Hoy nos despedimos por fin de este año tan productivo; y lo hacemos con una novedad de lo más interesante, porque parece que algo comienza a moverse en el señorial edificio del rock clásico. Con la llegada del glam se ponen en cuestión los planteamientos tanto musicales como estéticos, y este año surge una novedosa alternativa al rock machote o al progresivo circunspecto: Roxy Music. Una banda cuyo nivel creativo no tiene nada que envidiar a los grandes nombres y que además nos alegra la vista con su vestuario, tan arriesgado para la mentalidad del momento (salvo que se trate de Bowie). Porque tras los colorines psicodélicos y los excesos de los años 60, parece reinar en el ambiente algún tipo de mentalidad culpable que huye de cualquier signo de alegría: el uniforme de un músico serio ha de ser el pantalón vaquero y el jersey o la camisa de tonos oscuros. Y claro, si de repente aparece un grupo de individuos con las pintas que ven ustedes ahí arriba, la mayoría de los aficionados va a pensar que son una pandilla de horteras que se dedican al mercado adolescente. ¿O no?
Pues no: las apariencias engañan, y lo que tenemos delante es a una banda que maneja estructuras musicales muy peculiares. De entrada resulta llamativo oír esa voz tan particular, de crooner antiguo, cantando melodías cercanas al estilo del music hall, cuyos apoyos tradicionales de guitarra, bajo y batería se refuerzan con un saxo o un oboe y una sección de teclados que va desde el piano al melotrón. Pero los instrumentos de viento suenan a veces sintetizados, se oyen cintas de vez en cuando y las escalas son un tanto extrañas. Si hacemos un repaso detenido se le ven las costuras al muñeco, porque ese tipo de recursos electrónicos ya los ha utilizado CAN o Van Der Graaf Generator; pero mientras aquellos andan cerca del progresivo free, estos se alimentan del art pop, mucho más alegre y chispeante. Y los ropajes glam son una leve mutación del vestuario usado por la farándula en los años 50/60, así que ya digo, no parece haber nada nuevo; en cambio, la fusión de todo ello es tan revolucionaria como Dean Martin encabezando una banda avant garde: estamos ante la invención del cabaret progresivo.
Es precisamente su cantante quien da origen a esta extraña sociedad. Se trata de Bryan Ferry, cuya afición musical despierta durante sus estudios de Bellas Artes en Newcastle, y que tras participar en pequeños grupos llega a Londres a principios de la década con la intención de dar el salto junto a su amigo el bajista Graham Simpson. Su voz ya resulta atrayente por entonces: cuando King Crimson pierde a Greg Lake, nuestro amigo se presenta a una prueba para sustituirlo; y aunque Fripp considera que esa voz no cuadra en esa banda, lo recomienda a la agencia EG para que lo apoye (esa agencia ya está dirigiendo la carrera de T. Rex o E,L & P, además de los propios Crimson). Ferry, animado por tal apoyo, se apresura a buscar socios para su nueva idea y pone un anuncio buscando un teclista. Curiosamente, a ese anuncio responde un saxofonista que viene acompañado por un antiguo conocido de Ferry: el primero es Andy Mackay, un profesor de música sin experiencia en bandas; el otro es Brian Eno, alumno suyo y “ejecutante musical”, que posee un magnetófono y ha aprendido a manejar un sintetizador propiedad de Mackay. Qué raro, todo. Poco después, tras algunos cambios de personal, quedan fijados los puestos de guitarrista (el exótico Phil Manzanera, cuya infancia sudamericana fue acompañada por los boleros y a su vuelta a la Isla se pasó a la psicodelia progresiva) y batería (Paul Thompson, cuyo escaso pedigrí incluye su participación en los Influence de John Miles).
Ferry tenía preparado material suficiente para un disco grande como mínimo, y tras solo dos meses de ensayos y actuaciones en locales pequeños convencen a sus padrinos de EG, que preparan y financian unas grabaciones producidas por Pete Sinfield, el ex letrista de los Crimson. Al cabo de una semana ya tienen todo hecho; muy ufanos, se presentan ante Chris Blackwell, el jefazo de la bendita Island Records, para que les dé su plácet -o sea, un contrato de grabación- pero… ¡oh, dioses caprichosos! Blackwell no parece impresionado por lo que oye y los rechaza. Sin embargo, pocos días después ocurre una de esas situaciones estrafalarias que nos hacen dudar de en qué manos está este negocio, aunque esas manos sean las del mismísimo Blackwell; quien una mañana entra en su refulgente edificio Island y ve al manager de los Roxy (al que conoce por serlo también de los Crimson y Cat Stevens, figuras señeras del sello) echando un vistazo a algunas fotografías aspirantes a portada de discos. Entre ellas está una glamurosa pin up estilo años 50, que capta la atención del señor Blackwell. Y entonces suelta la frase que pasará a la Historia: “¡Qué buena pinta! ¿Ya hemos fichado a esos?” sin saber, por supuesto, quiénes son “esos”... cuya afición por las señoritas de buen ver pasará a ser el tema central en las portadas de sus discos, por cierto.
En verano, “esos” presentan en sociedad a esa primera señorita, y solo con escuchar la canción que abre el disco ya es suficiente para darnos cuenta de que estamos ante algo insólito: “Re-make/re-model”, que así se llama ella, arranca entre el lejano bullicio de una fiesta, con el piano dando la señal para un ritmo a medio camino entre rock and roll y caos, con inesperadas intervenciones de cada instrumento asomando la cabeza en el medio de un galopar incansable que la batería y el conjunto mantienen salvo en esos momentos en los que todo queda suspendido mientras el instrumento de turno suena solo, a su aire… Para mí al menos, esta pieza resulta inolvidable. Y luego llega la deliciosa “Ladytron”, una especie de balada electrónica con el sabor español que le dan unas castañuelas, en la que Ferry intenta seducir a ¿un robot femenino? y donde los manejos lunares de Eno acompañado por el oboe de Mackay son finalmente redondeados por la guitarra de Manzanera dando los trallazos definitivos para considerar a esta canción como otro clavo en la tumba del progresivo tradicional. Sí señor, el futuro ya está aquí.
Para qué seguir, este tipo de música no es encasillable. Aunque… he de ser agradecido y destacar el entrañable homenaje que Ferry me dispensa con la última canción de la cara A. Su título es “To Humphrey Bogart”, resumido en “2HB”, y en ella dice cosas tan bonitas como “Tu muerte no podría matar mi amor por ti”, “La romántica situación del night club humeante”, etc. Es la ocasión perfecta para que Bryan luzca su piano eléctrico mientras canta mi señorial aceptación de que la chica se vaya, y esa aceptación es acompañada por el saxo de Mackay, quien por momentos recuerda vagamente el “As time goes by”: ya saben, la canción que tengo prohibida en mi tugurio. Snif… gracias, muchachos. Y dos meses después llega “Virginia Plain”, un verdadero cañonazo que aúna el glam con el art pop, que no está en el disco grande y obliga al personal a recordar que aún existe el humilde formato single; un single que alcanza el top 5 y tira de paso por el LP haciéndolo entrar en el top 10.
En cierto modo se puede entender la desgana inicial que afectó al señor Blackwell: el disco es irregular, no hay precedentes en ese sonido y tanto la portada como el aspecto de los músicos, en esa época, puede jugar a favor o en contra. Probablemente la ventaja de que la grabación ya estaba hecha y pagada por EG influyó en su ánimo tanto o más que la encantadora señorita de la foto, pero la jugada ha salido redonda. Y con el paso del tiempo Roxy Music perderá su chispa, se convertirá en una tierna banda de baladas para toda la familia, su música será tan acomodada como sus trajes, la prensa británica apellidará “Ferrari” a Ferry (en el país del Aston Martin, ese es un insulto muy gordo), y del art pop no quedará nada. Pero aún en sus últimos años surgirá alguna buena canción de vez en cuando, del mismo modo que las primeras grabaciones de Ferry en solitario no eran tan horribles como la gente se empeña ahora en decir. No, el problema sigue siendo el mismo de toda la vida: si haces rock eres un tipo auténtico y estás autorizado a que tu carrera dure hasta que te entierren, aunque la trayectoria sea patética. Pero cuidado: como hagas pop, al primer fallo te vas a tu casa o te lapidaremos. Y eso es lo que hay, ahora y siempre. Este negocio está lleno de machotes muy auténticos, muy rockeros.
Y aquí termina el año 1972. Ya falta poco para que una de las épocas más brillantes de la música popular desaparezca tragada por una pretenciosidad que la está llevando a la decadencia, pero seguramente aún quedan cosas por ver antes de que tal hecho suceda. Otro día nos pondremos a ello.
Hola Rick, he vuelto a oír este disco del 72 y me ha sonado muy "fresquito", se deja oí muy bien. Me gusta mucho Brian Ferry, y Eno, y Phil Manzanera (gran músico) y Andy Mackay con su sonido peculiar al saxo etc...
ResponderEliminarEl dsico que más me gusta de ellos (seguramente porque lo he oído mucho más que los otros) es el Siren, pero ya es del 75 y supongo que le tocará el turno en su momento.
Se leen muy bien tus "artículos", Rick y siempre se pillan detalles que se escaparon en su momento y que aclaran muchas cosas.
Se agradece.
Saludossssssssssss
saludossssssssssss
Gracias por su visita y sus alabanzas, mister Babelain. El Siren es un gran disco, como otros tres o cuatro de aquella época. Yo diría que precisamente hasta depués de ese disco (o sea, hasta pasada la media década) esta banda se mantuvo muy bien, y luego comenzó el declive.
EliminarY en efecto, casi todos los músicos que pasaron por los Roxy eran realmente buenos e innovadores. Fue otra de las pruebas de que estamos ante una gran banda, aunque haya gente que no quiera reconocerlo.
Pues sí, comparados con el resto de la cosecha del 72, estos suenan frescos, divertidos, e inclasificables. Buenísimo el saxo estridente y el aparente sonido caótico. Y qué vestuario, qué delirio. Ya podían tomar nota la mitad de los grupos de hoy, que suben al escenario con la misma camiseta con la que van a la panadería. Que no solo hay que ser estrella del pop, hay que parecerlo.
ResponderEliminarEsa trilogía "frescos, divertidos e inclasificables" es muy acertada; pero los Roxy tenían además una talla técnica considerable, que más de una vez se ha querido olvidar. En parte por ese aspecto "delirante" que a los aficionados serios les parecía un tanto exagerado. Ya sabe, hay que ir uniformado, de lo contrario eres un hortera.
Eliminar¡Buen fin de año copón!
ResponderEliminarSiempre me ha gustado este disco, ya cuando salió ya se veía que la música ya buscaba un cambio, como así fué. Sonaba fresco y diferente, incluso la portada ya era rompedora.
Roxy Music es un grupo fundamental y me gustan todos sus discos, este es mas glam,pero rapidamente pasarían del estilo y el Ferry pillaría el smoking y la pajarita, cosa que escandalizó a los rudos rokeros, pero que al final se tuvieron que rendir.
Bueno, a ver en que nueva aventura nos embarcas.
Un saludo
Jose
Buen fin de año, sí señor, por todo lo alto. Y en cuanto al salto que dieron del glam al smoking estoy de acuerdo en que a veces resultaban un tanto patéticos, pero aun así eran capaces de escribir buenas canciones.
Eliminar¿Nueva aventura? Bueno, tal vez la disfrute, don José: me parece que toca ponerse patriótico...
Me gustaba mucho Roxy Music y el Sr. Ferry, en aquella época lejana de Pubs y discotecas (cuando fuimos los mejores). Este primer disco no lo conocía, pero como soy curioso y paciente, ya le he pegado un repasillo en youtube y la verdad es que no está nada mal a la primera escucha. Lo veo bastante innovador para su año, y algunos temas son realmente sorprendentes. Ha valido la pena.
ResponderEliminarBuen post.
Precisamente ese es uno de los grandes tantos de los Roxy, don Antoni: Innovadores, sorprendentes. Es un refinamiento del glam, una nueva vía alternativa a Bowie, por ejemplo.
EliminarGracias por la visita.
Es posible que de los grupos de esos años, RM, sufrá un poco el paso del tiempo, que no el gran Ferry que me parece una megaestrella al nivel de gente como Bowie; no he visto a nadie cantar y encandilar en el escenario como él. De todas maneras siguen siendo discos imprescindibles para cualquier discoteca. saludos
ResponderEliminarPues yo creo que los primeros discos de esta banda se mantienen muy bien, don AntonioR, y posiblemente mejor que otros precisamente porque eran muy originales: a diferencia de las diez o doce bandas rockeras quie al final suenan todas parecidas, estos no tenían a quién compararse; y eso, a la larga, se agradece.
EliminarLos Roxy Music de Bryan Ferry. Controlo.mas bien la parte con Eno, pero de la de aquél, ni idea. Por lo demás, ¿qué decir? Entradón como siempre y espero que hables de los New York Dolls y Johnny Thunders. Un abrazo, Rick :)
ResponderEliminarLos Roxy siempre fueron de Ferry, mister Alex. Eno está presente en sus dos primeros discos, pero ya desde el principio hay una tirantez entre los dos: Eno quiere ser más vanguardista, mientras que Ferry tiene querencias de cabaret. Y al final Eno se marcha. Tal vez hubiera sido deseable que siguiese manteniéndose esa pelea de egos por el bien de la banda, pero comprendo que más tarde o más temprano la cosa acabaría así.
EliminarSobre los Dolls hablé en la serie sobre el glam, y tal vez haga una breve referencia más cuando vuelva a los States. De momento, y teniendo en cuenta que este tugurio se centra preferentemente en la música isleña, así quedará la cosa.
A mi personalmente esa maravilla, porque es una maravilla, llamada Re-make/re-model me recuerda a la primera época de Lou Reed e incluso de la Velvet cuando eran la representación musical del pop art. Creo que Roxy en aquella época, con las peculiaridades que le otorga la singularidad instrumental de sus interpretes, especialmente de Andy MacKay y Brian Eno, vive de aquellas fuentes artísticas y todo lo que es tramoya y atrezzo que los acercaba al glam, solo era necesidad de hacerse un hueco entre lo que estaba en auge.
ResponderEliminarRespecto a Brian Ferry, que no tiene un excesivo protagonismo en este disco de debut, creo que se trata de un cantante singular y original que supo romper con la monotonía de otros cantantes de pop/rock contemporáneos. Respecto a la pureza del pop o del rock o de la malignidad de uno u otro género, todo depende de lo que uno considere como auténtico. Personalmente sigo pensando que es una discusión fomentada desde arriba y poco relevante.
Saludos
Está muy bien traida esa consideración suya sobre la necesidad de buscarse un hueco, herr doktor. Esa es precisamente la actitud: partiendo del glam, que es un género efímero, buscar la novedad de un look que se acerca al cabaret. Y en cuanto a la línea musical, también yo creo que hay una cierta conexión con la Velvet aunque estos últimos tienen una trasfondo casi folkie a veces que los aleja un poco: digamos que son más de John Cale que de Reed, aunque tampoco eso sería exacto.
EliminarEn cuanto a la discusión sempiterna pop vs rock, existe y existió siempre. Lo que pasa es que, por lo general, cada estilo ha tenido su época: los años 60 eran pop, los primeros 70 son rock, y a finales de esa década se vuelve al pop en cierto modo.