martes, 13 de noviembre de 2012

1970 (VI)


Ya hemos visto que el blues, un ingrediente básico en el crecimiento de la bestia británica, parece haber cumplido su misión y pasa a un plano más discreto, casi testimonial. A partir de ahora, salvo algunos grupos que alternen ese género con otros (Led Zeppelin es una buena muestra) o los solistas agraciados como Rory Gallagher que tampoco tienen al blues rock como único recurso, los nombres de primera fila ya no trabajan ese material; dejando aparte al incombustible Mayall, claro, que juega en otra liga. Si hay algún aspecto que define a la música isleña en estos primeros años de la década es su total autonomía: por primera vez desde el nacimiento del rock and roll, Britannia se basta a sí misma. Han sido ellos los verdaderos artífices del desarrollo y puesta al día del blues -el folk negro- para su entendimiento y consumo en los States. Pero a partir de las primeras visitas de Dylan -otro americano- comienza a surgir un cierto sentimiento “nacionalista”, por decirlo así, que los lleva a mirar en su propia casa y descubrir que ellos también tienen un rico pasado musical. Da la impresión de que siempre tienen que venir los de fuera a ponerlos en marcha, pero una vez puestos son de temer: por lo general suelen superar a sus maestros. 

Ese sentimiento nacionalista es la marca personal del folk británico: a diferencia del americano, aquí se nota mucho más el apego a la tradición. La mayor parte de los grupos americanos que se dedican al folk-rock tienen un aroma urbano, pero en la Isla no hay bandas como los Byrds, por ejemplo: ellos han heredado el ritmo y las armonías vocales precisamente de los grupos beat isleños (sobre todo Beatles, Hollies y Searchers), con lo cual estamos ante una simbiosis entre el legado musical de su país y las influencias del momento; sin embargo, los británicos que se dedican a esto mantienen las líneas melódicas clásicas sin interferencias externas ni temporales. En resumen: el ritmo se intensifica por la propia naturaleza de la batería y los instrumentos eléctricos, pero sin pasar de ahí. El espíritu del folk patrio sigue inmaculado. 

El mejor ejemplo son los Fairport Convention, la banda pionera a la que estamos siguiendo desde su nacimiento en 1968. Su primer disco era una clara demostración de la influencia americana, pero con la llegada de Sandy Denny el planteamiento cambió de modo radical. Hay un comentario de Richard Thompson, guitarrista luminoso y principal compositor de las escasas piezas propias de la Fairport en aquella época, que define así la importancia de su llegada: “Sandy Denny conoce lo que es la tradición del folk, y creo que el grupo se beneficia de esa afinidad por la raíces inglesas. El hecho de que toquemos con instrumentos eléctricos no cambia nada”. Y aunque ella se ha ido para seguir su propio camino al frente de Fotheringay, el nuevo disco que publican Thompson y sus amigos demuestra que su influencia ha marcado decisivamente a esta banda. Ese cambio decisivo solidifica una tendencia que será seguida mayoritariamente por las bandas que surgen en esta época, y hace que la fábrica de etiquetas elabore una nueva: “Electric folk”, es decir, el folk tradicional cuyo sonido se actualiza por la intervención de instrumentos eléctricos; en oposición al folk rock, que significa exactamente eso y que se asocia a las bandas de corte americano como los Byrds. Aunque ya veremos más adelante que también algunos grupos británicos saltan a ese campo. 

El nuevo disco de la Fairport se titula “Full house” y aparece en Abril. A primera vista, resulta extraña tanta rapidez teniendo en cuenta que el año anterior, con Sandy al frente, habían publicado tres (el último en Diciembre). Y los fans se lanzan como termitas a destripar su contenido en la siniestra sospecha de que la sombra de la señorita Denny, muy alargada, ha sumido al grupo en la oscuridad creativa; que es imposible tal capacidad de reacción después de un golpe como ese. Pero no hay grandes diferencias, aunque por supuesto se echa de menos aquella voz femenina que nos encandilaba y que ahora es sustituida, entre unas canciones y otras, por prácticamente todos los intervinientes. Los puristas pueden objetar que, además de la pérdida de esa voz, el tono general es un poco más “marchoso”, por decirlo así. Pero en realidad, y volviendo a los párrafos anteriores, el grupo no está traicionando los postulados básicos: el folklore de cualquier país también tiene sus momentos alegres, sus piezas de baile para las fiestas de la tribu. Y no otra cosa es “Walk awhile”, la que abre el disco, una composición a medias entre Thompson y Dave Swarbrick, un violinista virtuoso que no tiene reparos en electrificar su instrumento y que es uno de los padres de ese novedoso “electric folk”. En conjunto es verdad que este disco ha intensificado el sonido, pero de nuevo vemos un exquisito equilibrio entre las piezas propias y las tradicionales como “Dirty linen”, una gran exhibición de todo tipo de cuerdas sin perder el espíritu original. El tono medio de la Fairport no se ha perdido, y aunque algunos fans radicales lo abandonan hay clientela suficiente como para que sus ventas no desmerezcan al lado de los anteriores. Ni de los siguientes: a partir de ahora, con una clientela fija, seguirán muchos años publicando discos cuyo contenido se hace un tanto repetitivo. Pero ese es el perfil de todos los géneros raíces: material previsible y seguidores fieles. 

Hay otros nombres que también proceden de la primera hornada, aunque su popularidad fue menor: Pentangle por ejemplo, que a veces hacían una interesante mezcla entre folk eléctrico y jazz. Nacidos en el 67 al igual que la Fairport, ahí nos encontramos con los guitarristas John Renbourn y Bert Jansch, dos verdaderos santones del folk isleño; y no menos famosa es su cantante, la venerable Jacqui McShee, que al igual que ellos aún hoy anda haciendo giras por medio mundo. La primera época de este grupo llegará hasta 1972 pero su mejor momento es ahora, en el 70, llegando a actuar en el festival de Wight. Su tercer disco, el más popular de su carrera, es “Basket of light”, publicado a finales del año anterior; y ya habían conseguido el respeto con el segundo, el delicioso “Sweet child”. Y ojo, nadie va a discutir la talla vocal de Sandy Denny, pero la señorita McShee es una verdadera delicia. Por lo general las voces femeninas del folk, dulces, cristalinas, brillan todas a gran altura, al igual que sus instrumentistas, y Pentangle son otro buen ejemplo. Por cierto: años después, en su segunda fase, se convirtieron en una banda muy popular en España. No era raro verlos, a principios de los años 80, actuando en algún local patrio -especialmente norteño, claro. Y la mayor parte de sus discos, aunque con mucho retraso, fueron publicados aquí. 

Algo parecido sucedió con el arpa del legendario Alan Stivell, el bretón que consiguió popularizar no solo su instrumento sino una música que hermana a los pueblos celtas desde Escocia hasta Galicia. Lógicamente, ese folk tiene pocas cosas en común con el inglés; pero su carácter transnacional y la mezcla con otros ritmos e instrumentos, tanto actuales como tradicionales, lo hizo muy popular. Estudioso de la mitología y la historia de los pueblos celtas, el señor Stivell ha devenido en patriarca de los “nuevos” folkies occidentales europeos, ya que su carrera comienza a principios de los años 60. Y su consagración llegará en 1971 con “Renaissance of the celtic harp”, su tercer disco oficial y que hoy en día es una especie de Grial para los aficionados a estas músicas. En resumen: tanto Stivell como Pentangle creo yo que se merecen al menos una escucha. Inténtenlo, a ver qué pasa. 

Y esta es la situación de los folclóricos ya consagrados en 1970. Pero habrá que esperar un rato antes de llegar a los nuevos, puesto que nos quedan unos cuantos nombres que militan en otros géneros y que también tienen ya su pedigrí: los nacidos el año anterior, concretamente. ¿A que soy un plasta de mucho cuidado? 


8 comentarios:

  1. No, no, no eres plasta, vas bien. En 1970... buff a ver como empiezo, (es que a veces me lanzo y no paro...), como bien dices los Byrds, estaban muy influenciados por la British Invasion, pero consiguieron un sonido propio, y fueron elevados como la "salvación americana" (aunque seguían sonando a the Searchers), pero tambien estaba Norman Greenbaum, con su "Spirit in the Sky", y la Creedence, aunque tambien fue el año de B. J. Thomas, Guess Who ("American Woman") y George Harrison y su "My sweet lord", y de los Holandeses Shoking Blue... aunque seguro (aro lo repaso) ya habrás hablado de ello.
    Un saludo!

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  2. Muy interesante entrada, aunque tal vez trasluzca un menor entusiasmo del autor por el folk que por otras músicas. Sin embargo se le agradece la honestidad de no mostrarlo abiertamente. Y no es plasta.

    Personalmente disfruté mucho con alguno de esos grupos que cita, y con otros; quizás mi preferido fuese Gwendal, pero creo que en el setenta aún no existía. Sí recuerdo unos excelentes Riojas.

    Lo que me aburría del folk, eléctrico o no, eran las continuas repeticiones dentro de cada pieza.

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  3. Hay una famosísima anécdota del americano que llega a Escocia y se admira de la suntuosidad de aquellos campos de golf y le pregunta a un genuino escocés en falda de tartan como han hecho para tener semejantes céspedes y el otro le contesta: es muy sencillo, solo hay que cuidarlos día a día durante 600 años.
    Indiscutiblemente el folk británico tenía más de 600 años detrás y el americano no deja de ser una libre mezcolanza de cosas diferentes -británicas en su mayoría- de menos de 200.
    El tema de la influencia de la maravillosa Sandy Denny no es diferente de lo que ocurrió en esta tierra, que es la tuya, en grupos tan punteros del folk como Luar na Lubre o Berrogúetto. Con Rosa Cedrón y las cantantes anteriores del primero o Xavier Diaz o Guadi Galego del segundo, grupos nacidos para ser puramente instrumentales pasan a ser algo completamente distinto.
    Otro grupo interesante de aquel período y ese estilo es Steeleye Span

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  4. Pues no puedo oírlo como Dios manda, ni siquiera en Youtube, así que esperaré. Aunque ahora estoy con Jethro Tull y con los Doors sobre todo, el poco tiempo que puedo escuchar de camino a la uni.

    Interesante eso del ''nacionalismo'' en el folk inglés. Hará un tiempo sentí mucha curiosidad por conocer la esencia de ese folk, aunque ya dijiste una vez que son varios los precedentes de toda música folk actual. Y ahora con eso de la mezcla de residuos celtas y bretones. Jethro Tull también me parecen muy folkies cuando se ponen folkies, y a Anderson es fácil imaginárselo como un juglar inglés, muy inglés.

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  5. Bienvenido y gracias, mr. Sebas. Los Byrds, efectivamente, fueron una especie de salvación ("la respuesta americana a los Beatles", según la publicidad de la época y de su casa discográfica -porque hubo otras que dijeron lo mismo de alguno de sus protegidos-): gracias a ellos fue arraigando la sensación de que los States también podía competir en ese nuevo escenario.
    En cuanto a los demás nombres que cita usted, vaya por delante que este local se dedica con preferencia al mercado británico. En la columna de la izquierda hay, de momento, dos apartados dedicados a América, mucho más generales: ahí le echo un vistazo general al asunto, pero como no es posible abarcarlo todo me dedico con más intensidad a los isleños, que son los que más me han gustado siempre.
    De todos modos, le daré mi opinión sobre los nombres que usted cita: el señor Greenbaum, seamos honrados, pasó a la historia por "Spirit in the sky", pero poco más. Esa canción fue número uno tanto en los States como en la Isla, e incluso en España se oía en todas las máquinas de discos de los bares de la época (las teníamos quemadas, por cierto). Pero el resto de su producción es un tanto cansina: yo tengo sus dos primeros Lps, que compré en su día por correo, confiado en que tendría más piezas de ese nivel, y resulta que no: un tono medio entre folk y hippie que resulta agradable pero poco más. Luego ya no lo seguí. Y a B. J. Thomas le pasó algo parecido: un éxito y se apagó.
    En cuanto a los excelsos Creedence y Guess Who (Luego BTO algunos de ellos), están citados en el grupo de entradas "Años 60: América", y ni que decir tiene que los idolatro; especialmente a los Creedence, claro. Otros jefazos de las máquinas de discos en su época.
    Harrison, como dije en el primer post de esta serie, es mi músico favorito de los cuatro Beatles si atendemos a su carrera en solitario. Aunque precisamente "My sweet lord" ya sabe usted que tiene detrás una fea historia de plagio, pero en fin.
    Y en cuanto a Shocking Blue, (otro nombre mítico para las máquinas de discos), es una banda que siempre me ha encantado: simples, sencillos, directos. Su historia es bastante larga, pero volvemos a lo mismo: aquí ya tengo suficiente con los isleños. Tal vez, más delante, haga una serie sobre grupos continentales -especialmente alemanes y holandeses-, pero de momento lo dejaré correr.

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  6. Muchas gracias por su benevolencia, mr. Átono. Y hombre, ya sabe usted que cada uno tiene sus filias en mayor o menos grado. El folk, de todos modos, y sin enloquecerme, tiene unos cuantos grupos a los que admiro. Por otra parte, si no me gustasen nada no estarían aquí: ya irá viendo cómo algunos grupos, del género que sea, quedan fuera.
    En cuanto a Gwendal, que efectivamente es de la generación siguiente a esta, tiene ciertas similitudes con Pentangle. No están mal, tampoco.
    Y lo de las repeticiones, totalmente de acuerdo. Me ponen de los nervios, sobre todo, las famosas jigas con el violín, que empiezan y parece que no acaban nunca.





    Una anécdota muy famosa y muy clarificadora, herr doktor. Porque esa es la madre del cordero: la antiguedad en el cargo. Esa es la razón principal por la que los isleños no necesitan hacer mixturas, aunque luego haya algunos grupos que las hacen. Los americanos en cambio, están todavía perfilando su propia escuela folk -blanca- y echan mano de cualquier cosa.
    Y en efecto, los grupos gallegos se vieron vitaminados por esas voces magníficas (con las que probablemente no contaban en sus planes iniciales). Por eso digo que las voces femeninas del folk son muy particulares: son magníficas, emocionantes, y pueden cambiar el espíritu de un grupo, como de hecho así ha sido en muchas bandas.
    Y por Steeleye Span no sufra: es uno de mis grupos folk preferidos, y por supuesto saldrá aquí muy pronto (por cierto, fueron protegidos del señor Ian Anderson, que pronto los enchufará en Chrysalis Records).





    Ya veo que anda usted muy pocupado con el master, yerno. A ver si dentro de poco tiempo ya lo vemos dando conferencias sobre el Medievo castellano. Que cuadra mucho con el folk, claro.
    Jethro Tull pasó a ser casi una banda folk a mediados de los años 70, cuando comenzó su declive, y hubo una época en la que sus actuaciones se basaban casi por completo en ese género. Y Anderson, en efecto, es lo más parecido a un juglar que ha dado la Isla, entre su aspecto y su filosofía. Lo cual se confirma en 1975 con un disco titulado"Juglar en la galería": no es que fuese una joya, pero en fin. Tenía un pase.
    Ahora, no se le ocurra cabrear a mister Anderson, que tiene muy malas pulgas, llamándolo "inglés": como usted sabe, este señor es escocés y a mucha honra.

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  7. En toda mudanza se pierden cosas, y en ésta le ha tocado a mi comentario. Decía que haciendo caso a un antigua entrada en la que recomendaba encarecidamente el disco Liege & Lief de los Fairport me hice con él y quedé encantado con la voz de Sandy Denny. Creo que con los años me estoy reconciliando un poco con el palo folk. Aunque ya no esté la voz femenina, volveré a hacerle caso y me aplicaré a su escucha

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    1. Ay, señor Chafardero, qué gran verdad es esa de que siempre se pierden cosas: he perdido su comentario, los avatares se han borrado... y me he quedado sin un solo seguidor. Pero en fin, a mal tiempo buena cara. A cambio, este avatar suyo es el primero que se ve en mi nueva ubicación, y además este sistema de respuesta personalizada queda más humano, ¿verdad?
      Me parece muy bien esa "reconciliación" suya con el palo folk. Que no es tampoco mi género preferido (yo soy popero, ya sabe), pero que tiene grandes piezas ocultas. Ya lo irá viendo.

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