lunes, 16 de diciembre de 2024

1966 (XIV)

"Me sentí muy agradecido de que alguien reconociese mi valía, y mi pensamiento era que tal vez sería capaz de dirigir la banda hacia el blues de Chicago, en lugar del tipo de blues jazz que estaban tocando en ese momento".
Eric Clapton 

A John Mayall no le costó mucho establecerse como el nuevo personaje de referencia en el mundo del blues británico, junto con Alexis Korner (que le había convencido para que se trasladase de Manchester a Londres), y desde principios de 1963 se dedicó a “crear magisterio” en la capital, como el propio Korner estaba haciendo desde antes. Los vastos conocimientos que tanto uno como el otro tenían sobre ese género impresionaban a los músicos jóvenes, que procuraban estar a su lado con los oídos muy abiertos, y por lo tanto su influencia es crucial para el nacimiento y desarrollo del British Blues Boom. Ese boom da sus primeros frutos con los Yardbirds y se hace imparable con la secuencia que lleva a Clapton de esa banda a los Bluesbreakers, al mismo tiempo que Jeff Beck queda en la anterior como su sustituto. En los Bluesbreakers, la suma de los conocimientos de Mayall junto a la destreza técnica de su nuevo guitarrista confirman el poderío británico sobre un estilo tan radicalmente americano. Y mientras Beck comienza a fusionarlo con la psicodelia, Clapton coge impulso para hacer pronto lo mismo en Cream. Ambos están de paso, pero esa fusión es un invento suyo y Hendrix será una brillante consecuencia de ese invento. 

En la primavera de 1966, los Bluesbreakers entran a grabar el que será su primer disco en estudio. La intención inicial de Mayall había sido publicar un nuevo directo, y para ello se grabó un set en el club Flamingo a mediados de noviembre del año anterior; pero finalmente tanto Decca como el propio Mayall desecharon la idea porque la calidad de sonido no era buena. En aquel momento eran un cuarteto en el que, junto a Mayall y Clapton (que ya se había ido y vuelto más de una vez), estaba el bajista Jack Bruce y el batería Hughie Flint. Sin embargo Bruce se marcha casi a continuación con destino a la banda de Manfred Mann, y vuelve John McVie en su lugar. Por otra parte Mayall quiere darle más profundidad al sonido, y añade un trío de viento compuesto por dos saxos y trompeta. Teniendo en cuenta que habían pasado cinco meses desde el primer intento de grabación, el material está ya muy rodado y las sesiones duran tres o cuatro días, lo cual favorece además el intento de conseguir toda la frescura posible. Un intento en el que se ven favorecidos por Mike Vernon, que se encarga de la producción: Vernon es un fanático del blues cuyo conocimiento e influencia no son menores que los de Mayall, aunque por su posición (generalmente tras las mesas de mezclas) no sea muy reconocido por el gran público.

El disco llega a las tiendas en pleno verano. Trae el título de “Blues Breakers with Eric Clapton” y causa una enorme conmoción desde el primer momento, más por el tipo de sonido y la destreza de Clapton que por el material en sí (aunque tembién es muy bueno). El guitarrista alcanza aquí una nueva cumbre en su carrera, demostrando que desde su salida de los Yardbirds ha aprendido mucho, y ese salto que ha dado de la Fender a la Gibson refuerza la densidad y variedad de su sonido. En suma, Clapton se ha hecho mayor y Mayall deja que se luzca, que toque a sus anchas. Hay cuatro piezas compuestas por Mayall, otra a medias entre él y Clapton y seis versiones, de las cuales “All your love” de Otis Rush es la que abre: desde el principio se siente una enorme evolución con respecto al debut de la banda, el año anterior. Y no solamente por el despliegue que hace Clapton sino por todo el conjunto, ya que la sección rítmica ha mejorado mucho, tanto McVie como Flint tienen ya muchos recursos: la mejor prueba es la instrumental “Hideaway”, una clásica de Freddie King que parece adquirir una nueva dimensión. En cuanto a Mayall, dejando aparte lo justita que resulta su voz en algunas piezas, hay que reconocerle una dirección excelente manejando además varios teclados e incluso apoyando con una segunda guitarra en ocasiones. Así el repertorio fluye con una densidad tremenda, y las canciones propias se insertan en el conjunto de forma natural: “Little girl” o “Key to love” -aquí se luce el magnífico apoyo de viento- lo demuestran, por no hablar de “Double crossing time”, la que componen a medias Mayall y Clapton, y que podría pasar por una clásica sin la menor duda. Si a eso sumamos el trabajo que se hace con las versiones, queda claro el dominio del género que tienen estos músicos y cómo saben hacerlo vibrar. Esa famosa frase desganada que se decía a veces, eso de que “el blues se hace aburrido”, queda totalmente fuera de lugar ante discos de este calibre. Incluso alguna pieza un tanto inesperada como el “What’d I say” de Ray Charles, mucho más cercana al r&b, es una exhibición: Mayall se empeñó en grabarla y acertó, a pesar de que Vernon no se lo aconsejaba. Y qué decir de joyas como el “Ramblin’ on my mind”, en la que Mayall convence a Clapton para que le eche valor y la cante él… Y así sucesivamente. Reconozco que en discos como este me puede el alma de hooligan, pero si queda en el mundo algún supuesto aficionado que no lo conozca ya está tardando en ir a por él; entre otras muchas cosas, porque su influencia sobre la escuela del blues rock británico es crucial. Y aunque por supuesto se hizo mucho más popular con el paso del tiempo, en el momento de su publicación llegó a rozar el top 5, lo cual es muy significativo.


Pero no todo son alegrías. Clapton es un culo inquieto al que ya le comienza a sentar muy ajustado el planteamiento más o menos tradicional de Mayall, y ve con envidia el sesgo que están tomando los Yardbirds gracias al trabajo de Jeff Beck; de hecho, ya antes de la grabación del disco con los Bluesbreakers planeaba la creación de un trío junto a Jack Bruce y Ginger Baker. Para ser más exactos, Clapton y Bruce ya lo habían hablado en el breve período en el que coincidieron en la banda de Mayall, pero el problema era Baker: Bruce y él se conocieron en la banda de Graham Bond, donde ya casi desde el principio tuvieron peleas. Ambos eran músicos de fuerte personalidad y obsesión por desarrollar sus ideas; y además, en el caso de Baker la cosa se complicaba por tratarse de un personaje inestable, conflictivo y demasiado dependiente de la heroína. En consecuencia Bruce advirtió a Clapton de que las cosas podrían complicarse, pero este insistió en que Baker era el mejor batería, o el más conveniente para el tipo de música que buscaba, y acabó imponiéndolo ante la resignación del bajista. Todo esto estaba sucediendo en paralelo con las actuaciones de los Bluesbreakers, y de algún modo la prensa consiguió averiguar que Clapton ya estaba ensayando junto a los otros dos. El resultado fue que a mediados de junio -un mes antes de que el Lp se publicase- ya todo el mundo sabía que Clapton, Bruce y Baker acababan de crear un trío llamado La Crema. O sea, el no va más. Fue entonces cuando se enteró también Mayall, porque Clapton no le había dicho nada aún. Y como es lógico, cuando “Bluesbreakers with Eric Clapton” llegó a las tiendas ya no estaba en esa banda. 

En consecuencia, Mayall se ve forzado a buscar inmediatamente un nuevo guitarrista. Y aquí reaparece aquel chaval de dieciocho años llamado Peter Green a quien casi nadie conoce, salvo los que lo habían visto en las actuaciones en que sustituía a Clapton cuando este andaba en sus otros asuntos. Green, que se había ganado el afecto de Mayall, será la nueva maravilla blanca en la historia del blues británico. Y mientras tanto, como era de esperar, surgen algunas grabaciones de la época de Clapton que no habían sido lanzadas aún, pero son muy pocas. De hecho, las dos únicas que conoceremos en ese momento son las que constituyen un single publicado el mes siguiente al Lp y que pertenece al fantasmagórico sello Purdah, que solo consta de cinco referencias, todas ellas de 1966. Pero si a eso sumamos que la funda figura a nombre de “Blue Horizon”, ya tenemos la explicación: se trata de un lanzamiento semi privado que hace Mike Vernon como ensayo publicitario para dar a conocer Blue Horizon, el sello definitivo de su propiedad, que será la mayor y más fiable muestra de blues, tanto británico como de Chicago, producido en la Isla. En ese single, que solo tuvo 500 copias (casi todas repartidas entre los periodistas musicales) y es hoy un artefacto carísimo en las ferias del ramo, vienen “Lonely years” y “Bernard Jenkins”. La primera es obra de Mayall y la segunda de Clapton, pero en ambas se nota que estamos ante un divertimento consistente en honrar el género tradicional: en la de Mayall este emplea su voz y su armónica; le ayuda la guitarra de Clapton, que en la otra -instrumental- acompaña únicamente al piano de Mayall. No en vano el single figura exclusivamente a nombre de ellos dos.


Y con el otoño llega la primera muestra del trabajo de Peter Green. Se trata de un single en el que la cara A contiene “Looking back”: en manos de Johnny “Guitar” Watson, su creador, era un r&b muy agradable, y los arreglos de Mayall junto a Vernon casi la acercan al soul blanco gracias a que potencian mucho la sección de viento. Pero lo más interesante, la prueba del algodón para los fans, es ver qué hace el nuevo guitarrista para no echar de menos a Clapton. Y lo consigue de inmediato, porque el dominio de Green, también con una Gibson pero de otro tipo, es majestuoso. De hecho, en ese mismo instante queda nominado como la nueva esperanza del blues británico, y tanto Mike Vernon como el propio Mayall dan un suspiro de alivio. Por otra parte ese poderío recreando la pieza la convierte en una clásica en el mundillo de las discotecas, y tiene unas cuantas versiones: en España hay una magnífica a cargo de Los Buenos (cuyo organista era Rod Mayall, hermano de John. ¿Tendría eso algo que ver?). La cara B es una versión de “So many roads”, que había popularizado Otis Rush a principios de la década. De nuevo se eleva el protagonismo de los instrumentos de viento, mientras Mayall canta de un modo bastante ajustado al estilo de Rush. Pero también de nuevo el gran protagonista es Green: no resulta fácil luchar al mismo tiempo contra la memoria de Clapton y el poderío del propio Rush, pero esta es una exhibición todavía mayor que la de la cara A y confirma definitivamente que los Bluesbreakers están en una nueva época que no va a envidiar nada de la anterior.


Queda claro entonces que Mayall y su banda han superado con nota el peliagudo examen que tenían por delante con la marcha de Clapton, así que el futuro inmediato está despejado. Y claro, pronto habrá que hablar de las nuevas aventuras de Eric y sus socios de La Crema; pero para eso aún falta un rato, porque quedan algunos veteranos que faltan por visitar este año el bar.


8 comentarios:

  1. Esta vez sí he hecho los deberes y me he escuchado el disco de principio a fin, y eso que a mí Mayall y Clapton no me entusiasman. Las piruetas guitarreras me dejan bastante frío, la verdad, aunque en general no asfixian los temas, y la forma de cantar se me antoja convencional. Aun así, tiene buenos momentos, Parchman Farm y Key to love. Para ser un disco de blues ni tan mal.

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    1. Ya veo que el blues a ti se te atraganta. Pero aun así este disco es uno de esos que resultan fundamentales para entender toda una corriente, que es el british blues boom. "Parchman farm", otra clásica, fue un single también.

      Suerte con el año que viene...

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  2. Creo que alguna vez lo habremos comentado, gracias a estas interpretaciones de los músicos ingleses como Mayall muchos "descubrimos" el blues ameriaco, antes incluso de empezar nuestra colección de algunos autores autóctonos del género. Mayall es la piedra de toque, más que Korner y Davies, estos últimos no tuvieron tanta repercusión entre nosotros. Evidentemente, la compañía de Clapton, Bruce, Green o Taylor le hicieron un grandísimo favor para afianzar y promocionar con éxito su propuesta.
    Debate interesante sería el de las voces tanto de Mayall como de Clapton. Personalmente prefiero las del primero, aunque no hago ascos a las de Eric una vez que se libera de Cream.
    En cuanto a la guitarra, de llos temas que aportas, sinceramente me parecen mejores las de Green, tienen más gancho eléctrico sus riffs, los de "Slowhand" son más puretas, sin que desmerezca un ápice su calidad, "Clapton Is God"
    Saludos,

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    1. Sí, la mayoría de nosotros entramos en el blues a través de Mayall, y a Korner lo descubrimos más tarde. Supongo que se debe a la edad: en el caso de los de la quinta anterior por lo general la cosa fue al revés.

      En cuanto a las voces, hay que reconocer que ninguna de los dos es una maravilla. Sin embargo, tal vez por la costumbre y por el género en concreto, se acaban haciendo familiares. Será algo parecido a lo que pasa con Dylan, supongo. Y sí, también prefiero la de Mayall.

      El mundo está lleno de gente que prefiere a Green que a Clapton, y si tomamos su carrera en conjunto yo también lo prefiero. Clapton será God, pero se echó la mayor parte de su carrera viviendo del nombre.

      Feliz año que viene...

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  3. Hola Rick.
    Vuelvo a aparecer como el Guadiana, y es que este disco es de los buenos, creía que lo tenía por ahí, pero no solo tenía un bonus con cosas raras de este disco y me lo he tenido que bajar de Soulseek, y de paso me he dado cuenta de que el disco original sin bonus ni mandangas está en franca minoría con las ediciones extendidas y demás truquillos para vender discos.
    No se si decir que es su obra cumbre, pues en esos años sacó bastantes discos a cual mejores, pero si es un disco fantástico e imprescindible.
    Lo vi en directo a este seños en los principios de los setenta y tengo que decir que me dió una brasa del quince, solo comparable a la que me dió tambien en esos años Nico, brasa insuperable registrada en el libro Guinnes de los records.
    No puede ser todo.
    Saludos y hasta la próxima, que espero no se demore en exceso.
    Jose

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    1. Hola, José.
      A este disco en su época le pasó lo mismo que a muchos otros en España: que no se publicó. Aquí no empezamos a saber de Mayall hasta finales de la década, con lo cual nos nos enteramos de sus principios hasta mucho después. Y es verdad que tiene muchos discos buenos, con lo cual es difícil decir cuál es el mejor, pero este está entre los grandes.

      A seguir bien...

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  4. Pues yo sí tenía ese disco. No recuerdo dónde lo conseguí. Completamente de acuerdo contigo en "este disco es uno de esos que resultan fundamentales para entender toda una corriente, que es el british blues boom."
    Saludos.

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    1. Yo tengo una copia francesa, que ya es raro. Me pasa lo que a ti: no recuerdo de dónde la saqué. De todos modos, no conseguí este disco hasta varios años después, como otros muchos. Ya sabes que aquí la cosa iba a saltos, como en una especie de lotería: este se publica, este no.

      Saludos mil.

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