lunes, 7 de mayo de 2018

Estados Unidos: los últimos 70s (XII)

Hoy hemos llegado a Cleveland, la ciudad que alberga el Rock and Roll Hall of Fame. Aunque ese hecho puede resultar engañoso: allí fue donde Alan Freed, que había comenzado su carrera radiofónica en Akron, popularizó el término “rock and roll” a través de sus legendarios programas y sus sesiones de baile (las “Moondog matinee”, precursoras del espíritu de las discotecas), pero en los años 60/70 aquella zona pareció vivir en un letargo del que solo algunos grupos esporádicos como James Gang conseguían librarse. “Los guais, los fans de Detroit por ejemplo, decían que Cleveland era un coñazo, tan seria, tan cultureta. Y a mí me parecía una ciudad cojonuda, así que escribí “Cleveland rocks” en su honor”, nos cuenta Ian Hunter, personaje de lo más respetuoso con las tradiciones rockeras. De todos modos Hunter tardó bastante en llevar esa idea al pentagrama, puesto que en 1977, cuando la canción se publicó por primera vez, Cleveland ya había despertado. Y aunque la cercanía de Nueva York y Michigan (o sea, Detroit) ejercen una influencia innegable, esta ciudad tiene su propia esencia -su propio microclima, como Akron- porque el rock incendiario en combinación con ese poso “cultureta” suele dar como resultado una mezcla un tanto desquiciada, pero a veces muy interesante: no olvidemos que algunas etiquetas tan raritas como “punk dadá” o “avant garage” se inventaron allí. 

Hay un grupo de personajes que suelen asociarse para actuar en algunos locales pero que no se estructuran en una formación estable hasta mediados de la década, cuando David Thomas (voz), Eugene O’Connor (guitarrista, más conocido como Cheetah Chrome), Peter Laughner (guitarra rítmica) y el batería John Madanski (a.k.a. Johnny Blitz), entre otros, crean Rocket From The Tombs, una de esas bandas que ahora se definen como “protopunk” y que en realidad son el cruce entre las dos tendencias principales que los distinguen tanto a ellos como a la propia ciudad: el poso cultureta desquiciado lo pone el canto enfermizo de Thomas -que compone a medias con Laughner-, mientras que la querencia por el rock incendiario corre a cargo de Cheetah Chrome y Johnny Blitz . El grupo no duró mucho (entre 1974 y 75), y no llegaron a publicar discos oficiales; aunque hay varias demos y directos en los que llega a percibirse, a través del caos, una cierta lucidez y una clara diferenciación entre las dos tendencias. Cuando la banda desaparece, por pura lógica esas dos tendencias se solidifican en dos grupos distintos: los Dead Boys son el sector salvaje, mientras que Pere Ubu representa la facción más experimental. Tanto unos como otros recuperarán algunas canciones de su primera época, e incluso se han reunido más de una vez para grabar de nuevo bajo aquel nombre: la publicación en 2015 de “Black record” es un buen modo de acercarse a ellos, con las matizaciones temporales que se quiera. 


Los Dead Boys son, por decirlo de algún modo, la respuesta de Cleveland al rock de Detroit y de Nueva York fusionando ambas escuelas. Cheetah Chrome y Johnny Blitz reclutan como cantante a Stiv Bators, un amigo común que también es fan de los Stooges; la segunda guitarra corre a cargo de Jimmy Zero y el bajo es Jeff Magnum. La mayor parte de su carrera estuvo oscilando entre Cleveland y Nueva York, ya que también ellos acabaron siendo otra de esas bandas inevitables en el CBGB; de hecho, si no hubiese sido por esa alternancia, habrían durado muy poco (el salto se debe a Bators, que es amigo de Johnny Thunders; este les busca acomodo en su ciudad). Antes de que termine 1976 ya son un grupo muy popular, y protegidos de los Ramones (Joey sobre todo). Bators se confirma como una de las figuras escénicas del punk yanki de la primera hornada, como lo puede ser un Richard Hell, por ejemplo; uno y otro son alternativa a los isleños Pistols, pero su formación es más completa. Sire los ficha y publica su primer LP, “Young, loud and snotty”, en otoño del 77: además de piezas legendarias como “Sonic reducer”, un verdadero canon del género que ya formaba parte del repertorio de Rocket from the Tombs (compuesta por Cheeta Chrome y Thomas), hay unas cuantas como “What love is”, “Ain’t nothin’ to do” y otras tres o cuatro más que no tienen nada que envidiarle. Es otro de esos discos que hacía mucho que escuchaba, y que aún hoy sorprenden tanto por su frescura como por su vigencia. 

De todos modos, ni el single ni el disco grande tienen mucha venta y Sire los aprieta tratando de que se domestiquen un poco. Aunque por el título de su segundo disco no parece que se hayan rendido: “We have come for your children”, que así se llama, aparece en verano del 78 y en apariencia no hay un cambio significativo. Pero no se sienten los “zarpazos” que sentíamos con el primero, hay una mayor uniformidad tanto en los temas como en el sonido, y aunque sigue siendo un buen disco parece que han perdido parte de su personalidad: podrían parecer una banda de rock callejero neoyorkina. Ellos le echan la culpa a Felix Pappalardi, que es su productor, y tal vez tengan razón en parte porque tanto en Cream como en Mountain buscó siempre el sonido compacto pero con esencia clásica, y eso no va con el espíritu de los Dead Boys. Sin embargo recordamos que el primer disco lo produjo Genya Ravan, la ex cantante de Ten Wheel Drive, y eso resultaría mucho más difícil de explicar... así que a lo mejor resulta que el problema está en el material. De todos modos, la cosa no duró mucho más: sin apoyo real por parte del sello, ventas escasas y un público fiel pero minoritario, los Dead Boys se dieron de baja en 1979. La mayor parte de sus miembros siguieron en el negocio, en solitario o bajo otras marcas (Bators fue el más popular, al frente de los Lords of The New Church), y algunos de ellos se han reagrupado más de una vez. 



David Thomas y Peter Laughner son la esencia de Pere Ubu hasta la muerte de este último en 1977; a partir de entonces hay una formación más o menos estable hasta principios de los 80, cuando Thomas disuelve la banda por un período de seis o siete años. Con un frecuente trasiego de músicos, y aunque por lo general la composición corre a cargo de casi todo el grupo, resulta evidente que él es el “director espiritual”, por decirlo así. Thomas, que dice detestar el punk, es fan del dadaísmo (el nombre del grupo ya lo dice todo), y en las primeras entrevistas se saca de la manga también esa idea del “avant garage” que por lo visto es su perspectiva musical. No sé hasta qué punto semejante etiqueta puede ser viable o no, pero la publicación entre 1975 y 76 de sus primeros singles, en su propio sello y compuestos en parte por regrabaciones de material que había creado en la época de Rocket from the Tombs despeja bastante la duda: odas apocalípticas o sarcásticas como “30 seconds over Tokyo”, “Heart of darkness” y especialmente la magistral “Final solution” muestran un origen casi “artesano” que podrían hermanarlos con las bandas de garaje o el rock callejero, pero cuya estructura es cualquier cosa menos sencilla. Las bases rítmicas suelen marcar una vida propia con respecto a las guitarras y los sonidos electrónicos, pero todo acaba combinándose con una rara perfección; y por encima va la voz atormentada, chillona, histérica, antiestética incluso, de Thomas, dando un contrapunto que al mismo tiempo lo explica todo. Sí, tal vez tenga razón con eso del “avant garage”. 

Su primer Lp llega en 1978, bajo el título de “The modern dance”. Hay una considerable mejora tanto en el sonido como en los arreglos, pero el espíritu sigue inmutable: desde el arranque con “Non-alignment pact” hasta la despedida con “Humor me” somos pasajeros en un viaje que nos lleva por instantes cercanos a una especie de punk intelectual muy bien estructurado, fases de inquieto sopor, chispazos cercanos al rock de vanguardia (magnífica “Street waves” o la que da título al disco), y en resumen un trayecto insospechado de piezas que no se parecen a nada de lo que hubiésemos conocido antes: solo por esa razón ya valdría la pena comprar el disco. Y como es lógico sus ventas fueron diminutas en Estados Unidos mientras que en la Isla nació casi inmediatamente una cofradía de adoradores, de Joy Division en adelante, que proclaman a Pere Ubu como la luz que dio sentido a sus vidas, o poco menos (y muchos músicos yanquis posteriores también caen en su embrujo: los Pixies, por ejemplo). A partir de ahí, algunos discos como “Dub housing” (el siguiente) amplían la perspectiva y otros se pasan de vanguardia resultando francamente aburridos, pero tanto en esa época como luego, a finales de los 80, con un estilo más cercano al estándar, son una banda de referencia para los aficionados a las aventuras sónicas: si alguno de ustedes es fan de los Residents, también lo será de los primeros años de Pere Ubu. Una banda a la que Thomas, que es muy bueno haciendo frases, define como “el fracaso más duradero en la historia del rock”. Y añade: “Agradezco que algunas estrellas hayan dicho que somos muy influyentes, pero creo que eso es una leyenda urbana; de ser cierto, nos habría ido de otra manera”. 





14 comentarios:

  1. Soy de la cofradía de Dead Boys, sus dos primeros discos mencionados me parecen magníficos. Coincido en la preferencia del "Young Loud and Snotty", por contenido y producción. Soy además fan de Genya Ravan, su "Urban Desire" sigue siendo uno de mis preferidos de la época. Vi a Cheetah Chrome en un concierto que dio (con algunos miembros de Señor No) en Madrid no hace mucho tiempo, en plena forma. De Pere Ubu poco puedo opinar, alguna cosa oída por aquí o por allá, nada más, nunca me interesaron gran cosa. Muy acertada la reivindicación de Cleveland, de su entorno musical y de aquellos personajes, como Alan Freed, que la pusieron en el mapa del rock.
    Saludos,
    JdG

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    1. A mí el primero me parece de lo mejorcito del punk yanqui, pero el segundo ya flojea un poco. Tengo que reconocer que a mí me interesan más Pere Ubu, aunque también reconozco que algunos de sus discos son un verdadero coñazo. Y a don Alan Freed le debemos mucho, de eso no hay duda.

      Saludos mil.

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  2. Reflexión genérica ante mi ignorancia sobre ambos grupos y que conste que estoy escuchando a los Dead Boys en su tema más conocido y me gustan.
    Lo que ocurre y especulo mucho que toda esta gente suelta su respuesta emocional en su primer disco, sueltan toda su energía acumulada en su primer disco y luego no pueden responder en los siguientes con tanta fuerza y acaban en el amaneramiento o en la repetición.
    Me gusta como comienza Final Solution y ese tono apocalíptico.
    Salud

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    1. Ese es el problema de los grupos muy "puros", por decirlo así: la esencia de un estilo tan reducido como el punk da para un disco o dos, pero al final te acabas repitiendo. A Pere Ubu en cambio les veo mucho más recorrido, aunque no siempre se hagan soportables. Y piezas como "Final solution" son un verdadero hallazgo.

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  3. Aquí otro que ignoraba la existencia de estos dos grupos. Brutales los Dead Boys, menudo descubrimiento. Tanto 'Sonic reducer' como 'Ain’t nothin’ to do' me han atrapado: sonido muy fresco, guitarras muy bien metidas y aspereza. Se nota cierta influencia de los NY Dolls. Juraría haber escuchado la primera en algún sitio, seguramente en un garito. Muy interesante eso de Cleveland y su estatus 'cultureta' con respecto a Detroit en aquella época. Soy fanático de los discos de los Stooges, pero me alegra saber que aún me queda mucho por descubrir de aquella época. Por cierto, ¿caerán los Bad Brains, de Washington, en este hilo - que al fin y al cabo nacieron justo en el 77, o los dejarás para los primeros años ochenta?
    También me ha gustado Final Solution de Pere Ubu, con esa línea de bajo y esos arreglos experimentales, aunque en este primer encontronazo me quedo sin duda con los Dead Boys.

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    1. Ya digo que el primer disco de los Dead Boys es un gran ejemplo del mejor punk yanki clásico, y luego comienza la decadencia. "Sonic reducer" es la más popular, y debe de ser la única que se ha repetido aquí, ya que la puse en una fiesta reciente. De todos modos también insisto en que Pere Ubu tienen mucha categoría, aunque su estilo evidentemente no tiene nada que ver.

      En cuanto a los Bad Brains… me temo que esta semana no te doy más que disgustos, Raúl.

      Los Brains pertenecen a la década de los 80, que es cuando comienzan a grabar. Y para entonces este local ya se habrá “radicalizado”: además de que nuestro asunto principal aquí es la música isleña (es decir, solo cito a las bandas yanquis más representativas), de los 80 en adelante -si es que hay un “adelante”- la enorme dispersión de la oferta será la mejor excusa para que un personaje tan tendencioso como yo pueda dedicarse exclusivamente a los grupos que le interesan. En consecuencia, algunos estilos no serán tratados aquí: el hardcore por ejemplo, o el grunge, o el britpop. En el caso del hardcore tal vez cite a unos Dead Kennedys, pongamos por caso, ya que ellos me parecen su origen más "académico", pero muy poco más.

      Lo siento. Una de las ideas motrices de este local es expresar que uno se va haciendo mayor y sus gustos se van definiendo. Por otra parte, ya conoces mi opinión sobre el camino que lleva la música popular a partir de los 80/90: no sería honrado que hablase sobre estilos que no me interesan y que por supuesto ni siquiera controlo.

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    2. Faltaría más. Así debe ser y, es más, tu blog no sería lo que es si fuese de otro modo - esto ha sonado tautológico -. Y es un buen blog. Algunos comenzamos un blog, con un proyecto más o menos fijado, y luego lo abandonamos o comenzamos otro; en internet todo se mueve y hay mucha información, pero también mucha desinformación, mucha morralla.
      Es un lujazo saber que el bar de Rick sigue abierto contra viento y marea, con un proyecto bien dirigido y el reloj siempre en hora, con esa fidelidad tan británica que conforma el tono de este garito: regularidad y buen hacer. Y es un trabajo personal, regido por los gustos propios del dueño, como debe ser. Aquí los que entramos coincidiremos muchas veces con esos gustos, y otras no, pero una cosa es cierta: agradecemos el trabajo. Un servidor ha aprendido mucho de música en este lugar.

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    3. Pues muchas gracias por tu comprensión, estimado Raúl. De vez en cuando echo un vistazo por la Red y veo algunos blogs que realmente tienen substancia; por lo general son los que voy añadiendo en la columna izquierda. Sobre géneros como el hardcore, grunge y compañía no puedo aconsejarte porque no los visito, pero estoy seguro de que algunos buenos debe de haber. Así que solo puedo desearte suerte.

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  4. Hola Rick,
    Pues el primer disco de los Dead Boys me ha parecido brutal, directo, una musica sin complementos, que va al grano, a la esencia misma de todo. Y ademas no conocia de nada al grupo, o sea que satisfaccion doble. Pero hoy no he venido a hablar de los protagonistas del articulo de esta semana sino a hacer una confesión. He empezado a leer tus hagiografias (por cierto muy bueno el nombre) y tengo que reconocer que me han emocionado profundamente, especialmente las dos primeras, las de Jimi y Steve Marriott. Y cuando una cosa emociona hay que decirla. Esa especie de confesión face to face, de simbiosi con el protagonista, esa visión personal sobre la biografia del personaje sin soltar el rollo wikipedico, esa mezcla de drama, acidez, realismo, fantasia, sarcasmo, critica... hacen de estos artículos pequeñas maravillas. Ya estoy deseando llegar a Syd, uno de mis preferidos junto con Steve. O sea que mis mas sinceras felicitaciones por estas hagiografias, aunque sea despues de casi 10 años. Por cierto, hace ya tiempo que no añades una nueva al blog, no? :)
    Saludos

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    1. Muy buenas, Commendatore. Sobre los Dead Boys ya digo, son una banda que resume muy bien las potencias del punk clásico yanki, aunque al tratarse de un género tan limitado no se podía esperar que durasen mucho.

      Te agradezco tu comentario sobre las hagiografías, que fueron las entradas con las que comencé este blog. Cuando llegues a la de Kevin Ayers verás que la inicio con un breve recordatorio sobre cómo va esa sección. En esencia, hice una docena más o menos para recordar a mis personajes más queridos o respetados, pero hasta ahí: cada uno tiene su distinta escala de afectos, y hay una gran cantidad de músicos de los que admiro su obra pero por los que no siento simpatía o empatía alguna: en esa serie no está Jim Morrison, por poner un ejemplo.

      Una vez que hice esa docena dejé el asunto y no volví a ello hasta la muerte de Kevin Ayers; y tras él han venido otros dos o tres, y no vendrán muchos más. Así que muchas gracias de nuevo, pero ya digo: es una serie muy subjetiva, falta mucha gente ahí. Y más que va a faltar.


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  5. Buenas, aquí uno que prefiere a Pere Ubu, pero que no desdeña a los Dead Boys. Actualmente me cuesta más digerir el punk. Pero la experimentación y el gusto por dada ( y la patafísica) de Pere Ubú me entran mejor. ¿Qué diría Alfred Jarry de esta música? Habría que oírlo.

    Saludosssssssss

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  6. Yo también prefiero a Pere Ubu, aunque hay que tener en cuenta que los Dead Boys solo tienen dos discos y los Ubu pasan de la docena. Por otra parte también hay que reconocer que unos cuantos discos de esa docena son bastante coñazos, porque a veces se les iba la pinza demasiado. ¿Qué diría Jarry? A saber...

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  7. Bators, Thunders, Joy Division... Qué recuerdos de juventud. A Pere Ubu lo conocí gracias Peter Murphy de Bauhaus, curioso ahora que lo pienso, pero esas cosas pasaban antes. Me guardé este post y siguientes para leerlos con detenimiento. Saludos.

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    1. De los tres que nombras supongo que la mayorìa estamos en el bando de Joy Division, que es una de las bandas británicas de más categoría de aquellos tiempos. Pero aun así, está claro que los otros son influencias muy importantes. Qué tiempos, sí...

      Saludos mil...

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