“Voy a ser enorme; y en cierto modo resulta bastante aterrador, porque cuando me derrumbe el trastazo será gordo”.
David Bowie
“La ascensión y caída de Ziggy Stardust y las Arañas de Marte” es un título que te obliga a darlo todo: si tu disco es muy bueno, estamos ante la guinda del pastel; si es malo, el ridículo será espantoso. Así que hemos de reconocerle a Bowie una gran valentía, que en cualquier caso está cimentada en un buen conocimiento de sí mismo, de sus posibilidades y su situación actual. Esa frase de arriba resume su equidistancia entre la falsa modestia y el engreimiento, un término medio muy difícil de alcanzar y que me recuerda a Lennon cuando en los comienzos del estrellato Beatle dijo aquello de que “sí, podríamos ponernos chulitos y decir que vamos a durar otros diez años, pero nada más decirlo piensas: “tendrás suerte si duras tres meses”. Este tipo de pensamientos es el que distingue a las verdaderas estrellas de los cantamañanas, tan abundantes en este negocio.
El camino de Bowie hacia la “enormidad” es largo, muy trabajado y lleno de sinsabores; comenzó diez años antes, pero hasta principios de esta década no ha pasado de ser una figura minoritaria cuyo único gran éxito a día de hoy fue un número uno en singles con “Space oddity” y un top 10 en Lps con “Hunky dory”, su cuarto disco grande, el anterior a este. Ha cumplido veinticinco años, una edad ya casi inconveniente para este tipo de músicas: o te consagraste hace tiempo, o trabajas en los circuitos menores o estás pensando en cambiar de profesión. Pero él confía en sí mismo y tiene voluntad; esa voluntad le lleva a dominar todos los aspectos artísticos, musicales -su último viaje a los States- y también “colaterales”, como demostró en su época de aprendizaje de escenografía y mímica junto a Lindsay Kemp. Así que puede haber sido una larga espera por el tren que a él le convenía, pero ese tren por fin ha llegado.
Su reciente viaje a los States nos muestra un buen ejemplo para entender cuál es realmente el grado de asimilación de Bowie. Todos coincidimos en que es una esponja, un as del reciclaje, y sus detractores van más allá diciendo que se limita a hacer simples copias, pero eso no es cierto: no confundamos a Bowie con Jimmy Page. La visita de David a la Factoría de Warhol, sumada a su admiración por Lou Reed e Iggy Pop, los dos nombres contraculturales del momento, le reafirman en la idea de que el rock “post-garage”, por decirlo así, es uno de los estilos que acabará triunfando a corto o medio plazo; y el glam isleño, contemporáneo, es en cierto modo una visión alternativa de ese estilo. Es lógico que asuma algunos de sus planteamientos musicales, pero no olvidemos que ya en 1972 está en condiciones de aportar sus propias ideas: el reverenciado “Transformer” de Reed está producido por Bowie (ayudado por Mick Ronson), y lo mismo sucede con “Raw power” de Iggy, al margen de que nos guste más o menos su sonido. Por tanto hay un feedback entre esos personajes, que viene dado por una situación de igual altura.
Pero será Bowie quien ha de tener una carrera más regular e intensa, porque esa facilidad para el reciclaje viene dada por su condición de poppie: a diferencia de Reed e Iggy, rockeros ellos, muy seguros de sí mismos, sobrados, sin nadie que les tosa, Bowie tiene humildad y aprende. Esa cualidad es imprescindible en el pop, un género que ya de entrada es sospechoso de ligereza (ya saben, el pop es insustancial, no es auténtico como el rock… Qué será eso de “auténtico”, que lo llevo oyendo toda la vida…). Bowie es puro pop, esa es su arma definitiva, y tiene gracia que su momento triunfal llegue precisamente en pleno reinado del rock: un reinado serio, elevado, progresivo, en el que no cuadra mucho la historia de un personaje como Ziggy, un personaje que según el propio Bowie “es un Mesías marciano que toca la guitarra, un personaje simplista que fue arrojado aquí abajo, rebajado a nuestra manera de pensar y acabó destruyéndose”. Eso suena a pop.
Y una de las grandezas de este disco es que mantiene un equilibrio perfecto entre los dos géneros; Bowie llega a su momento más alto gracias a ese equilibrio y a la prodigiosa capacidad compositiva que tiene en esta época. Desde la tristeza solemne de la melancólica “Five years”, donde se nos anuncia el plazo de vida que le queda a la Tierra, hasta la despedida acústico-electrónica de la grandiosa “Rock and roll suicide” y sus coros, vamos de una a otra maravilla con total soltura y sin darnos cuenta de que todos los géneros se funden en uno solo: Bowie. Es una cumbre del rock tanto como del pop, da igual si estamos ante una deliciosa balada cósmica como la sin par “Starman” o nos sacude un terremoto como “Sufragette City”, ese prodigio de ingeniería que rechazó Ian Hunter para nuestra mayor satisfacción. Y no voy a seguir nombrando canciones, para qué: ¿hay alguien que no conozca este disco?
Las consecuencias fueron de todo tipo: es uno de los discos totémicos de los años 70, imprescindible para entender la decadencia de una época, la llegada del glam, el nacimiento de una nueva corriente; pero es también un momento peligroso para la integridad de Bowie, que según sus propias palabras “llegué a creérmelo: yo era Ziggy”. Las giras sin fin, las entrevistas constantes, la adulación, el asombro maravillado de sus fans, el fenómeno mundial que llegó a ser este disco casi acaban con su salud mental, que tal vez no recupere del todo hasta mucho tiempo después. Aunque por supuesto los terrícolas seguiremos admirando la producción musical del extraterrestre que ya se ha constituido en uno de los referentes principales para toda la década.
Qué buen artículo para resumir un disco genial del gran D. Bowie. A mi tardó en "entrarme" este "personaje", pero poco a poco me fue ganando. Ahora, a toro pasado, me parece uno de los músicos más importantes del siglo XX.
ResponderEliminarRepasando las canciones una a una, hay que quitarse el sombrero y aceptar que este disco es de los de matrícula de honor.
Gracias, Rick.
Saludosssssssss
Es comprensible que para muchos aficionados de la escuela tradicional un personaje como Bowie resultase un tanto "indigesto": aunque sus planteamientos estaban cerca del pop tradicional e incluso del garaje, su estética resultaba rompedora. Y precisamente la estética fue definitiva: mientras a algunos les costó un poco más entrar en su mundo, a otros los enamoró desde el primer día. En cualquier caso su trayectoria, aunque a veces irregular, es magnífica.
EliminarEstupenda entrada; coincido contigo en la definición de la profesionalidad de Bowie, desde sus inicios en el folk-pop con escasa repercusión hasta la recuperación de la que goza desde el inicio del siglo XXI. Adelantado a su tiempo porque nunca ha temido al riesgo es un artista con mayúsculas (con buenas incursiones en el mundo del cine). Este podría ser su disco más completo, más compensado y con canciones universales, aunque, sobremanera, recuerdo el impacto de escuchar "The Man Who Sold The World". Saludos
ResponderEliminarEse asunto de la profesionalidad es uno de los aspectos más destacables, no hay duda. Y en cuanto al adelanto a su tiempo es curioso que ese adelanto, por lo general, se basase en una vuelta a los orígenes: la gran modernidad de Bowie, creo yo, suele partir de una recuperación de viejos valores actualizados. Luego ya lo del del cine, bueno, va a ratos: tiene algunas cosas buenas, pero sintiéndolo mucho no me parece un buen actor. No se me ocurre ahora mismo ningún músico que lo haya sido.
EliminarHola Rick:
ResponderEliminarPues este disco, tendría que ser como los puertos gordos del ciclismo: "Fuera de categoría", es decir, discos que están en lo más alto y que los demás se quedan pequeños a su lado.
Para mi es de los mejores discos que se han hecho nunca y sigue sin perder nada de vigencia ni de fuerza, cosa que pocos puedan decir cuarenta años después.
Ni un solo tema de relleno, todo obras maestras, si cuando se nace genio...
Habría sido un detallazo por tu parte, poner por ejemplo el "Sufragette City" para escuchar mientras leemos, pero veo que tienes la sinfonola en dique seco.
Un saludo Rick
Jose
Totalmente de acuerdo, don José: este disco pertenece a un reducido y exquisito grupo de obras que están por encima del bien y del mal. Y además, efectivamente, no ha perdido ni un gramo de su fuerza.
EliminarLa sinfonola en este local es un poco perezosa, ya lo sabe. Pero mientras ando con repasos anuales no hay problema, porque todos los discos que cito son fáciles de pillar: voy a las músicas más evidentes.
Para mí éste es el mejor disco de la historia del Rock, Rick. Es que amo a Bowie por encima de todo. Con el tiempo, me he hecho más de la Trilogía de Berlín, Station To Station y Scary Monsters, pero Ziggy era una maravilla. Esa mezcla entre Rock, Glam, Pop, el Hard de Sufragette City, las versiones, el apocalípsis dramático y ascendente de Five Years y su estribillo; la majestuosidad de Ronson después del estribillo de Starman.
ResponderEliminarNadie innovó como él. Es el camaleón: el genio supremo. Para mí, claro. Un abrazo, Rick. Te sales. Que sepas que siempre imprimo tus entradas para leerlas tranquilamente en la cama.
Hombre, tanto como el mejor disco de la historia del rock.... no sé. La verdad es que no hay un solo "mejor disco de la Historia", y en cualquier caso depende mucho de los gustos personales. Sobre la trilogía debo aclarar que cuando se habla de ella se cita a los tres discos "alemanes" de Bowie, es decir, "Low", Heroes" y "Lodger": "Station to station", que para mí es mejor que esos tres, les precede y es el que instaura la figura de Bowie como el Duque Blanco. En cuanto a "Scary monster", que cierra la discografía de Bowie con RCA, me parece su último gran disco.
EliminarEn cuanto a lo de mis entradas... me abruma usted, mister Alex. Y no es para tanto: muchos hablamos sobre lo que nos gusta, cada uno a su modo, pero sin más trascendencia.
Escribo mientras escucho el disco en el infalible youtube. Tengo que reconocer que lo tenía olvidado desde hace muchos, muchos años, tantos que no me atrevo a decirlos Ciertamente esta es una gran obra. Escucho con gran gozo la maravillosa "Starman", una canción que tenía olvidada. Tambien " Ziggy Stardust" me emociona al recordarla. Hasta llegar a "Rock´roll Suicide" que es como bien dice absolutamente grandiosa.
ResponderEliminarBueno, Rick, he redescubierto a un Bowie al que hacía mucho tiempo que no le prestaba la atención que se merece. Ha valido la pena esta media horita de mi tiempo libre.
Un saludo
Me alegro de que haya rescatado usted este disco, don Antoni, porque le considero con buen gusto y sería una pena que se olvidase de él: tal vez no llegue al extremo de mr. Alex de considerarlo el mejor del la historia del rock, pero le anda cerca.
Eliminar¡Qué susto! ¡Creí que había muerto Bowie!
ResponderEliminarComo iconoplasta que soy, aún estando de acuerdo con todos y cada uno de los anteriores comentaristas y, por supuesto, con usted, señor Rick, he de dejar mi torpe cagadita aquí:
Ni pop, ni rock, ni glam... "The Man Who Sold The World", por poner un ejemplo, es solo música, es solo Bowie; y eso es que ha trascendido a todos los estilos.
Saúde.
Hay que ver, señor Pez, lo agorero que se pone usted a veces. Aunque bueno, también es verdad que aquí se ven notas necrológicas con demasiada asiduidad. En fin, por esta vez hubo suerte. Y efectivamente, todos los géneros se resumen en uno solo: Bowie, que más o menos es lo que vengo a decir yo también. Él solo es un género en sí mismo.
EliminarPues yo oigo más pop que rock en este disco. Como bien dice, Bowie es uno de los grandes del pop, y es de justicia poética que triunfara en medio de tanta guitarra gruñona.
ResponderEliminarA pesar de mi devoción por Bowie, tiempo llevaba sin oír a Ziggy . Sigue emocionándome como siempre, y creo que pasarán los años y seguirá sonando igual de bien.
Bowie es básicamente pop, mister Chafardero. Eso resulta casi inevitable. Y sí, su triunfo es justicia poética. En cuanto a Ziggy, me alegro de que lo haya rescatado del olvido, porque es uno de los momentos más altos en la historia del señor Bowie. Para mí, el mejor. Creo que no volvió a esta altura nunca más.
EliminarPersonalmente me parece absurda esa guerra entre poppies y rockeros, tan absurda como aquella otras entre mods y rockeros de las primera mitad de los 60. Creo que fue fomentada por la industria del disco para darle vidilla a la cosa y vender más discos. Sin estas batallitas innanes la juventud sería indiferente a las mitologías musicales de la música moderna.
ResponderEliminarCreo que el pop/rock es una guerra donde ganan los más espabilados y David Bowie es de lo más listos. No tuvo problemas en cambiarse de nombre, fabricarse una mitología que le quedaba divina de la muerte y pasar de una historia a otra con la mayor facilidad y cuando la ocasión lo pedía. No es rara la importancia que tuvo en su vida un impostor de la talla de Andy Warhol, el tipo que convirtió la cultura contemporánea en un juego de máscaras donde no puedes dar un paso al frente sin saber si tendrás bajo el suelo terreno sólido o una gran oquedad.
¿Estamos hablando de música o de fast food envuelta en sedoso papel de celofán? No lo sé y tampoco importa demasiado. Aceptada la impostura, éste un extraordinario disco digno de la genialidad de su autor.
No hay la menor intención de describir una guerra entre pop y rock, pero es evidente que esos dos géneros tienen diferencias de raíz. Y aquí no se trata de un asunto de etiquetas, sino de actitudes vitales. Insisto en que un buen poppie ha de estar contínuamente al tanto de las novedades musicales, mientras que al rockero por lo general le basta con mantener una línea. El rock parece ser atemporal, mientras que al pop frecuentemente se le ve como una impostura. Y me parece injusto.
EliminarBowie es por supuesto de los más listos, pero es mucho más que eso: es un personaje que ha nacido para estar ahí, que se ha ganado a pulso la altura en la que habita.