Hemos llegado al tercer y último bloque de grupos ya establecidos: se trata de los psicodélicos reconvertidos en progresivos. Sí, es el mismo sector al que pertenece Pink Floyd; con la diferencia de que Waters y sus colegas comenzaron antes, son ya son una celebridad mundial y por tanto están ubicados en la "zona noble" de esta saga (comprenderán ustedes que si no establezco unas pautas mínimas, esto sería un sindiós). De todos modos, los tres grupos relevantes en este apartado ya son conocidos por ustedes gracias a su obra del año anterior: The Nice, Soft Machine y Family.
The Nice publican su tercer LP, de título homónimo. Las veleidades psicodélicas de sus principios han sido olvidadas: hace ya tiempo que responden cabalmente a la descripción formal que de "música progresiva" robé a don Antonio de Miguel (si quieren refrescarse la memoria, aquí la tienen). La fusión del rock con las armonías sinfónicas parece tener mucha clientela entre una nueva generación de oyentes que detestan el beat o el rock'n'roll por su "sencillez infantil", como me espetó uno un día; lástima, le respondí yo, que no haya una correspondencia admirativa similar por parte de los serios y circunspectos aficionados a la música clásica, pero en fin. Bien pensado, el asunto es simple: la seriedad -la "respetabilidad musical"- era un objetivo para los recién llegados; los otros, por estar ya instalados en ella, no necesitaban hacer más esfuerzos. Quede claro que con esto no me estoy metiendo con la música sinfónica (a la que respeto y a veces incluso admiro), sino con algunos de sus supuestos aficionados: hay mucha pose en ese mundo.
La maestría de Keith Emerson en todo tipo de teclados es aplastante: junto con Rick Wakeman y algunos más será la alternativa escénica a los guitar heros que asolarán el mercado dentro de poco (el concepto de "solista desaforado" será un ingrediente básico para entender la música de los años setenta, como muy bien dice don Antonio). De las cuatro piezas que forman la cara A, tres son propias: "Azrael revisited", la primera, es probablemente la que más me gusta del disco: un popero infantil como yo agradece ese equilibrio entre líneas sinfónicas y ritmo. Viene luego una versión al piano de la inolvidable "Hang on to a dream", del malogrado Tim Hardin; y aunque hay otras versiones que me gustan más, esta tiene su encanto. Las otras dos siguen el estilo de la primera, un poco más amaneradas. La cara B, en directo, se abre con una versión libre del "Blue rondo a la turk" sobre la que había hecho Dave Brubeck: bien. Pero la siguiente, otra versión, esta vez de Dylan, me aburre: doce minutos de filigranas es mucho tiempo para mí.
Soft Machine están en pleno proceso de reconversión, y eso pasa factura: digerir su segundo disco es una labor un tanto ardua para las mentes simples como la mía. La marcha de Kevin Ayers priva al grupo de aquel barniz jazz-pop psicodélico que lució en sus primeros tiempos, y por consecuencia el sonido Canterbury se está diluyendo; o, más propiamente, está derivando hacia el jazz patafísico dadaísta. En teoría el grueso de la obra está compuesto por el bajista Hopper en su cara A ("Melodías rítmicas") y por el teclista Ratledge en la B ("La estética nasal de Esther"), mientras que el histórico Robert Wyatt figura como "arreglista" en la fase Hopper y contribuye a título personal en algunos fragmentos.
Sí, fragmentos. Porque aquí no se puede hablar propiamente de canciones sino de fases, o algo así: la influencia del Zappa de aquella época parece haberles marcado mucho, y ellos mismos recomendaban oír cada una de las caras sin interrupciones. Como consecuencia, no hay una canción que pueda ser destacada por buena o por mala, sino un desarrollo que dependerá del estado de ánimo de los oyentes: en fin, todo muy "free". Y casi por pura lógica esta banda se irá inclinando hacia el free jazz vanguardista, lo cual supera los humildes presupuestos de este local. Suerte, muchachos.
Y ahora vamos con lo que a mí realmente me mola: lo bueno siempre lo dejo para el final. Y lo que a mí me mola es Family, que este año publican su segundo disco; o su segunda maravilla, para ser más exactos. Si el año anterior consiguieron que su primer LP figure encajonado para siempre entre los cinco grandes de la psicodelia siendo mucho más que eso, con el segundo pasan a representar el paradigma de grupo sin etiqueta posible. Me explico: la dictadura del mercado exige que Family, junto a los Tull y otros cuantos, sean citados como "progresivos". Vale, de acuerdo; pero yo les llamaría "underground", y a otra cosa. Porque… ¿cuál es exactamente el estilo Family en estos momentos? Nadie lo sabe. Ni falta que hace.
"Entertainment", ese nuevo disco, fluye entre muchos cauces: un leve tono blues, retazos del country americano pasados por el tamiz isleño, un regusto psicodélico en algunas fases, el rock con tonos jazzy en otras… y siempre una ejecución grandiosa en manos de unos instrumentistas formidables entre los que se encuentra Ric Grech (el bajista más luminoso de la Isla en ese momento), la guitarra nunca bien valorada de John Whitney, el saxo espeluznante de Jim King y no digamos ya la voz de Roger Chapman (el verdadero número uno de los vocalistas británicos). No voy a destacar canciones: oigan el disco, si quieren.
Bueno, pues con estos tres hemos terminado el repaso a los grupos ya instaurados. Ahora nos toca ojear la marabunta de los que se presentan en sociedad este año, y a ello nos pondremos el próximo día. Mientras tanto, salud y entretenimiento familiar (me temo que se me ha vuelto a ver el plumero).
The Nice publican su tercer LP, de título homónimo. Las veleidades psicodélicas de sus principios han sido olvidadas: hace ya tiempo que responden cabalmente a la descripción formal que de "música progresiva" robé a don Antonio de Miguel (si quieren refrescarse la memoria, aquí la tienen). La fusión del rock con las armonías sinfónicas parece tener mucha clientela entre una nueva generación de oyentes que detestan el beat o el rock'n'roll por su "sencillez infantil", como me espetó uno un día; lástima, le respondí yo, que no haya una correspondencia admirativa similar por parte de los serios y circunspectos aficionados a la música clásica, pero en fin. Bien pensado, el asunto es simple: la seriedad -la "respetabilidad musical"- era un objetivo para los recién llegados; los otros, por estar ya instalados en ella, no necesitaban hacer más esfuerzos. Quede claro que con esto no me estoy metiendo con la música sinfónica (a la que respeto y a veces incluso admiro), sino con algunos de sus supuestos aficionados: hay mucha pose en ese mundo.
La maestría de Keith Emerson en todo tipo de teclados es aplastante: junto con Rick Wakeman y algunos más será la alternativa escénica a los guitar heros que asolarán el mercado dentro de poco (el concepto de "solista desaforado" será un ingrediente básico para entender la música de los años setenta, como muy bien dice don Antonio). De las cuatro piezas que forman la cara A, tres son propias: "Azrael revisited", la primera, es probablemente la que más me gusta del disco: un popero infantil como yo agradece ese equilibrio entre líneas sinfónicas y ritmo. Viene luego una versión al piano de la inolvidable "Hang on to a dream", del malogrado Tim Hardin; y aunque hay otras versiones que me gustan más, esta tiene su encanto. Las otras dos siguen el estilo de la primera, un poco más amaneradas. La cara B, en directo, se abre con una versión libre del "Blue rondo a la turk" sobre la que había hecho Dave Brubeck: bien. Pero la siguiente, otra versión, esta vez de Dylan, me aburre: doce minutos de filigranas es mucho tiempo para mí.
Soft Machine están en pleno proceso de reconversión, y eso pasa factura: digerir su segundo disco es una labor un tanto ardua para las mentes simples como la mía. La marcha de Kevin Ayers priva al grupo de aquel barniz jazz-pop psicodélico que lució en sus primeros tiempos, y por consecuencia el sonido Canterbury se está diluyendo; o, más propiamente, está derivando hacia el jazz patafísico dadaísta. En teoría el grueso de la obra está compuesto por el bajista Hopper en su cara A ("Melodías rítmicas") y por el teclista Ratledge en la B ("La estética nasal de Esther"), mientras que el histórico Robert Wyatt figura como "arreglista" en la fase Hopper y contribuye a título personal en algunos fragmentos.
Sí, fragmentos. Porque aquí no se puede hablar propiamente de canciones sino de fases, o algo así: la influencia del Zappa de aquella época parece haberles marcado mucho, y ellos mismos recomendaban oír cada una de las caras sin interrupciones. Como consecuencia, no hay una canción que pueda ser destacada por buena o por mala, sino un desarrollo que dependerá del estado de ánimo de los oyentes: en fin, todo muy "free". Y casi por pura lógica esta banda se irá inclinando hacia el free jazz vanguardista, lo cual supera los humildes presupuestos de este local. Suerte, muchachos.
Y ahora vamos con lo que a mí realmente me mola: lo bueno siempre lo dejo para el final. Y lo que a mí me mola es Family, que este año publican su segundo disco; o su segunda maravilla, para ser más exactos. Si el año anterior consiguieron que su primer LP figure encajonado para siempre entre los cinco grandes de la psicodelia siendo mucho más que eso, con el segundo pasan a representar el paradigma de grupo sin etiqueta posible. Me explico: la dictadura del mercado exige que Family, junto a los Tull y otros cuantos, sean citados como "progresivos". Vale, de acuerdo; pero yo les llamaría "underground", y a otra cosa. Porque… ¿cuál es exactamente el estilo Family en estos momentos? Nadie lo sabe. Ni falta que hace.
"Entertainment", ese nuevo disco, fluye entre muchos cauces: un leve tono blues, retazos del country americano pasados por el tamiz isleño, un regusto psicodélico en algunas fases, el rock con tonos jazzy en otras… y siempre una ejecución grandiosa en manos de unos instrumentistas formidables entre los que se encuentra Ric Grech (el bajista más luminoso de la Isla en ese momento), la guitarra nunca bien valorada de John Whitney, el saxo espeluznante de Jim King y no digamos ya la voz de Roger Chapman (el verdadero número uno de los vocalistas británicos). No voy a destacar canciones: oigan el disco, si quieren.
Bueno, pues con estos tres hemos terminado el repaso a los grupos ya instaurados. Ahora nos toca ojear la marabunta de los que se presentan en sociedad este año, y a ello nos pondremos el próximo día. Mientras tanto, salud y entretenimiento familiar (me temo que se me ha vuelto a ver el plumero).
Ahh, ¿o sea que la coña de patafísica proviene de 'Pataphysical Introduction'?
ResponderEliminarAhhhh, que también hay una corriente que recibe ese nombre.
http://es.wikipedia.org/wiki/Pataf%C3%ADsica
La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias
Madre del amor hermoso.
Yo no sé qué disco de Soft Machine me bajé hace unos años. Su escucha fue... fue... algo inacabado, para empezar. Mi primer trauma con el progresif, Rick.
Me apunto a los Family.
Buf, tendré que escuchar ese disco entonces, y cuanto antes, por el énfasis que has puesto.
ResponderEliminarO sea que primero los que vienen del blues, luego del folk y por último de la psicodelia. 1969, año de la 'seriedad' progresiva.
Comparto contigo ese punto de vista acerca de la respetabilidad, en líneas generales. Y nada, volveré cuando haya oído lo nuevo de Family para este año (y repasado el anterior, aunque suelo oírlo).
No sé si soy serio y circunspecto, pero sí aficionado de toda la vida a la música clásica, y nunca entendí el palo progresivo. El rock y el pop son la música popular de hoy, con la que se identifica la gente y la hace suya. Tiene una vitalidad e inmediatez que jamás alcanzará la música culta, que es más meditada y cerebral. Así que a estos músicos les perdía el ego, querían ser Mozart cuando su papel no alcanzaba ni al de juglar
ResponderEliminarHombre, en el progresivo haber había de todo, y a mí me parece muy respetable el aspirar a algo más dentro de los terrenos de la música popular.
ResponderEliminarAquel que espeta algo que no sirva para exponer al fuego y luego comerlo, disfruta, en principio, de mi entusiasta suspicacia.
ResponderEliminarOtrosí digo, me gustó mucho el sonido Canterbury.
“… el paradigma de grupo sin etiqueta posible…” Esos son los que me gustan a mí. Puedes reconocer ciertas influencias, pero siguen siendo ellos.
Algún día, en algún lejano lugar, alguien tendrá la suficiente fortaleza de ánimo y la perspicacia para hacernos saber a los profanos si rock progresivo y rock sinfónico son o no son la misma cosa. Ya sé que lo de sinfónico quedó como peyorativo y decir progresivo permite a los críticos de chistera colocar a los siempre bien afamados King Crimson y demás.
ResponderEliminarNo conozco a Family y les tengo cierta tirria a Keith Emerson y a Wakeman al que no le perdonaré el que se hubiera recasado con las 6 esposas de Enrique VIII.
Ya ve usted, mr. Dani: las enseñanzas de Jarry prendieron en algunos jóvenes alocados -curiosamente más en la Isla que en Francia- y les llevaron a adoptar un verdadero "cuerpo de doctrina musical", por decirlo así. Especialmente los muchachos de Canterbury (Kevin Ayers, Wyatt y Daevid Allen) eran fans a muerte del absurdo.
ResponderEliminarY lamento su primer trauma con el progresivo. Pero mal de muchos, epidemia: a todos nos ha pasado lo mismo.
Ah, y ojito con olvidarse de Family, ¿eh?
Espero que a estas alturas ya se haya metido el "Entertainment" entre pecho y espalda, yerno: me decepcionaría si no fuese así.
Y sí, 1969 es la puerta de entrada a la "seriedad". Y a muchos excesos también, por desgracia.
Cuando me refiero a los "serios y circunspectos" aficionados a la música clásica hablo de ese sector que mira por encima del hombro a todos los demás, mister Chafardero (aunque tal vez debí haberlo aclarado). Por supuesto hay otros muchos de menta más abierta. Pero me reafirmo en lo de la pose, por supuesto.
Y el palo progresivo ha dado a luz a muchos horrores, pero también a algunas preciosidades: tampoco se puede generalizar en esto. Aunque es cierto que había muchos Mozart de vía estrecha, no hay la menor duda.
Esa es la cuestión, mr Dani again: de cualquier género se pueden sacar perlas y excrementos. Ningún intento artístico en en sí mismo mamlo o bueno, como no lo es ningún invento. Otra cosa es lo que sale, claro.
A mí me pasa lo mismo, don Luis: los guardianes de la verdad revelada me ponen de los nervios. Y hay mucho cantamañanas en todos los órdenes de la vida, como usted sabe.
ResponderEliminarY el sonido Canterbury era delicioso a veces; otras no tanto: en algunos momentos la diferencia entre una magnífica pieza y un ladrillo es muy delgada, si no se tiene contención.
En lo de las no etiquetas, completamente de acuerdo: la mayor parte de los grupos que nos gustan son difícilmente clasificables.
Ya sabe usted, herr doktor, que yo le tengo mucha manía a las etiquetas. Pero en este caso, como en otros, la cosa no sería tan difícil si la gente no se pusiese a enredar: teóricamente el rock sinfónico se diferencia del progresivo en que mientras el primero se basa en la tradición sinfónica para elaborar variaciones o nuevas creaciones bajo esas coordenadas, el progresivo lo hace sobre los géneros populares (rock, blues, jazz...). O sea, que sinfónicos son The Nice (y posteriormente E, L &P, por ejemplo) y progresivos son Pink Floyd, Traffic, Family, etc. King Crimson tocó ambos palos, y los mismos Floyd a veces ("Atom heart mother" es un buen ejemplo).
Debería conocer a Family: hágame caso, hombre.
Y sobre los otros dos, completamente de acuerdo: no los aguanto. Pero esto habrá que decirlo en bajo, que igual alguien se cabrea.