lunes, 2 de octubre de 2023

1960-65: Londres despierta (IV)

“Los Kinks eran los más típicamente ingleses. Siempre pienso que Ray Davies debería ser laureado como poeta: inventó un nuevo tipo de poesía y de lenguaje para la composición pop que me influyó desde el principio. Creo que está muy infravalorado. En el rock británico, es uno de nuestros únicos genios verdaderos y naturales; fue una de las primeras personas que definió el lenguaje pop, lo refinó, lo purificó y lo convirtió en lo que es hoy". 
Pete Townshend

Siguiendo escrupulosamente la fecha del debut discográfico de cada una de las cuatro bandas míticas que dieron luz a la invasión británica y a muchas cosas más, hoy nos visitan los Kinks. Otra prueba de que el carácter y la personalidad juegan un papel decisivo en la carrera de un grupo, porque como diría Oldham también los Kinks son un modo de vida. Todos los grandes lo son. Y si hablamos de grandeza, reitero que si están aquí en tercer lugar es únicamente por la fecha de su primera grabación, ya que, objetivamente, no tienen nada que envidiar a nadie. Y si nos vamos a lo subjetivo, hay muchos miles de personas en todo el mundo que los llevan en el alma con mucha más convicción que a los Beatles o a los Stones. Por otra parte, ya lo dice Townshend (o Jagger, que no suele prodigarse en alabanzas a sus colegas), son lo más genuinamente británico que ha parido esa isla, por muchas razones. Y la primera es su propia conciencia de clase: los Beatles o los Stones dirán lo que quieran, pero sólo los Kinks -y en otro tono los Who- son conscientes de dónde vienen y airean su origen con orgullo; otra cosa es que desde ahí traten de elevarse, pero sin traicionar su esencia. Y en ese origen hay tanto de barriada, de oscuridad, dureza y violencia, como de nostalgia por un pasado en el que se unen las realidades y las ensoñaciones. De puertas adentro, la infancia de los Davies está amenizada por un piano de pared que le hacía la competencia a un viejo gramófono de 78 rpm, y ese pequeño mundo está a su vez inserto en la realidad proletaria del barrio de Muswell Hill. La ensoñación es esa esquizofrenia que se vive al detestar la vetusta era victoriana –de componentes casi medievales- y echar de menos parte de su estética, que nunca se compone únicamente de imágenes. Es tal vez la añoranza de la infancia perdida, esa de la que al mismo tiempo los Davies querían huir. 

Sus orígenes como aficionados no difieren mucho con respecto a los demás músicos de la época, porque quien más y quien menos venía de infancias parecidas: que en aquel gramófono se oyesen desde orquestas como la de Cab Calloway hasta clásicas del music hall era algo común. Otra cosa es en qué grado afecta a unos y a otros esa banda sonora, y está claro que a Ray le afectó mucho; sumado a eso, la novedad de las músicas negras que se están oyendo en la radio y, por supuesto, el rock and roll que va desarrollándose en paralelo a su primera adolescencia. En 1962, recién expulsado del colegio, él y su hermano son dos de esos jóvenes británicos que entran en la escuela de Arte; la idea fue de su madre, pero especialmente Ray no tenía sentido en ningún otro sitio: “Crecí con el miedo a ser aplastado como individuo, lo vi cuando iba al colegio. Yo quería ser artista, pero si no llegas al nivel el sistema te prepara para que trabajes en una fábrica de piensos". Y aunque ya entonces deseaba ser músico, hasta ese momento tanto él como Dave habían destacado únicamente en los deportes. La estancia en ese lugar le sentó muy bien, tanto en lo artístico (ahí descubrió su interés por el teatro, el cine o la pintura) como en lo social (el realismo es la corriente de moda en media Europa por entonces). Y por último las drogas, algo que parece casi consustancial a ese tipo de lugares: Ray ya estará un poco cansado de ellas cuando llegue la psicodelia; pronto caerá en el consumo desmedido de alcohol, pero ese hastío tan temprano define bien al personaje y explica el hecho de que los Kinks sean la única gran banda británica que prácticamente no tiene obra de ese tipo. 

Aquel año fue muy productivo, porque entre otras cosas comenzaron a tocar en pequeñas agrupaciones; ese rodaje era imprescindible para mejorar su digitación con la guitarra -Dave ya era mejor que él- y además profundizaron en nuevos estilos musicales como el blues e incluso el jazz, signos distintivos de las escuelas de arte. También en la escuela les dio tiempo a conocer a Pete Quaife, aunque no estuvo en ella ni siquiera un mes; Quaife estaba aprendiendo a tocar el bajo, y pronto el trío se hizo inseparable. Con el añadido temporal de un batería amigo de Quaife, pasaron por varios nombres como el Pete Quaife Quartet o el más frecuente Ray Davies Quartet, en paralelo con su participación con otros músicos orientados al jazz (generalmente, la banda de Dave Hunt). En otoño, la irrupción de los Beatles con su primer single (“sentí que eso podía haberlo hecho yo”) ya había marcado a Ray; pero a mediados de Diciembre llega la noche “iniciática”, definitiva para él, la noche en que acude a un concierto de Alexis Korner en el que además actuaban los Stones. Ahí es cuando decide que su futuro ha de ser ese, el de desplegar una potencia energética como la que acaba de sentir con ellos. A partir de ese día, su trabajo con Dave Hunt comenzó a hacérsele monótono. 

Y así entramos en 1963. De nuevo hubo cambios de nombre: durante unos meses fueron los Ramrods -evidente homenaje a Duane Eddy-, los Boll-Weevils y luego los Ravens. Por entonces ya estaban prácticamente asentados en el r’n’b con tonos rockeros, al igual que la mayor parte de las bandas que comenzaban su carrera en la ciudad, así que Ray abandonó su trabajo por horas en la banda de Hunt y se centró exclusivamente en la suya. Por aquel entonces había bastantes niños pijos ansiosos de “aventuras artísticas”, jóvenes aterrados por la monotonía que su clase les auguraba y que con su dinero trataban de encontrar un sitio en los ambientes bohemios de la capital; sin ellos, probablemente no habrían existido cosas como el Swinging London (y recordemos que Epstein, allá arriba, era también un niño pijo). Y aquí surgen Robert Wace y Grenville Collins, dos muchachos de esa especie, uno comercial de ventas para las empresas inmobiliarias de su papá y otro gestor de bolsa; el que más se aburre es Wace, que quiere ser cantante. De pronto, Ray y sus compañeros se encuentran actuando en fiestas pijas -muy bien pagadas, eso sí- con el bueno de Robert como frontman. Pero en cuanto salen de su “area de comodidad” e intentan una actuación en el mundo real, aquel tono afectado y su exquisito acento de la City lo hunden. Menos mal que Grenville anduvo listo y le dijo a Ray -¿quién, yo?- que se pusiese al micro. Esa noche Robert abandona el mundo de la canción, pero también el trabajo con papá, y junto a Grenville crea una empresa de management para dirigir a Ray y sus amigos. También esa noche se confirma Ray como cantante, ya que nunca había estado seguro de su voz y por lo general era Dave quien se ponía ante el micro: fue el curioso entusiasmo que mostró Grenville lo que le convenció. Como era norma en la época, el contrato favorecía claramente a los managers; pero de esas cosas se va dando cuenta uno mucho más tarde. 

En otoño de ese año Robert y Grenville comienzan a mover algunas maquetas y llegan ante Larry Page, un manager y futuro productor estrella que se muestra interesado. Page y otro socio aceptan codirigir al grupo a cambio de una participación, que por supuesto disminuye aún más las ganancias futuras del grupo, pero da algunas pautas interesantes: confirma a Ray como cantante y lo anima a que escriba canciones, ya que ve en él una potencia creadora. Y, tras una sesión de fotos con látigos, ropas de cuero y demás parafernalia casi sadomasoquista, se le ocurre la idea final: “parecéis unos pervertidos” (o sea, unos kinky). “Kinks” será el nombre definitivo, aunque a los hermanos Davies aquello les pareció una chorrada. Poco después Page contacta con Shel Talmy, un ya por entonces prestigioso productor americano; Talmy parece muy ilusionado con ellos, ya que les consigue contrato con el sello PYE y será su productor hasta que el propio Ray lo sustituya. El año 63 termina con bastantes actuaciones y un batería que se marcha justo cuando PYE da fechas para su primera grabación, a mediados de Enero del 64, por lo que entran en el estudio acompañados por Bobby Graham, uno de los baterías de sesión más famosos de la Isla. Graham seguirá grabando con ellos casi todo el año, aunque ya por aquellas fechas consiguen dar con Mick Avory: su aspecto de chico formal de clase obrera no cuadraba mucho con un kinky, pero su dominio de la batería los impresiona. Así que, al menos de momento, el cuarteto parece firme y se va asentando en el directo, donde a cada día que pasa aumenta su poderío. 

El primer single se lanza con una prontitud inusual, a principios de Febrero, y la sombra de los Beatles está detrás. La cara A es una versión del “Long tall Sally” de Little Richard, que los de Liverpool habían interpretado en directo poco antes pero que no llegaron a grabar: en vista de eso, los managers sugieren que sería buena idea que la grabasen ellos aprovechando el rebufo, ya que esa actuación se había visto en la tele. Pero la cosa no funcionó porque, mientras McCartney se desgañitaba para tratar de quedar a la altura del divino Richard, el tono de voz de Ray suena un tanto apático, como si no estuviese convencido; el ritmo beat le queda bien, pero poco más. La cara B es su primera pieza propia, “I took my baby home”, y es muy agradable (yo la prefiero), aunque también recuerda al estilo norteño. Así que pronto se pondrá Lennon a insinuar que “los Kinks no son nada original”. El single no pasó del top 40, pero el grupo ya tenía actuaciones en abundancia y mientras tanto PYE decidió publicar otras dos piezas de aquellas primeras sesiones de grabación: otro fracaso. Las dos canciones son de Ray, pero hay que reconocer que tanto “You still want me” como “You do something to me” siguen debiendo mucho al sonido Mersey. En consecuencia, los de PYE comienzan a impacientarse. Ray y sus colegas se deprimen... Qué nervios....





8 comentarios:

  1. Sé que no te van los elogios, pero lo siento, esta es otra presentación sobresaliente; cómo desde el primer párrafo defines lo que representan los Kinks, y luego sus primeras andaduras. Y esta es una de esas veces en las que comprendo de verdad el porqué de tanto alboroto. Es curioso, porque llegué muy tarde a este grupo, pero cuando lo hice me atraparon rápido y me convertí en un fan fuera de onda y de época. Su mundo es apasionante, con esas canciones pop cortas, aparentemente ligeras, de melodías siempre bien escogidas y letras... Lo de las letras es un tema aparte, pero basta decir que gracias a los Kinks, ahora presto, en general, más atención a las letras en inglés que antes.

    No me enrollo más. A la espera de la continuación.
    Pese a la copia del merseybeat, mucho mejor el segundo single que el primero, por supuesto. Pero todavía está por llegar lo bueno...

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    1. Hombre, una cosa es hablar de grupos más o menos estándar y otra es ir a los más grandes: ahí tienes que esforzarte, porque el asunto lo exige. Los Kinks, ya digo, son un modo de vida (especialmente un modo de ver la vida) muy clásico, en el fondo. Pero lo que nos viene a decir el señor Davies probablemente lo tenemos ya interiorizado los que nos vamos haciendo mayores: se puede ser todo lo moderno que se quiera, pero siempre llevaremos dentro algunos trozos del pasado que sustentan la memoria y el carácter.

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  2. Tengo la impresión, después de leer la entrada, de asistir al comienzo de una serie, tan bien está narrada, en tiempo y forma. Coincido totalmente en la aseveración de considerar a los Kinks como la banda más genuinamente inglesa, su entorno familiar y urbano facilitan el ubicarlos en una clase media aburrida de la pacata sociedad de sus mayores. También, la proliferación de las Escuelas de Arte en la época facilitó mucho el descubrimiento y salida de muchos jóvenes con talento.
    Esperamos acontecimientos.
    Saludos.

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    1. Bueno, es el estilo más o menos común cuando se hace una descriptiva de este tipo. En cuanto a los protagonistas, sintetizan lo británico como nadie. Ellos y los Who, con matices, son la quintaesencia de esa historia y esa manera de ser, tan contradictoria a veces, pero con un encanto innegable. Y siempre con una profunda carga social, algo que se echa de menos en otros sitios.

      Saludos mil.

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  3. Kinks son uno de esos grupos que aun gustándome nunca me he parado a escucharlos con detenimiento, por lo que intentaré aprovechar tu estupendo artículo para ponerme a ello. Por lo pronto me quedo con esa definición de que representan lo inglés como ningún otro grupo, y las cuatro canciones, que son pequeñas joyas

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    1. Los Kinks -las bandas grandes, en general- tal vez puedan parecer menos de lo que son en las primeras escuchas, y posiblemente la cosa se haga más difícil en estos tiempos que corren. Pero, como siempre, lo mejor es empezar por un buen recopilatorio: sigo pensando que unas cuantas canciones bien elegidas son el arma infalible.

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  4. En todo lo relacionado con The Kinks no puedo ser neutral. Los que me conocen saben que es mi grupo preferido de todos los tiempos (que no digo el mejor, eh?). Mi primer contacto con ellos fue en un cafetín moruno en el barrio de Hadú, en Ceuta. Jugábamos a las cartas y, de pronto, sonó en la radio una música que me dejó K.O. Investigando luego, me entero del nombre de la canción y del grupo: "All Day And All Of The Night" de The Kinks. Y aquello fue el acabose, es decir, el comienzo. Y claro, a buscar singles en Comercial Africana, en Ceuta. Poco a poco fui comprando todo lo que los Kinks publicaban, hasta llegar a la época en la que empiezan con el sonido más americano, y ya eso...
    Pero iremos por partes, cada cosa a su tiempo. Volviendo a oír estas primeras canciones que has puesto aquí, me siguen pareciendo algo especial, a pesar de su inocencia, o gracias a ella. Da gusto leerte, y más en esta ocasión.
    Saludos.

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    1. Bien sé de tus querencias hacia los Kinks, estimado Bab; yo soy más de los Who, pero te comprendo perfectamente. Y resulta muy difícil tratar de explicar nuestra adolescencia sin uno de esos dos grupos, cualquiera de ellos. De hecho tal vez prefiera a los Kinks canción por canción, y a los Who Lp por Lp. O algo así, no sabría explicarlo. Y sí, también yo prefiero su música hasta mediados de los años 70, más o menos; la época americana ya me cansa un poco (a pesar de su fantástica "resurrección" del 75/76).

      En fin, que lo disfrutes como lo he disfrutado yo escribiendo.

      Saludos mil


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