martes, 13 de diciembre de 2022

Estados Unidos: los últimos 80's (IV)

Hoy vuelve a visitarnos otro personaje que, como Willy DeVille, también ha sabido actualizar varios estilos tradicionales dándoles un toque muy personal: don Gustavo Falco. Las similitudes entre ambos no terminan ahí, ya que si DeVille tuvo una carrera artística que lo llevó en continuos tránsitos que, por resumir, basculan entre Nueva York y Nueva Orleans pasando por Europa, en el caso de Tav Falco podemos sustituir Nueva Orleans por Memphis y el resultado es parecido. Sin embargo este último es un personaje más complejo, ya que a lo largo de su carrera ha alternado la música con varias disciplinas relacionadas con la imagen, su primera gran afición (cine, televisión, fotografía…). Y desde sus primeros tiempos en Memphis -en frecuente sociedad con Alex Chilton- hasta mediados de esta década, ha recorrido un camino que, partiendo del tratamiento de géneros tradicionales de un modo experimental y medio enloquecido en su primer disco (que me sigue recordando a unos Velvet Underground del pantano) ha llegado a una época en la que podría considerarse un cruce entre DeVille y los Cramps, con parecidas aficiones a un abanico de géneros muy amplio. Como casi siempre, lo acompañan los Panther Burns, una especie de “grupo franquicia” por el que hay un tránsito constante de músicos. En cuanto a su grado de popularidad, y también como Deville, es mucho más apreciado en Europa, donde ha grabado gran parte de sus discos, que en Estados Unidos, donde no pasa de ser un outsider.

Tras un Ep titulado “Shake rag” que se abre con la magnífica “Cuban rebel girl”, una especie de rock and roll stomp muy poderoso, seguido por tres versiones que resucitan unas piezas en origen poco destacables, llega en 1987 “The world we knew”; de nuevo y junto los Burns está Chilton, que también produce el disco además de tocar guitarras o piano en algunas canciones. Hay que recordar que Falco, al igual que DeVille, es un especialista en versiones, y que suele buscar piezas poco usuales: este disco, compuesto enteramente por material ajeno (salvo Mack Rice o algunos compositores tradicionales, la mayoría son personajes poco conocidos) juega con los contrastes de un modo admirable. Y así tenemos una apertura con “Dateless night”, el debut de Allen Page, en el que refuerza tanto su orientación rockabilly como el tono twangy (en la original, a Page le acompañaban los Del Tones) y consigue una calidez magnífica que puede recordar a los Cramps. Esa pieza va seguida por “Do the robot”, una especie de rock and roll pantanoso al estilo Bo Diddley compuesta por Rice (de la que no conozco versiones), con lo cual ya estamos ante dos mundos distintos. Luego viene un country rock sureño, y luego un viaje al mundo soul/funk de los años 60 con “Pass the hatchet”, que hasta podría recordar a Booker T. La sucesión de estilos es un verdadero viaje por el túnel del tiempo, y demuestra el gran dominio que posee Falco sobre las variantes oscuras de los ritmos tradicionales entre los años 50 y 60.


“Red devil”, publicado en 1988, es también un ramillete de piezas ajenas, aunque el sonido y el ambiente son un poco más “despejados”. En parte tal vez se deba a que a que la producción es compartida entre Chilton y Dickinson, pero la selección de temas que hace Falco tiene claramente ese propósito. Y el resultado es sobresaliente desde el comienzo con “Oh how she dances”, una pieza de Dickinson: aunque ya la versión original va a medias entre recitada y cantada, su estilo era claramente de folk singer, mientras que aquí hay un ambiente general que podría recordar a un espectáculo de variedades en el que su presentador hace una especie de introducción que luego lo lleva al canto. "Drifting heart”, la siguiente, es una de esas escasas piezas “elegantes” que hizo Chuck Berry, que aquí es llevada por Falco y sus muchachos hasta un extremo exquisito, casi de bolero jazz para clubs de punta en blanco, que la hace deliciosa. La elegancia se sigue manteniendo, aunque a otra escala, con “Poor man”: por algo es de Lee Hazelwood. Aunque aquella voz de machote, entre folk singer y country, es sustituida aquí por un Falco que sabe sacar provecho a su tendencia a los tonos melódicos y que hace que el grupo se acerque al country pop con un sonido muy clásico, muy de los 60. Supongo que el hecho de que Chilton esté en la producción de esta pieza y la anterior tiene algo que ver. El resto del disco es igual de bueno, buscando como siempre contrastes inesperados, como ese cierre de la cara A con “Tram” (así, sin la “p” final de la versión original), un viaje a la Stax, seguido por una apertura de cara B con “Ode to Shetar”, la única pieza propia, un rock oscuro, entre garaje y la Velvet, que casi nos lleva a su orígenes diez años antes. Tremendo.


La entrada en los años 90 le sienta muy bien a Falco, que cambia su residencia en Nueva York por Paris (hasta en eso se parece a DeVille, aunque pocos años después se marchará a Viena para echarse casi veinte años allí). Y para comenzar la década a lo grande publica “Return of the blue panther”, uno de sus discos más movidos y también de los más populares. Ya el arranque con esa manera tan personal, tan marchosa, de encarar la tristísima “Mala femmena” de toda la vida, nos indica por dónde van los tiros: solo es un esbozo, la versión “larga” es la que cierra el disco, pero es suficiente para hacernos una idea. Y a partir de ahí tenemos rock and roll, country, rockabilly, blues, todo ello con un eco cercano, casi de garaje, que da a estas versiones una gran frescura. Lo de la frescura puede tener su explicación en el hecho de que el disco se hizo casi “a pelo”, sin productor; pero ese ambiente sonoro parece deberse a que “las novias de la banda de pronto empezaron a mostrarse un tanto reticentes ante nuestros requerimientos, y por eso hay tantas tonalidades solitarias y ese ambiente crepuscular”. Bueno, si lo dice él será así, pero me sigue pareciendo uno de los discos más alegres y menos enrevesados de su carrera. Es más: yo diría que, para quienes nunca hayan entrado en el universo Falco, este es un disco muy indicado para empezar. Los de Allmusic dicen que su sonido es como el de la banda de un bar, y algo de eso hay.

A partir de ahí, ya radicado en Europa hasta no hace mucho, la simple inercia le ha proporcionado un sustento rocoso, inamovible, entre los fans que pueblan sus conciertos: no son multitud, pero son fieles. Y lo son porque él, al más puro estilo Gatopardo, ha sabido ir haciendo pequeños cambios en cada disco para que nada cambie. En el total de su carrera, y aunque muchos otros prefieran a DeVille, si tengo que elegir me quedo con don Gustavo.

8 comentarios:

  1. Valoro su aspecto rítmico y su permanente homenaje a los viejos estilos pero hay algo que no me convence. Quizás esa voz ahogada, asfixiante, ese toque tan pesado en ocasiones o esa producción deliberadamente sucia.
    Tampoco lo conocía de nada con lo cual mi opinión es subjetiva y en función de los audios que has puesto aquí.

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    1. Bueno, en cuestión de gustos no hay nada que discutir. De todos modos Falco es en el fondo tan clásico como moderno, ya que precisamente ese tipo de producción es el que le da un toque actual a su música.

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  2. Me une un especial vínculo afectivo con el amigo Gustavo. Desde ser conocido gracias (otra vez) a Ruta 66, el primer Lp suyo que cayó en mis manos, ("Life Sentence", ya de 1991) me obligó a buscar su obra anterior, bien fuera en solitario o en compañía de sus Panther´s Burns. ¡Gran hallazgo!.
    Le vi en directo en Fun House en septiembre de 2018 y me dejó fascinado. En la cima de su concierto, interpretaba una version del famoso "Brazil", el hombre bajó del escenario y se marcó unos bailes tipo quedón con unas mozas asistentes que fueron deleite y asombro del resto del personal. Por allí andaba Alberto García-Alix firmando junto a Tav alguna publicación que habían editado conjuntamente.
    De su obra prefiero el maravilloso primer "Behind The Magnolia Curtain", aquí aparece el enorme Alex Chilton a las guitarras, también en su "Midnight Ian Memphis" (otro favorito), compartiendo banda con (nada más y nada menos...) Jim Dickinson y, por fin, el magnífico "The World We Knew", en la que Chilton también produce.
    Siempre le he considerado como el más macarra de de la saga Orbison. ¡Qué arte tiene el condenao!
    Saludos,

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    1. Sí, los del Ruita eran fans a muerte de Falco. Bueno, y de DeVille y de los Cramps... Toda esta gente que anda navegando entre el clasicismo y la ruptura les encantaba.

      El disco de la Magnolia es uno de los grandes, no hay duda. Quizá resulta un poco injusto compararlo con los demás, ya que la perspectiva aquí es totalmente rompedora, pero escuchando luego el resto de su obra se comprende bastante mejor.

      Está bien eso de "macarra de la saga Orbison", le cuadra perfectamente.

      Saludos mil.

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  3. Gracias al anterior artículo que dedicaste a Falco me puse un poco al día sobre él. Como bien apuntas, reinterpretar los géneros clásicos es su fuerte. Aunque a veces suena demasiado oscuro para mí, lo prefiero a DeVille.

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    1. El asunto de la oscuridad depende mucho de cómo queramos enfocar su estilo, pero yo creo que le da mucha consistencia a su manera de abordar el r'n'b. Yo diría que le aporta credibilidad, pero es una simple opinión. Y sí, coincidimos en la preferencia: DeVille está muy bien, pero Falco más densidad, más pulsacion subterránea, por decirlo así. Y volvemos a lo de la oscuridad, claro.

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  4. Me pasa lo mismo que a Chafardero, con tu último artículo sobre Falco ya me convenciste de su valía. Yo no lo prefiero a DeVille, pero lo puedo poner a la misma altura sin problema. Ya ves que esta "enciclopedia" tuya da sus frutos. Se agradece la información con todo tipo de detalles.
    Saludos.

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    1. Bien, pues si los ponemos a la misma altura no habrá peleas, que los dos son muy gallitos. En cuanto a la información, es mi querencia de abuelo Cebolleta. Menos mal que mi nieto es pequeño y no le puedo dar la paliza...

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