Una diferencia entre la nueva ola isleña y la yanqui es que los primeros músicos punk británicos prácticamente reniegan de todo lo que se ha hecho hasta ese momento en su propio país, así que Beatles o Stones son nombres odiosos de los que hay que olvidarse cuanto antes. Sin embargo la mayoría de los yanquis se reconocen en alguna de las escuelas anteriores a ellos, y si Patti Smith es fan del rock tradicional los Ramones adoran el pop de la Motown o la factoría Spector. Esa actitud lleva a dos consecuencias inmediatas: con una formación más amplia, la oferta en Estados Unidos tiene una mayor diversidad, desde el principio; eso hace además que la tendencia puramente “punk” al estilo corrosivo británico sea poco duradera y por general de segunda fila. Incluso en la Isla ya vimos que pronto comienza a ampliarse la perspectiva con la aparición de músicos de “vanguardia tradicionalista” como los Jam o Costello (que precisamente serán los más populares al final). Pero en otros aspectos hay similitudes, y la más evidente es que en ambos lugares se parte de bases simples, de estructuras musicales sencillas para luego evolucionar en cualquier dirección; y ese minimalismo puede llevarnos a una vanguardia arty, cuya primera época al otro lado del océano será representada por grupos como Wire o Magazine mientras aquí arranca con los Talking Heads, otro de los grandes nombres neoyorkinos.
Su originalidad está en el hecho de ser los primeros de esta nueva era cuya esencia se encuentra antes en los ritmos de baile africanos que en los de su propia raza; por definirlos de algún modo, se les podría considerar como una banda de fusión que parte de la new wave para actualizar el funk. Y no es menos curioso el hecho de que el personaje principal de esta historia sea alguien cuyo origen no tiene nada que ver con esas músicas: se trata de David Byrne (1952), escocés e hijo de escoceses, aunque la familia se trasladó al nuevo continente cuando él era aún muy niño. Después de unos primeros años en Canadá llegaron a Estados Unidos y se establecieron en Maryland; para entonces el joven Byrne ya era un muchacho un poco raro, un friki con tendencia al aislamiento cuya única alegría estaba en escuchar música, escribir letras un tanto intelectualoides y aprender a manejar instrumentos. A principios de los 70, cuando se dio de alta en la Escuela de Diseño de Rhode Island, ya manejaba la guitarra con bastante soltura y decidió asociarse con Chris Frantz -un compañero de colegio que tocaba la batería- para actuar en fiestas y pequeñas salas de la zona haciendo versiones de lo más variopinto, desde los Kinks hasta la música chicle; Tina Weymouth, la novia de Chris, se encarga de llevarlos en su coche y cuidar de los instrumentos. En 1974 toman la decisión de abandonar el diseño para concentrarse en la música, y se trasladan a Nueva York.
Resulta sorprendente que en una ciudad como esa no consigan un bajista a su gusto, pero al final Chris convence a Tina para que aprenda a manejar las cuatro cuerdas y a mediados del 75 el trío se presenta en CBGB como teloneros de los Ramones. Al cabo de un año ya destacan en el circuito de la ciudad con un repertorio no muy extenso pero original, y en vista de que la CBS los deja escapar la benéfica Sire Records se los lleva: en febrero del 77 se publica su primer single, cuya cara A es “Love -goes to- building on fire”. Se trata de una canción encantadora, muy personal, un cruce entre soul blanco y pop que sin ser un éxito ya consigue sorprender con ese juego de trompetas, las cuerdas en notas cortas como si fuesen teclados y la voz enfermiza de Byrne cantando un sinsentido burlón (las letras amorosas no le van). El asunto de los teclados -es evidente que su música necesita uno- se resuelve casi a continuación pasando el trío a cuarteto con el fichaje de Jerry Harrison, un ex-Modern Lovers que también puede empuñar la guitarra si es necesario, y en otoño llega el primer Lp, titulado “77”.
Aquí ya queda completamente definida la primera época de la banda, con ese cruce magistral entre new wave, punk pop y soul funk tan personal desde la apertura con “Uh-oh, love comes to town” (donde incluso hay un leve tono reggae) hasta el cierre a cargo de la encantadora “Pulled up”, una especie de pop enloquecido donde vuelve a destacar, y lo hará siempre, ese tono insano de Byrne, que casi invoca más que canta. Ah, pero por el medio utilizan recursos inesperados, como pasa en “Tentative decissions”, una especie de marcha militar delirante, o ese medio tiempo de “First week last week.. carefree”, donde parecen quedarse sin material para un estribillo y luego cierran con un juego entre instrumentos de viento y tarareos al estilo de los años 50… y por supuesto la estrella del disco: "Psycho killer”, una de las piezas más definitorias de la new wave neoyorkina, el primer single del grupo que llega al top 30, con ese ritmo sincopado a juego con la letra en la que un psicópata nos cuenta sus inquietudes. Es la única canción del disco en la que figura autoría conjunta: el resto va a nombre exclusivo de Byrne, con sus letras sarcásticas, con crítica social y a veces un poco de misantropía. Sin embargo hay que destacar también la gran altura de los músicos incluida Tina, que lleva menos de dos años tocando el bajo y ya es una figura. El productor es Tony Bongiovi, que había comenzado como ingeniero de sonido en muchas grabaciones de Hendrix y ahora es un todo terreno: lo mismo trabaja con Gloria Gaynor que con Aerosmith (y también, pronto, con los Ramones). Las ventas del Lp, concentradas casi exclusivamente en las grandes ciudades del país, lo llevaron a rozar el top 100, lo cual es una verdadera hazaña; pero al igual que pasó con Patti Smith o los Ramones, eso solo fue el principio. En esta nueva época las noticias van mucho más rápido que antes: tanto el disco como la banda llegarán pronto a la Isla, y en poco tiempo Talking Heads serán más populares en Europa que en su propio país.
En la primera gira británica comienzan a hacer amigos; Brian Eno por ejemplo, que se apunta entusiásticamente a producir su segundo disco (no hay duda de que cuadra mucho mejor que Bongiovi, del cual Byrne quedó desencantado por su afición a las trompetitas). Ese segundo disco se titula “More songs about buildings and food”, se publica en verano del 78 y es la confirmación definitiva del grupo tanto en calidad artística como en ventas (un top 30). Por otra parte la sintonía entre Eno y Byrne es total, ya que ambos tienen una idea muy parecida sobre el ritmo; el mejor ejemplo es esa versión cósmica del “Take me to the river” de Al Green, para la que no tengo palabras. Los tonos funky comparten espacio con piezas medio contrahechas como esa especie de punk folk titulado “Thank you for sending me an angel”, la que abre el disco, o el cierre con la épica “The big country”. En suma, estamos ante otra exhibición de talento que hace de los Heads una de las ofertas más interesantes no ya de este momento, sino también para el futuro.
Ese futuro comienza a perfilarse con la publicación de su tercer disco, “Fear of music”, a finales de 1979. Estamos ante una nueva obra brillante, en la que se nota la transición entre un mundo y otro. Pero precisamente porque estos ya son “otros” Talking Heads, porque se acaba la década, será mejor esperar: ya los "redescubriremos" en los años 80, cuando volvamos a este país.
Curiosamente al hilo de lo que decías al principio Johnny Rotten era un fan avergonzado de Pink Floyd. Un arrepentido vaya.
ResponderEliminarCreo que el fenómeno Talking Heads es meramente neoyorquino y solo allí tiene su sentido su origen al calor de la vanguardia que se cocía en esa ciudad desde principios de los 60 alrededor de ese Greenwich Village. Nueva York no deja de ser una burbuja cultural europea, un fortín cultureta en medio de la llanura que miraba con cierto sentido de la superioridad y condescendencia los fenómenos culturales y musicales que nacieron y crecieron en otros lugares, tanto el hippismo californiano, el pop negro de Detroit el neocountry de Memphis o Nashville o el batiburrillo étnico y musical de Nueva Orleans.
Sí, Rotten era el que decía que en el fondo aquello de la camiseta solo había sidou na provocación, y que los Floyd no eran tan repulsivos... Las vueltas que da la vida.
EliminarA mí este grupo me gustaba y me gusta aún hoy; en general casi todos los grupos de fusión me gustan. Los grupos que se salen de la pauta general, y estos en concreto se crearon su propio estilo. Luego dependerá del temperamento de cada oyente, pero eso ya es otro asunto.
Curioso, al hilo de la entrada y del comentario de Herr Doctor, Nueva York sigue siendo el imán sobre el que transitan las Pati, los Ramones y los Cabezas Parlantes. Solo en esa ciudad se pudo dar la génesis (con permiso del Detroit de los Stooges...) y el inmediato desarrollo de la nueva ola americana. El imán de una ciudad tan multicultural y abierta fue el mejor campo de cultivo de nuevos estilos musicales. Talking Heads me parece el grupo más intelectual, más experimental también, más proclive a que, en definitiva, gente como Eno pudiera ayudarles a una mayor expansión de ideas. Su propuesta siempre me pareció muy novedosa y, a fecha de hoy, les sigo escuchando con mucho agrado, una cumbre artística de la época difícilmente superable.
ResponderEliminarSaludos,
JdG
En lo musical Nueva York fue un faro durante más de veinte años, y en muchos otros aspectos sigue siéndolo aún hoy; en lo musical ya no hay faros, porque vivimos en la época del fraccionamiento y la economía de medios. En cuanto los Head, como le digo a herr doktor, se podrá estar más o menos de acuerdo con su propuesta, pero no se les puede negar esavocación experimental, esa búsqueda del riesgo a través de una vanguardia que muy pocos siguieron en serio (otra cosa son los inventos tecno funkis de los 80).
EliminarSaludos mil
Pues el blog de Jose y los comentarios de Rick me han llevado hasta aquí. Asi que Rick ya tienes una buena manera de promocionar un blog. Pues aunque los Talking Heads me han acompañado casi toda mi vida, sobretodo en mi epoca de adolescente, curiosamente este 'More songs about buildings and food' del que hablas tan bien se me ha pasado totalmente por alto. Asi que voy a aprovechar esta semana que Jose nos ha dado descanso para escucharlo. Gracias por tu artículo.
ResponderEliminarPues muchas gracias por su visita, signore Commendatore. Los Heads, sin ser una banda de muchas ventas en España, siempre tuvieron una parroquia fiel; no muy numerosa, pero fiel. Sobre todo a partir del "Remain in light", que ya se vendió bastante bien.
EliminarLo dicho, que gracias por la visita. Y espero que ese segundo disco te haya gustado. Es muy bueno.
Me alegro de que le hayas dedicado una entrada a los Talking Heads, son un grupo que me trae muy buenos recuerdos. Los conocí por la película "Stop Making Sense". Fui a verla en los ochenta con un grupo de amigos y salí del cine encantado, sobre todo me impactó mucho la actuación de David Byrne que considero que tiene un talento especial y es un gran artista. Luego compré alguno de sus discos y me acompañaron durante algunos años.
ResponderEliminarSaludos
Antoni.
Los Talking Heads son obligatorios si hablamos de aquella época, así que me limito a seguir el guión, por decirlo asi. Y esa película es mundial; en esencia no pasa de ser un cocierto, pero el tono artístico y el sonido son muy buenos. Yo la tengo grabada y aún la veo de año en año.
EliminarSaludos mil.
Pues yo les tenía olvidados, en su día me parecían como muy vanguardistas, lo poco que he escuchado tras leerte me deja frío. Me temo que el tiempo no pasa en balde, a pesar de que el Byrne me cae bien.
ResponderEliminarA mí en cambio su obra me parece perdurable. Por supuesto que hay unos discos que envejecen peor que otros, pero en conjunto es una banda que tiene mucha chicha. Y mira tú, a mí precisamente Byrne no me cae bien: es un ególatra que nunca sintió demasiado cariño (y a veces ni respeto) por sus compañeros.
EliminarMr. Rick, me ha emocionado encontrarme aquí a Talking Heads. Resulta que descubrí su temazo - porque no tiene otro nombre - 'Psycho Killer' hará un año viendo una película cuanto menos curiosa que aprovecho para recomendar solo a los aficionados al 'slasher' cutre: 'Detrás de la máscara. El encumbramiento de Leslie Vernon' (2006). La peli es una sátira sobre las pelis slasher de los 70's y 80's, y como comedia original, termina precisamente con los Talking Heads sonando en los créditos. Fue escucharla una vez y engancharme irremediablemente. Eso sí, del grupo no tengo ni idea, te hablo solo de la canción... No me he puesto a escudriñar más, pero tras leer tu post y saber de esas influencias musicales me ha entrado curiosidad.
ResponderEliminarHola, Raúl. Una banda como Talking Heads tenía que acabar saliendo aquí, más tarde o más temprano. Y ojo, porque conociendo más o menos tus gustos sospecho que la música isleña y yanki entre finales de los 70 y mediados de los 80 te va a sorprender no sabes hasta qué punto...
EliminarPara mí, Talking Head es uno de los grupos con personalidad propia y calidad para dar y regalar. Me gustaron en su momento y me gustan ahora. Curiosamente el disco que más disfruté fue el "77", el primero, creo. Y porque lo oí en distintos estados de conciencia, o inconsciencia. Qué sé yo. Pero sus discos posteriores los disfruté también. Ya hablaremos de ellos, como bien dices.
ResponderEliminarSaludossssssss
Ya veo que hay unos cuantos que andábamos entre "la conciencia y la inconsciencia"...
EliminarLos Talking Heads, como dije por ahí arriba, gustarán más o menos, porque efectivamente son muy personales. Pero su categoría es indiscutible, y su técnica también. Precisamente esas mezclas extrañas que hacían son las que los han mantenido: Byrne no será muy empático con los seres humanos, pero era un cerebrín.
Los primeros tiempos de los Talking Heads fueron extraordinarios. Yo me quedo con su debut que tan bien resumes en el antepenúltimo párrafo. Saludos.
ResponderEliminarYo no sabría decir si justamente el "77" es el que más me gusta de ellos, pero desde luego es uno de los más brillantes. De todos modos casi todos lo son salvo los dos últimos, que ya decaen un poco.
EliminarSaludos mil...