El tiempo pasa, y al igual que en la Isla quedan ya pocos rasgos de aquel renacimiento que tuvo lugar a mediados de la década anterior. Un renacimiento que en gran parte había tenido lugar en la costa atlántica, con Nueva York como principal protagonista –y cuyo mejor símbolo es esa fascinante grillera llamada CBGB-, pero que ha ido basculando hacia California porque las influencias de ida y vuelta que se vivieron en paralelo a la Isla son siempre temporales: más tarde o más temprano, a medida que la originalidad decae resurge la tradición. Y por otra parte reitero lo que dije respecto a los primeros años de esta década: a causa de que el carácter americano es en el fondo mucho más conservador que el isleño, las modernuras europeas como el pop electrónico o la elefantiasis de los nuevos románticos no tienen cabida en Estados Unidos (ni siquiera el post punk siniestro gótico, para ser realistas) salvo entre diminutas minorías urbanas.
Situados en la mitad de esta década, ya vemos las dos corrientes principales que protagonizan el futuro inmediato: el Nuevo Rock Americano, que es una versión ampliada a todo el país del Paisley Underground que se comenzó a cocinar en California pocos años antes, y una evolución del punk (cuyos orígenes son también americanos) que está poniendo los cimientos del hardcore, un estilo mucho más duro y denso a la vez; más “sanguinario”, por decirlo así. Como es lógico el primero tendrá más popularidad a escala nacional mientras el segundo es más propio de las ciudades. Por otra parte, un concepto tan genérico como el de “rock americano” inevitablemente tenía que dar pie a nuevas etiquetas, y pronto surgen algunas “regionales” como la de “rock del desierto”, originaria de Tucson, Arizona (ya saben, Giant Sand, Naked Prey, ese tipo de gente), que por su gusto por el chirrido de las guitarras y el ambiente oscuro, abrasivo, inevitablemente acabarán integradas en el stoner rock (Aunque esta década no es muy boyante para Neil Young, la herencia de sus primeros años está plenamente en vigor). En cuanto al hardcore, es decir, el post punk yanqui, además de su endurecimiento es muy frecuente que tenga carga ideológica en sus letras y actitudes: los Dead Kennedys, probablemente los más populares representantes de ese estilo a ambos lados del océano, son el mejor ejemplo. El hardcore es una de las bases de las que surgirá en los años 90 el grunge, otro estilo genuinamente americano. Así que, tanto en el rock como en el punk, el sonido se hace cada vez más crudo.
En cuanto a los grupos veteranos surgidos a finales de la década anterior, su trayectoria no es muy distinta a la de los británicos: los que siguen en pie sin desahogo suelen acercarse a los terrenos del mainstream, con lo cual alejan a gran parte de sus fans de los primeros tiempos pero a cambio dignifican las radios convencionales. Y ya que hablamos del mainstream hay que hacer constar una revolución que surge en Estados Unidos y que pronto llegará a Europa: la cultura urbana del hip-hop, representada en lo musical por el rap, comienza a hacerse con un sector muy importante del mercado. De nuevo, como en la época del rock and roll o el blues eléctrico, las razas vuelven a tener un estilo musical que se hace transversal, y pronto surgen raperos blancos que participan de un circuito común. Conviene recordar que el funk, a pesar de su popularidad en las discotecas, nunca había alcanzado una gran potencia comercial entre la clientela blanca, y que por lo tanto quedó restringido mayoritariamente al público afroamericano. Y la explicación del éxito interracial de la nueva tendencia viene dada en gran parte por el cambio de estrategia en los medios de distribución.
Hasta principios de los años 80, el mercado en Estados Unidos (como en casi todas partes) solía estar organizado en compartimentos muy definidos: las radios, por ejemplo, se especializaban en unos géneros concretos y no salían de ahí. Pero algunas comenzaron a buscar nuevos oyentes creando programas de corta duración, en modo de prueba, con géneros “alternativos”, y para su sorpresa pronto consiguieron lo que buscaban. Como es lógico las demás se apuntaron a esa tendencia, y en poco tiempo muchos músicos que nunca habían salido de un circuito determinado (los negros sobre todo) comenzaron a hacerse populares a mayor escala. En consecuencia, la industria discográfica toma buena nota y comienza a recomendar a sus estrellas mainstream que se refresquen con agua de otros manantiales: esa es la época en la que las estrategias crossover crean maridajes tan curiosos como la presencia de Paul McCartney junto a Michael Jackson, o Julio Iglesias con Willie Nelson. Todo vale. Pero también los músicos urbanos toman nota, y algunos blancos procedentes del punk comienzan a fijarse en el rap del mismo modo que algunos negros lo hacen con el heavy metal e incluso los sonidos electrónicos. A partir de ahí surge un repertorio casi ilimitado de opciones que en muchos casos han llegado hasta hoy mismo.
No sé si es mucha o poca la gente de mi generación que se haya metido a fondo en esas nuevas corrientes. En mi caso, como en el de otros, no me siento identificado ya con la mayor parte de esas músicas; tampoco lo estaré con el grunge o el britpop, así que durante varios años haré lo que hicimos la mayoría de disidentes: buscar las viejas perlas de los años 60 y 70 que en su momento no habíamos detectado. Ya dije hace poco que la industria del disco tiene un resurgimiento inesperado en esta época gracias a la nostalgia, y que los consumidores de garaje, freakbeat y demás géneros viejunos somos más a cada día que pasa (incluso lo es también un buen sector de gente joven). Ese es el repertorio que nos ha mantenido en pie hasta hace poco, ya que últimamente parece haber un ligero resurgir de las músicas hechas al estilo que nos gustaba, sobre todo en el pop: la existencia de sistemas como Bandcamp hacen que la oferta ahora sea global, que tenga las mismas posibilidades un grupo sueco que otro canadiense; además, la creciente presencia femenina, sin tics ni postureos, con verdadera afición y ganas de aprender, es otra buena noticia. Gracias a esas dos potencias, tal vez la música popular se vaya levantando de su letargo. Pero en este bar los 80 serán el fin del paseo por las músicas yeyés, y de ahí en adelante lo que pase ya no es asunto nuestro.
Bueno...¡por fin USA Rick!..., ya pensaba que no había Dios que te sacara de tu pub preferido del Soho. Debo confesar que para un servidor la década de los 80 es básicamente década USA. Gracias a revistas como Ruta 66 (creo que hemos comentado este tema en varias ocasiones), la ingente información sobre la música americana de entonces, sus diferentes estilos, bandas y protagonistas y, de paso, el poder profundizar en el conocimiento de sus raíces (algo muy importante) entran como un torbellino de novedades para cualquier aficionado atento y, afortunadamente para mi, yo fui uno de ellos. Fue tal su influencia que desde entonces mis gustos y querencias musicales, sin dejar de tener y reconocer la base isleña, dan el salto de una manera clamorosa hacia el escenario americano, algo que mantengo a fecha de hoy.
ResponderEliminarSeguiré con especial atención esta nueva serie, huelga decirlo.
Saludos,
No te quejes, Javier. Yo creo que he sido bastante ecuánime: hay más o menos la misma cantidad de material ochentero británico como americano. Aun así creo que a partir de mediados de esta década nuestros gustos comienzan a diferir: que los 80 sean básicamente una década USA (algo con lo que, con matices, podría estar de acuerdo) no significa nada bueno ni malo en sí mismo. Pero que la carencia de imaginación británica acaba salpicando a aquel continente es un hecho. Más o menos por esa época los grupos americanos empiezan a parecer fotocopias unos de otros, y en los 90 la situación se agrava. Pero esto es una simple opinión, claro.
EliminarSaludos mil.
Hola Rick.
ResponderEliminarPues como todo colegial a principio de cada curso, voy ilusionado y a la vez asustado. A ver que nos deparan estos americanos, aunque esa época americana, ni la tengo muy oida ni me ha entrado demasiado.
Espero unas buenas lecciones o me voy al patio a jugar al futbol.
Saludos
Jose
Bah, no te preocupes: solo con la inercia de cuatro o cinco grandes nombres de los años anteriores más otros tres o cuatro nuevos tenemos la serie hecha, ya lo verás.
EliminarY cuidado con la pelota, a ver si vas a acabar rompiendo algo...
Saludos mil,
Yo creo que la aportación fundamental en la música norteamericana desde mediados de los 70 procede de la música negra con la burbuja esnob que es Nueva York y todo su tinglado eurocultureta o la procedente del sur con los acercamientos desde el country de Nashville y aledaños.
ResponderEliminarLa música negra se consagra y consolida con la cultura hip hop y los blancos como siempre actúan a su rebufo.
Respecto a la actualidad, no creo que la música pop tal como la concebimos tenga futuro, ni tan siquiera desde su lado femenino, mientras siga prevaleciendo el reggaetton, el trap y todo lo que les rodea. Solo hay que echar un vistazo a lo que escuchan los menores de 35.
Hay una influencia negra como la ha habido desde los tiempos del blues; otra cosa es hasta que punto esa influencia gusta a según qué tipos de aficionados. Yo soy un ferviente admirador de casi todos los estilos negros englobados en esa burbuja llamada r'n'b, pero el funk ya solo me interesa en casos aislados y el rap me trae sin cuidado. Como siempre, todo va a gustos.
EliminarEn cuanto al futuro, como su nombre indica no está escrito aún. Ya iremos viendo...
Esperando con ganas este nuevo máster. Seguro que hay un montón de música que se me escapó en su día. Ya me ha entrado la curiosidad.
ResponderEliminarSaludos.
No te preocupes, Bab: Estados Unidos, como la Isla, está entrando en decadencia. Solo quedan tres o cuatro nombres que realmente valgan la pena; el resto, como le digo a Javier, serán copias de otras copias. Pero también digo que esto es una simple opinión.
EliminarMuy buen texto, explicativo y sintético. No conocía unos cuantos datos, mientras que he dado mejor sentido a otros que sí conocía (me viene a la cabeza, por ejemplo, aquel videoclip de Jacko y McCartney).
ResponderEliminarNos guste o no, es verdad que el hip hop pegó el pelotazo en esta década, y diría, desde un conocimiento muy superficial (porque esa música nunca ha sido lo mío), que tuvo su edad de oro en la primera mitad de la siguiente década con la famosa guerra de las dos costas, promovida por la industria, y los mitos creados alrededor. Por otro lado, así como agradezco que menciones al rock del desierto, también agradezco que hayas omitido a géneros tan aborrecibles para mí como el hair metal ochentero (Mötley Crue) o, sin llegar tan lejos en el aborrecimiento, bandas de gran éxito como Guns & Roses o Bon Jovi. En los años ochenta, el ''guitar hero'' melenudo fue moneda tan corriente como, por otro lado, el cantante de rap marcándose un break dance frente a un muro cargado de grafitis.
Como no podemos programar nuestras inquietudes, se da la casualidad de que esta serie comienza cuando me encuentro descubriendo, y en intenso disfrute, los discos de 'The Jam', pero, por supuesto, haré un hueco para el escenario musical yanqui. Le tengo ganas a esta serie, aunque por otro lado hay algo de pena al saber que será la última. Esperemos que, en cualquier caso, el bar siga abierto contra viento y marea. Sea lo que sea que nos sirva el dueño, será bien recibido.
Hola, Rod (¿a que queda bien la abreviatura?).
EliminarEl asunto del rap no queda más remedio que reseñarlo si se quiere hacer un resumen más o menos ajustado de la época. Y luego ya en cuanto a "fenómenos" como el rock del desierto, no son más que variantes regionales, ya digo: el todopoderoso Nuevo Rock Americano planea sobre cualquier otra cosa. En fin, que insisto en lo de la uniformidad: las etiquetas a partir de esta época no son más que inventos de la industria indie para colocar en le mercado a productos que si figurasen en una única gran cesta junto a todos los demás no tendrían visibilidad porque no tienen categoría suficiente. pero insisto otra vez: esto es una mera opinión.
Ya he visto en tu nuevo blog que gracias a los Jam estás descubriendo nombres gloriosos como Martha y sus Vandellas. Es lo grande de los grupos grandes: no solo lo son por su repertorio, sino también por sus gustos.
Y cuando termine con esta serie, habré cumplido una obligación que me impuse hace mucho tiempo. A partir de ahí el bar seguirá abierto y será mucho más libre.
Me deleita leerte aunque a veces es demasiado largo el texto
ResponderEliminarabrazo
Pues muchas gracias. Saludos mil.
EliminarEn mi caso a finales de los ochenta desconecté durante unos años del pop y del rock, dedicándome a géneros más "serios". Hasta bien mediados los noventa no volví a ellos. Ya me dirás si me perdí algo
ResponderEliminarYo también desconecté en parte, aunque no del todo. Y anduve cerca de los géneros "serios", pero me aburrí pronto: no tengo talla para ellos. Afortunadamente para todos los que quedamos en tierra de nadie, a partir de los años 80 comenzó también la edad de oro de las reediciones, y ahí comenzó a haber dos mundos paralelos.
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