Si una de las características de la escuela Canterbury es la total libertad estilística, resulta casi lógico que algunos de sus discípulos hayan elegido seguir una carrera en solitario, sin tener que negociar sus ideas. Y en ese apartado no hay nadie que la represente con mayor brillantez que nuestro querido Kevin Ayers, miembro honorífico de este tugurio desde su fundación y que todavía seguirá con nosotros durante un tiempo. Lo cual tiene su mérito, ya que el sector de los solistas es uno de los más afectados por la crisis artística que nos aqueja: de todos los que surgieron o consolidaron su carrera a finales de la década anterior, algunos han elegido hacerse ricos buscando el mercado de masas (Elton, Stewart, Cocker) mientras que otros decaen a ojos vista (Cat Stevens). Así que nuestra lista queda reducida a dos nombres, ya que junto a Kevin nos visita David Bowie: un músico que a finales de la década pasada era casi anecdótico, que se consagró el año pasado con uno de los discos más brillantes de la década y cuya trayectoria sugiere que también va a seguir visitándonos con regularidad.
Kevin Ayers trata de mantener una vida propia que no se vea sobrepasada por su profesión (palabra que le da un poco de grima, siendo como es él), y su preferencia es el estudio antes que el directo; en consecuencia, sus giras no suelen ser muy prolongadas ni lejanas. Esa preferencia por el estudio es lógica también por su estilo musical, ya que tiene puntos en común con Caravan: su tendencia art-pop le lleva a presentar sus canciones con una envoltura muy cuidada, con arreglos que resultan difíciles de transcribir con fidelidad en directo. Sumando esa característica a su bajo ritmo de actuaciones, que implican un grupo de acompañamiento inestable, hay que conformarse con el disfrute de sus discos, aunque su presencia siempre fuese bienvenida. A cambio trata de que su música se haga un poco más asequible incidiendo en la vena arty con tonos rockeros antes que en la psicodelia, un estilo que a estas alturas queda un poco sobrepasado y que ya solo defienden con solvencia sus amigos de Gong, una banda que en realidad tiene mucho que ver con los primeros Soft Machine de Kevin. Tras unos meses en los que figuró al frente de Decadence y 747, dos grupos creados para unas cuantas actuaciones, mantiene a dos músicos estables: el bajista Archie Legett y el batería Eddie Sparrow. Steve Hillage, que ha estado junto a él en Decadence pero que ahora milita en Gong, le ayudará a grabar su nuevo disco junto a la mayor parte de Soft Machine y algunos amigos más.
El disco se publica a principios del verano, se titula “Bananamour” y se convierte en el más vendido de Kevin hasta la fecha; no porque sea más o menos comercial, sino porque su número de seguidores aumenta con lentitud pero también con regularidad. Ese estilo engancha, y la suma de sus cuatro primeros discos nos muestra una evolución que discurre con la misma lentitud pero con gran coherencia. Estamos ante un músico cuyo estilo es muy agradable manteniendo al mismo tiempo un alto nivel de calidad, al igual que pasa con Caravan; en ese sentido, tal vez Kevin se sitúa en un centro hipotético a la misma distancia de ellos y Gong. La demostración comienza con “Don’t let it get you down”, la pieza que abre el disco con esa atmósfera de cabaret mortecino que solo Kevin sabe conseguir. Viene luego “Shouting in a bucket blues”, una especie de balada blues pop apoyada por la guitarra de Hillage y que se convierte de inmediato en una clásica de su repertorio. Pero prácticamente todo el disco está compuesto por clásicas: la brumosa, melancólica, señorial “Decadence” es una dedicatoria a Nico, como “Oh! Wot a dream” lo es a su amigo Syd Barret: una cancioncilla loca, con acompañamientos de percusión que incluyen a un pato y que fue publicada en single, como debe ser. Comentar canciones nunca me ha gustado, porque considero que escucharlas es un acto personal e intransferible -subjetivo, por tanto- y generalmente mi valoración no suele coincidir con lo que antes me han contado los comentaristas, así que lo mismo les pasará a ustedes con mis opiniones. Lo que sí afirmo es que aquí tenemos una nueva obra maestra de Kevin Ayers: envidio a quien no conozca este disco y se atreva a buscarlo, esa sensación de escucharlo por primera vez…
Aquí termina el contrato con Harvest, un sello que solo gasta el dinero para promoción con Pink Floyd y poco más: EMI, su casa matriz, no destaca precisamente por el amor al riesgo. Kevin, que se siente menospreciado, decide atender la oferta que le ha hecho la bendita Island Records. Así que en 1974 comienza una nueva época para él. Ya iremos viendo.
Bowie, tras la revolución mundial que supuso “Ziggy Stardust” el año pasado, se ha situado entre los más grandes, aquellos que son citados simplemente por su apellido. Sin embargo esa situación es engañosa, ya que te permite una cierta inercia pero también te impone una vigilia constante. El glam fue un invento afortunado que se debe a él casi en exclusiva (con permiso de Marc Bolan), pero no será quien apague la luz al terminar la fiesta: eso lo hace siempre el último, sea quien sea. Por tanto, es posible que ya esté planeando una nueva identidad y para él este año en el que estamos sea de transición. Volvemos entonces al asunto de la inercia y la vigilia: necesita un nuevo disco que sin llegar obligatoriamente a la altura del anterior -lo cual es casi imposible- se mantenga en una línea media que no desentone con todo lo que ha hecho desde el comienzo de esta década. Su gran ventaja es la interacción que desarrolla con las personalidades yanquis del momento, como Lou Reed o Iggy Pop (y recordarán ustedes que es uno más entre el escaso público que asiste a la gira isleña de los New York Dolls, por ejemplo). A estas alturas Bowie es un compendio de cultura pop isleña y yanqui, con esos matices canallas que constituyen una de las bases sobre las que se asentará el nuevo rock que comienza a oírse en los garitos callejeros. Después de varios años de aprendizaje, cambio de estilos y mucho más trabajo del que pueda parecer, ahora es vanguardia pura. Probablemente ya ha comprendido que la nueva generación va a respetar a muy pocos de los protagonistas actuales, y él quiere estar entre esos pocos.
Con tales antecedentes llega “Aladdin Sane”, que se publica en primavera del 73 tras ser compuesto y grabado en su mayoría entre Londres y Nueva York. El propio Bowie lo define con la famosa frase “Ziggy goes to America”, aunque de ese modo también procura que el aficionado sepa que aquí se mantienen esencias del anterior. Por otra parte, la imagen que muestra es un refinamiento estético del Ziggy callejero que nos miraba desde la portada del año pasado: Brian Duffy, uno de los fotógrafos más populares de la época, nos presenta una figura que ha sido bautizada como la Monna Lisa del pop y que tienen ustedes ahí arriba. Y por supuesto los músicos son los mismos, lo cual significa que Mick Ronson sigue siendo su lugarteniente. Quizá la única diferencia apreciable entre un disco y otro es que mientras en Ziggy había una cierta cohesión entre todas sus canciones, aquí estamos ante un disco de rock más tradicional, hecho a base de piezas sueltas. Pero qué piezas: “Watch that man” es la inauguración, al estilo Stone pero demostrando que una cosa es plagiar y otra recrear; “Aladdin Sane”, la siguiente, con esa escala de piano tan imaginativa parece anticipar el estilo Bowie del futuro, mientras que “Drive-in Saturday” es justo lo contrario, un regreso a las mejores esencias de Ziggy… y así sucesivamente, alternando momentos rockeros afortunados (“Jean Genie”, “Cracked actor”, “Panic in Detroit”) junto a baladas épicas como “Time” o “Lady grinning soul”. Quizá lo que menos me gusta de Bowie sea su estilo haciendo versiones, así que “Let’s spend the night together” me parece simplemente pasable; pero en conjunto creo que estamos ante otra de las obras fundamentales de este señor, y no entiendo algunas críticas que se le hicieron por entonces. Para mí es uno de sus cinco o seis mejores discos.
Aprovechando el tirón, por darse un homenaje y de paso hacerse unos dineros extra, nos sorprende en otoño publicando un disco de versiones: “Pin ups”, donde nos presenta algunas de sus canciones preferidas de los años 60. Por desgracia, ya he dicho que esta es la faceta que menos me gusta de Bowie, y la verdad es que no disfruto oyendo, por ejemplo, un “Can’t explain” en el que se pierde toda la fuerza emocional y urgente de los Who en unos arreglos casi de cabaret y una voz lánguida; cosas parecidas se me ocurren con otras cuantas, así que prefiero callarme. Aun así, quien no conozca este disco debería probarlo y decidir por sí mismo: no todo el mundo es tan retorcido como yo, y buena prueba de ello es que llegó al número 1 de las listas… como casi todo lo de Bowie por entonces. En todo caso nuestro amigo ya comienza a mudar de piel, se despide de las Arañas de Marte y establece su domicilio en los States, así que el año que viene estaremos ante un nuevo personaje.
Hola Rick:
ResponderEliminarPues una de cal y otra de arena-
El Kevin Ayers, simplemente me aburre.
De Bowie me gusta casi tado, a pesar de los cambios que ha dado durante casi toda su carrera.
El Aladdin Shane es de mis favoritos por lo potente que suena, y el Pin Ups siempre me ha encantado, con sus versiones, la de Sorrows creo que está `por lo menos a la altura de la origSaludos
Josed
Yo creo que debería darle una oportunidad a Kevin; ya sé que su estilo no le va mucho, pero tampoco es el típico progre coñazo. En fin, qué le vamos a hacer.
EliminarBowie casi siempre tiene algún aliciente, incluso en sus discos más pesados (a partir de los años 80). Otra cosa son sus versiones, que a mí me parecen desangeladas:si lo que busca es hacerlas suyas, es decir, que suenen a él, tal vez debería buscar otro tipo de canciones, sin tanto carácter. Pero esto es una simple opinión, claro.
Hola Rick:
EliminarTe cambio un disco del kevin Ayers por uno de Nazareth.
saludos
Jose
Bueno, hay que reconocer que la distancia entre Canterbury y el heavy/hard es muy grande,y que cada uno tiene sus manías. De todos modos, hay al menos tres canciones de Nazareth que me gustaban: "Witchdoctor woman" y la versión de "Morning dew" que venían en su primer disco, y "Hair of the dog", que la bailé mucho en las discotecas.
EliminarAsí que, a cambio, aquí tienes tres de Kevin que deberían gustarte a ti: "May I", "Stranger in blue suede shoes" y "Shouting in a bucket blues". ¿Vale?
El período ese de Bowie es muy grande. Al Pin ups le debo mucho, meterme a fondo en su día de buena parte del suculento material de los 60, entre otras cosas. Saludos.
ResponderEliminarComo introducción a unas cuantas grandes canciones, de acuerdo: uno de los méritos de Bowie es que gracias a él se descubren otros nombres (eso pasó en Europa con Lou Reed, que en gran medida se hizo popular gracias a Bowie). Pero como intérprete de versiones en sí mismo, ya digo, no me parece su especialidad. En todo caso, lo cierto es que estamos efectivamente en su mejor época. Saludos.
EliminarA este Jose como le saques del garage se resfría jejeje. Bueno, cada uno se divierte como puede y quiere, no? Pues eso.
ResponderEliminarYo soy fan de Kevin Ayers de toda la vida, ya lo sabrá usted porque lo hemos comentado en más de una ocasión. Me gusta su música y admiré su forma de estar en el mundo. Este disco es una maravilla. Ya lo has comentado magistralmente. No tengo nada que añadir. También envido a quien no conozca este disco y lo oiga ahora por primera vez.
Bowie es uno de los músicos preferidos de Mavi. A mí también me gusta mucho, especialmente esta época; aunque en realidad, en todas sus épocas encuentro discos magníficos. También admiro su maestría en renovarse. Creo que además de un gran cantante, es un gran compositor.
Gracias.
Saludosssssssssssssss
Ya sé que los personajes canterburianos le van poco a nuestro amigo, pero en fin: si todos fuésemos iguales esto sería un aburrimiento, ¿no?
EliminarY sí, recuerdo que usted es igual de fan que yo con respecto a Kevin, tanto en su música como en su actitud vital (salvo algunos puntos negros que a estas alturas ya no vale la pena recordar). Y sobre todo sus cuatro primeros discos son joyas; la época Island ya es un poco más estándar, por así decirlo, pero también valiosa.
En cuanto a Bowie, haga usted caso de doña Mavi: es uno de los muy grandes, sin duda. Otra cosa es a partir de los años 80, pero la decadencia le llega a todo el mundo, y pocos han conseguido durar casi veinte años en primera línea.
Gracias a usted.
Aquí si que me coges, Kevin Ayers en un gran desconocido para mi, nunca lo he escuchado con atención, es el momento. Respecto a Bowie debo reconocer que solo me interesa su relación con el Stardust Cowboy, el resto me aburre soberanamente, intente ver el concierto del Ziggy hace poco y no aguante más de dos temas, del glam me quedo con Mark Bolam, que se le va a hacer. ;)
ResponderEliminarKevin se considera en España como un músico de segunda fila, un tipo raro, en gran parte por culpa de Harvest, que como digo arriba no se gastaba dinero en promociones. Si a esto unimos la desidia de EMI en España, que no publicó ni uno solo de sus cuatro primeros discos hasta mucho después, el resultado es inevitable.
EliminarY en cuanto a Bowie, bueno, va a gustos, como todo. Pero no lo limitemos al glam: esa fue simplemente una época de su carrera, mientras que para Bolan y su T. Rex fue casi la única razón de ser (mi opinión más amplia sobre el glam está en el apartado corespondiente, en la columna izquierda). No pueden valorarse a la misma altura uno y otro, de ningún modo.
El Kevin es un tipo que tiene un aura especial para mí; y me gusta su voz. Ya he comentado que yo soy más de canciones que de álbumes, y en este que nos propones hay al menos una - Shouting in a bucket blues- que está entre las que me acompañaron siempre. No me gusta tanto como May I o Stranger in blue suede shoes, pero es estupenda.
ResponderEliminarCon Bowie me ocurre algo muy extraño: creo que no inventó nunca nada del otro mundo; creo que en él es más importante la imagen que el contenido; pienso que lo que hace no pega en absoluto con mis gustos. Sin embargo, estoy convencido de que es uno de los grandes; le debo algunas de las canciones mejores de mi sintonía particular (Ziggi, El hombre que vendió en mundo…) y siempre lo escucho con agrado.
Saúde.
Ay, esa voz, cuántos estragos ha causado entre el público femenino (generalmente)...
EliminarY sí, esa es otra de sus grandes canciones. Aunque tiene muchas grandes, no solo esas tres.
Sobre Bowie yo también opino algo parecido: lo suyo es el reciclaje, pero de alta categoría. Y por supuesto sabía manejar su imagen, el negocio en conjunto. Dominaba toda la estructura tanto musical como estética, por eso llegó tan lejos. Tiene mucho mérito este señor.
Pues coincido con algunos comentarios y discrepo con otros. La verdad es que a Kevin Ayers lo conozco poco (mi hermano era el del prog), siempre música agradable, pero sin profundizar mucho. Este que traes es de los que mas he oído, y me gusta. Bowie es otra cosa, al menos el Bowie de estas épocas, en plural, desde el Hunky Dory hasta el Scary Monsters (incluso los tres posteriores y comerciales posteriores). Luego entono el mea culpa, pero le he dado pocas oportunidades...
ResponderEliminarUn abrazo
kk
Bien, mister Katetoscopio. Queda usted a la misma altura que yo, con respecto a las demás opiniones: a medias. Como he dicho antes, el gran problema de Kevin fue la falta de publicidad. Y en España la cosa ya resultó patética: además de no haber un solo disco suyo hasta su salto a Island Records, el primer reportaje decente sobre él es casi de finales de los años 70, en la revista "Vibraciones"; antes solo recuerdo uno o dos pequeños artículos en "Disco Express". Eso fue todo, y así no hay manera.
EliminarSobre Bowie estamos más o menos de acuerdo, aunque si hablamos de "mea culpa" ya la tengo que entonar yo antes: "Scary monsters" me aburre bastante. El Bowie que a mí me interesa termina en "Lodger", más o menos.
Gracias por la visita.