash Box, “una súplica lasciva y palpitante, empapada de blues, en la que un tipo suplica a su ex novia que vuelva con él". Lascivo y palpitante, ese es el tono de Burdon en esta canción como en muchas otras: cuando se pone así de “racial”, deja a Jagger (y a quien sea) muy atrás. Por otra parte el poderío instrumental del grupo es enorme, y se complementan muy bien. La cara B se titula “Outcast”, y es una nueva demostración del conocimiento y el dominio que tienen sobre el repertorio negro y la manera de elevarlo (a pesar de que Rowberry como teclista no llega a la altura de su antecesor Price). Es una pieza soul del 64 compuesta e interpretada por Eddie y Ernie Johnston, un dúo poco conocido salvo por alguna canción suelta de las que ya comenzaban a cimentar el repertorio de la futura ensoñación Northern soul; aquí los Animals, bajo la dirección de Wilson, le dan una profundidad y un eco que la hacen casi épica. El single rozó el top 10 en la Isla, mientras en los States (donde no pasó del 30) se publicó con una cara B distinta: “You’re on my mind”, escrita por Burdon y arreglada entre Rowberry y Wilson. Es una balada blanca más o menos convencional, pero muy agradable.




Poco después se marcha el batería John Steel cansado de tantas giras y le sustituye Barry Jenkinks, que viene de los Nashville Teens. En mayo se publica “Animalisms”, tercer y último Lp británico; la mayoría de las piezas son versiones, aunque no por imposición del sello sino por voluntad de Burdon, que sigue considerándose antes un intérprete que un escritor de música. Bueno, se podría argumentar que esa es una excusa para justificar la escasa creatividad propia, pero también es cierto que la estrategia de los cantantes clásicos es precisamente esa, la de dar un nuevo carácter a las piezas de otros o recurrir a compositores ajenos. Una buena demostración es “One monkey don’t stop no show”, que en la voz de su creador Joe Tex era un soul cercano al góspel, y que Burdon hace más rugosa mientras el grupo adensa su sonido. Con “Maudie”, de Hooker, se da una nueva prueba de cómo la manera británica de tratar el blues ha creado casi un nuevo estilo, perfectamente reconocible. Otra cosa es “Sweet little sixteen”, a la que no veo mucha mejora sobre la original de Berry; no creo que el rock and roll tradicional sea uno de los puntos fuertes de los Animals. En cambio su trabajo sobre el “Gin house blues” que había popularizado Bessie Smith con el título inicial de “Me and my gin” es una verdadera recreación; lo mismo pasa con “I put a spell on you”, y en general las piezas más densas y profundas del repertorio negro. En conjunto hay que reconocer que lo más flojo del disco son precisamente las composiciones de Burdon y Rowberry, pero solo son dos (La “tercera” se titula “Clapping” y es de Rowberry. Es una especie de broma de un minuto y pico en la que lo único que escuchamos es precisamente eso, unas palmas). “Animalisms” llegó al puesto 4 de las listas, y yo creo que con todo merecimiento, a pesar de que por entonces ya comenzaban a estar mal vistos los discos sin una mayoría de piezas originales.


Casi al mismo tiempo se lanza un nuevo single, cuya cara A sorprende un poco: se trata de “Don’t bring me down”, escrita por Carole King y su marido Gerald Goffin, es decir, la pareja más clásica del Brill Bulding por entonces. Y teniendo en cuenta que ese tipo de compositores, tan querido por Mickie Most, había sido una de las causas de la ruptura del grupo con él, no se entiende esta elección. Sin embargo hay que reconocer que les sienta como un guante: entre la exhibición de Burdon, el magnífico sonido de conjunto y, claramente, la producción de Wilson, estamos ante una de las piezas más recordadas de su repertorio, una especie de balada que sin embargo posee una tremenda potencia soul/rock, ayudada por ese fuzz de ambiente psicodélico. La cara B, titulada “Cheating”, obra de Burdon y Chandler, es otra exhibición de soul al más puro estilo de los años 60, con palmas y todo; podría añadirse sin desdoro alguno al repertorio soñado del Northern soul como una de las muy escasas aportaciones genuinamente británicas. El single llegó al top 10.


Pero las cosas no iban bien, ni en lo personal ni en lo económico. El descubrimiento de que Mike Jeffery, su manager, lleva las cuentas a su aire, coincide con un momento en el que hay dos “facciones”: Burdon, Valentine y Jenkins, de mentalidad cercana a lo hippie, comienzan a pasarse con el ácido, mientras Chandler y Rowberry, más serios, ven la perspectiva con preocupación. Además Burdon desea llevar una carrera completamente dirigida por él, con lo cual poco después ocurre lo inevitable: a finales de verano los Animals se separan, aunque no hacen oficial todavía el hecho. La discografía estadounidense se aparta aquí de toda lógica, ya que se publican en ese momento y al mismo tiempo un Lp titulado “Animalization”, que más o menos coincide con el “Animalisms” británico, y un single a nombre de “Eric Burdon and The Animals” sin que haya habido aún el pertinente comunicado informando de la situación. La cara A trae la clásica “See see rider” en una versión contundente, muy rockera, magnífica, mientras en la cara B viene “She’ll return it”, compuesta por los cinco Animals todavía oficiales; es un R&B hecho al estilo ya tradicional británico, muy agradable. Dos meses después, en octubre, se informa en la Isla de que hay un nuevo grupo llamado “Eric Burdon & The Animals”, donde junto a Burdon solo queda Jenkins de la formación original. Entran John Weider, un virtuoso guitarrista, bajo y violín que fue uno de los sustitutos de Clapton en la banda de Mayall; Vic Briggs, que con veintiun años tiene ya una veteranía importante, será el solista; el bajo queda a cargo de Danny McCulloch, otro todoterreno. Es entonces cuando se publica el primer single británico de la nueva banda, con "See see rider" en la cara B y “Help me girl” en la A; es una pieza de estilo baladista compuesta por dos profesionales estadounidenses, en la que solo participan Burdon y Jenkins junto a una orquesta. Formará parte de su primer Lp, que solo se va a publicar en Estados Unidos ya en el próximo año.




En noviembre surge una nueva sorpresa con “Animalism”, un disco que contiene doce canciones grabadas en distintos momentos de este año por los Animals originales, y que formará parte de la discografía exclusivamente americana del grupo. Quizá lo más valioso sea la apertura, por tratarse de una pieza escrita por el mismísimo Fank Zappa, que por entonces compartía con los Animals al productor Tom Wilson y al sello MGM (ya que Verve era una subsidiaria). Se trata de un blues rock titulado “All night long”, en el que además toca una de las guitarras; también colabora con el bajo en la versión de “The other side of this life”. Salvo esa, todas las demás piezas son versiones, unas mejores que otras: la densidad y el sentimiento de “Rock me baby” o “Hit the road, Jack” contrastan con una mayor levedad en “Shake” o “Lucille” (insisto en que el rock and roll tradicional no es el fuerte de esta banda). De todos modos la suma de unas y otras da como resultado un disco bastante decente, aunque tal vez sin mucha coherencia. Salvo el detalle de la pieza de Zappa está claro que esto es una colección de piezas sobrantes, ya que de lo contrario habrían sido publicadas en su momento; ignoro si esa fue la razón por la que no llegó a la Isla, y tampoco tengo muy claro qué hubiera pasado de haberlo hecho. En Estados Unidos anduvo rondando el top 30, lo cual es un buen resultado teniendo en cuenta las circunstancias, y de todos modos llegaron bastantes copias vía importación.


Solo queda por recordar que durante la última gira de los Animals en Estados Unidos, en julio, Chandler descubre en el Café Wha? a un joven guitarrista que se hace llamar Jimmy James. Chandler, que ya había decidido dejar el grupo para dedicarse a labores de producción y management, no lo duda: ese será su primer fichaje, y pronto lo veremos en el bar. Por su parte, Hilton Valentine seguirá una discreta carrera, generalmente en solitario. Y como es lógico, de Burdon volveremos a hablar el año que viene: tiene por delante mucho camino.


martes, 5 de noviembre de 2024

1966 (VIII)

“Intentábamos meter diferencias. Fuimos evolucionando: de saber tres acordes, de repente eres capaz de tocar seis, y luego diez. Pero siempre vivíamos justo al borde del alambre. Siempre estábamos más allá de nuestras capacidades reales. Y la cagábamos a veces, pero seguíamos dándole caña”. 
Phil May 

En los primeros años de su carrera, a los Things llegaron a llamarles “los parientes pobres de los Stones”. Lo cual no está muy claro si denota desconocimiento o mala leche, pero en cualquier caso es rotundamente falso. Si solo se trata de una consideración musical, la época R&B de ambos grupos puede resultar parecida, salvo por la gran vitalidad y frescura de May y sus colegas frente a los arreglos más estudiados y convencionales de los Stones, siempre buscando la aceptación del público mayoritario. No digamos ya en cuanto a la actitud supuestamente combativa y “asocial” de los Stones, más teatral que otra cosa, frente al excesivo descontrol de los Things. Repito, excesivo. No estoy diciendo que me parezca loable, pero desde luego nunca pretendieron dar una imagen “conveniente”. Honradez, se llama a eso: por momentos llegaban a la pura autodestrucción, pero siempre eran ellos. Es la diferencia entre postureo y desfase, y luego cada cual que elija. Como es lógico, la prensa más convencional lo tuvo claro desde el principio y supo adoctrinar a sus temerosos lectores, advirtiéndoles contra esa horda de salvajes, siempre al borde del desastre (lo cual más de una vez pasó también con los Kinks o los Who, pero nunca con los Stones). Llegó un momento en el que pareció que la música era lo de menos, y eso hizo que las ventas de sus discos se resintiesen: el magnífico Lp “Get the picture”, seguido del single “Midnight to six man” son dos luminarias que cierran con honores el año 65, pero ni uno ni otro llegaron al top 40. Sin embargo siempre hubo una pequeña masa de aficionados que mantuvo su leyenda, y hoy en día son otra de esas “bandas de culto” ya intemporales. Lo cual es un pobre consuelo, pero en fin: así se escribe la historia. 

Para los Things el nexo de unión entre los años 65 y 66 es aquella pequeña “película” que iba a servir de cobertura al lanzamiento del Lp y más concretamente del single, ya que ambas canciones aparecen en él. Esa especie de documental llegó a ser visto en enero a través de la BBC 2 y poco más: a partir de ahí durmió el sueño de los justos hasta no hace mucho tiempo, cuando comenzaron a rescatarse algunas joyas perdidas. Hay copias en Youtube bastante buenas, pero creo que esta tiene un poquito más de limpieza de imagen y mejor sonido. En cualquier caso recuerden que esto no es como los “vídeos” de los Beatles: aquí el soporte no es cinta cinematográfica sino magnética, televisiva. Y a principios de la primavera llega su nuevo single, de nuevo producido por Glyn Johns, que ya para entonces es una de las figuras más prometedoras del negocio: “Come see me / LSD”. La cara A es obra de tres compositores estadounidenses muy en la onda soul/Motown; yo creo que le debe algo a “Whatcha gonna do about it”, el debut de Small Faces, que ya a su vez se lo debía a Solomon Burke y su “Everybody needs somebody to love”. Así que los Things tal vez se están reconvirtiendo, y el resultado es contundente; de hecho, tomando como referencia esas dos piezas anteriores, no cabe duda de que la suya tiene más densidad, más poderío. En cuanto a la cara B, escrita por May y Taylor, el título original no era teóricamente lo que parece: esa “L” era el anagrama de la libra esterlina, mientras que “S” iba por “shillings” (los desaparecidos chelines) y supuestamente habría una “P” por los peniques, aunque la letra hace referencia explícita a la droga de moda. Pero lo que cuenta es la música, y estamos ante otra demostración de que los Things no trabajan las florituras: esta viene siendo la versión “garajera” sobre un asunto en el que otras bandas tratan de ponerse sublimes, literarias, visionarias… No, los Things solo quieren colocarse. Sin pretensiones.


En verano nos sorprenden presentando en la cara A de su nuevo single una versión de los Kinks: “A house in the country”, sobre la que no hacen grandes cambios salvo quizá darle un “toque de calor”, que por momentos nos hace recordar el soul pop que tiene tantos seguidores entre los mods (y no solo entre ellos). En la B tenemos “Me needing you”, de nuevo obra de May y Taylor. Es una pieza casi de tiempo medio en la que vuelve a notarse un aroma que nos confirma que los Things están abandonando -como todos los demás grupos contemporáneos, por otra parte- su origen R&B y que, al menos de momento, su referencia más reconocible será esa transición hacia un soul con tonos pop que ya muestran en la versión de los Kinks. No es una mala elección, aunque está por ver que esa tendencia tenga mucho futuro en un mercado que a corto plazo está orientándose hacia la psicodelia y el blues. De hecho, una vez más -aunque esto no sea ninguna noticia, en su caso- el disco no pasa del top 50. Está visto que los Things no son un grupo de multitudes.


Las relaciones del grupo con Fontana se hacen cada vez más tirantes, ya que las ventas no van bien y el sello intenta que den un giro que comienza asignándoles a Steve Rowland como nuevo productor. La trayectoria de Rowland era inusual: se trata de un estadounidense que hasta poco antes había trabajado como actor en series y películas, hasta que a mediados de la década deja la profesión y decide probar suerte en la industria musical. Su especialidad es el pop convencional, y ya habia conseguido algunos top 10 cuando los Things caen en sus manos. El resultado llega a finales de año, con un single cuya cara A es “Progress”, una pieza escrita por dos compositores amigos de Rowland; y sí, podría encuadrarse dentro del soul pop, pero bastante más pachanguero de lo que sería esperable en los Things. La cara B se titula “Buzz the jerk”, es de May y Taylor como casi todas las caras B, y se nota: mil veces mejor que la A, de nuevo suena a los Things más “académicos”, con esa mezcla entre garaje y soul/R&B que los ha hecho inconfundibles. El invento de Fontana y Rowland no funciona, porque de nuevo quedan dando vueltas sobre el top 50. Y esta vez tiene su lógica: es de suponer que muchos de sus fans de siempre se sintieron traicionados por una cara A tan anodina.


Antes de terminar el año se marcha Brian Pendleton, una persona más seria de lo que parecía. Estaba harto de vivir en la carretera continuamente, sin poder ver a su familia (ya llevaba casado dos años) y sabiendo que económicamente la cosa no funcionaba. Finalmente, poco antes de una actuación tuvo una crisis, llamó por teléfono y dijo que no iría. Le sustituye Billy Harrison, que viene del remolino artístico/legal que hubo en Them tras la marcha de Van Morrison. Y de momento la cosa termina aquí; también en el caso de los Things el futuro está un tanto oscuro, pero mientras hay vida hay esperanza.