De entre los grupos que desde el primer momento utilizan teclados como instrumentos imprescindibles en su música, los dos más populares son Ultravox y Stranglers. Esta característica viene dada por la circunstancia de que sus integrantes son casi todos veteranos, y su formación es más amplia que la de los “recién llegados” del punk, que por lo general solo manejan las cuerdas (por ejemplo, ya hemos visto que los Damned no incluyen teclas -como suave acompañamiento- hasta su “resurrección” y el consiguiente tercer disco). Esas dos bandas son las precursoras del pop electrónico, una nueva tendencia que se irá asentando poco a poco. Y son además dos buenos ejemplos de que algunos supuestos del punk comienzan a ser superados, entre ellos la consigna de que cualquiera vale para tocar un instrumento: cada día que pasa mejora la calidad técnica, del mismo modo que el infantilismo literario comienza a ser sustituido por una creciente sofisticación que desemboca en el amaneramiento gótico, siniestro o existencialista que regirá en los años 80.
Ultravox, que en sus dos primeros discos nos habían ofrecido una colección de piezas muy ecléctica, con una inteligente alternancia entre sus inclinaciones electrónicas y un gusto exquisito por los ritmos a medio camino entre punk y glam, se están radicalizando: cada vez emplean más teclado y cajas de ritmos (aunque también quieren darle más densidad a las cuerdas despidiendo a Steve Shears y contratando a Robin Simon, que había sido su primer guitarrista). Por otra parte John Foxx, que hasta entonces era el frontman y principal “ideólogo” de la banda, está empezando a hartarse ya de discutir continuamente con sus colegas y piensa que tal vez le sería mejor seguir una carrera en solitario. Pero de momento el grupo se concentra en preparar su tercer disco, y que elijan a Conny Plank para producirlo ya es un claro indicio de sus intenciones: Plank, electrónico ferviente, ha participado en la grabación de medio repertorio alemán del género, desde Kraftwerk a NEU!. El detalle curioso de esta historia es que Foxx y compañía, que habían añadido la exclamación final como homenaje a aquella banda, deciden eliminarla justo ahora: Ultravox, ya sin ese signo, cierran su primera época con la publicación de “Systems of romance” en otoño de 1978.
No se puede negar que el ambiente general de esta obra ya está más cerca del pop de sintetizadores que de cualquier otra cosa, pero aun así hay que reconocer que han sabido contenerse: junto a piezas que anticipan el futuro como “Slow motion” (el único éxito mediano que consiguieron), “Dislocation”, “I can’t stay long” o “Quiet man” -que de todos modos ya podría haber formado parte de su disco anterior- hay un buen equilibrio entre la vieja y la nueva época, como en “Someone else’s clothes” o “When you walk through me”, lo cual da como resultado otro de esos discos que merecía haber tenido mejor suerte. Porque, una vez más, Ultravox queda lejos de los primeros puestos en las listas de ventas, y el sello Island decide terminar su relación con ellos. Como era de esperar, Foxx se marcha; y Simon, que no ve lógica al grupo sin Foxx, hace lo mismo. Bill Currie, Chriss Cross y Warren Cann deciden seguir adelante fichando a Midge Ure, cantante y teclista. Con él Ultravox será una de las primeras bandas que alcanzará la fama con ese pop medio sinfónico y afectado que se pondrá de moda en los 80: ya saben, los nuevos románticos y ese tipo de productos.
Pero nosotros los dejaremos aquí: en este bar pensamos, como Simon, que la banda sin Foxx no tiene sentido. O sea, que el asunto de los nuevos románticos no va con nosotros. Mala suerte. Conste que la carrera de Foxx en solitario tampoco es para echar cohetes, porque pocas grabaciones suyas han llegado alcanzar popularidad salvo en círculos reducidos; desde entonces ha compaginado la música con las artes gráficas y otras ocupaciones. Pero Ure, con su look a lo Bryan Ferry posmoderno, con esas cancioncillas pretenciosas y supuestamente profundas, me pone enfermo. Qué le voy a hacer.
Los Stranglers van al revés, de malotes… pero también con ínfulas culturetas. Hay que reconocerles que su estrategia de mercado es bastante novedosa: jugar a doctor Jekyll en estudio y a mister Hyde en directo tiene su mérito, porque corren el riesgo de descolocar a la clientela. A diferencia de Ultravox, que partiendo del punk glam se convierten en una banda de pop sintetizado, ellos vienen del rock aunque han procurado aprovecharse -más en lo estético que en lo musical- de la marejada punk: todos ellos tienen una sólida formación anterior. El mejor ejemplo es Dave Greenfield, su teclista, un progresivo que se va reconvirtiendo sobre la marcha pero en el que no es difícil descubrir sus orígenes; usa sintetizadores y teclados electrónicos, pero muy rara vez llega a las cajas de ritmos (un truco que sí empleará el batería Jet Black más adelante). En definitiva, y aunque muchas canciones de sus primeros discos tenían ese estilo “urgente” tan del 77, pronto lo abandonarán en favor de alternativas más apacibles. Ya manejaban un repertorio muy amplio antes de entrar en el estudio, lo cual les permitió grabar y publicar muy rápidamente sus dos primeros discos, con solo cinco meses de intervalo entre uno y otro. En la primavera del 78 llega el tercero, titulado “Black and white”.
Se podría considerar que los Stranglers están exprimiendo el estilo y los ritmos que los han traído hasta aquí; incluso la elección, una vez más, de Martin Rushent como productor parece confirmarlo, y canciones como “Tank”, “Hey!” o “Nice’n’ sleazy” mantienen esa línea. Sin embargo, y aunque no hay ruptura con la cadencia de aquellos dos primeros discos, sí es verdad que tanto Cornwell como Burnel (los dos compositores principales) están intentando añadir variaciones sobre un estilo que ya comienza a sonar repetitivo: “Enough time” o “In the shadows”, sin ser brillantes, tienen otro aire. Ah, y esta vez sus letras se alejan un poco de la misoginia que las aquejaba: la temática se amplía con referencias al disfrute de conducir un tanque, las vivencias de los robots o la invasión de la Isla. Vamos mejorando. Y aunque la crítica no parece muy satisfecha ellos consiguen un nuevo éxito de ventas, además de que en sus giras ya recorren medio planeta. Su nuevo disco llega en otoño de 1979, tal vez por exceso de trabajo o porque quieren encarar su nueva época con garantías.
“The raven” se llama ese disco con el que rematan la década, y en él ya casi no queda rastro de sus orígenes: las piezas melódicas o de medio tiempo con arreglos sofisticados lo ocupan casi por completo. Es muy reveladora la cadencia que sigue la cara A desde “Longships”, una corta introducción, hasta el cierre con “Nuclear device”, porque en esa sucesión de matices y tonos se contiene casi todo el futuro de la banda para varios años; aunque en la B está “Don’t bring Harry”, otro prototipo que los distinguirá por su afición a las baladas de tonos oscuros, por lo general acompañadas de letras profundas o “comprometidas”. Pero, independientemente de nuestra mayor o menor afinidad con estos señores y la música que elaboran, hay que reconocerles su valentía: tan seguros están de sí mismos que prescinden de un productor oficial y son ellos quienes dirigen personalmente la grabación ayudados por Alan Winstanley, un técnico de prestigio. Y desde luego el sonido es lujoso, envolvente, muy bien rematado. Para entonces los Stranglers tienen ya un público numeroso y fiel en varias escalas del mercado, y las ventas vuelven a ser notables. Así pues, a medio plazo al menos, la perspectiva es brillante.
Con el paso del tiempo Stranglers serán un género en sí mismos: su lujoso sonido podría recordar a los Roxy Music de los 80/90, pero el tono de sus composiciones los coloca en un punto difuso, tal vez entre las bandas góticas y los nuevos románticos; es un sector muy rentable, pero inaprensible para el humilde presupuesto de este local. Suerte, señores.
Dos bandas muy características de la época, si, y en un momento en que los nuevos románticos (¡hay que ver cómo pegó su estética!) ya hacían acto de presencia. (He estado escuchando no hace mucho a Visage y, bueno, no están tan mal...) A lo que importa, coincido en la preferencia de Ultravox con el signo de admiración, la aportación de Foxx les otorga su auténtica seña de identidad. De The Stranglers soy muy fan, a pesar de reconocer que, como dices, crearon un género dentro de su estilo, repetitivo y demasiado ensimismado en su propuesta. Tuvieron un toque muy personal, jugando entre el lado oscuro (su profusa imagen "corporativa" da buena cuenta de ello) y el brillo del reconocimiento al que no se negaban en absoluto. Doy fe también de la fuerza de sus directos. Los ví solamente una vez y recuerdo sus muy buenas tablas. La marcha voluntaria de Hugh Cornwell supuso , al igual que la de Foxx (por cierto, su "Metamatic" me sigue pareciendo excelente...) en Ultravox, una pérdida importante para la banda.
ResponderEliminarSaludos,
JdG
Lo de los Nuevos Románticos se convirtió en una verdadera plaga, y muchos aficionados que andábamos rondando la treintena comenzamos a despegarnos de la actualidad más o menos en esa época. En cuanto a Ultravox y los Stranglers, siempre he preferido a los primeros aunque solo en la época de Foxx; a partir de ahí me parece que las dos bandas se hacen similares hasta cierto punto.
EliminarSaludos mil.
Pues yo recuerdo más la época neoromántica de Ultrabox, así que este disco me sorprende para bien. Tendré que visitar sus trabajos anteriores.
ResponderEliminarStranglers han sido un combo que siempre me han dejado frío, no conecto yo con su música, que se va a hacer.
Ese es el punto, mister Chafardero: antes y después de Foxx. La diferencia es enorme. Y los Stranglers ya digo, me hacen gracia sus primeros discos y poco más.
EliminarHola Rick:
ResponderEliminar¡Como esta la red de internet Rural!, despues de probar tres ordenadores en una moderna biblioteca y escribir el comentario no ha habido güevos de publicarlo. En fín, ahora que ya estoy en casa a ver si me acuerdo de que decia.
Lo primero que no tenia ninguno de los discos, a pesar de que de Stranglers tengo un montón en el disco duro, y que en su día rodaba el vinilo por casa, así que a descargar los dos y a repasar, es como hacer deberes.
Lo primero que me ha sorprendido es que he encontrado muchas cosas parecidas en ambas bandas, cosa que antes no me había fijado, quizás sea por el órgano o por el toque oscurillo que tienen ambos disocs.
Los Stranglres siempre me han gustado por la originalidad de su sonido, aunque se les puede recriminar que se repiten bastante.
De los Ultravox, me ha gustado mas que nada la contundencia de su sonido en comparación con su "Vienna", una de las joyas de mi colección de vinilos.
Creo son dos discos bien buenos, así que espero la siguiente entrega, que esto va viento en popa.
Saludotes
Jose
Pues sí señor, el agro es un ambiente muy sufrido. En fin, espero que ya hayas solucionado tus problemas internáuticos.
EliminarEl parecido que dices entre Ultravox y Stranglers se va acentuando a medida que pasa el tiempo, y es un buen reflejo de lo que le acaba pasando al pop tecno, que se hace bastante previsible. En cualquier caso, y aunque "Vienna" es un disco que todavía se va salvando, mi afición por Ultravox termina más o menos ahí.
Saludos mil..
A mi si me gustaba mucho Stranglers, su primer disco "Rattus Norvegicus" sonaba habitualmente en mi bar a toda pastilla. Esos teclados y ese bajo tan particular tenían su punto. Luego les fui perdiendo la pista.
ResponderEliminarY de Ultravox recuerdo algunas cosas apreciables después de su primera época, la mejor a nuestro entender, como ese "Vienna" que cita Jose.
Saludosssssssss
Yo ya digo que voy a contracorriente: frente a la opinión general, prefiero la primera época de Ultravox que la de Stranglers, me parece más original. Y luego ya se van pareciendo los dos grupos, justo cuando comienzan a cansarme. En todo caso estamos de acuerdo en el primero de los Stranglers, que a mí también es el que más me gusta.
EliminarSaludos mil...
Coincido plenamente en que fueron mucho mejores los Ultravox de John Foxx que los de Midge Ure. Y que sin embargo John Foxx en solitario tampoco fue para echar cohetes. De los Ultravox de Midge Ure destacaría algunos singles del principio además de Vienna, como The Voice o Reap the wild wind.
ResponderEliminarEn cuanto a Stranglers también me parecen un grupo de canciones más que de álbumes, de hecho me cuesta resaltar uno de ellos, seguramente me tendría que ir al Aural Sculpture que era ya del 84 aunque la crítica especializada haya querido darle más relevancia a los de finales de los 70. Canciones a destacar en esos 70 pues sí, Peaches, No more heroes, Nice sleazy, Walk on by, Duchess... pero sigo pensando que las mejores están en el primer lustro de los 80 con Golden brown, Strange Little girl, Midnight summer dream, European female, North winds, No mercy... Saludos.
Foxx gustará más o menos, pero hay que reconocerle una cierta valentía. Tanto en su época con Ultravox como luego, siempre ha procurado salirse un poco del tono general, que es exactamente en lo que cayó el grupo tras su marcha. Y sí, también yo veo a los Stranglers como un grupo de singles, aunque tal vez les tengo demasiada tirria y solo soporto sus primeros discos. Ya sabes, cada uno tiene sus manías.
EliminarSaludos mil.