Tras un breve período de brillantez en el segundo quinquenio de los años 60, a la música yeyé española le queda por delante una época de oscuridad que durará aproximadamente diez años. La oferta estándar de los sellos discográficos se dirige a la masa de compradores menos exigentes: los grupos de chicle pop como Diablos o Fórmula V son casi la única alternativa a un mercado en el que esos mismos sellos han decidido la vuelta al cantante melódico tradicional, cuyo representante más claro es el ínclito Raphael. Y las minorías se dividen en dos bandos: ya vimos que los fans del blues y el rock más o menos progresivo abandonan toda esperanza y se entregan a la oferta extranjera, salvo algunos “patriotas” que de vez en cuando dan una oportunidad a la escasa producción underground nacional (los grupos catalanes, Smash, algún madrileño…). Por otra parte, la situación del país hace que una respetable cantidad de aficionados -no necesariamente jóvenes- con una cierta conciencia social, política o puramente literaria se interese por la pujante canción de autor o, ya directamente, la canción protesta. Es un tipo de material y de público que tienen además mucha relación con la música folk, aunque algunos sectores radicales vean esa cercanía con malos ojos.
Recordarán ustedes que por aquel entonces era Cataluña la zona más vanguardista en casi todos los estilos: frente a los cantautores de querencia francesa que militaban en Els Setze Jutges había un “contrapoder” en el Grup de Folk, más orientado a la escuela dylaniana. Los integrantes de este sector se acercaban al folk psicodélico, que fue el punto de arranque para Pau Riba o Sisa, y las bandas como Maquina! o Tapiman eran reverenciadas por las minorías rockeras. Por lo general los cantautores, unidos bajo el denominador común de la Nova Cançó, se expresaban en catalán, y los rockeros en inglés (como hacían casi todos los grupos de ese estilo, fuesen de donde fuesen: es el caso de los andaluces Smash o los madrileños Franklin y Cerebrum). Pero hubo una excepción, un grupo que no podía incluirse en el sector de los cantautores porque su estilo se acercaba al pop y a los juegos de voces de la escuela Crosby, Stills & Nash, y que por eso mismo no era tampoco una banda de rock: Mi Generación, que además cantaban en español. Otra anomalía. Tal vez les hubiese ido mejor si fuesen de la Meseta, ya que las élites de la burguesía intelectual catalana nunca quisieron saber nada de ellos. Sin embargo, tal suma de anomalías nos viene bien para entender con una cierta aproximación qué fue eso de la “Tercera Vía”.
Vamos a centrar un poco más la idea: de no ser catalanes, la gente como Pau Riba, Sisa, Ia, Batiste y algunos más hubieran cuadrado perfectamente en esa extraña Tercera Vía española. Incluso me atrevo a decir que aquel “magma primigenio” conocido como Grup de Folk es su equivalencia catalana, y por lo tanto Mi Generación quedó en tierra de nadie. Así que, más o menos, ya vamos comprendiendo en qué consistió la cosa: un grupo de músicos, siempre cantando en lengua castellana (salvo alguna excepción en inglés), que en contadas ocasiones podían recordar al folk, pero no hacían folk; tal vez canción de autor, pero más interesados en los juegos de voces o en la melodía que en mensaje alguno; con una cierta vocación underground e incluso algunos efluvios psicodélicos, pero mucho más cerca del pop barroco que del rock… O sea, una especie de hippies ácratas urbanos que en realidad no inventan nada, puesto que esas tendencias ya estaban presentes en algunos grupos españoles de la generación anterior: las voces de los Ángeles o el pop psicodélico de los Pasos son dos buenos ejemplos, así que en cierto modo lo que tenemos ahora es una ampliación de la oferta con nuevos matices y en ocasiones letras más “dislocadas”, con mucho sentido del humor.
Tal vez por el tono exquisito de algunas músicas, por la extremada ironía o agudeza de algunas letras, la mayor parte de los personajes que irán desfilando por esta serie nunca alcanzaron una gran popularidad. Al menos en eso, se hermanan con los cantautores o los rockeros nacionales de aquella época; quién sabe, hasta es posible que ni ustedes recuerden a algunos de ellos. Pero eso tiene su parte buena, porque tal vez descubran más de una canción maravillosa de la que en su momento no tuvieron noticia, o que llegaron a escuchar alguna vez pero su memoria la haya perdido entre las brumas del tiempo: si es así, felicidades. La Tercera Vía fue un enfoque muy interesante en la política occidental de los años 60, como lo fue en el cine español de los primeros 70; y aunque la música popular sea el pariente pobre de todas las mesas, da una cierta alegría saber que también en el mundo ratonero nacional hubo una corriente que se llamó así, aunque casi nadie la recuerde salvo algunos frikis (en las escasas citas en las que se nombra, aparece de pasada y casi como perdonándole la vida; se detallan algunos protagonistas, pero sin asociarlos con un momento o un estilo concreto). El término ni siquiera llegó a ser común entre los cronistas musicales de aquellos tiempos, y solo después se ha recurrido a él como aglutinante para encajar en algún estilo a unos cuantos personajes que de otro modo no podríamos catalogar. Pero no se preocupen: a juego con el resto de la oferta musical española, tales personajes son escasos, así que terminaremos pronto.
Y esto es todo. Ya me imagino los gestos de ansiedad entre las multitudes que invaden este bar a diario, esa emoción, esa impaciencia a duras penas contenida… Está bien, invocaré el primero de esos nombres iniciáticos: Vainica Doble, por supuesto.
Viva la tercera vía, viva Vainica!
ResponderEliminarMuy bien, señor Chafardero, eso es actitud. No esperaba menos de usted, que ya sé que es un poppie de la vieja escuela, como yo.
EliminarYo también me apunto a esa tercera vía con las Vainica llevando el estandarte. Bien planteado el asunto; se ve que lo tienes claro: la perspectiva que da la edad y encima conservando aún la memoria jeje. Yo ya no tanto (la memoria, digo).
ResponderEliminarImpaciencia a duras penas contenida...
Saludossssssssss
Pues vamos alla, estimado Bab. De todos modos, la edad no es impedimento: hay archivos, libros, Internet... Si fuese por la simple memoria, puedes estar seguro de que habría muchos agujeros en estas historietas: aún ayer me eché un buen rato intentando recordar cómo se llamaba el productor de los Beatles, así que con eso te lo digo todo.
EliminarHola Rick:
ResponderEliminarJoder, esto de la tercera via, tiene un aire misterioso, parece un programa del Iker Jimenez, y supongo que algún que otro fantasma aparecera en esta via.
¡Preparado!
Saludotes
Jose
Pues no había pensado yo en esa vertiente misteriosa... El caso es que sí, le cuadra un poco. Bueno, pues mejor. Más intriga. Espero que te diviertas.
EliminarSi el comienzo es Vainica Doble, por fuerza ha de estar bien.
ResponderEliminarSaúde.
Es usted sucinto y certero, don Luis... Por fuerza, sí.
EliminarVainica es un oasis de inteligencia entre tanta vacuidad playera setentona.
ResponderEliminarMás que la inteligencia -que la tenían de sobra- lo que yo valoro en ellas es esa capacidad de hacer simple lo complejo, de emocionar, de llevarnos a una pretendida infancia en la que nada es lo que parece. Si uno de los objetivos del Arte es crear emoción, ellas lo conseguían sin la menor dificultad.
EliminarMientras leía tu entrada no he dejado de pensar en Els Sapastres y su "Canciones del amor prohibido", un trabajo publicado en castellano en 1969 de una banda ligada al Grup de Folk por su líder Jaume Arnella, y que posteriormente publicaría otro trabajo en catalán, antes de disolverse en 1972. Ignoro si Els Sapastres fueran en su día criticados por los más nacionalistas de la época por cantar en otro idioma, quizás porque muchos de sus miembros pertenecían a una burguesía que ya había hecho bandera del "hecho diferencial".
ResponderEliminarSaludos,
JdG
Esto enlaza con el final del último párafo de esta entrada: el folk era mal visto por la inteligentsia progre nacionalista, tanto en Cataluña como en Galicia y el País Vasco. La canción folclórica tradicional se consideraba "contrarevolucionaria". Si a eso sumamos que, efectivamente, Arnella (un claro folclorista, como se demostró luego) comenzó con los Sapastres cantando en castellano, la cosa iba mal.
ResponderEliminarEl Grup de Folk, en conjunto, no fue del gusto del nacionalismo catalán, que apostó decididamente por los Setze Jutges: personajes como Pau Riba o Sisa eran mal vistos por ese sector. En fin, que eso del "hecho diferencial" lo era en más de un sentido.
Saludos mil.