Los géneros musicales clásicos suelen ser muy amplios; y aunque un gran sector de los fans rockeros disfruten buscando únicamente sus aristas más afiladas, hay otras alternativas. Este año se presentan en sociedad dos bandas que, sin renunciar a las piezas de ritmos muy marcados, saben también crear melodías exquisitas con mucha frecuencia. Se trata de Wishbone Ash y Badfinger: los primeros se orientan hacia el estilo americano, aunque con un leve tono folk blues de vez en cuando; los otros, más alabados ahora que en su época, son una magnífica transición entre el pop de los 60 y el sonido actual.
A los Wishbone Ash se les definió en su día como “los Allman Brothers británicos”. Esto no se debe tanto a su estilo como al hecho de que ambas bandas presentan a dos guitarras solistas, algo poco frecuente y que exige calibrar muy bien el ego de cada uno para que las actuaciones no se conviertan en una insoportable competición de punteos. En la banda de los Allman se dio la feliz coincidencia de que a la maestría de Duane se sumaba su profesionalidad, y siempre supo respetar el espacio de Betts (quien por otra parte jamás discutió su liderazgo). En el caso de los Ash, la igualdad absoluta nace tal vez por el hecho de que ambos son contratados al mismo tiempo: la base del grupo es su bajista y cantante Martin Turner y el batería Steve Upton, dos músicos de Devon que ya habían militado en bandas menores y que a mediados del 69 buscan a un guitarrista para crear “algo un poco más serio”. Pero tras el proceso de selección hay dos finalistas que les gustan por igual… y en vez de echar una moneda al aire deciden aceptar a ambos. Se trata de Ted Turner y Andy Powell, la fantástica pareja que en poco tiempo llevará a la prensa musical y al público a ensoñaciones míticas, substanciadas en aquel artículo del Melody Maker donde se decía que ese juego de guitarras recordaba los días gloriosos de Beck y Page en los Yardbirds. Bueno; los roles no eran los mismos, pero como comparación hay que reconocer que es muy afortunada.
No menos afortunada fue la coincidencia que los lanzó al mercado: antes de terminar ese año tienen repertorio suficiente para que su manager, el por entonces aún novato pero ya muy listo Miles Copeland III, pueda distribuir algunas maquetas entre los empresarios de las salas y conseguirles actuaciones como teloneros. Y en una de ellas, a principios de 1970, coinciden con los Purple. Imaginen la pavorosa escena: la soledad apacible en la que se encuentra su guitarrista, el altivo Ritchie Blackmore, mientras cumple con su prueba de sonido se ve perturbada por la intromisión de Andy Powell (¿y tú quién eres?), un chaval de 19 años que, sin cortarse un pelo, enchufa su guitarra, le sigue el punteo que estaba haciendo y le da la respuesta. Bueno, pues al parecer Blackmore quedó impresionado; y además tenía el día magnánimo (lo cual no era muy frecuente en él), porque tras oír al grupo lo recomienda efusivamente a Derek Lawrence y les busca un contrato discográfico. Bonita historia. Lawrence, que había producido los tres primeros discos de los Purple, es decir, de la época Mark I, queda admirado por la sinergia que producen los cuatro Ash: no solo el juego de doble guitara es excelente, sino que está muy bien ensamblado con la magnífica base rítmica. Y los pone a trabajar de inmediato en el estudio.
A finales de Diciembre se publica su primer LP, de título homónimo. Lo primero que salta a la vista es otra característica que asemeja a este grupo con la banda de los Allman: la mayoría de las piezas son largas, con tendencia al espíritu de jam que tanto gustaba a Duane y sus colegas. La frescura del sonido, prácticamente sin arreglos (salvo una esporádica intervención de piano), podría incluso llegar a sugerir un cierto nivel de improvisación, aunque se nota que las melodías están muy trabajadas. Tal vez el material sea todavía un poco inconsistente, pero es de primera: su rock, aunque potente, está aliñado con tonos folk (“Errors of my ways”, deliciosa), progresivos (“Phoenix”, con unas escalas y crescendos inolvidables) e incluso a veces se nota un cierto aroma blues-jazz (la magnífica “Handy”, que abre la cara B). Y es curioso que las menos interesantes sean precisamente las piezas cortas, cercanas al rock standard aunque con la misma destreza que lucen en el resto. En resumen: es cierto que las dos guitarras parecen las estrellas del grupo, con sus riffs entrecruzados y muy originales, pero esa es solo la primera impresión. Hay mucho más. Y aunque su mercado, ajeno a los metaleros y demás mártires del rock duro, sea un tanto indefinido, un top 40 no es mal comienzo para este grupo de verdaderos orfebres, que irán a más.
Badfinger es otro ejemplo de cómo encarar la marejada cañera que está azotando a la Isla. Se trata, en esencia, de la actualización de un grupo galés que existía desde principios de los años 60: los Iveys, que llegaron a hacerse bastante populares entre los mods gracias a sus versiones souleras y de la Motown. Luego se pasaron al pop con tintes psicodélicos, y aunque la mayor parte de su repertorio eran versiones llamaban la atención por su destreza y porque acabaron siendo una banda todo terreno, capaz de atacar cualquier estilo. Su historia, un tanto accidentada, incluye desde el interés de Ray Davies por producirlos hasta los manejos de algunos managers sin escrúpulos. Hasta que un día hubo suerte: Mal Evans, roadie y “chico para todo” de los Beatles, se prenda de ellos e insiste ante los Cuatro Fabulosos para que los fichen en su recién creada Apple Records, cosa que ocurre a mediados del 68. Sin embargo, las primeras grabaciones de los Iveys en esta nueva época son desafortunadas: fallos de promoción y la entrada de Allen Klein para reflotar un sello que está haciendo aguas, oscurece los proyectos inmediatos del grupo (en parte tenía razón Klein, ya que primero había que sanear las cuentas: aunque esta es la primera banda en firmar con Apple, los excesos en las grabaciones de los Beatles más la fanfarria publicitaria y los gastos sin sentido llevaban al sello -y tal vez al propio grupo- a la bancarrota).
Estos muchachos pueden atestiguar como pocos los caprichos del insondable destino: oscilando continuamente entre un fin borrascoso y una gloria al alcance de la mano, los hados les sonríen de nuevo en la persona de Paul McCartney, quizá el único que siempre creyó en ellos (aparte del fiel escudero Evans, claro). Sir Paul, que a mediados del 69 colabora con una pieza para la banda sonora de “The magic christian”, una comedia en la que interviene Ringo, invita a los todavía Iveys a que participen con alguna composición propia. Dos son seleccionadas, y junto con la de Paul (que se la cede para que la interpreten ellos) más otras que ya tenían preparadas, interviene ante Klein para que puedan grabar un LP en condiciones. Pero ya no se llamarán Iveys: la década entrante los conocerá como Badfinger, y su repertorio será casi totalmente propio. Al frente siguen, como han estado siempre, el guitarrista y compositor Pete Ham y el batería Mike Gibbins; a los que ahora sumamos al bajista Tom Evans y el teclista Joey Molland, que también ataca la guitarra si es necesario. Los cuatro pueden cantar y hacer coros; pero la voz más frecuente es la de Ham, que junto con Evans compondrá la mayoría de las piezas de esta "nueva" banda. Y por fin, en Enero del 70, Badfinger debuta con su primer disco grande, titulado “Magic christian music”. Tal vez deberían haber buscado otro título, ya que se presta a confusiones con la banda sonora de la película, pero tras una carrera tan accidentada eso es lo de menos. En la funda leemos una breve nota de presentación a cargo de Mal Evans, su primer valedor, y Paul se encarga de que este primer disco “no Beatles” de Apple tenga una promoción decente.
Y se la merece. Estamos ante una obra deliciosa, especialmente para todos aquellos que disfruten con la última época de los Beatles, de quienes parecen talmente una prolongación. Las tres piezas que formaban parte de la banda sonora de la película son producidas por Paul; del resto, unas las ataca el propio Mal Evans y otras Tony Visconti. Sin embargo la coherencia es total: “Come and get it”, la que compuso Paul y abre el disco, podría formar parte de “Abbey Road”; pero las demás también, porque tienen el mismo espíritu. Resulta un poco ocioso destacar unas sobre otras, así que me limito a recomendarles fervientemente la escucha de esta obra. Y lo mismo hago con la siguiente, el LP titulado “No dice”, que sale en Noviembre de este mismo año: otra maravilla en la que se incluye “No matter what”, uno de sus mayores éxitos en single, y “Without you”, cuyo potencial tal vez no supieron ver pero que en manos de Harry Nilsson fue un éxito en medio mundo (incluida España, donde fue publicada también en nuestro idioma). Sin embargo las alabanzas no corrieron parejas con las ventas: sus singles se vendían muy bien, pero el mercado del LP era reacio a todo lo que oliese a Beatles. Ya saben, estamos en una época muy moderna y matar al padre es la primera obligación. Solamente en los Estados Unidos alcanzaron una verdadera fama, y como dije arriba tendrá que pasar esta época para que en los 80 comience a reconocérseles su valía. Pero nosotros seguiremos su carrera, digan lo que digan los modernos setenteros. Ellos se lo pierden.
Bueno, pues ya queda uno más tranquilo viendo que no todo el panorama rockero se compone de guitarrazos heroicos, amplificadores llameantes y melenas ondeando al viento: siempre habrá un sector más o menos populoso que exija un poquito de clase, de estilo, aunque la época sea tan radical. Y aunque pueda parecer un poco pesado (que lo soy, ya lo sé), insisto: son dos grupos realmente grandes. Ustedes verán.
Siempre aluciné con los W.A. ¿Por qué, entonces, siento que les falta una gota de algo cuando los escucho? Me encanta su finura. ¿Será que echo de menos un poco de desenfreno? ¡Y no me refiero a caña, sino a algo más psicótico, más descolocado! Se ve que el problema está en mí. Me da igual, seguiré siendo decididamente incondicional de esos tipos.
ResponderEliminarDe Badfinger no puedo decir lo mismo. Me agrada su sonido, recuerdo alguno de sus temas con simpatía, pero de ahí no paso. Mi discutible opinión es que es una de sus entradas más descompensadas: los W.A. ganan por goleada. Sé que tolerará mi desfachatez sin despeinarse.
No sé si les falta algo o no, señor Átono. Tal vez busque en ellos una grandiosidad que no persiguieron nunca: lo suyo era el rock casi arquetípico de la escuela americana, bien hecho, medido pero sin sobresaltos. En cualquier caso, usted sabe que este primer disco no es el mejor, que hay al menos otro mucho más interesante, ¿verdad?
EliminarEn cuanto a Badfinger, insisto: si le gusta "Abbey Road", los primeros discos de estos muchachos van en esa onda. Y no desmerecen en absoluto, además.
Conozco algún tema de Wishbone Ash y he de reconocer que ese juego de guitarras contrastadas da mucho de sí. En cambio en el terreno vocal sus voces son tan anodinas como tantas de la época. ¿Qué coño les pasó a estos chicos de primeros 70? ¿Por qué uno tiene la sensación de que todos cantan igual?.
ResponderEliminarA los de Badfinger no se les puede achacar esa atonía vocal, sus voces son creativas y variadas, pero de una época demasiado en deuda con el beat de los 60. Ese tema extraordinario Without you suena mejor en la versión de Nilsson.
La voz era, en efecto, uno de los puntos débiles de Wishbone Ash. Tal vez el único. Y también es cierto que, acostumbrados a la ingeniería vocal de Robert Plant o Ian Gillan en sus grupos -por no hablar de Joe Cocker o Rod Stewart- los ajustados gorgoritos de Martin Turner palidecen aunque esa voz no pretende destacar, sino ensamblarse en un todo. Es evidente que el grupo habría ganado mucho con un cantante de más talla, pero tal vez para lo que perseguían era suficiente.
EliminarY tal vez Badfinger parezcan muy en deuda con el beat, pero ya digo que es una banda de transición entre esa época y el presente. Una canción como "No matter what", por ejemplo, colaría perfectamente a finales de los años 70, con la llegada de la nueva ola. Y fue precisamente por entonces cuando comenzaron a ser reivindicados. Esa fue precisamente una de las razones de su escaso éxito en aquella época:sonaban pasados en 1970, y muy novedosos en 1979.
Cuanto mas avanzo en la lectura mas pequeño me siento, cuanto conocimiento acumulado, y que bien administrado!. Reconozco que la parte de Badfinger me ha dado una (sana y respetuosa) envidia Bloguera, llevo tiempo preparando algo sobre los Galeses, y me he embelesado leyendo sus notas al respecto. Reconozco haber dudado sobre si continuar o no con mi propósito, sin embargo, y tras dejar un (bastante prudencial) tiempo, creo que atacaré el proyecto. Mi enhorabuena más sincera, es un placer cada vez mayor, el pasar por aquí...Ah la anecdota de Ritchie Blackmore me ha encantado también, hasta la he podido visualizar!
ResponderEliminarMe va a sacar usted los colores, señor Sebas. No es para tanto, hombre: solo hay que recordar los nombres de las bandas, y poco más. El resto está en los libros y en la Red. ¿O cree usted que todos los detalles que cuento me los sé de memoria? Pues no señor: tengo que repasar, y mucho. En cuanto a su proyecto sobre Bandfinger, ni lo dude: aquí solo he hablado de sus comienzos, así que fíjese usted cuánto le queda por delante.
EliminarTampoco conocía a los que hoy presenta, y Badfinger son una verdadera delicia. Se les nota la deuda con los Beatles, pero tienen sonido propio, y como dice, se agradece un poco de estilo entre tanta llamada al zafarrancho. Wishbone Ash en cambio me han aburrido, pero me he reído un rato con su vestuario
ResponderEliminarBadfinger es uno de esos grupos que a usted tienen que encantarle, señor Chafardero: pop actualizado. Tanto que como he dicho fue una de las bandas clásicas de referencia cuando comenzó a despuntar la new wave de los años 70/80. Y en cuanto a Wishbone Ash, hace falta un poco de empatía. Pero son mucho mejores de lo que parecen a primera oída: es una de esas bandas que ganan con el tiempo.
EliminarHola Rick. Conozco bastante bien la discografía de Badfinger y tengo que decir que para mi fueron como un bálsamo, me explico: después de deborar a Los Beatles hasta la saciedad durante décadas,hace pocos años descubrí a los Badfinger y su sonido me devolvió la ilusión perdida. Son realmente buenos y se merecen la suerte que tuvieron de conocer a Paul. Respecto a Wishbone no puedo opinar demasiado pero me a entrado el gusanillo de la curiosidad y voy a escucharlos.
ResponderEliminarExcelente post, como siempre.
Muy buenas, don Antonio. Es lógico que, siendo fan de los Beatles, disfrute usted con Badfinger. Por otra parte también es cierto que, aun partiendo del estilo "Abbey Road" -esto es evidente- supieron luego crear su propio camino. Eran encantadores, aunque en su época no les fuese muy bien.
EliminarY los Ash... bueno, no sé si será su estilo, pero como ya dije antes son mucho mejores de lo que pueda parecer en una primera impresión.
Wishbone Ash. Jamás había escuchado ese nombre. Tampoco es muy fácil de recordar. No es un 'The Who' o 'Led Zeppelin'. Suenan bien, de todas formas. 'Lady Whiskey', oh. 'Handy' le confieso que se me hace un poco larga.
ResponderEliminarNo fueron muy conocidos en España, signore Giovanni, pero hubo muchas otras bandas que tampoco lo fueron y sin embargo están en la Historia: esos mismos Genesis que a usted tanto le gustan comenzaron a ser populares aquí justo al marcharse Gabriel, por poner un ejemplo. Y otros como Renaissance fueron incluso menos conocidos que los Ash.
EliminarY... ya que usted mismo reconoce que "suenan bien", le daré otro chivatazo: no se lo diga a nadie, pero en 1972 publicarán su tercer LP, el mejor de su carrera. Tan bueno es que una revista como "Sounds Magazine" (mucho más seria que Rolling Stone, Melody Maker o NME), lo declaró "Disco del año". Recuerde los discos que salieron en la Isla ese año y dígame si no le corroe la curiosidad. Ah, el disco se titula "Argus". Y hasta aquí puedo leer. ¿Lo toma o lo deja?