lunes, 20 de mayo de 2024

Estados Unidos: los primeros años 60 (XI)

“De pequeño solo quería oír discos y aprender canciones. Cuando cogía la guitarra era feliz”
Bob Dylan
 
El folk moderno, que en Estados Unidos a finales de los años 50 estaba restringido a poco más que las élites urbanas, o las zonas industriales por su carga social (nada que ver con el country), consigue llegar a los circuitos mainstream gracias a Bob Dylan. Como buen bardo, sus antecedentes biográficos son un tanto difusos, a menudo contradictorios; por expresa voluntad suya, como es lógico. Hasta ese “Dylan” que adopta tiene un origen u otro según la época en la que lo estemos viendo: alguien de la prensa sugirió que era en honor del poeta Dylan Thomas, y todo el mundo se lo creyó porque don Roberto ni negaba ni asentía, hasta que ya en la década siguiente nos informará de que no es en absoluto un seguidor de Thomas (“Yo ni siquiera había leído nada de él por entonces”), sino que convirtió ese nombre en apellido -como antes había usado otros- simplemente porque le sonaba bien, ajustado a su personalidad. También tuvieron que pasar unos años hasta ir conociendo detalles sobre sus padres, su infancia o su adolescencia: no le gustaba hablar sobre eso, nada tenía importancia salvo el presente. Por tanto, con pequeñas pinceladas como el comentario que adorna la cabecera de esta entrada, era suficiente. Como es lógico, esa bruma sobre el pasado alimentó muchos rumores; los rumores ayudan a crear un mito, y eso es bueno para el negocio. Así que en sus primeros años, la escueta historia que se nos permitía conocer comenzaba con dicho comentario. 

Su nacimiento, a mediados de 1941, tiene lugar en Duluth, Minnesota, en una familia de origen judío (aunque estos datos los conoceremos mucho más tarde). El pequeño Bob se enamoró pronto del rock and roll y el blues (con un afectuoso recuerdo también para Hank Williams, la más respetada leyenda del country); pero con diecinueve años un amigo le cuenta maravillas de Woody Guthrie, el señor del revival folk estadounidense, el primer gran cantautor y maestro para todos los que vinieron luego. La curiosidad le lleva a leer “Bound for glory”, la autobiografía de Guthrie, que lo deslumbra. Y ahí comienza a surgir un “segundo” Dylan, solapado con el primero: hasta ese momento, su principal empeño era el de hacerse valer como músico, y a tal fin nos contaba esas bonitas frases sobre su amor por las canciones y sus creadores; ahora, tras el descubrimiento de la enorme entidad literaria –no solamente política- de Guthrie, llega a la conclusión de que sus letras han de tener también peso, han de ser recordadas. Por cierto, que también es Guthrie, con su particular forma de cantar, la mayor inspiración para el tono de Dylan: entre una y otra cosa, “solo con oír a Guthrie podías aprender a vivir”, resumió él más adelante. 

Iluminado por esa epifanía, Bob llega a Nueva York en enero de 1961 habiendo construido ya una biografía mítica a su medida: además de alguna gira acompañando a Little Richard, había participado en ensayos de grabación con Elvis, era amigo de varios bluesmen y, resumiendo, “he viajado por todo el país, siguiendo las huellas de Woody Guthrie”. En cuanto a sus padres o su lugar de nacimiento, había nacido en Oklahoma y pronto escapó de casa; luego la policía lo había devuelto allí, pero hace ya un tiempo que es huérfano. Esa sería, en esencia y sin muchos detalles, la filiación que iba a mostrar a sus nuevos amigos. Pero antes de nada, lo primero era presentar sus respetos al maestro: pocos días después de llegar a la ciudad, Dylan va a Nueva Jersey a visitar a Guthrie, que ya llevaba unos años afectado por una enfermedad nerviosa degenerativa y pasa la mayor parte del tiempo como residente del hospital psiquiátrico Greystone. Y dice la leyenda que el maestro, aunque ya muy perjudicado, escucha con emoción algunas de sus propias canciones interpretadas por este joven recién llegado, que al parecer se las sabe todas; y que recibe su bendición poco menos que como si fuese su sucesor en el apostolado (aunque por entonces ya estaba un Pete Seeger, por ejemplo, que aspiraba a lo mismo). 

Dylan comienza a hacerse amigos en Greenwich Village. La primera canción que dice haber escrito es “Song to Woody” (“Porque no hay muchos hombres que hayan hecho las cosas que tú has hecho”), que interpreta en los locales de ese barrio abrigado por las miradas aprobadoras del público folkie, en su mayoría de izquierdas y por supuesto devoto de Guthrie (quien en su guitarra llevaba escrita la leyenda “Esta máquina mata fascistas”). De momento la mayor parte del repertorio son versiones, por lo general clásicas del folk tradicional y una clara querencia hacia el blues -él mismo reconoce su admiración por los viejos santones como Lead Belly- que también suele ser compartida por ese público. Aunque, también por lo general, tal tipo de oyentes suele prestar más atención a las letras que a la música, y las escasas letras que van escuchando del recién llegado son muy atractivas: ha nacido, o eso creen ellos, un nuevo profeta. Dylan, como es lógico, se deja querer. En lo musical, su pasable dominio de la guitarra acústica, pero sobre todo de la armónica, le proporciona pequeños trabajillos adicionales e incluso algunas grabaciones como acompañante; también participa en festivales folkies radiados, lo cual aumenta su popularidad (“Un nuevo estilista de la canción folk”, dice el New York Times ya antes de que Dylan llegue a grabar). 

Finalmente, en el otoño de ese largo 1961, es detectado por John Hammond, el mayor de todos los cazatalentos de la época: además de que ya ha leido esa reseña del Times, su hijo lo ha visto cantar en el Village y ha llegado a casa contando maravillas. Justo por entonces debuta en CBS Carolyn Hester, amiga de Dylan, que lo llama para acompañarle con la armónica en las grabaciones. Hester se lo presenta a Hammond, este le escucha algunas canciones, decide que ese muchacho tiene madera y lo ficha: a partir de ahí, CBS/Columbia será su sello para toda la vida, salvo en algunas excepciones temporales muy aisladas.

- ¿Cuántos años tienes? 
- Veinte. 
- Entonces tus padres tienen que firmar el contrato. 
- No tengo padres, murieron hace tiempo. 
- ¿Y algún tío? 
- Bueno, tengo uno, que es traficante. Está en Las Vegas. 
- O sea, me estás diciendo que no hay nadie que pueda firmar por ti.
- Exactamente. Pero no te preocupes, John: puedes confiar en mí. 

Tiempo después Dylan podrá reclamar a Hammond las cintas originales de sus primeras grabaciones, aduciendo precisamente la invalidez de ese contrato por haberlo firmado siendo menor de edad. Y ahora entra en escena Albert Grossman, el manager que controlará la carrera de esta nueva estrella. Grossman era también otra leyenda viviente: una de sus últimas hazañas había sido la creación del festival folk de Newport, solo dos años antes. Y fue también él quien pronunció por entonces la frase premonitoria: “El público americano es como la Bella Durmiente, esperando a que el príncipe de la música folk la despierte con un beso”. 

Sin embargo los ejecutivos de la CBS, al escuchar las cintas que les presenta Hammond, tuercen el gesto: esa es la voz más horrible que han oído nunca. Algunos llegan a tildar aquello de “estafa”, y no entienden qué encanto oculto puede ver un veterano como él en una mamarrachada de tal calibre. Vamos, que estuvieron a punto de hacer el mismo ridículo que Dick Rowe con los Beatles al otro lado del océano. Pero estos finalmente transigen, porque Hammond tiene mucho poder de convicción y, sobre todo, lo avalan unos cuantos fichajes ya históricos (a ver si va a tener razón, otra vez: eso se llama prudencia), además de que les promete que el disco de debut va a salir muy barato. Y cumple: los gastos de grabación no llegan a quinientos dólares, lo produce él mismo y se graba en dos o tres días a finales de noviembre. 

“Bob Dylan”, ese debut, llegará a las tiendas a principios de la primavera del 62, y como era costumbre tanto por la época como por el estilo, la mayor parte del repertorio son versiones salvo dos originales. También como es costumbre en el folk más tradicional, solo escucharemos elementos acústicos: voz, guitarra y armónica. Y aunque no se puede negar que esa voz tan “desagradable” es el elemento sobresaliente, tal vez por inesperado, con su personalidad da carácter a cualquier pieza que cante: se nota que ha sabido entender y asumir el espíritu de las canciones que versiona. De todos modos es evidente que su parroquia del Village, deseosa de nuevo repertorio, se ensimisma en el homenaje a Guthrie y en “Talking about New York”, donde Dylan nos cuenta lo que, según él, le ha costado llegar hasta aquí desde su lugar de origen (¿Minnesota está en el salvaje oeste? ¡Ah, no, que era Oklahoma!), el frío que hacía cuando llegó, el desprecio inicial de las gentes que lo recibieron… En fin, una epopeya personal que hace las delicias de ese público. El disco tuvo inicialmente unas ventas muy reducidas, y algunos enemigos de Hammond en CBS (todo gran personaje tiene enemigos envidiosos) habían bautizado a Dylan como “el capricho de Hammond”. Entre una cosa y la otra, los directivos del sello comenzaron a ponerse nerviosos y sugirieron que tal vez sería mejor rescindir el contrato. Ahí es cuando Hammond, ayudado por el mismísimo Johnny Cash, se empeña en su defensa y poco menos que viene a decirles que no se están enterando de nada, que este solo ha sido un inicio, hay que tener paciencia. 


Por su parte, Dylan ya ha comprendido que necesita ir liquidando el repertorio de versiones y dedicarse a crear su propia obra, porque al menos en el mundillo en el que se está moviendo esa es la diferencia entre un músico respetado y un simple intérprete de café. Si quieres vender discos, tienes que ofrecer algo nuevo. Está asimilando las lecturas de poesía que hace a marchas forzadas, al mismo tiempo que se sumerge en el enormemente denso y complejo ambiente social y político de la época. Se está volviendo contestatario, próximo al activismo: otra alegría para su parroquia, otro dolor de cabeza para la CBS. Pero ya iremos viendo eso dentro de unos días, porque me he pasado varios pueblos con tanta charla.

6 comentarios:

  1. Bueno, pues ya está entre nosotros "His Bobness" (como le llaman algunos...). No creo que, aparte de los Fab Four, haya habido una conmoción musical a nivel mundial tan grande como la suya. Siempre es ameno recordar su historia, sus influencias más directas, los primeros años en NYC, el ambiente que le recibió (sobre todo en un Greenwich Village semidero de muchos artistas de todo tipo) y los primeros reconocimientos que obtuvo, Cayó evidentemente en buenas manos, Hammond y Grossman eran dos titanes entonces.
    Esperamos acontecimientos.
    Saludos,
    No me disgusta el folk americano, ni los primeros trabajos suyos en ese estilo, pero soy más fan de su época electrificada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí señor, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Independientemente de que guste a más o menos (yo no soy muy fan suyo, por ejemplo), no se puede negar su influencia en muchos músicos posteriores, tanto americanos como europeos. Bien es verdad que su influencia lo es más en lo literario que en lo musical; pero del mismo modo que los Beatles le influyeron en su decisión de pasarse a la electricidad, él hizo que las letras de Lennon y Harrison especialmente subieran de categoría.

      También estamos de acuerdo en las épocas: musicalmente, no hay comparación. Dylan se convierte en un verdadero músico a partir de 1965.

      Saludos mil.

      Eliminar
  2. Excelente entrada, sin paliativos, sobre el nacimiento de Dylan y de su mito, incluyendo los distintos ''Dylans'' que fueron surgiendo en su primera época. Para mi es uno de esos casos en los que el personaje es bastante más interesante que la persona. Si me perdonas la tontería, es un poco como Jesucristo: hay estudiosos que han intentado investigar acerca del Jesús histórico, lo cual para mi tiene poco interés, en comparación al mito, la construcción y toda la influencia que dejó después aquel cuento, para bien y para mal.

    Has escogido dos de sus temas de composición propia del primer álbum, que habré escuchado más de una vez, cuando me lo he puesto, pero no me dejaron ninguna huella. Yo en cambio me quedo con su versión de ''House of the Risin' sun'', en la que creo que consigue un tono atemporal que da mucho juego a esa canción folk.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Rodión. Pero ya sabes, todo está en Internet. Y sí, el personaje es uno de esos fetiches más jugosos en la historia de la música popular del siglo pasado; vamos, como Taylor Swift ahora. En serio: lo personal suele tener poca importancia con respecto a lo artístico, pero este tipo de casos, tan literarios, dan mucho juego. El mito, no cabe duda.

      En cuanto a los temas elegidos, para no complicarme la vida suelo tirar por la calle de enmedio. Y en este caso creo que la elección estaba clara: las dos únicas piezas propias que tiene este disco. Aunque estoy de acuerdo contigo: su versión de "House of the rising sun" probablemente sea más atractiva que las otras dos.

      Saludos mil.

      Eliminar
  3. Sí, ya, todo está en internet, claro. Pero hay que saber ensamblarlo y contarlo con gracia; que no es moco de pavo. Estamos acostumbrados ya a estas clases magistrales, pero no por eso nos sorprenden gratamente.
    Soy un fan indiscutible de este tío. Realmente empecé a interesarme por él en mi "primera" juventud, casi infancia, con dos Eps. El primero, la versión de "If You Gotta Go, Go Now" por The Liverpool Five. Y el segundo, la de "Mighty Quinn" por Manfred Mann. Pero no adelantemos acontecimientos. Estos primeros discos los compré ya a toro pasado, y no me parecieron gran cosa en comparación con lo que vendría luego. Seguimos "on the road."
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, ensamblar y contar era una de las cosas que aprendíamos en clase, cuanto había que hacer un trabajo sobre algo. Ahora, con la inteligencia artificial, seguro que hay muchos chavales que ya pasan de currárselo ellos.

      Yo no soy muy de Dylan, salvo por canciones sueltas. Me gusta más su segunda época, como a casi todos, pero aun así hay pocos discos que escuche enteros salvo la trilogía fantástica del 65/66: ahí seguro que también estamos todos de acuerdo.

      Saludos mil

      Eliminar

Cierren la puerta al salir.