jueves, 22 de noviembre de 2012
1970 (VII)
Hoy echaremos un vistazo a los cuatro grupos rockeros más importantes surgidos en 1969. Dos de ellos provienen del blues (Led Zeppelin y Taste), aunque como dije el otro día hay más ingredientes en su mezcla. Y los otros dos (Mott The Hoople y Humble Pie) son más directos: pertenecen a ese entrañable sector de las respetables bandas segundonas, cuya base es el rock and roll aliñado con tonos boogie. En cualquier caso e independientemente de su éxito en las listas de ventas, su medio natural es el directo.
Led Zeppelin, instalados ya en la gloria cósmica, nos presentan su tercer disco en Otoño de 1970. Y si los Stones se acaban de proclamar a sí mismos “La más grande banda de rock and roll del mundo”, estos pasan a ser simplemente “la más grande”, así, en general. Bueno, pues ya tienen tema de discusión los fans de ambos grupos por los siglos de los siglos. Lo que sí es cierto es que, en una competición de excesos, tal vez ganen los zepelines: avión privado con sus preceptivas cajas de champán y demás aditamentos, plantas enteras de hoteles alquiladas para su esparcimiento, legiones de groupies… no sé, pero creo que le están poniendo el listón muy alto a Jagger y sus socios. En fin, nosotros a lo nuestro: da la impresión de que tras dos discos muy fuertes ahora entramos en una fase un tanto introspectiva. El sistema de marketing ideado por Grant funciona a plena satisfacción, con números 1 en medio mundo; la idea de “numerar” los discos, sin títulos, para envolverlos en un aura de misterio reforzado por esas extrañas aficiones esotéricas de Page, todo va como la seda. Y ahora los muchachos parecen necesitar un respiro tanto físico como espiritual, así que se retiran a una casita de campo en el País de Gales y se ponen a escribir nuevas canciones.
Ese apacible ambiente les influye, está claro: tanto este disco como parte del siguiente procede de esa época, y se nota el aire bucólico en piezas como ”Tangerine”, “Friends”, “That’s the way”(a pesar de sus posteriores arreglos de estudio) o la que dedican a Bron-Yr-Aur, el lugar donde se hallaba su casita de campo. Hay algún blues estupendo, como “Since I’ve been loving you” o ese curioso y tradicionalista homenaje a Roy Harper, una de las grandes personalidades del folk isleño. Y por supuesto tienen dos o tres piezas marchosas, entre las cuales destaca sin oposición la que abre el disco: “Immigrant song”, una verdadera plaga en las radios de todo el mundo por mucho tiempo. En conjunto se trata de un disco bastante equilibrado, aunque los fans cañeros se cabrearon un poco. Y la prensa, en gran número, también: ya dije, en el caso de los Tull, que hay mucho integrista suelto, que en algunos clubs si entras luego no te dejan salir, y los zepelines se han atrevido a ir a su bola. Como consecuencia las ventas serán menores; aunque sin bajar del primer puesto, ya que la política de no publicar singles en la Isla obliga al personal a comprar el LP aunque solo sea por la Canción del Inmigrante (justo por haberse saltado esa norma en los States tienen una bronca allí con su casa discográfica). Pero, también al igual que los Tull, su próximo disco, basado en este sonido, llegará a las tiendas con el personal ya mentalizado ante el cambio.
Taste, la banda de Rory Gallagher, publica su segundo y último disco en estudio justo al comenzar el año. Su título es “On the boards” y supera al primero, tanto en variedad como en altura. Sin embargo, ya corren los rumores de que este trío durará poco: no hay una verdadera unión, Gallagher es quien hace y deshace. Todas las piezas son suyas, Wilson y McCracken se limitan a su papel de músicos. Y esa situación acabará estallando tras el festival de Wight, a finales de Agosto, una de sus últimas actuaciones. Como ya dije el año pasado, esto se veía venir y lo más lógico hubiera sido que Rory comenzase su carrera en solitario desde el principio, puesto que su fuerte personalidad y su carácter individualista (muy al estilo de Jeff Beck) no casan con el espíritu conciliador que a veces debe tener una banda, pero en fin: ahora ya está hecho.
“On the boards” es un gran disco, y su sonido -en general el sonido Gallagher de los primeros 70- no ha perdido encanto con el paso del tiempo: desde la vigorosa “What’s going on” que lo inicia hasta el cierre impecable con “I’ll remember”, ese rock-blues-jazz o lo que sea (y que me recuerda a los TYA, banda con cuyo estilo Rory mantiene algún parecido), tenemos la prueba palpable de que este irlandés domina muchos más estilos de lo que parece. Y por otra parte, ese sonido casi sin postproducción, “semicrudo”, le da un realce especial y demuestra que, como en el caso de Cream o las primeras piezas de Hendrix, el sello Polydor era especialista en tratar a este tipo de tríos y transcribirlos con un espíritu de simpleza admirable: oigan ustedes esa tremenda pieza jazzística que es “It happened before, It’ll happen again”, con la inesperada aportación del mismísimo Rory al saxo, o el boogie blues “Morning sun”, con su apariencia casera, y verán por qué lo digo. Taste terminan aquí, pero con solo dos discos nos hacen pensar que la futura carrera en solitario de su líder va a ser muy interesante. Y luego, cuando ya el grupo sea solo un recuerdo, Polydor publicará dos directos -uno de ellos el de su actuación en Wight- que demuestran su tremenda calidad sobre un escenario.
Y ahora vamos con los rockeros que por su carácter más básico, quizá un tanto simplista para los tiempos barrocos en los que nos hallamos, se alimentan de las giras con soltura aunque su progresión en el mercado del disco sea bastante discreta: Mott The Hoople nos presentan su segunda obra en Otoño del 70 con el título de “Mad shadows”. Un título que tiene una curiosa historia detrás: habían pensado en titularlo “Sticky fingers” (y tenían la portada casi hecha); pero a Guy Stevens, su productor, se le ocurre comentar la idea con Jagger, cuya banda es vecina de los Hoople en los estudios Olympic. Y Jagger, que nunca tuvo a la ética como virtud principal, se lo apropia para su disco del año que viene. Esto cabrea muchísimo al grupo, claro: Stevens, culposo, recuerda de pronto que Steve Winwood había pensado en “Mad shadows” como título para su primer disco en solitario, pero tras la vuelta al redil con Traffic ha decidido abandonarlo... y como los Hoople son compañeros de sello, quién mejor que ellos para darle utilidad...
En fin, ya ven ustedes que en este negocio el que no corre vuela. Y de todos modos tienen muchas cosas que agradecerle a Stevens, ya que es él quien realmente le da un estilo al grupo, un tanto despistado en estos primeros años, sin una dirección clara: esa mezcla de sonido Stones con espíritu próximo a los americanos The Band (reforzado por la voz de Hunter, fan a muerte de Dylan), es idea suya. En cuanto a Hunter, de continuidad un tanto dudosa tras el primer disco, reafirma su papel en el grupo con este: sus reducidas habilidades al piano son perfectamente exprimidas por Stevens en baladas estupendas (el perfil The Band) como “No wheels to ride” o “I can feel”, donde además su voz comienza a adquirir un carácter propio que intenta alejarse -aunque sea solo un poco- del de su maestro. Y por supuesto hay piezas marchosas para los directos (el perfil Stones), como “Thunderbuck ram” o “Walking with a mountain”, que acabará siendo una clásica. Sin embargo es muy difícil tapar el recuerdo de su primer disco (que comienza a ser reivindicado ahora), y aunque han conseguido superar sus ventas -más por la inercia que por otra cosa- la situación no está clara: esas ventas son simplemente un descanso momentáneo para el grupo y especialmente para Hunter, que ya está casi asentado como la figura principal en detrimento de Mick Ralphs. Pero aún les queda mucho por sufrir antes de llegar a su cima particular.
Humble Pie, tras la quiebra del sello Immediate que los dejó en la calle a finales del año pasado, consiguen un rápido acomodo en la americana A&M. Estos yanquis se están dedicando a pescar nombres isleños que cuadren en el mercado de los States, y tienen buena vista: Joe Cocker, por ejemplo, también entrará en el saco. Los Pie, como los Hoople, están más cerca de los planteamientos clásicos que rigen allí, ya que gran parte de su repertorio para el directo se fundamenta en el rock frontal aliñado con tonos boogie. A partir de ahora este grupo suele incluirse en la categoría de hard rock (“heavy metal” he llegado a leer, con grave riesgo para mi cansada vista); lo cual demuestra un cambio, ya que la cosa no era tan simple hasta este momento: en sus primeras grabaciones, el año pasado, tanto a Marriott como especialmente a Frampton se les veía una cierta querencia por las composiciones acústicas. Y la mejor prueba había sido su segundo disco, facturado a toda prisa por la inminente quiebra del sello pero en el que prácticamente todas las piezas eran de ese estilo.
Sin embargo, su entrada en A&M es perfectamente aprovechada por Marriott como la oportunidad de asentarse en un país que les dará mucho más juego que la Isla. Y de la mano de Dee Anthony, un manager que conoce perfectamente ese público (ya está trabajando con Traffic, y con el mismo objetivo), el sonido de los Pie se endurece: el nuevo disco, de título homónimo y publicado en Julio, tiene pocas concesiones a la suavidad, por decirlo así; y lo que es más significativo, la intervención de Frampton ha decrecido mucho (únicamente la delicada “Earth and water song" es enteramente suya). Hay en cambio poderosas canciones como “One eyed trouser-Snake rumba”, "I’m ready” o “Red light mama, red hot”, con un sudoroso fondo boogie rock que encantará a los oyentes americanos; y por el medio, de pasada, una burlona pieza country titulada “Theme from skint (See you later liquidator)”, cuya letra hace una vaga referencia a las penurias económicas que sufrieron por la desaparición de Immediate. En conjunto es un disco que refleja muy bien el momento actual de la banda, en pleno proceso de cambio: es bueno, pero los habrá mejores. La única preocupación que nos queda es si Frampton aguantará mucho tiempo este nuevo sesgo, y nos tememos que no. Pero ya iremos viendo.
Así que 1970, en conjunto, parece ser de transición para las bandas rockeras que surgieron el año anterior. Bueno, pues solo nos queda esperar. Sobre todo, en mi caso, a ver qué hace Rory. Es que le tengo mucho cariño, ¿saben? Los irlandeses son medio parientes míos, y claro…
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Geniales the Band, a Mott The Hoople le faltaban un par de años para consolidar su estilo (en mi modesta opinión), Rory, inmenso, uno de los grandes guitarristas de la historia, y también de los más olvidados y menos reconocidos, (en una web leí este comentario que me hizo mucha gracia: “Cuando Eric Clapton se va a la cama, un fantasma le acecha y le recuerda su falta de integridad, imposible de disfrazar con los trajes de Armani de su armario o con alguno de esos Ferrari que guarda en el garaje; porque, salvo unos cuantos momentos, Eric lleva muerto desde 1972. Y ese fantasma, es Rory Gallagher”.)
ResponderEliminarEn cuanto a los Zepp, casi me linchan (virtualmente) cuando (con mucho respeto y sin intención de difamar) hice un post sobre los "posibles plagios" en su carrera, en cualquier caso su éxito y trayectoria ahí está...y la pasión con la que les defienden sus fans les avala.
En efecto, mr. Sebas, a los Hoople les faltaban un par de años; y la ayuda salvadora de David Bowie, que fue el que los relanzó (porque de lo contrario se habrían separado). Y de Rory qué quiere que le diga: es uno de mis ídolos juveniles. A Clapton, aunque no le tengo mucho amor, le reconozco su primera etapa (Yardbirds y luego Cream) como una de las más brillantes de la época. Pero a partir de ahí, la verdad es que con mucha frecuencia se dedica a vivir de la fama y poco más. Me parece un guitarrista muy sobrevalorado.
EliminarY ya he leido su post sobre los zepelines, que suscribo de cabo a rabo: nadie niega que eran muy buenos, pero ya dije alguna vez en este local que una cosa son las versiones -algo perfectamente respetable- y otra los plagios, y que la diferencia fundamental es ética: lo que Page no quería era pagar.
Led Zeppelin es el arquetipo de algunas de las cosas que más me gustan y que más me repelen de este mundillo en exceso pretencioso y bastante falso del rock. Siendo su música de lo mejor que ha parido el rock en toda su historia, con unos interpretes extraordinarios, no soporto todo lo que conlleva la marca Zeppelin. No soporto ese endiosamiento, esa burda ostentación hortera luego copiada de una forma más irónica por el glam, no soporto esa actitud macarra y cretina como si la música hubiera nacido con ellos. Tiendo a pensar que solo fue una estrategia promocional con éxito pero aún así viendo toda aquella espesa nube de lentejuelas, gruppies y lujo decadente me siento más cerca de Johnny Rotten, Joe Strummer o Paul Weller, el jovencito.
ResponderEliminarEstá visto que los grupos que van para adelante son aquellos en los que conviven fuerzas contrapuestas que se equilibran. Aparentemente en Led Zeppelin hay una fuerza prevalente como Page pero no es verdad, ahí estan John Paul Jones, Robert Plaint o Bonham para contradecirlo. No es el caso de Taste.
La anécdota que cuentas de Mott The Hoople es muy significativa del poder absoluto que ejercían los hombres del negocio sobre las verdades musicales. Algún día se desvelará hasta que punto nuestras amados superstars del rock eran meras marionetas en manos de sus representantes, productores y discográficas.
Totalmente de acuerdo, herr doktor: los zepelines se pasaron muchos pueblos. Y la gente les reía las gracias, que esa es otra. Nadie discute que cada uno de sus primeros discos tiene grandes canciones, pero de ahí a creerse los reyes del mundo hay un trecho. Y fue ese tipo de actitudes, sumado a la decadencia creativa en la que cayeron ellos y otros cuantos años después, la que originó que la siguiente generación los detestase: los Rotten, Strummer, Weller y demás compañía son, además de un soplo de aire fresco, un clavo en el ataúd de toda aquella gente que llegó a ser ridícula.
EliminarEn cuanto a las fuerzas contrapuestas, el caso de los zepelines no es precisamente de lo más habitual. Si echamos un vistazo a las bandas de la época, vemos que grupos como Pink Floyd, King Crimson, Traffic o Jethro Tull suelen ser dirigidos por uno o dos miembros como mucho, y que los demás músicos intervienen poco en la dirección artística. Esto puede llevar, como en el caso de Taste, a una ruptura; pero generalmente los músicos se amoldan por puro interés o porque saben que su nivel creativo no está a la altura del líder.
Y los hombres del negocio... uf. Corren verdaderas historias de miedo sobre ese asunto, y en efecto los músicos tenían mucha menos libertad de la que la gente cree. Salvo en casos como los Stones, claro, que estaban por encima. Y aun así, hasta cierto punto: también ellos se llevarán un buen sopapo en 1971 cuando, al despedir al pirata Allen Klein, se enteren de que su discografía hasta ese momento no les pertenece por haber firmado con él sin fijarse en lo que firmaban. Un pirata, este Klein, que le caía muy bien a Lennon: fue él quien insistió en ficharlo para los Beatles tras la muerte de Brian Epstein, uno de los pocos personajes honrados que había en este negocio. Paul McCartney se opuso, pero no hubo manera.
Otra evidencia de lo miserable y ventajista que soy es que, de vez en cuando, les muestro a los muy jóvenes fanáticos del rock duro –en todas sus múltiples manifestaciones- lo que fue Rory Gallagher.
ResponderEliminarEllos confirman que son más inteligentes y honestos que yo: hacen como Roma: adoptan los Dioses del enemigo conquistado.
Es verdad: Rory no es valorado como se debiera.
También he disfrutado con los demás de tu excelente entrada.
Pues sí, mister Átono. Es usted un ventajista. Pobres muchachos, adoradores de los dioses del metal: Rory está en otro planeta. Imagino que debe de ser duro desintoxicarse de tantas horas oyendo a los machotes chillones con las melenas ondeando al viento y de pronto encontrarse con un orfebre como era él. Demasiada finura. Igual se aburren, y todo.
EliminarPero en fin: si consigue usted cristianizar a alguno, eso que saldrá ganando.
Por cierto, feliz 70 aniversario.
ResponderEliminarHombre, herr doktor. Me lo he tenido que pensar un momento: la verdad, no caía. Pero ahora que usted lo dice, muchas gracias. En realidad la fecha es mañana, pero da igual. ¿A que, con setenta años encima, este local sigue luciendo como el primer día, eh? Y bueno, los óscars no llegarán hasta el año siguiente, pero da igual.
EliminarLo curioso del asunto es que, aunque no se lo crea nadie, justo mañana es el cumpleaños del negro que me escribe estos rollos. No serán setenta, pero tampoco se crea que le faltan muchos.
Así que ya digo: gracias en nombre de los dos.
Yo, al igual que el Dr Krapp, no soy muy amigo de los excesos de las estrellas del rock, pero por otra parte tampoco puedo evitar el reírme con sus ideas de bombero. El rock es un circo básicamente, y está lleno de payasos con los que me rio mucho. Otra cosa es la música que tocan..
ResponderEliminarYo creo que eso mismo nos pasa a la mayoría, mister Chafardero. Cuando se es muy joven tal vez se idolatra demasiado a este tipo de personajes. Pero con la edad se va dando cuenta uno de que hay mucho cantamañanas, y de que, efectivamente, este negocio es un circo. Bueno, pues a disfrutar con los payasos.
ResponderEliminarEso me pasa a mi con los Zeppelin, los Stones... Y me pasaría con Oasis si me gustasen más y los escuchase. Es el rollo que llevan todos ellos, esa arrogancia publicitaria enfocada (en mi opinión) al público adolescente, que valora mejor esas cosas. Todavía Keith Richards, a sus 68 años y montado en el dólar, se vende como un rebelde, o como un negro del Mississipi, lo cual hasta me cabrea. ¿Cuando lo ha pasado mal ese tío? ¿Por qué se cree Dios? Me compré y me leí su auto-biografía de un tirón. Debo ser masoca, porque no trago a Keith Richards. Nada, nada, ese tío no me convence. Casi que, por preferir, prefiero a Jagger, que al menos ya no va de lo que no puede ir. Inteligente, vendedor, un poco cínico... Cada día que pasa, menos músico y más vendedor de coches usados, como les pasa a muchos.
ResponderEliminarEso si, musicalmente me gustan mucho. Los Rolling es uno de los grupos que más escucho, y eso es así. En cuanto a los Zeppelin, cada vez me los pongo más, los voy descubriendo, a pesar de todas mis reticencias iniciales. Me gusta su rollo oscuro, sus ritmos y su manejo. Admito que la voz de Plant es muy buena, y casi siempre pega muy bien, pero no me van sus agudos. ''Inmigrant song'' mola. El resto del disco lo tengo olvidado, apenas le di rodaje. Eso si: la portada del LZ III me parece un chusco.
La grabación de ese disco de Taste me alucinó desde la primera vez que lo escuché, recomendado por usted en otra entrada. Empezando, si, por ''What's going on'', que me pareció en algunos aspectos adelantada a su época, aún con ese sonido medio sucio de la grabación, como bien dice. Y repito: ¡Menudo solo! Uno de mis solos de guitarra preferido. Y perdone usted, que ya sé que no es de los que se pirran por los virtuosismos de un instrumento en particular. Yo tampoco demasiado, no crea, pero esa guitarra de Rory en What's going on tiene un solo realmente espectacular, debería ser más conocido. Supongo que ese disco se habrá eclipsado y olvidado un poco por discos posteriores de Rory, como 'Tatoo'. el resto del disco tampoco desmerece, pero tendría que volver a oírlo (ya me vale...), que hace mucho que no lo hago.
Y respecto a los demás de la entrada, me iré poniendo, lo prometo. Hablando de simpatías y antipatías: el señor Marriott me cae muy bien.
Muy buenas, yerno. Veo que tenemos una opinión muy similar sobre el señor Richards, así que le recomiendo un magnífico artículo de don Diego sobre las dos reinas de los Stones:
Eliminarhttp://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/09/actualidad/1331292228_233293.html
Como verá, también don Diego ve las cosas de un modo parecido. Ya está bien de tanto baboseo con Keith: no es mejor ni peor que Jagger; y en algunos aspectos, es un verdadero impresentable.
Otra cosa es la música, claro: ni los Stones ni los zepelines están entre mis grupos preferidos, pero aun así reconozco que la obra de los primeros hasta mediados de los 70 fue muy buena, y lo mismo digo de los otros. Lo cortés no quita lo valiente.
Y sí, "What's going on" es de los momentos más brillantes de Rory. Y el solo es magnífico: ahí demuestra la diferencia entre los punteos contundentes de los guitarristas metaleros, heavys, etc, y el verdadero estilo de un orfebre. La diferencia entre dureza e intensidad, que son dos palabras muy distintas. Yo amo la intensidad, me aburre la dureza. Hay un punteo parecido (bueno, hay muchos) en "Tatttoo'd lady", ya que lo cita: otra maravilla.
Ya, ya sé que le cae bien mister Marriott. Como a mí, aunque su etapa en Humble Pie sea un tanto irregular: un fulano que ha sido el líder y cerebro de la banda mod por excelencia figura por méritos propios en mi santoral particular. Todo se lo perdono yo a ese señor.
Gracias Rick, no lo había leído. Me has dado una idea para actualizar el blog de una vez.
ResponderEliminarVolviendo a Rory, me pasa una cosa con su música: aunque por supuesto el estilo no puede estar más alejado, para mi tiene algo de la inmediatez (iba a decir del punk y todo. Atrevimiento el mío) del rock'n roll de garito, de concierto. Casi se huele a kalimotxo, a gente y a serrín. El propio personaje era un poco así, siempre en la carretera, con su guitarra sucia y destrozada.
Así que actualizar, ¿eh? Pues a ver si es verdad, que anda usted un poco desaparecido últimamente. Tome nota del señor Giovanni, que por fin parece haber despertado... de momento.
ResponderEliminarEsa observación sobre la inmediatez de Rory es muy acertada: esa es la impresión que da en sus discos. Creo que sin embargo era bastante pulcro, y que trabajaba mucho el estudio. Pero a diferencia de otros, él no lo hacía para recargar las piezas sino precisamente buscando ese sonido "casual". Sus punteos suenan frescos, pero se nota antes los ha trabajado. Esa es una de sus grandezas.