martes, 17 de diciembre de 2019

1975-80: la nueva España (XXI)

"El Sketches of Spain de Miles Davis lo conocía, y estaba impresionado por el toque de soleá en batería; pero el mazazo gordo fue ese disco de Sabicas con Joe Beck, "Rock encounter". Para mí fue una auténtica revolución, me cambió todos los esquemas, y pensaba: "al primero que coja, las va a pagar todas juntas". Y los primeros fueron Smash, con los que estuvimos en Playa de Aro a finales del 69, principios del 70, con Manuel Molina. Ese fue el primer intento en España, y para mí el primer ejercicio de fusión flamenca fue "El garrotín".   
Ricardo Pachón 

El otro gran nombre que figura como "muñidor" en la nueva música popular andaluza es Ricardo Pachón, quien, como Gonzalo García Pelayo, tiene en la producción de discos uno de sus ocupaciones por entonces, además de dirigir la carrera de algunos músicos. Pero ese trabajo es una consecuencia de su naturaleza inquieta, ya que en esencia su gran especialidad es el folklore tradicional de su tierra: es un payo que conoce en profundidad la historia del flamenco, y que llegó a tocar la guitarra con La Niña De Los Peines; es arreglista y recolector de cantes antiguos que ha seleccionado para varios organismos oficiales, y además dirigió un sello dedicado a este tipo de músicas. Sin embargo ese interés por la historia se acompaña (como en el caso del folclorista Joaquín Díaz) de un claro entendimiento de que es necesario actualizar con regularidad los esquemas musicales para hacerlos atractivos a las nuevas generaciones. Y en ese sentido es un verdadero revolucionario que puso patas arriba el género, con gran cabreo de los puristas: en 1979, cuando produjo el hoy legendario "La leyenda del tiempo" de Camarón, el cabreo llegó al insulto y la devolución de una buena cantidad de copias porque "ese no es Camarón". 

Aquel fue su primer trabajo para el genial cantaor, otro revolucionario, que a partir de entonces recurrió a él con mucha frecuencia. Pero el "nuevo flamenco", una etiqueta que ya era de uso común cuando se publicó ese disco, había nacido casi diez años antes: Pachón y Pelayo coincidieron a finales de la década anterior dirigiendo a Smash. Ahí tal vez se equivocó el primero en su deseo de que buscasen una fusión con la música de la tierra (por entonces Smash cantaban en inglés y hacían rock psicodélico progresivo con poca influencia andaluza), pero en cualquier caso no hubieran durado mucho más. Aquel primer intento por revolucionar el género había fallado, y a Pachón no le quedó más remedio que dedicarse a otros asuntos mientras esperaba la llegada de tiempos mejores. Por fin, a mediados de los años 70, comienzan a surgir algunos músicos de formación más o menos tradicional pero con nuevas inquietudes, que saben a quién recurrir, y de entre esos músicos destacan Lole y Manuel y Veneno: dos muestras del carácter aventurero tanto de ellos como de su productor y manager, que, esta vez sí, se hará una leyenda al otro lado de las mesas de mezclas.

A Manuel Molina lo conocimos cuando Pachón, que estaba tratando de imponer en Smash aquella primera fusión entre rock y flamenco, lo reclutó para el grupo: Pachón era yerno de un general del Ejército, y al parecer consiguió sacar a Molina del servicio militar con esa condición. Lo cual significa que conocía muy bien sus aptitudes con la guitarra española, ya que era descendiente de músicos flamencos, tenía una digitación solvente y dominio del estilo. Claro que el pobre Molina no entendió muy bien qué lógica podía tener él en un grupo de rock, pero a la larga aquello le benefició más a él que a sus nuevos compañeros porque comenzó a escuchar la música que escuchaban ellos, y modificó completamente su perspectiva: de un heredado clasicismo, fue naciendo en él la voluntad por actualizar el flamenco fusionándolo con todo tipo de ritmos (o sea, un nuevo dolor de cabeza para los puristas, que los hay a puñados). Dolores Montoya, Lole, es la esposa de Molina y descendiente también de personajes del flamenco; por lo tanto su voz, como la guitarra de su compañero, se ha educado en la tradición, aunque también como él utiliza ahora esa tradición como base para evolucionar buscando nuevas alternativas. Viene bien aquí recordar una explicación del dúo sobre su perspectiva artística: "Está claro que yo no toco la guitarra como mi padre, ni Lole canta como su madre. Nuestros padres no oyeron a Janis Joplin ni a Jimi Hendrix, ni escucharon a los Beatles. Nuestro cambio está sobre todo en el ritmo. Hemos renovado nuestra propia música, hemos intentado descubrirnos a nosotros mismos".

El dúo arranca a finales de 1972, van cogiendo soltura y actúan en pequeños locales mientras preparan un repertorio en el que las letras corren a cargo de Juan Manuel Flores, un poeta bohemio amigo de Lole y que dará un extraordinario realce lírico a su obra. En 1974 se presentan ante Pachón con una cinta casera donde se contiene material suficiente para un disco; Pachón se entusiasma, hace que graben de nuevo esas canciones en su casa de Sevilla y corre a Madrid con el resultado. Tras unos cuantos intentos fallidos en varios sellos, consigue que García Pelayo se interese y los fiche para Gong, donde regraban el material en pocos días. Sin embargo no quedan satisfechos con las mezclas ni con el comportamiento de Pelayo, que les presenta un contrato en el que él figura como productor único, y deciden abandonarlo; cuál no sería su sorpresa al ver que el disco se publica de todos modos, a mediados de 1975, con el título de "Nuevo día". Esa publicación, es de suponer que por su carácter alegal, se produce casi de tapadillo, sin la menor promoción, y el dúo piensa en un principio plantear una querella; pero finalmente el conflicto se resuelve con la carta de libertad para abandonar el sello (que luego intentó recuperarlos, pero ya era tarde: el águila Tomás Muñoz, jefe de la CBS por entonces, ya los había catado gracias a Pachón). El caso es que, aun en esas condiciones, comienza a crecer un murmullo entre la prensa y los aficionados, lo sean o no al flamenco, que en poco tiempo convierte a este disco en un mito: como si se tratase de algún oscuro producto británico o yanki solo al alcance de unos pocos, fuera de Andalucía se hablaba de él mucho más de lo que realmente se escuchaba. Sin embargo, tal vez forzados por esa creciente marea, muchos norteños fuimos cayendo también en su embrujo, porque embrujo es: desde mi más completa ignorancia sobre este tipo de música, a pesar de los tics y prejuicios que tal ignorancia conlleva, tengo que decir que me quedé maravillado. No hay duda de que gran parte del magnetismo está en la voz de Lole, digna y poderosa, tratando siempre de evitar el quejío tradicional, y en las emocionantes letras de Flores; pero además, junto a la guitarra de Manuel -que también canta en "La plazuela y El Tardón", y "Por primera vez", más ajustadas al canon y con palmas- sorprenden los arreglos y la utilización de instrumentos que no se esperan en este tipo de músicas, tales como el bajo (Manolo Rosa, el mismo que acompaña a Triana), la guitarra eléctrica (Manolo Garrido, ex de Flamenco) o incluso un melotrón (Carlos Cárcamo, el líder de Granada). En suma, este disco fue un rayo en la noche para muchos de nosotros; incluyendo el cierre, "Sangre gitana y mora", cantado en árabe.


Tras un éxito como aquel, con tanta venta como prestigio, CBS no repara en gastos para lanzar su segundo disco, en 1976: se titula "Pasaje del agua", y aunque mantiene la esencia del anterior hay más elementos en la fusión de estilos y la búsqueda de mezclas inesperadas al mismo tiempo que se actualizan los palos tradicionales. La apertura con "Tu mirá", con ese canto de coro que la acompaña en buena parte de su desarrollo (más de siete minutos) y los teclados electrónicos ya define bastante bien la vocación aventurera del dúo, y se ha hecho la más popular gracias al sorprendente Tarantino, que la incluye en su "Kill Bill vol. 2". Hay una cierta intención "circular" en el orden de las canciones, ya que el final con "Taranto del hombre", de una extensión parecida a la primera, es también una mezcla de estilos muy amplia que desemboca en un juego de percusiones casi africano, rematado por un juego de teclados imitando el sonido de metales; ese sonido, con el juego rítmico de fondo que llevan, a mí me recuerda horrores el "Atom heart mother" de Pink Floyd. Y en medio quedan piezas supuestamente más tradicionales pero con sorpresas, tanto en los arreglos como en los sonidos, incluyendo de nuevo la cuota árabe, la deliciosa "Alquivira". El disco fue una nueva revolución en el mundillo flamenco, aunque las ventas bajaron un poco porque la sorpresa para los foráneos ya se estaba amortizando. Y su época más brillante terminará en 1977 con "Lole y Manuel", su último disco con Pachón, no tan grande como los dos anteriores pero casi: entre una colección de canciones más tradicionales -aunque refrescando siempre los estilos y las letras- destaca "Anta oumri", una canción de estilo magrebí, con los instrumentos de aquella tierra y que se desarrolla en diez minutos.



Lole y Manuel se toman un respiro de casi tres años, en parte por cansancio y también por el nacimiento de una hija. Cuando vuelven son ya menos "rebeldes", aunque igual de respetados. Sin embargo solo grabarán dos discos más, y en 1984 cada uno sigue su camino tanto en lo personal como en lo artístico. Hubo luego algunas reuniones esporádicas y grabaciones con orquesta, pero esa parte de su discografía es casi anecdótica: lo importante quedó en sus tres primeros discos.


Hablar de Veneno es hablar de uno de esos mitos de los que nunca sabes si su obra está a la altura o no. Y desde luego no son míticos porque hayan creado una producción copiosa: únicamente publicaron un disco grande (las "secuelas" del maxi del 84 o el Lp del 89 mejor vamos a olvidarlas). Pero ese único disco es, como en el caso del primero de Lole y Manuel, otro rayo en la noche. Afortunadamente, cuando ese rayo lució hasta los del norte estábamos preparados porque ya era 1977, ya habíamos descubierto al dúo y gracias a la cantidad de "cosas raras" que se estaban publicando por entonces sospechábamos que la sorpresa podía venir de cualquier lado; y si era de Sevilla otra vez, daba igual. 

El primer protagonista, cómo no, es un extraño personaje llamado José María López Sanfeliú, nacido en Figueres, Cataluña, hijo de guardia civil y payesa; pero cuando aún era niño su padre fue destinado a Cádiz y luego a Sevilla, por lo que se considera sureño a todos los efectos. Pronto se aficionó a tocar la guitarra española, y su carácter aventurero lo llevó por media Europa junto con unos amigos: con el dinero que sacaba actuando en pequeños locales le llegaba para sobrevivir, y aún podía permitirse el lujo de ver en directo a todos los grupos que él adoraba y le caían por cerca. Poco después consiguió dar el salto y plantarse en Estados Unidos, donde amplió su conocimiento sobre el rock psicodélico, por ejemplo (el progresivo de los Floyd y compañía ya lo dominaba); y curiosamente fue también allí, en San Francisco por más señas, donde descubrió de verdad el flamenco. Hasta entonces su repertorio andaba a medio camino entre el estilo folk y cantautor de estrellas como Dylan -con guitarra española, recuerden: eso le hacía mucha gracia a los guiris- y algunos productos de la tierra como Smash o incluso Peret. Pero gracias a un gitano guitarrista que actuaba por aquella zona y le fue enseñando el estilo, cuando volvió a España le faltó tiempo para reordenar sus preferencias estilísticas. 


Y aquí entran en escena los hermanos Raimundo y Rafael Amador, dos gitanos jóvenes pero encallecidos en las Tres Mil Viviendas, guitarristas y cantaores amigos suyos que ya llevaban tiempo actuando en algunos tablaos; son por lo tanto, como lo era Manuel Molina, dos músicos de escuela tradicional. Pero también como en el caso de Molina, las malas compañías les cambian la perspectiva: esos discos que trae su colega, esos payos tan raros -de los Floyd a Hendrix pasando por Dylan o la Incredible String Band- les resultan fascinantes. Y deciden asociarse en 1977 para crear un material que pronto cae en manos de Rafael Pachón y que este, otra vez totalmente arrebatado, presenta de nuevo en la CBS al mismísimo Tomás Muñoz. Otro asunto fue regrabar esas maquetas en el estudio, ya que allí se presentó medio censo de familiares de los Amador y otros músicos amigos, pero al final Pachón consiguió establecer un mínimo de orden entre la juerga, el ácido y los pitillitos de la risa: en tres días, prácticamente en directo, se grabó "Veneno", una de las obras cumbres de la imaginería española. Se trata de un disco difícilmente definible, ya que bajo la apariencia de flamenco más o menos "deconstruido" hay rock, blues o psicodelia, e incluso algunos comentaristas llegaron a decir que su concepto revolucionario lo acerca al punk; por no hablar de las letras, surrealistas a veces, psicodélicas por momentos, sin sentido con frecuencia, infantiles o elevadas, según el punto que le fue dando al ahora llamado Kiko Veneno, que canta arropado por sus "primos" los Amador y otros cuantos músicos de categoría que les suministra Pachón. Ese disco, del que resulta ocioso resaltar una sola canción porque todas juntas crean un mundo nuevo, es una alteración del tiempo y el espacio, una rara maravilla que no ha vuelto a verse; aunque en un primer momento las ventas fuesen minúsculas, porque al comprador medio, payo o gitano, del norte o del sur, aquello le resultó incomprensible, y solo tras las alabanzas de toda la prensa musical comenzó a convertirse en leyenda. Como le dijo al jefe un vendedor de la CBS que estaba presente en la primera audición: "Don Tomás, o esto es algo genial o es la mierda más grande que he oído en la vida". Así estaban las cosas. Pero ya ven, ahora se considera como una obra esencial en la evolución histórica del flamenco. Y con ese aire de coña que tienen la mayoría de las letras, aún encima... Lo que es la vida.



Y luego, tras unas cuantas actuaciones enloquecidas y el fracaso de ventas ("Veneno" no alcanzará su carácter mítico hasta un año o dos después de su publicación), el trío se disuelve. Olvidando piadosamente aquellas dos secuelas de las que hablaba al principio, tanto Kiko como los Amador seguirán su carrera por caminos separados: Kiko tardará en despegar (aunque su trabajo como compositor es ya notable), pero los Amador bajo el nombre de Pata Negra serán una de las asociaciones más luminosas de los años 80. Y Pachón ya es lo suficientemente respetado como para que Camarón y otros cuantos se acerquen buscando su sabiduría. 



11 comentarios:

  1. Muy bueno el post, así como la idea de encarrilarlo a través de Ricardo Pachón. Este tipo de personajes, a pesar de su importancia en el negocio y la producción, suelen estar ausentes, lo que me recuerda también que una de tus hagiografías iba dedicada a Brian Epstein. Yo no tenía ni idea de la existencia de Pachón hasta que vi el documental ''Dame Veneno''(se encuentra en Youtube), sobre la historia de ese álbum del 77, y donde Pachón es uno de los entrevistados más significativos.

    La voz de Lole emociona. Por desconocimiento del cante jondo, no se me había ocurrido pensar que rechazara los quejíos del cante tradicional. Veía la innovación de esta pareja sobre todo en la parte instrumental y, en menor medida quizás (o igual no tan menor...), las letras. En cuanto al impacto de esta banda, yo no viví esa época, pero según parece se les convirtió en representantes del final del franquismo y el inicio de la democracia. Entiendo esto tanto por las propias letras y espíritu de la pareja (Nuevo día) como por el hecho de dignificar quizás la música gitana más allá de los roles que se le asignaba durante el franquismo, y el hecho de incluir imaginario árabe también va en la onda reivindicativa de la época: música de colores, como se decía. Corrígeme o matiza esto si me equivoco.

    A Veneno los he conocido hace muy poco, pero ese álbum es aún hoy un artefacto musical interesante, y no me extraña que sea un disco de culto. Intentando empatizar con el oyente medio de entonces... Un hippy y un par de gitanos de las Tres mil sacando eso en... es hasta gracioso imaginarlo. ''Don Tomás, o esto es algo genial o es la mierda más grande que he oído en la vida". Muy bueno eso.

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    1. Hola Raúl. Creo que citar a Pachón aquí es tan imprescindible o más que citar a Zeleste en Barcelona o a Romero en Madrid. La revolución flamenca de esa época se debe a él en gran parte. A veces es necesario resaltar a este tipo de personajes supuestamente en la sombra,porque como Brian Epstein o George Martin son esenciales: sin ellos la historia habría ido por otro lado.

      La voz de Lole a mí me impresiona, pero con las letras hubo cierta polémica: en una época de reivindicaciones generales como aquella, se les echo en cara que en vez de proponer letras combativas se abandonaran al lirismo de Juan Manuel Flores: esas veladas referencias como "Nuevo día" no les parecieron suficientes a los camaradas revolucionarios. En lo musical, está claro que no se limitaron lo más mínimo. Y eso es lo que siempre queda, al final.

      Saludos mil y feliz año. Que haya suerte.

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  2. Hola Rick:
    La verdad es que los sonidos andaluces no me van mucho. A Lole y Manuel los tengo bien estudiados, no por gusto, sino que en una epoca convivi con una moza super fan y sonaba en casa todo el día. Bueno, aunque no me gusten reconozco que tuvieron su importancia.
    Veneno ya es otro cantar, el disco de la tableta de chocolate, si que es un discazo, una obra maestra, aunque no te vaya el estilo, otro clasicazo de la música espaola.
    El único pero es que fué la semilla de todo el aluvión de grupos lolailos que todavía hoy en día nos toca sufrir.
    Me temo que el resto de la travesia por Andalucia va a ser un viacrucis. ¡Señor dame paciencia!
    Saludotes
    Jose

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    1. Yo tampoco soy nada flamenco, no te vayas a creer, pero estos dos "productos de la tierra" me impresionan e incluso me incitaron a escuchar algunas cosas más: llegué antes a ellos que a Camarón, por ejemplo.

      Y no te creas, los lolailos van de otro palo. Por otra parte, su estilo no va con este local; y además el viaje a Andalucía termina aquí. De hecho, ya casi hemos terminado el viaje nacional: me queda un vuelo al País Vasco y otro a Galicia.

      Suerte con el año que viene, venga como venga...

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  3. Recuerdo en el cuartel de Logroño, allá por el 77/78, rodeado por un buen puñao de compañeros andaluces, tararear las canciones de Lole y Manuel, el "Tu mirá" y "Todo es de color" nos unia a todos en una celebración tan improvisada como momentánea. Con el paso del tiempo solo me pude hacer con su tercera obra homónima en la que, por cierto, tiene una destacada participación la guitarra de Raimundo Amador. De Veneno,...¡que decir de ellos!. Tengo una entrada de ellos (y de este su primer álbum) en el blog de hace ya unos cuantos años. Fueron, junto a Triana, la mejor expresión de la música andaluza contemporánea, junto al monstruo de Camarón y Paco de Lucía, por supuesto. Este su primer álbum (ya veo que has recuperado la cubierta original, prohibida en su día por razones patentes) es, como creo recordar que dices, inclasificable; rompe moldes, es subterráneo y alcanza el cielo al mismo tiempo. Imprescindible. Su siguiente "El pueblo guapeao" del 89 también es un gran trabajo, sin alcanzar al primero. Curioso el lenguaje de entonces, el término guapo y sus derivaciones se empleaba con profusión. Recuerdo el "guapamente guapo" de los Garriris de Javier Mariscal. Vale ya, que me enrollo demasiao.
    Saludos,

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    1. Yo descubrí el primero de ellos a finales del 76 o por ahí, cuando ya había salido el segundo, y me costó al principio meterme en ese canto, en esa música tan lejana y tan desconocida; pero afortunadamente quien me guiaba era tan aficionado como yo a los pitillitos de la risa, y eso siempre allana mucho el camino. Con Veneno la cosa ya fue más fácil, porque las propias letras te van enganchando.

      "Guapamente" o "guapo" eran términos poco usados en el norte, aunque de vez en cuando se oían; y solía ser gente de fuera. Pero tiene su gracia.

      Saludos y feliz año 2020..

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  4. Felicidades por el texto, es de los que más me ha gustado de los que te he leído en este blog a pesar de que no soy un entendido en la fusión del pop con el flamenco.
    Me alegro mucho de volver a oír a Lole y Manuel, ahora me doy cuenta de porque me gustaban en su momento, hay una armonía fantástica entra la voz de ella y la guitarra de él, luego subrayada por la entrada de otros elementos electrónicos. Uno de las cosas que me fastidian del flamenco más puro es que no se entienden lo que cantan sometida la voz a la rigidez de los palos. A Lole se le entiende todo, sin alaridos ni recreos innecesarios, y eso le da más fuerza a lo que cuenta en sus textos.
    Veneno es un grupo que está por encima del bien y del mal. Ese disco es pura leyenda y es curioso como los años la han ido incrementando. Quizás por el éxito de sus protagonistas, al menos de Kiko y Raimundo, no sé casi nada del tercero.

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    1. Pues muchas gracias, herr doktor. Aunque que me preocupa un poco eso de que cuanto menos sé de una cosa mejor escribo...

      Ya sabe usted que a mí el asunto de las letras nunca me ha importado mucho, pero sí que es verdad que a los profanos nos extrañaba que muchas letras de los cantes flamencos casi no se entendían con esos requiebros, quejíos y demás alteraciones vocales. No sé si eso es bueno o malo para el género.

      Rafael Amador es el más joven y también el más descontrolado de aquel trío. Estuvo retirado unos años, y creo que ahora sigue en la música, pero tampoco estoy muy seguro.


      Suerte con el año que viene...

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  5. Pues sigue “escribiendo de cosas que no sabes”, para beneficio nuestro. Y de las que sabes,también. Nunca le tuve mucha simpatía a Lole y Manuel. Me pasa lo mismo que con Triana, sin embargo, el disco de Veneno, junto con el de Música Dispersa, son dos discos que tengo en una especie de altar (laico) pero no porque crea que es lo mejor que se ha hecho por aquí, aunque me parecen buenísimos en su estilo, también es por una cuestión de vivencias inolvidables (esperemos).
    Seguimos las clases magistrales con placer.
    Felices Fiestas a todos. No sé ya donde he felicitado las fiestas, pero por si acaso.
    Saludosssssssssssssss

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  6. Hola, Bab. Como se decía antes, "espero que al recibo de esta te encuentres bien; nosotros bien, gracias". Suerte con el nuevo año.

    Lole y Manuel tampoco son exactamente lo mío, pero aun siendo más flamencos que Triana los prefiero, tal vez porque me suenan más "creíbles", o algo así.

    Lo dicho: suerte para lo que venga....

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  7. Buscando información sobre un Festival en Burgos del 75 donde actuaron Smash con Manuel Molina he llegado a su blog. Soy algo mas joven pero tengo que decir que antes de llegar a Camarón y alflamenco me topé con Veneno y los Amador. Luego vinieron muchas cosas. Gracias y un saludo

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