"La idea que yo tenía es que uno puede ser músico de rock y seguir manteniendo un nivel de inteligencia".
(Robert Fripp, años después)
Supongo que no es ninguna sorpresa: de entre todos los grupos que debutan en 1969 ya se imaginarían ustedes que resulta obligatorio comenzar por King Crimson, ¿no? Por otra parte, su impacto hace que este año sea consagrado como el del rock progresivo (con los matices que se quiera). Así que pongámonos a ello:
Don Roberto considera que es un error dar prioridad al sentimiento sobre la técnica, ya que de ese modo solo tocarás bien cuando tu estado de ánimo sea bueno. Y la consecuencia de dicho "error" es que muchos músicos de ánimo esquivo tratan de recuperarlo recurriendo a las drogas (cosa que él afirma no haber hecho jamás, al menos antes de una actuación). Cuando uno lee ese comentario y hace memoria, cae en la cuenta de que ese supuesto error lo han cometido muchos de los grandes músicos; músicos tocados por la gracia pero inestables emocionalmente, desde los tiempos del blues o el jazz tradicionales hasta el mismo Hendrix y más allá. En el caso de Fripp tal vez hay una lógica añadida, ya que en su infancia, cuando comenzó con el aprendizaje de la guitarra, carecía del más mínimo sentido musical: "Fue todo un reto para mí transformar una clara desventaja en una ventaja", dice. Así, no es extraño que uno de sus motes sea "El hombre de hielo".
No hay una influencia clara en el aprendizaje de Fripp: para llegar a controlar absolutamente todos los resortes técnicos de la guitarra se encierra en su habitación, trastea y experimenta con lo que tenga a mano. Y eso hace que sus inicios vayan desde una orquesta de hotel hasta su colaboración con pequeños grupos de skiffle, jazz o lo que haga falta. En otoño del 67, cuando ya se siente capaz, da el salto a Londres casi al mismo tiempo que Michael y Peter Giles, otros aventureros a los que conocía por sus andanzas en Dorset (ciudad natal de Fripp) y Bornemouth (donde tanto Fripp como los Giles habían trabajado). La intención de los hermanos -bajo y batería- era buscar un teclista que cantase; pero al final, tras casi un mes de pruebas, discusiones y reconsideraciones, deciden fichar a este guitarrista que es incapaz de emitir un simple gorgorito: misterios del show business.
Tras un buen puñado de cintas grabadas en el hotel (todas ellas disponibles hoy en día, claro), el trío consigue un contrato con Decca y publica un single en Mayo del 68 que pasa sin pena ni gloria. Pero Decca no pierde la confianza y poco después, con apoyo de instrumentos de viento y coros, se publica un LP titulado "The cheerful insanity of Giles, Giles and Fripp": este último recuerda con humor que consiguieron vender casi seiscientas copias en la Isla, cuarenta en Canadá y una en Suecia. La primera imagen que nos viene a la cabeza al escuchar el disco es que estamos ante un grupo "de variedades": entre unos cuantos interludios recitados, la guitarra finísima de Fripp y la batería de Michael nos recuerdan vagamente el sonido del jazz ligero, mientras que el pulcro bajo y la voz de Peter -amable aunque un tanto distante- podrían funcionar perfectamente para hacer anuncios comerciales. En resumen se trata de una especie de cuento victoriano ilustrado por pasajes de medio tiempo con algunos juegos de voces. Y conceptual, además: en la primera cara el narrador nos va contando la historia de Rodney Toady, mientras que en la B lo hace con "Solo George". Todo ello con el más exquisito humor británico, eso sí: se echa de menos el té y las pastas.
A finales de ese año, Decca "libera al grupo de sus obligaciones contractuales", como era de esperar. Peter decide abandonar la música y dedicarse a una profesión con mucho futuro: técnico en computadoras (así se llamaban en aquella época estos cacharros). De todos modos acudirá a la llamada de Fripp cuando este se vea necesitado ocasionalmente de un bajista, como ha de ocurrir el día en que Gregg Lake abandone a toda prisa para unirse a Emerson y Palmer. Y Michael no sabe muy bien qué hacer, pero Fripp sí: ha estado componiendo unas cuantas piezas que en parte tienen similitud con su trabajo anterior y en parte son totalmente distintas. Se ha hecho mayor. A partir de este momento, Robert Fripp será una entidad creativa que se rodea de los músicos y compositores necesarios para llevar a cabo sus proyectos, siempre bajo su mando.
Y tras unas cuantas conversaciones y ensayos, el 13 de Enero de 1969 nace King Crimson en el sótano del café Fulham Palace: Fripp y Giles han reclutado a Ian McDonald, un multiinstrumentista que proviene de la Armada, y a Gregg Lake, cantante y bajista recién salido de los Gods -otro grupo de Bournemouth que poco después se convertirá en los exitosos Uriah Heep. Cuentan también con Peter Sinfield, poeta que compondrá la mayor parte de las letras además de ayudarles con las luces y algunas fases de los teclados. Un amigo industrial les presta siete mil libras para comprar equipo y pagar los gastos del local de ensayo: por fin puede Fripp comprarse una Gibson Les Paul, su soñada "primera guitarra de verdad", como él mismo dice.
En este momento es cuando suele decirse que el resto es historia. Pero yo lo dejaría en culebrón, género al que soy muy aficionado por mi natural vocación de rollista. Y como me he vuelto a pasar con el rollo, dejaremos la segunda parte para otro día: ya intuyo en ustedes una sensación de alivio naciendo entre bostezos.
(Robert Fripp, años después)
Supongo que no es ninguna sorpresa: de entre todos los grupos que debutan en 1969 ya se imaginarían ustedes que resulta obligatorio comenzar por King Crimson, ¿no? Por otra parte, su impacto hace que este año sea consagrado como el del rock progresivo (con los matices que se quiera). Así que pongámonos a ello:
Don Roberto considera que es un error dar prioridad al sentimiento sobre la técnica, ya que de ese modo solo tocarás bien cuando tu estado de ánimo sea bueno. Y la consecuencia de dicho "error" es que muchos músicos de ánimo esquivo tratan de recuperarlo recurriendo a las drogas (cosa que él afirma no haber hecho jamás, al menos antes de una actuación). Cuando uno lee ese comentario y hace memoria, cae en la cuenta de que ese supuesto error lo han cometido muchos de los grandes músicos; músicos tocados por la gracia pero inestables emocionalmente, desde los tiempos del blues o el jazz tradicionales hasta el mismo Hendrix y más allá. En el caso de Fripp tal vez hay una lógica añadida, ya que en su infancia, cuando comenzó con el aprendizaje de la guitarra, carecía del más mínimo sentido musical: "Fue todo un reto para mí transformar una clara desventaja en una ventaja", dice. Así, no es extraño que uno de sus motes sea "El hombre de hielo".
No hay una influencia clara en el aprendizaje de Fripp: para llegar a controlar absolutamente todos los resortes técnicos de la guitarra se encierra en su habitación, trastea y experimenta con lo que tenga a mano. Y eso hace que sus inicios vayan desde una orquesta de hotel hasta su colaboración con pequeños grupos de skiffle, jazz o lo que haga falta. En otoño del 67, cuando ya se siente capaz, da el salto a Londres casi al mismo tiempo que Michael y Peter Giles, otros aventureros a los que conocía por sus andanzas en Dorset (ciudad natal de Fripp) y Bornemouth (donde tanto Fripp como los Giles habían trabajado). La intención de los hermanos -bajo y batería- era buscar un teclista que cantase; pero al final, tras casi un mes de pruebas, discusiones y reconsideraciones, deciden fichar a este guitarrista que es incapaz de emitir un simple gorgorito: misterios del show business.
Tras un buen puñado de cintas grabadas en el hotel (todas ellas disponibles hoy en día, claro), el trío consigue un contrato con Decca y publica un single en Mayo del 68 que pasa sin pena ni gloria. Pero Decca no pierde la confianza y poco después, con apoyo de instrumentos de viento y coros, se publica un LP titulado "The cheerful insanity of Giles, Giles and Fripp": este último recuerda con humor que consiguieron vender casi seiscientas copias en la Isla, cuarenta en Canadá y una en Suecia. La primera imagen que nos viene a la cabeza al escuchar el disco es que estamos ante un grupo "de variedades": entre unos cuantos interludios recitados, la guitarra finísima de Fripp y la batería de Michael nos recuerdan vagamente el sonido del jazz ligero, mientras que el pulcro bajo y la voz de Peter -amable aunque un tanto distante- podrían funcionar perfectamente para hacer anuncios comerciales. En resumen se trata de una especie de cuento victoriano ilustrado por pasajes de medio tiempo con algunos juegos de voces. Y conceptual, además: en la primera cara el narrador nos va contando la historia de Rodney Toady, mientras que en la B lo hace con "Solo George". Todo ello con el más exquisito humor británico, eso sí: se echa de menos el té y las pastas.
A finales de ese año, Decca "libera al grupo de sus obligaciones contractuales", como era de esperar. Peter decide abandonar la música y dedicarse a una profesión con mucho futuro: técnico en computadoras (así se llamaban en aquella época estos cacharros). De todos modos acudirá a la llamada de Fripp cuando este se vea necesitado ocasionalmente de un bajista, como ha de ocurrir el día en que Gregg Lake abandone a toda prisa para unirse a Emerson y Palmer. Y Michael no sabe muy bien qué hacer, pero Fripp sí: ha estado componiendo unas cuantas piezas que en parte tienen similitud con su trabajo anterior y en parte son totalmente distintas. Se ha hecho mayor. A partir de este momento, Robert Fripp será una entidad creativa que se rodea de los músicos y compositores necesarios para llevar a cabo sus proyectos, siempre bajo su mando.
Y tras unas cuantas conversaciones y ensayos, el 13 de Enero de 1969 nace King Crimson en el sótano del café Fulham Palace: Fripp y Giles han reclutado a Ian McDonald, un multiinstrumentista que proviene de la Armada, y a Gregg Lake, cantante y bajista recién salido de los Gods -otro grupo de Bournemouth que poco después se convertirá en los exitosos Uriah Heep. Cuentan también con Peter Sinfield, poeta que compondrá la mayor parte de las letras además de ayudarles con las luces y algunas fases de los teclados. Un amigo industrial les presta siete mil libras para comprar equipo y pagar los gastos del local de ensayo: por fin puede Fripp comprarse una Gibson Les Paul, su soñada "primera guitarra de verdad", como él mismo dice.
En este momento es cuando suele decirse que el resto es historia. Pero yo lo dejaría en culebrón, género al que soy muy aficionado por mi natural vocación de rollista. Y como me he vuelto a pasar con el rollo, dejaremos la segunda parte para otro día: ya intuyo en ustedes una sensación de alivio naciendo entre bostezos.
Don Roberto considera que es un error dar prioridad al sentimiento sobre la técnica, ya que de ese modo solo tocarás bien cuando tu estado de ánimo sea bueno. Y la consecuencia de dicho error es que muchos músicos de ánimo esquivo tratan de recuperarlo recurriendo a las drogas
ResponderEliminarAh, mira, no conocía esa faceta de Fripp como sociólogo. No muy refinada, todo hay que decirlo, pero al hombre de King Crimson no se le puede pedir la excelencia en todos los terrenos.
Fripp me recuerda a Chopin: encuentra un instrumento y, a solas con él durante mucho tiempo (sin profesores ni na. ¿Ese era también el caso de Roberto, no?), consigue convertirse en un fuera de serie y llevar a cabo alguna que otra revolución.
El resto de mortales, está comprobado, no llegamos muy lejos en esto de la guitarra o el piano sin un profesor de por medio xD
He escuchado algo de la historia de Rodney, que no conocía, y se deja oír.
ResponderEliminarAunque no le encuentro atisbo alguno de su futuro genio, se ve que eran capaces de hacer lo que les salía del arco de triunfo; lo que ya es mucho decir.
Ya falta menos. Esperaré.
Rectifico.
ResponderEliminarEn "Why don't you just drop in", si es lo que me dice internet, del que no me fio demasiado, se ven algo más que atisbos.
Al habla el hombre de las cavernas: No comparto para nada ese punto de vista sobre la técnica y el sentimiento del señor 'Hombre de hielo'. Esto me lleva a pensar en qué medida influye en la composición una 'opción' u otra, si es que influye de verdad. ¿Qué opina usted de esto, sr. Rick?
ResponderEliminarNo sabía nada de este autor, así que la entrada me ha venido más que bien. Y tengo ganas de seguir el culebrón, porque me gusta mucho el primer álbum de King Crimson, salvo algunas partes para mi infumables, como por ejemplo en 'Moonchild', que ya me lo avisó mister Dani en su blog. Y es una pena, porque la canción es evocadora.
En fin, admito que el señor Fripp no me ha caído bien de entrada (empezando por la cita que nos ha dejado), pero es interesante.
El 21st Century Schizoid Man que abría el disco, con la voz distorsionada de Lake y la guitarra esquizoide de Fripp entrando y saliendo de la canción de manera caótica, era un augurio de lo que nos esperaba con Roberto. Le podemos perdonar todo, por lo menos hasta el año 74 (del siglo pasado).
ResponderEliminarEl primer vinilo que compré fue In the Court of the Crimson King y también el primer o segundo cd. Estaba tan impactado por esa música y por esa cubierta tan psicodélica que no podía hacer otra cosa. Fripp es y era un tipo antipático y creído. Realmente estos ídolos del rock eran muy cansinos con su imperiosa necesidad de epatar al personal a base de declaraciones polémicas. La música no es posible sin emoción y existe ese emoción en esas improvisaciones de técnica desmesurada de Charlie Parker o en ese silencioso 4′33″ de John Cage
ResponderEliminarEs una apreciación personal, pero la música británica, con todas las salvedades que se quieran, siempre me ha parecido más cerebral que emocional, así que las declaraciones de este tipo no hacen más que reafirmarme en mis impresiones. Hay mucho hielo al otro lado del canal
ResponderEliminarPues sí, mister Dani: frases como esas nos confirman una vez más que una cosa es el autor y otra la obra. Que un gran artista no tiene porqué ser necesariamente un gurú universal, sino que con mucha frecuencia es al revés: la gente como Fripp ha dicho muchas tonterías a lo largo de su vida.
ResponderEliminarEn cuanto a su aprendizaje, de niño hubo una profesora de piano que básicamente le enseñó teoría musical. De ahí pasó, en la adolescencia, a la tutoría de un verdadero profesor (Don Strike), y a partir de los dieciocho años comenzó a fijarse en los demás. O sea, que no se amargue: todo el mundo ha empezado por ahí. Cuando hablo de influencias me refiero a que no hay un género determinado, salvo tal vez algunos conocimientos de jazz, que lo haya marcado hasta crear su propio estilo.
En efecto, don Luis: hacían lo que les petaba. Lo cual está muy bien, por otra parte.
En cuanto a la canción que usted cita, ya veo que tiene buena oreja: está compuesta por Fripp y es la base sobre la que, con otra letra (de Sinfield) y algunos cambios, llegó ser "The letters", incluida en "Islands", su cuarto LP.
En todo caso, esa canción no está en el disco de los Giles y Fripp sino que pertenece a un grupo de cintas grabadas con posterioridad y que se agrupan bajo el nombre comercial de "The Brondesbury tapes", que trae dos versiones de esa canción. Y que, como dirían los Luthiers, "podrán adquirirla en el hall del teatro".
Totalmente de acuerdo con usted, señor hombre de las cav... digo yerno. En cuanto a la influencia de cada factor, supongo yo que lo primero es la idea que le viene a uno a la cabeza y que luego desarrolla con mejor o peor fortuna. No sé hasta qué punto el estado de ánimo influye en una
creación, yo no soy músico. Lo que sí sé es que la música sin emociones no me interesa: la supuesta perfección formal, por si misma, puede conseguirla cualquier grupo de músicos de sesión. El genio, la talla creativa, supongo yo que parte de una manera de ser; que luego la técnica es necesaria para transcribir esa idea está claro, pero siempre será necesario un equilibrio entre las dos cosas. Creo yo.
En efecto, mister Lobo: a don Roberto se le puede permitir, como a cualquiera, que diga bobadas si a cambio su obra nos satisface. De todos modos, el ego de este hombre era tremendo. Pero en fin, nadie es perfecto.
ResponderEliminarEste disco también fue uno de los primeros para mí, herr doktor. Un verdadero descubrimiento. Y sobre la tendencia de las estrellas del negocio a hacer declaraciones epatantes, es una plaga que hay que saber sobrellevar: como ya le he dicho a mister Dani, una cosa es el autor y otra la obra. Y la obra es lo que queda. Porque si por frases fuera, las tonterías que ha dicho Fripp darían para un libro.
Yo creo, mister Chafardero, que se trata más bien de la época: como dije hace poco, comienza a reinar la "seriedad". Y este influjo se nota también al otro lado del charco. El rechazo de las músicas "infantiles" que reinaron hasta este momento se deja sentir también en algunos grupos "cerebrales" americanos. No niego que los británicos tienen lo suyo, pero el pop o el beat son suyos. O sea, que no siempre fueron así. Ni lo serán años después, con la llegada del punk o la new wave. Simplemente, son épocas.